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sábado, 6 de marzo de 2010

30 años de guerra imperialista contra afganistan

30 años de guerra de EE.UU. contra Afganistán


James A. Lucas
Information Clearing House


Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens




Hace más de 30 años hubo movimientos sociales en Afganistán para mejorar el nivel de vida de su pueblo, para asegurar más igualdad para las mujeres, y hubo una democracia en funcionamiento, aunque imperfecta. Sin embargo EE.UU., utilizando la subversión, armas y dinero pudo, como dirigente de una coalición de naciones, detener el progreso en esas áreas de bienestar humano.

De hecho, los progresos que se habían logrado fueron realmente revertidos. En 2010 la condición económica y social de los afganos se ha retrasado en generaciones; la condición de las mujeres se ha deteriorado en tal medida que la frecuencia de los suicidios ha aumentado entre mujeres desalentadas, y actualmente no hay democracia: EE.UU. toma las principales decisiones en su calidad de potencia ocupante.

Con el acrecentamiento militar recientemente anunciado por el presidente Obama, los dirigentes de EE.UU. están a punto de hacer lo virtualmente imposible –empeorar aún más la situación-. Pero el aspecto más catastrófico de esta cronología de eventos es que EE.UU. y el mundo son menos seguros, ya que la imagen de EE.UU. en el mundo es la de la principal potencia militar del mundo que ataca a la que posiblemente sea la nación más pobre del globo.

A finales de los años setenta Afganistán era una nación musulmana predominantemente pobre, rural y moderada. Aunque eran ciudadanas de segunda clase, se permitía que las mujeres se sacaran el velo y tenían derecho a voto. Entre 1933 y 1978 las mujeres comenzaron a ingresar a la fuerza de trabajo y llegaron a ser maestras, enfermeras e incluso políticas. Trabajaron para terminar con el analfabetismo y los matrimonios forzados. La mayoría de estos progresos tuvieron lugar sobre todo en Kabul, la ciudad más moderna y populosa de Afganistán, aunque en la mayoría de las áreas rurales, las mujeres eran tratadas como propiedad. [1]

En los años setenta Afganistán también tuvo serios problemas económicos, uno de los cuales fue la concentración de la propiedad de la mayor parte de la tierra en manos de dirigentes tribales y religiosos (mullahs). Un 75% de la tierra estaba en manos de sólo un 3% de la población rural.

Los sindicatos estaban legalizados, se estableció un salario mínimo, un impuesto progresivo a los ingresos y la separación de la iglesia y el Estado.

Luego, en los últimos años de esa década varios grupos progresistas y comunistas lucharon por modernizar Afganistán y resolver esas desigualdades. Por desgracia sus esfuerzos por introducir cambios involucraron un grado de coerción y violencia dirigida sobre todo hacia los que vivían en áreas fuera de Kabul en las que la vasta mayoría de la población vivía en áreas montañosas, rurales y tribales donde había tasas excepcionalmente elevadas de analfabetismo. Se iniciaron pasos para redistribuir las tierras pero enfrentaron objeciones de los que tenían el monopolio de la propiedad de la tierra.

La concesión por el gobierno revolucionario de nuevos derechos a las mujeres llevó a hombres musulmanes ortodoxos en las aldeas pastunas de Afganistán a tomar las armas. Incluso aunque algunos de estos cambios sólo se hicieron en el papel, hubo quien dijo que se introducían con demasiada rapidez.

Según esos oponentes, el gobierno dijo que sus mujeres tenían que asistir a reuniones y que sus hijos tenían que ir a la escuela. Ya que creían que esos cambios amenazaban su religión, estaban convencidos de que debían enfrentarlos. Un movimiento opositor comenzó en ese punto que fue conocido como los muyahidín, una alianza de grupos islámicos conservadores. [2]

En la primavera de 1979, la rebelión se había extendido a la mayoría de las 29 provincias del país. El 24 de marzo, una guarnición de soldados en Herat mató a un grupo de asesores soviéticos (y a sus familias) que habían ordenado que soldados afganos dispararan contra manifestantes antigubernamentales. Desde ese momento, el régimen ya no estuvo sólo aislado de campesinos en el campo, sino dividido por la abierta hostilidad de una mayoría abrumadora de todo el pueblo.

