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domingo, 1 de septiembre de 2019

Beslán, el récord del horror terrorista en Rusia

Se cumplen 15 años del asalto de un comando checheno a un colegio, que se saldó con 334 muertos, 186 de ellos niños
Soldados liberan a dos niños del colegio de Beslán, tras el asalto de las fuerzas especiales rusas contra el comando checheno. EFE
"Aquel día no pensaba ir a la escuela". Para Vika Guseinova ese primer día de clase iba a ser un mero trámite de entrega de flores y listas de canciones, algo aburrido para una estudiante de último curso. Pero el 1 de septiembre de 2004 un grupo de 30 terroristas mayoritariamente chechenos, armados y con explosivos adosados a su cuerpo, entraron en su colegio en la ciudad de Beslán, en Osetia del Norte, una región predominantemente ortodoxa en medio del Cáucaso. Brotaron del interior de un camión militar al grito de "Allahu akbar". Tenían dos exigencias: la liberación de una treintena de compañeros encarcelados meses atrás y la salida las tropas rusas de Chechenia. El saldo fue de 334 muertos (186 de ellos niños) y más de 700 heridos.
"Fui porque era la delegada de la clase, debíamos además entregar los regalos y nuestra profesora me obligó a acudir". Todos, niños y maestros, acabaron recluidos en un mismo espacio, mientras Rusia se despertaba de nuevo bajo la amenaza del terrorismo. A las 10 de la mañana un rehén adulto, Ruslán Betrozov, fue asesinado a tiros por los atacantes frente a los pequeños después de que tratara de hablar con los terroristas y de calmar a los rehenes. Comenzaban 52 horas de horror, en las que sólo se logró la liberación de tres decenas de rehenes. Algunas madres tuvieron que optar por salvar a uno de sus hijos y dejar a otros atrás.
Entre los secuestradores estaban Mariam Taburova y Rosa Nagaieva, vinculadas a otros graves atentados como el del metro de Moscú. Amenazaron con volar la escuela si la Policía intentaba entrar en el edificio. Se negaron a aceptar medicinas, agua o comida para los rehenes. Situaron a los niños en las ventanas para usarlos como escudos humanos y anunciaron que iban a matar a 50 rehenes por cada miembro muerto de su grupo y a 20 por cada uno que fuese herido. Al caer la tarde, llevaron a los hombres a un aula del segundo piso y se pusieron a ejecutarlos uno por uno y a tirar sus cadáveres por la ventana.

EL ENFADO DEL 'ZAR'

Aquella mañana Putin estaba bañándose en el Mar Negro, pero la magnitud de la crisis le obligó a volar a Moscú. Al llegar al despacho, se mostró furioso por el fallo de seguridad que había permitido que un contingente tan grande de terroristas se moviese por Beslán para tomar una escuela y ponerle contra las cuerdas. Lo vieron rezar, pero en realidad Putin confiaba más en sus fuerzas especiales: envió diez grupos de élite.
Putin siembre dijo que no negociaría con terroristas, pero aquella vez autorizó contactos. Como resultado de las conversaciones, los terroristas acordaron reunirse con el e presidente de la República de Ingushetia Ruslan Aushev. Un total de 26 rehenes (mujeres y niños pequeños) fueron puestos en libertad. Los terroristas insistieron a Aushev en su demanda, la plena soberanía de la República de Chechenia. Desde dentro de la escuela los asaltantes vieron cómo la televisión estaba repitiendo la mentira que habían propagado las autoridades rusas para minimizar la crisis: que dentro de la escuela había 354 rehenes. Todos en Beslán sabían que eran más de mil, y algunos vecinos acudieron con carteles para avisar del alcance real delante de las cámaras de televisión. Los terroristas amenazaron con matar a los rehenes hasta que quedasen exactamente los mismos que en la versión oficial.
Dentro, las horas pasaban despacio y en medio de la angustia. Entre muchos rehenes se extendió la idea de que no saldrían vivos. "Sólo queríamos que acabase, como fuese", dijeron algunos a los medios rusos. Muchos niños se quitaron la camisa y otras prendas de vestir para aliviar el asfixiante calor que hacía dentro del edificio.

LA POLÉMICA ACTUACIÓN DEL EJÉRCITO RUSO

Dos días después de la toma de la escuela, el 3 de septiembre, las tropas de élite del ejército ruso iniciaron el ataque al colegio, lo que provocó una matanza. Algunas teorías contradicen la tesis de que los agentes dispararon primero: es cierto que llevaban días entrenando el asalto en un colegio cerca de ahí, pero en el momento en el que empezó el intercambio de disparos los agentes no parecían preparados. Muchos ni siquiera llevaban puesto el chaleco antibalas. Todo había empezado a raíz de dos explosiones que causaron un agujero en el gimnasio, matando a muchos rehenes. Los que vivieron pudieron salir, caminando en medio de un fuego cruzado al que se habían sumado hombres del pueblo con sus rifles de caza. Treinta terroristas murieron, aunque se cree que algunos escaparon en medio del caos.
Konstantin Gutsunaev se libró de la matanza: le tocaba empezar a estudiar en la Escuela Nº1 al año siguiente: "Mi mejor amigo estudiaba en ese colegio y los terroristas mataron a su abuela cuando se acercó a intentar salvarle. Mi casa tembló por la explosión, pasamos mucho miedo", rememora para EL MUNDO desde Beslán, una ciudad marcada por la tragedia donde estos días la escuela donde se produjo la masacre permanece cerrada en señal de duelo.
La población se vio envuelta en una pesadilla: "Corrí a casa y abrí una ventana para acercar el teléfono a toda la gente que estaba en la calle tratando de saber algo y no podía comunicarse con sus familiares", recuerda Konstantin. "Pocos tenían móviles entonces".
En 2017 el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) dio la razón a los familiares de las víctimas y a los rehenes supervivientes, que exigían justicia y el reconocimiento de que las autoridades no impidieron el secuestro a pesar de saber que se preparaba un atentado de ese tipo. El veredicto condenaba a Rusia al pago de una indemnización total de tres millones de euros a los 409 demandantes, por considerar que hubo «graves fallos» en la gestión de la crisis. El Kremlin criticó la sentencia y la calificó de injerencia en los asuntos del país.
Globos blancos subirán al cielo de Moscú mañana lunes, igualando en número al de los muertos en el atentado terrorista contra la escuela de Beslán. Tanya Lokshina, jefa adjunta de Human Rights Watch en Rusia, ha colaborado con las víctimas sobre el terreno: "Para que la pesadilla de Beslán nunca se repita, sus lecciones deben aprenderse".
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