De momias, gritos de marranos y oído de “chicharronero”
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No queda duda. El presidente López Obrador confunde la crítica con hostilidad hacia su gobierno. No la admite bajo ninguna forma. El que la ejerce es un “conservador” carcomido por la nostalgia de los privilegios que se suprimieron con la llegada de la Cuarta Transformación.
Sus críticos no merecen su atención. Menos su tiempo. No le interesa escucharlos. En los casi 14 meses que lleva su gobierno no se ha reunido con ninguno de los líderes de la oposición. Menos con legisladores que no son de la coalición Juntos Haremos Historia.
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Sólo con gobernadores, como ayer con los del PRI.
Tampoco voltea a ver movimientos que no sean para aclamarle. No hubo modo de que recibiera a las cabezas de la Caravana por la Paz para que le entregaran un documento de organizaciones ciudadanas que se llama “justicia transicional”.
Su soberbia lo llevó a declarar, en la mañanera de ayer, que ninguno de los que encabezaron la citada Caravana dijeron nada sobre la responsabilidad de Genaro García Luna en la inseguridad que hay en el país.
“¡Los que ahora gritan como pregoneros, callaron como momias!”, reviró AMLO, en forma por demás grosera, a Javier Sicilia, los LeBarón y a los participantes de esa marcha.
El poeta rebelde ya le contestó: “A él se le olvida que el 8 de mayo de 2011, subiendo al templete con el Zócalo lleno, yo pedí la cabeza de Genaro García Luna”, le dijo Sicilia a Carmen Aristegui.
El subsecretario de Gobernación, Ricardo Peralta, no se quedó atrás. Puso un tuit que todo el mundo leyó como alusión a la Caravana. “A chillidos de marrano, oídos de chicharronero…”.
Le llovió fuerte en redes sociales. Quiso recular, convencer de que no llevaba dedicatoria el refrán. Nadie le creyó. Tampoco yo.
Ya hubo reacción en el CEN del PAN al desdén del Presidente hacia la Caravana de Ciudadanos por la Paz.
“López Obrador y su gobierno los desprecian. Le pedimos a López Obrador que se disculpe con quienes marcharon por no recibirlos y por los insultos que les lanza a todos ellos desde sus mañaneras”, dijo el jefe nacional de ese partido, Marko Cortés.
Ese encono, añadió, genera violencia. “Lo vimos replicado en el Zócalo por sus seguidores contra la Caravana”, puntualizó.
* AMLO no suma mexicanos. Los divide. El país está polarizado. “El pueblo bueno”, al lado de su Presidente.
El malo, en el bando “conservador”.
Es la etiqueta que coloca a todos los que le dan visibilidad a los errores de su gobierno del “cambio”, llámese Alex Lora, Javier Sicilia, Ciro Gómez Leyva, Carlos Loret de Mola…
Fustiga, desprestigia y a algunos hasta los amenaza. Y, si no, que le pregunten al doctor Jaime Nieto Zermeño, director del hospital infantil Federico Gómez.
Desde su mañanero púlpito, el Presidente lanzó la “hipótesis” de que este galeno, muy respetado y querido en la comunidad médica, está coludido en actos de corrupción con los Laboratorios Pisa, que desde hace una década tienen el monopolio de las medicinas contra el cáncer.
* A los morenos les gusta tanto su partido que ya no tienen uno, sino dos presidentes: Yeidckol Polevnsky y Alfonso Ramírez Cuéllar.
Y mire que es bueno que Morena tenga dos presidentes. Exhibe las profundas divisiones internas del partido en el poder. Autoexhiben sus “ambiciones vulgares”, parafraseando a AMLO.
Es bueno también que sus legisladores hayan censurado a Porfirio Muñoz Ledo —su mejor orador— por sus críticas a la política migratoria.
Porfirio ha dejado claro que se le hace el trabajo sucio a Donald Trump, quien utiliza la amenaza de aranceles para doblar a la 4T.
“Esas cosas deben saberse”, nos dijo el ingeniero Cárdenas, al referirse a la censura contra Porfirio.
Posdata: es una vergüenza que AMLO se atreva a decir que en América Latina nos ven “como el hermano mayor”.
Por lo menos en Centroamérica, una buena parte de esos “hermanos”, nos ven como el país que apedrea hondureños y gasea mujeres y niños que forman parte de las caravanas de migrantes que pretenden alcanzar el “sueño americano”.
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