La policía secreta del gobierno y una fuerza policial civil represora entraron en acción en todo Afganistán, y se enviaron soldados del ejército al campo a doblegar a aldeanos “feudales” [3]

En ese momento la situación en Afganistán era muy grave, pero EE.UU. iba a empeorarla considerablemente. El conflicto inicial podría haberse resuelto sin llegar a una guerra civil si EE.UU. no hubiera fomentado el levantamiento. Incluso si la lucha hubiera llegado a una guerra civil, la nación podría haberse recuperado y seguido adelante. Las guerras civiles son desastrosas para las naciones, pero después de mucho dolor y sufrimiento pueden terminar por superar ese revés, como hizo EE.UU. después de su guerra civil.

A continuación detallamos cómo EE.UU. hizo el trabajo de base para fomentar la insurrección y el enorme apoyo que dio posteriormente a la revuelta en curso, que condujo a la invasión soviética de Afganistán en 1979.

La intervención de EE.UU. en Afganistán comenzó en los años cincuenta y sesenta. La CIA utilizó impresionantes sobornos y amenazas para apoyar la creciente oposición a los cambios progresistas, y también reclutó a estudiantes afganos en EE.UU. para que actuaran como sus agentes al volver a su país. Durante ese período por lo menos un presidente de la Asociación de Estudiantes de Afganistán (ASA), Zia H. Noorzay, trabajó con la CIA en EE.UU. y después fue presidente del tesoro estatal de Afganistán. Uno de los estudiantes afganos a los que Noorzay y la CIA trataron en vano de reclutar, Abdul Latif Hotaki, declaró en 1967 que una buena cantidad de funcionarios clave en el gobierno afgano que estudiaron en EE.UU. “han sido entrenados o adoctrinados por la CIA.” [4]

Según Roger Morris, miembro del personal del Consejo Nacional de Seguridad de EE.UU., la CIA ya comenzó a ofrecer respaldo clandestino a radicales islámicos en 1974-1974. [5]

Subsiguientemente, varios funcionarios estadounidenses más también indicaron su disposición a sacrificar el bienestar del pueblo afgano a los intereses del objetivo de dominación mundial de EE.UU.

En agosto de 1979, cuatro meses antes del ataque soviético, un informe confidencial del Departamento de Estado señaló: “Los intereses más amplios de EE.UU.… serían servidos por el fin del régimen Taraki-Amin, a pesar de cualesquiera reveses que pueda significar para futuras reformas sociales y económicas en Afganistán.” [6]

Según un alto responsable: “La pregunta en este caso era si era moralmente aceptable, a fin de desequilibrar a los soviéticos, que fue el motivo para la operación, si era permisible utilizar otras vidas para nuestros intereses geopolíticos.” El director de la CIA de Carter, Stansfield Turner respondió a la pregunta: “Decidí que podía vivir con eso.” [7]

A juzgar por ejemplos de otras interferencias de EE.UU. desde la Segunda Guerra Mundial, no incluidas en este artículo, parece que respuestas similares a la de Turner pudieron haberse dado con similares resultados de genocidio. [8]

En 1998 Zigniew Brzezinski, ex consejero nacional de seguridad del presidente Carter admitió que ciertamente EE.UU. ayudó a provocar la invasión soviética. Le Nouvel Observateur en Paris, en su edición del 15-21 de enero publicó un informe sobre una entrevista en la que se le preguntó si había jugado un papel en el suministro de inteligencia a los muyahidín antes de la invasión soviética. Su respuesta fue:

“Sí, según la versión oficial de la historia, la ayuda de la CIA a los muyahidín comenzó durante 1980, es decir, después de que el ejército soviético invadió Afganistán, el 24 de diciembre de 1979. Pero la realidad guardada en secreto hasta ahora es completamente diferente. Por cierto, el 3 de julio de 1979 el presidente Carter firmó la primera directiva para la ayuda secreta a los oponentes del régimen pro soviético en Kabul. Y ese mismo día escribí una nota al presidente en la que le expliqué que a mi juicio esa ayuda iba a provocar una intervención militar soviética.” [9]

