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domingo, 27 de enero de 2019

¿Por qué existe la AMLOfobia?

Hay un grupo de la población que tiene enojo irracional ante todo lo que AMLO significa ¿Por qué se está presentando este fenómeno? ¿Qué nos dice sobre la 4T? Aún más relevante, ¿qué nos dice sobre nuestro país y los cambios que vendrán adelante? Sobre esto reflexiono para encontrar las causas de la AMLOfobia
27 de Enero de 2019
Esta semana, Enrique Quintana escribió que encuentra un fenómeno en el que “personas sensatas, cuando se habla del Presidente, parecen a veces perder los parámetros de lo racional y hacen caso de las especulaciones más insensatas”. Hernán Gómez ya lo había identificado cuando, incluso, comenzó a llamarlo AMLOfobia.
¿Cuáles son las razones detrás de este fenómeno sociopolítico?
La AMLOfobia existe porque la 4T plantea un cambio profundo para México. Y no cualquier cambio. La 4T abandera un cambio que genera miedo e incertidumbre porque, aparentemente, cuestiona los valores democrático–liberales que por definición todos respetamos. Pero que, en los hechos, fueron utilizados por décadas como una simple retórica. Como un escudo para justificar la profunda crisis de libertades, equidad y seguridad en la que vive nuestro país.
¿A qué me refiero con esto? A que México llevaba cerca de tres décadas implementando un modelo de liberalismo económico y tratando, a su vez, de consolidar su democracia.
Según se decía, este proceso tomaría tiempo, pero eventualmente se traduciría en una economía competitiva de mercado que crearía oportunidades económicas para todos bajo un marco de respeto a la ley a las instituciones democráticas.
Todo eso sonaba muy bien, excepto que de facto no se lograba. Era retórica más que convicción de cambio.
El liberalismo económico era una economía de nicho, capturada en partes críticas por individuos con cercanía al poder. Retóricamente, se buscaba un libre mercado, pero, realmente, lo que buscaban era producir sin competencia y con alta utilidad.
Las oportunidades económicas que supuestamente generaría este modelo se definieron, mediocremente, aceptando un mínimo muy bajo como señal de éxito, y una temporalidad muy larga para llegar a sus metas.
Así, lo que en 1994 se veía como algo temporal (especializar a México en la maquila de bajo valor agregado), para los 2000 se había consolidado, y para los 2010 se consideraba un modelo necesario para mantener la economía a flote.
Los avances en ingresos que algunos estudiosos veían en papel como cambios “positivos, pero en el margen”, en la realidad, se sentían muy poco. Y sobre todo, se sentían menos porque, como bien identificó Ricardo Fuentes Nieva, la desigualdad aumentaba y era cada vez más notoria.
La consolidación democrática tampoco pasó. Se entendió democracia como elecciones, no como acceso a la toma de decisiones, representatividad, transparencia y equidad social. 
Así, una (o varias) generaciones crecieron viendo a la clase política y la élite económica hablar de “democracia liberal” sin que ello fuera ni democrático y sin que supusiera la expansión de libertades de forma significativa. Las palabras empezaron a parecer huecas.
¿Por qué la 4T crea fobia, es decir, un miedo irracional? Lo hace porque llama a destruir lo que se ha hecho hasta ahora, a derruir la simulación, a dejar de usar palabras huecas. 
Y ello crea fobias y amores.
A los que perciben que ganaron en las últimas tres décadas, la transformación  a la que llama AMLO les suena a destrucción de la democracia liberal porque para ellos, en su esfera, la democracia liberal sí existe y económicamente sí se ha avanzado. Ellos están fóbicos. Tienen AMLOfobia porque perciben a AMLO como un destructor.
A los que perciben que perdieron en las últimas tres décadas, lo que les da fobia es la situación actual. Ellos están fóbicos también, pero del statu quo. Tienen fobia a su día a día. Ven a AMLO como un constructor.
Ambos grupos, los AMLOfóbicos y los AMLOvers tienen algo en común. Ambos piensan que no hay nada más radical en México que hablar de democracia. De una democracia verdadera, que nos alcance a todos. Sin embargo, los primeros creen que la democracia ya existe y ya se va en buen camino. Los segundos piensan que los primeros son, en el mejor de los casos, ilusos, y en el peor, sabedores de sus privilegios y temerosos de perderlos.

Doctora en Gobierno por la Universidad de Harvard
Twitter: @Viri_Rios

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