La muerte de un contratista estadounidense en el ataque a una base militar iraquí eleva la tensión entre EEUU e Irán
Washington trata de determinar la "posible implicación" en los hechos de la milicia chií Kataib Hizbulá, respaldada por Irán.
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La tensión política que desde hace tres meses vive Irak, con manifestaciones multitudinarias y una severa crisis institucional, alcanza ya a la presencia militar estadounidense en el país. Un contratista civil estadounidense ha muerto en el ataque de una treintena de cohetes contra una base militar en la ciudad norteña de Kirkuk, epicentro de la histórica disputa entre Bagdad y los kurdoiraquíes.
La agresión, la de mayor envergadura desde hace meses, se ha producido este viernes a las 19.20 (16.20 GMT) en la base K1, ubicada a 15 kilómetros al noroeste de la petrolera Kirkuk, en el norte de Irak. "Un contratista civil estadounidense ha muerto y varios miembros del personal estadounidense e iraquí resultaron heridos en un ataque con cohete contra una base militar iraquí que alberga tropas de la coalición", ha informado este sábado la coalición internacional liderada por Washington y establecida en 2014 contra el autodenominado Estado Islámico en un breve comunicado.
Las fuerzas de seguridad iraquíes encabezan "la respuesta y la investigación". Según Reuters, que cita una fuente gubernamental estadounidense anónima, Washington trata de determinar la "posible implicación" en los hechos de la milicia chií Kataib Hizbulá, respaldada por Irán. Los militares estadounidense han sufrido heridas leves y han regresado ya al trabajo.
Hasta ahora, ningún grupo ha reivindicado la autoría del ataque. En los alrededores de la base, siguen actuando células del IS (Estado Islámico, por su siglas en inglés), que han abrazado las tácticas de la insurgencia tras el derrumbe del califato proclamado en vastas zonas de Siria e Irak.
A última hora del jueves, un civil perdió la vida y otros dos resultaron heridos en un tiroteo en la carretera que une Kirkuk con Tikrit. El martes tres agentes murieron en sendos ataques en las provincias de Kirkuk y Saladino reivindicados por el IS.
En la investigación posterior a la embestida de este viernes, las fuerzas de seguridad han hallado una plataforma de lanzamiento de cohetes Katyusha en el interior de un vehículo abandonado en las proximidades de la base, en la que también se encuentran alojados agentes de la policía federal iraquí y de las unidades antiterroristas.
Ataques similares se han repetido en los últimos meses, al calor de las protestas que han estallado en Bagdad y las principales ciudades del sur del país exigiendo el fin de la élite que ha gobernado el país desde el ocaso de Sadam Husein en 2003. A principios de este mes cinco misiles impactaron en la base militar estadounidense de Ain al Asad, en la provincia occidental de Al Anbar, sin registrarse víctimas.
El Pentágono ha reconocido en las últimas semanas que los ataques de grupos chiíes vinculados a Teherán, que han llegado incluso a alcanzar una base próxima al aeropuerto internacional de Bagdad, se han vuelto más sofisticados, avivando la escalada que enfrenta a Irán y EEUU desde la salida de Washington del acuerdo nuclear y su estrategia de "máxima presión".
La base había sido visitada en los días previos, con motivo de Acción de Gracias por el secretario de Estado de EE.UU., Mike Pompeo. A mediados de mes, Pompeo amenazó con una "respuesta firme" contra Irán si ciudadanos estadounidenses eran víctimas de ataques urdidos por Teherán. "Debemos aprovechar esta oportunidad para recordar a los líderes iraníes que cualquier ataque de ellos o sus aliados que dañe a estadounidenses, a nuestros aliados o nuestros intereses serán respondidos con firmeza", advirtió.
Washington tiene desplegado sobre suelo iraquí a unos 5.000 militares. El rotativo The New York Times, sin embargo, ha adelantado esta semana que el Pentágono estudia iniciar la retirada de la mitad de esos efectivos en un plan a gran escala para reducir contingentes en conflictos locales y reconducirlos a hacer frente al desafío de China y Rusia.
Los ataques coinciden con la incertidumbre política que abrió la renuncia a principios de este mes del primer ministro Adel Abdel Mahdi. El jueves el presidente iraquí, el kurdo Barham Salih, amagó con dimitir en protesta por el candidato a primer ministro presentado por la coalición Al Biná, Asad al Eidani, censurado también por los manifestantes.
Desde entonces los grupos chiíes acusan a Salih de servir a los intereses estadounidenses y amenazan con denunciarlo ante el Parlamento.
La oleada de protestas, iniciada el 1 de octubre, exige la jubilación de la élite política, de mayoría chií, que ha gobernado la cuna de Mesopotamia desde la invasión estadounidense. Los manifestantes, sin líderes, culpan al "establishment" de una corrupción endémica, las altas tasas de desempleo -especialmente sangrante entre la población juvenil- y la ausencia de servicios públicos, tras años de promesas incumplidas.
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