En esos días la Unión Soviética limitaba con Afganistán por el norte y tuvo diversos vínculos con Afganistán durante años. Esas áreas son ahora las naciones de Turkmenistán, Uzbekistán y Tayikistán. Ya que esas áreas tenían grandes poblaciones musulmanas, al estallar la guerra civil en Afganistán la Unión Soviética temió que la revuelta podría propagarse dentro de sus propias fronteras. Ya que no pudo convencer a las facciones del gobierno comunista en Afganistán para que resolvieran sus diferencias y redujeran la velocidad de su programa de modernización los soviéticos invadieron en diciembre de 1979 para aplastar la insurrección.

Para contrarrestar a los soviéticos, EE.UU. decidió deliberadamente dar la mayor parte de su apoyo a los grupos más extremos. Una parte desproporcionada de las armas de EE.UU. se destinó a Gulbuddin Hekmatyar, un fundamentalista y misógino particularmente fanático. Según el periodista Tim Weiner: “los seguidores [de Hekmatyar] llamaron por primera vez la atención arrojando ácido a las caras de mujeres que se negaban a portar velo. Los funcionarios de la CIA y del Departamento de Estado con los que he hablado lo califican de ‘temible’, ‘depravado’, ‘fascista’, material evidente para una dictadura.” [10]

Los muyahidín, cuando estuvieron en el poder, mataron o forzaron al exilio a la mayoría de la gente progresista, especialmente los sospechosos de ser socialistas o marxistas. Por lo tanto, las posibilidades de alguna forma progresista secular de gobierno en Afganistán terminaron por ser debilitadas. Esto continuó después de la partida de los soviéticos. Edmund McWilliams fue enviado a Afganistán en 1989 como analista semi-independiente de política de EE.UU. respecto a la yihad afgana. Descubrió que al partir los soviéticos, Hekmatyar en alianza con la Inteligencia Inter-servicios (ISI) de Pakistán y otros grupos, actuó para eliminar a sus rivales, secuestrando y asesinando a miembros de la oposición afgana. [11]

EE.UU. suministró rápidamente armas a los muyahidín. En febrero de 1980, el Washington Post informó de que estos últimos estaban recibiendo armas provenientes del gobierno de EE.UU. [12] La CIA compró, sobre todo al gobierno chino, lanzagranadas, minas y armas antiaéreas ligeras SA-7 y luego organizó su embarque a Pakistán. Las cantidades fueron importantes –10.000 toneladas de armas y munición en 1983 que aumentaron a 65.000 toneladas al año en 1987-, según Mohamad Yusaf, el general paquistaní que supervisó la guerra clandestina de 1983 hasta 1987. [13]

Milton Bearden, jefe de estación de la CIA en Pakistán de 1986 hasta 1989, responsable del armamento de los muyahidín, comentó: “EE.UU. estaba combatiendo a los soviéticos hasta el último afgano.” [14]

En octubre de 1984, el director de la CIA William Casey, quien quería mantenerse al tanto de la operación de la CIA en Afganistán, fue en avión a la base aérea militar al sur de Islamabad, Pakistán. Helicópteros llevaron a Casey a tres campos secretos de entrenamiento cerca de la frontera afgana, donde observó el entrenamiento de muyahidín. Oficiales paquistaníes también viajaron a EE.UU. para ser entrenados en el lanzamisiles Stinger en junio de 1986 y luego establecieron una instalación secreta de entrenamiento muyahidín con los Stinger. [15] Entre 1986 y 1989, EE.UU. suministró a los muyahidín más de 1.000 de esos lanzamisiles antiaéreos de tecnología de vanguardia, disparados desde el hombro que, según algunas informaciones, impidieron una victoria soviética. Los misiles Stinger podían destruir aviones soviéticos que volaban a baja altura, lo que los obligaba a volar más alto limitando así el daño que podían causar. En 1987 un “flujo incesante” de funcionarios de la CIA y del Pentágono visitó a la ISI. [16]

Durante la guerra con los soviéticos, los muyahidín, con ayuda financiera de EE.UU. y Arabia Saudí, aumentaron su fuerza obteniendo reclutas adicionales de dos maneras. Primero, se establecieron escuelas religiosas islámicas fundamentalistas llamadas madrazas en las áreas fronterizas entre Pakistán y Afganistán. Los participantes provenían a menudo de campos de refugiados y eran huérfanos de guerra.

Aunque el tema de enseñanza de las escuelas era en gran parte fundamentalista en su contenido, estructurado para desarrollar un fervor para expulsar a los soviéticos, las familias empobrecidas no tenían otra posibilidad de asegurar una educación para sus hijos.

Los posibles estudiantes generalmente no habían aprendido las faenas agrícolas u otros oficios de sus padres, ni tenían otras oportunidades laborales. Estaban sólo entrenados para combatir en guerras y en cómo usar fusiles. Aparte de eso, alimento, albergue y entrenamiento militar fueron suministrados sin coste alguno. Algunos muchachos, que sólo tenían 13 o 14 años, veían un futuro período con los militares como una fuente segura de ingresos. En varias ocasiones, madrazas fueron cerradas para que todos los estudiantes pudieran unirse a los combatientes en el campo de batalla.

La otra fuente de reclutas adicionales para los muyahidín provenía de una variedad de naciones de todo el mundo con grandes poblaciones musulmanes fundamentalistas. Eran varones que querían combatir a los “impíos rusos”, y algunos de ellos esperaban ser mártires en una guerra santa.

Según el especialista en Asia Central y periodista Ahmed Rashid:

“Entre 1982 y 1992 unos 35.000 musulmanes radicales de 43 países islámicos en Oriente Próximo, del Norte de África y de África Oriental, de Asia Central y del Lejano Oriente pasaron su bautismo de fuego con los muyahidín afganos. Otras decenas de miles de musulmanes radicales llegaron a estudiar en los cientos de nuevas madrazas que el gobierno militar de Zia comenzó a financiar en Pakistán y a lo largo de la frontera afgana. Más de 100.000 musulmanes radicales terminaron por tener contacto directo con Pakistán y Afganistán y a ser influenciados por la yihad.” [17]

Según John Ryan, experto de la Universidad de Winnipeg: “En cuanto a los muyahidín creados por este conflicto, desarrollaron una vida propia, y ahora se han diseminado por el mundo musulmán y al parecer están en células por doquier. Unos 5.000 de ellos fueron llevados a Bosnia para combatir a los serbios – incluso Osama bin Laden puede haber visitado al presidente bosnio Izetbegovic en 1992. [18] Los muyahidín ayudaron más adelante a los albanos de Kosovo.” [19]

En 1989 los soviéticos se retiraron de Afganistán y dejaron 1,5 millones de afganos muertos [20] y 14.000 de los suyos. [21]

Pero entonces comenzó una nueva guerra, esta vez entre los muyahidín y el gobierno afgano. Duró tres años, hasta que el gobierno fue derrotado en 1992. Después de eso, los ejércitos en competencia dentro de los muyahidín lucharon entre ellos por el control de Kabul, utilizando los arsenales que habían sido suministrados por EE.UU. para combatir a los soviéticos. Murieron unas 50.000 personas y gran parte de la ciudad fue reducida a escombros. [22] Incluso actualmente, sólo una pequeña parte de Kabul ha sido reconstruida. Cientos de miles de personas fueron llevadas a escuálidos campos de refugiados, y millones de exiliados no pudieron volver al país.

Mientras los muyahidín estaban en el poder hubo una fuerte erosión de los derechos de las mujeres. El Ministerio por la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio fue establecido para controlar las reglas de vestimenta de las mujeres y el largo de las barbas de los hombres. La violación fue un instrumento de guerra común para los fundamentalistas. Como dijera un hombre: “mujeres jóvenes que no querían ser violadas por esos fanáticos se lanzaron de los pisos elevados de edificios altos y prefirieron la muerte a la violación…Numerosas familias con hijas no querían que los fundamentalistas las violaran. Por lo tanto, cuando los fundamentalistas atacaban sus casas, las mataban, porque preferían que murieran a que fueran violadas por esos criminales.” [23]

A pesar de toda esa brutalidad todavía se permitía que las mujeres trabajaran, y obtuvieran una educación bajo el gobierno muyahidín. De hecho, antes que los talibán se apoderaran de Kabul, cerca de la mitad de la población laboral eran mujeres que estaban empleadas como maestras, doctoras, así como en otras ocupaciones profesionales.

Durante los cuatro años siguientes hubo una guerra entre los muyahidín y los talibanes, y estos últimos emergieron victoriosos en 1996. Muchos afganos saludaron su victoria, ya que creían que terminarían con la corrupción de los muyahidín. Pero como musulmanes fundamentalistas, sus políticas eran similares a las de los muyahidín.

Una guerra virtual contra las mujeres se declaró bajo los talibanes, sin una base en la ley islámica. No se les permitió que participaran en la fuerza laboral o incluso que los médicos las trataran (sin la presencia de un pariente varón), y a las muchachas se les prohibía ir a la escuela. Se les prohibía que trabajaran, que abandonaran la casa sin escolta masculina; no se les permitía obtener asistencia médica de un doctor varón, y eran obligabas a cubrirse de la cabeza a los pies, incluso cubriéndose los ojos. Las mujeres que antes eran doctoras y maestras fueron forzadas repentinamente a convertirse en mendigas o incluso prostitutas para alimentar a sus familias. [26]

No es cosa fácil el intento de comprender el modo de pensar que permite que tengan lugar semejantes injusticias. Pero una cosa es obvia, como he mencionado antes en este artículo: EE.UU. fue la principal fuerza que permitió que los muyahidín y los talibanes llegaran al poder por el apoyo que dio hace entre 20 y 30 años a las fuerzas más violentas y antidemocráticas dentro de Afganistán, que gobernaron implacablemente, erradicando a los dirigentes progresistas educados, forzando a otros al exilio y corrompiendo las mentes de muchos de sus jóvenes.

Después de los ataques del 11 de septiembre de 2001, EE.UU. reaccionó atacando Afganistán, aunque ninguno de los secuestradores de los aviones en esos ataques eran afganos. La justificación presentada para los ataques aéreos de EE.UU. contra Afganistán fue que el entrenamiento de los secuestradores fue hecho por al-Qaida en campos en Afganistán. Aunque supuestamente ese bombardeo de represalias logró el objetivo declarado del gobierno de EE.UU., se decidió a invadir en todo caso y todavía sigue allí ocho años después. Los talibanes fueron reemplazados por la Alianza del Norte y ahora existe un gobierno afgano que representa a EE.UU.

¿Qué frutos ve el pueblo afgano ahora, más de 30 años después de la invasión soviética en las áreas de democracia, derechos de las mujeres y progreso económico y social? ¡Nada! En realidad, al pueblo afgano le va peor ahora. Y el futuro de los afganos a manos de EE.UU. es probablemente horrendo.

La democracia se ha menoscabado en Afganistán, porque muchos de los dirigentes progresistas fueron eliminados o forzados al exilio por señores de la guerra apoyados por EE.UU. durante y después de la guerra contra los soviéticos. Este nuevo gobierno se formó en un proceso antidemocrático promovido por EE.UU. y ahora consiste en algunos de los señores de la guerra que fueron depuestos por los talibanes.

Actualmente el afgano de a pie está atrapado entre tres fuerzas: EE.UU., los talibanes y el gobierno títere compuesto de antiguos miembros de los muyahidín que muchos afganos quisieran ver juzgados como criminales de guerra. Además, la Cámara Alta del Parlamento no es una institución democrática, ya que sus miembros son nombrados por el presidente. Asimismo, la constitución afgana, aunque proclama la igualdad de hombres y mujeres, es de importancia secundaria frente a la supremacía de la ley islámica, que se puede utilizar para aplastar el disenso y los derechos humanos, incluidos los derechos de las mujeres. [27]

Además es ridículo afirmar que una nación que está ocupada por una potencia extranjera pueda tomar decisiones importantes. En breve, cuando los ocupantes estadounidenses dicen “¡Salta!” el gobierno afgano responde: “¿A qué altura?”

Malalai Joya, es una joven mujer afgana que fue elegida a la Cámara Baja del Parlamento y quien posteriormente fue excluida de ese organismo por su crítica contra algunos de sus miembros. Ha estimado que hasta un 60% de los diputados en la Cámara Baja están directa o indirectamente conectados con abusos de los derechos humanos actuales o pasados. [28]

Bajo el nuevo gobierno establecido en 2001, se permitió que las mujeres volvieran a trabajar y a ir a la escuela. No obstante, los abusos contra mujeres continúan, ya que el gobierno es demasiado débil para hacer cumplir algunas de las leyes, especialmente en las áreas rurales. [29]

Según Human Rights Watch, “La ley da a un esposo el derecho a retirar la manutención básica de su mujer, incluyendo la comida, si ésta niega a obedecer sus exigencias sexuales. Entrega la tutela de los niños exclusivamente a sus padres y abuelos. Exige que las mujeres obtengan permiso de sus esposos para trabajar. También permite efectivamente que un violador evite el enjuiciamiento mediante el pago de “dinero de sangre” a una joven que fue herida cuando la violó.” [30]

Según Joya:

“Las condiciones de las mujeres en algunas ciudades han mejorado ligeramente desde el régimen talibán. Pero si las comparamos con la era antes del gobierno de los fundamentalistas en Afganistán, no han cambiado mucho. Las mujeres tuvieron más derechos en los años entre los sesenta y los ochenta que actualmente. Violaciones, raptos, asesinatos, matrimonios forzados y violencia aumentan de modo alarmante nunca antes visto en nuestra historia. Mujeres cometen suicidio para escapar a esta miseria, y la cantidad de suicidios aumenta en numerosas provincias. Afganistán todavía enfrenta una catástrofe de los derechos de las mujeres.” [31]

La condición económica y de asistencia social actual de los afganos debida a la intervención de EE.UU. que comenzó hace 30 años es catastrófica. EE.UU. no es la única nación culpable: Pakistán y Arabia Saudí también jugaron papeles importantes en este deterioro.

El pueblo afgano está en una situación desesperada. Perdió cerca de un millón medio de personas en su guerra con la Unión Soviética, según Rashid, y decenas de miles más han muerto en guerras civiles. Además 600.000 han sido heridos. Cerca de uno de cada diez afganos está discapacitado debido a las guerras y las minas terrestres. Su expectativa de vida es de unos 43 años. [32]

Muchos estadounidenses explican esta contienda interna en Afganistán diciendo que “siempre han estado luchando entre sí.” Pero la verdad es que EE.UU. ha estado más o menos tras la mayor parte de la violencia, como lo demuestra este artículo.

Desde que EE.UU. inició sus bombardeos en 2001 se estima que después del 20 de junio de 2008 7.309 civiles afganos han sido eliminados por fuerzas dirigidas por EE.UU., según un cálculo hecho por el profesor Mark Herold de la Universidad de Nueva Hampshire. Los que murieron después del impacto de un explosivo no se han contado. [33]

Aunque más de 3,7 millones de refugiados afganos han vuelto a sus casas en los últimos seis años, varios millones siguen viviendo en Pakistán e Irán. Unos 132.000 han sido desplazados en el interior como resultado de sequías, violencia e inestabilidad. Además, según se informa, hay unos 400.000 huérfanos en Afganistán. [34]

Afganistán padece una tasa de desempleo de un 40% y la mayoría de los que tienen puestos de trabajo sólo reciben salarios miserables. Muchos jóvenes se unieron a los muyahidín o a los talibanes a fin de recibir alimento, albergue e ingresos. El nivel educacional promedio de los afganos es de 1,7 años de escuela, lo que limita severamente sus oportunidades de empleo. Hasta 18 millones de afganos todavía viven con menos de 2 dólares al día. [35]

Hasta hoy los afganos se enfrentan a muchos peligros. En sus tierras hay todavía unos 10 millones de minas que causan pérdida de vidas y extremidades y reducen la cantidad de tierra disponible para los cultivos.

Se calcula que siete millones de personas siguen expuestas al hambre en todo el país, y Afganistán es también vulnerable a desastres naturales así como a un elevado riesgo de enfermedades. [36]

Afganistán necesita ayuda para el desarrollo económico, la atención sanitaria y la educación –no bombas-.

Funcionarios estadounidenses hablan de la construcción de la nación en Afganistán. Pero no dicen que EE.UU. ha hecho exactamente lo contrario: ha fomentado la destrucción de gran parte de esa nación y ahora plantea un peligro claro e inminente para lo que queda del resto de ese país asediado.

…………

James A. Lucas es miembro de Peace Action y de Veterans for Peace. Para contactos escriba a: jlucas511@woh.rr.com

NOTAS



1. Abdullah Qazi, “The Plight of the Afgan Woman,” August 30, 2009 Afghanistan Online.

http://www.afghan-web.com/woman/afghanwomenhistory.html

2. New York Times, 9 February, 1980, p.3, (From Willian Blum, Killing Hope, Ref. 52 on p. 346)

3. Philip Gasper, “Afghanistan, the CIA, bin Laden, and the Taliban,” International Socialist Review,

November-December 2001. http://www.isreview.org/issues/20/CIA_binladen_afghan.shtml

4. “How the CIA turns foreign students into traitors”, Ramparts Magazine (San Francisco ), April 1967, pp.

23-4. (Mencionado en: William Blum, “Killing Hope,” Ref 29 en p.343.)

5. “CIA Activities in Afghanistan,Wikipedia.”.http://en.wikipedia.org/wiki/CIA_activities_in_Afghanistan

6. Gasper.

7. Gasper.

8. James A. Lucas, “Deaths in Other Nations Since WWI Due to US Interventions”, Countercurrents, Abril

24, 2007. http://www.countercurrents.org/lucas240407.htm

9. “The CIA's Intervention in Afghanistan, Interview with Zbigniew Brzezinski”, President Jimmy Carter's National Security Adviser. http://www.globalresearch.ca/articles/BRZ110A.html



10. Gasper.

11. Steve Coll, “Ghost Wars”, (Penguin Books) p 181.

12. Gasper.

13. Steve Coll, “Anatomy of a Victory: CIA's Covert Afghan War”, 'Washington Post', July 19, 1992.

http://emperors-clothes.com/docs/anatomy.htm

14. Milton Bearden, “Afghanistan Graveyard of Empires.” Foreign Affairs, November/December 2001.

15. Coll., Anatomy

16. Gasper.

17. Ahmed Rashid, “Taliban,” Yale University Press, New Haven, London, 2001, p. 130.

18. Dianna Johnstone, “Fools Crusade: Yugoslavia, NATO and Western Delusions”, New York: Monthly

Review Press, 2002, pp. 61-62, comunicación personal con el embajador de Canadá en Yugoslavia, James Bissett.

19. John Ryan, “Afghanistan, A Tale of Never Ending Tragedy”, Global Research , July 19 , 2006.

http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=2750FA

20. Rashid, p.13.

21. Borhan Younus, “Understanding the Afghan War”, January 29, 1988.

http://www.islamonline.net/servlet/Satellite?c=Article_C&cid=1199279994255&pagename=Zone-English-Muslim_Affairs%2FMAELayout

22. Patricia Gossman, “Afghanistan in the Balance”, Middle East Report, Winter 2001.

http://www.merip.org/mer/mer221/221_gossman.html

23. Sonali Kolhatkar and James Ingalls, “Bleeding Afghanistan”, Seven Stories Press, 2006.

24. Abdullah Qazi, “Afghan Women's History”, January 4, 2009.

http://www.afghan-web.com/woman/afghanwomenhistory.html

25. Qazi.

26. Qazi

27. Qazi.

28. Foreign Policy in Focus, “Interview with Malalai Joya”, October 16, 2009.

http://www.fpif.org/articles/interview_with_malalai_joya

29. Qazi.

30. Qazi.

31. Foreign Policy.

32. Fund for Peace June 22, 2009.

http://www.fundforpeace.org/web/index.php?option=com_content&task=view&id=385&Itemid=542

33. Marcus Raskin and Devin West, “Collateral Damage: A U.S. Strategy in War?” Institute for Policy

Studies, October 10, 2008. http://www.ips-dc.org/reports/collateral_damage

34, Fund for Peace.

35. Fund for Peace.

36. Fund for Peace.

Fuente: http://www.informationclearinghouse.info/article24897.htm

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