21/06/2010
Los dueños del
sistema
El poder oculto: de donde nace la impunidad de Israel
Por
Manuel Freytas*
La
gran complicidad internacional con las masacres periódicas israelíes no
se gestan por miedo a Israel, sino por miedo a lo que representa el
Estado judío. Israel es el símbolo más emblemático, la patria
territorial del sionismo capitalista que controla el mundo sin fronteras
desde los directorios de los bancos y corporaciones trasnacionales.
Israel, básicamente, es la representación nacional de un poder mundial
sionista que es el dueño del Estado de Israel tanto como del Estado
norteamericano, y del resto de los Estados con sus recursos naturales y
sistemas económico-productivos. Y que controla el planeta desde los
bancos centrales, las grandes cadenas mediáticas y los arsenales
nucleares militares.
El poder oculto
Israel, es la más
clara referencia geográfica del sistema capitalista trasnacionalizado
que controla desde gobiernos hasta sistemas económico productivos y grandes
medios de comunicación, tanto en los países centrales como en el
mundo subdesarrollado y periférico.
El Estado judío, más allá de su incidencia
como Nación, es el símbolo más representativo de un poder mundial
controlado en sus resortes decisivos
por grupos minoritarios de origen judío, y conformado por una
estructura de estrategas y tecnócratas que operan las redes
industriales, tecnológicas, militares, financieras y mediáticas del
capitalismo trasnacional extendido por los cuatro puntos cardinales del
planeta.
Con una población de alrededor de 7,35
millones de habitantes, Israel es el único Estado judío del mundo.
Pero cuando hablamos de Israel, hablamos (por
extensión) de la referencia más significante de un sistema
capitalista globalizado que controla gobiernos, países, sistemas
económicos productivos, bancos centrales, centros financieros, arsenales
nucleares y complejos militares industriales.
Cuando hablamos de Israel, hablamos antes que
nada de un diseño estratégico de poder mundial que lo protege,
interactivo y totalizado, que se concreta mediante una red infinita de
asociaciones y vasos comunicantes entre el capital financiero,
industrial y de servicios que convierte a los países y gobiernos en
gerencias de enclave.
El lobby sionista
que sostiene y legitima la existencia de Israel, no es un Estado en el
lejano Medio Oriente, sino un sistema de poder económico planetario (el
sistema capitalista) de bancos y
corporaciones trasnacionales con judíos dominando la mayoría de los
paquetes accionarios o hegemonizando las decisiones gerenciales
desde puestos directrices y ejecutivos.
Quien se tome el trabajo de investigar el
nombre de los integrantes de los directorios o de los accionistas de la
grandes corporaciones y bancos transnacionales estadounidenses y
europeos que controlan desde el comercio exterior e interior hasta los
sistemas económico productivos de los países, tanto centrales como
«subdesarrollados» o «emergentes», podrá fácilmente comprobar que (en
una abrumante mayoría) son de origen judío.
Los directivos y accionistas de las primeras
treinta megaempresas trasnacionales y bancos (las más grandes del
mundo) que cotizan en el indice Dow Jones de Wall Street, son
mayoritariamente de origen judío.
Megacorporaciones del capitalismo sin
fronteras como Wal-Mart Stores, Walt Disney, Microsoft, Pfizer Inc,
General Motors, Hewlett Packard, Home Depot, Honeywell, IBM, Intel
Corporation, Johnson & Johnson, JP Morgan Chase, American
International Group, American Express, AT & T, Boeing Co
(armamentista), Caterpillar, Citigroup, Coca Cola, Dupont, Exxon Mobil
(petrolera), General Electric, McDonalds, Merck & Co, Procter
& Gamble, United Technologies, Verizon, son controladas y/o
gerenciados por capitales y personas de origen judío.
Estas corporaciones representan la crema de la
crema de los grandes consorcios trasnacionales judeo sionistas que, a
través del lobby ejercido
por las embajadas estadounidenses y europeas, dictan y condicionan
la política mundial y el comportamiento de gobiernos, ejércitos, o
instituciones mundiales oficiales o privadas.
Son los amos invisibles del planeta: los que
manejan a los países y a presidentes por control remoto, como si fueran
títeres de última generación.
Quien investigue con este mismo criterio,
además, los medios de comunicación, la industria cultural o artística,
cámaras empresariales, organizaciones sociales, fundaciones,
organizaciones profesionales, ONGs, tanto en los países centrales como
periféricos, se va a sorprender de la notable incidencia de personas
de origen judío en sus más altos niveles de decisión.
Las tres principales cadenas televisivas de
EEUU (CNN, ABC, NBC y Fox) , los tres principales diarios (The Wall
Street Journal, The New York Times y The Washington Post)
están controlados y gerenciados (a través de paquetes accionarios o de
familias) por grupos del lobby judío, principalmente neoyorquino.
Asimismo como las tres más influyentes
revistas (Newsweek, Time y The New Yorker), y
consorcios hegemónicos de Internet como Time-Warner (fusionado con
América on Line) o Yahoo, están controlados por gerenciamiento y
capital judío que opera a nivel de redes y conglomerados entrelazados
con otras empresas.
Colosos del cine de Hollywood y del
espectáculo como The Walt Disney Company, Warner Brothers, Columbia
Pictures, Paramount, 20th Century Fox, entre otros, forman parte de
esta red interactiva del capital sionista imperialista.
La concentración del capital mundial en
mega-grupos o mega-compañías controladas por el capital sionista, en
una proporción aplastante, posibilita decisiones planetarias de todo
tipo, en la economía, en la sociedad, en la vida política, en la
cultura, etc., y representa el aspecto más definitorio de la
globalización impuesta por el poder mundial del sistema capitalista
imperial.
El objetivo central expansivo de este
capitalismo sionista trasnacionalizado es el control y el dominio (por
medio de las guerras de conquista o de «sistemas democráticos) de
recursos naturales y sistemas económico - productivos, en un accionar
que sus defensores y teóricos llaman “políticas de mercado”».
El capitalismo
transnacional, a escala global, es el dueño de los estados y sus
recursos y sistemas económico- productivos, no solamente del mundo
dependiente, sino también de los países capitalistas centrales.
Por lo tanto los gobiernos dependientes y
centrales son gerencias de enclave (por izquierda o derecha) que con
variantes discursivas ejecutan el mismo programa económico y las mismas
líneas estratégicas de control político y social.
Este capitalismo transnacional «sin fronteras»
del lobby sionista que sostiene al Estado de Israel se asienta en dos
pilares fundamentales: la especulación financiera informatizada (con
asiento territorial en Wall Street ) y la tecnología militar-industrial
de última generación (cuya expresión máxima de desarrollo se concentra
en el Complejo Militar Industrial de EEUU).
El lobby sionista internacional, sobre el cual
se asientan los pilares
existenciales del Estado de Israel, controla desde gobiernos,
ejércitos, policías, estructuras económicos productivas, sistemas
financieros, sistemas políticos, estructuras tecnológicas y científicas,
estructuras socio-culturales, estructuras mediáticas internacionales,
hasta el poder de policía mundial asentado sobre los arsenales
nucleares, los complejos militares industriales y los aparatos de
despliegue militar de EEUU y de las potencias centrales.
A ese poder, y no
al Estado de Israel, es al que temen los presidentes, políticos,
periodistas e intelectuales
que callan o deforman a diario los genocidios de Israel en Medio
Oriente temerosos de quedar sepultados de por vida bajo la lápida del
«antisemitismo».
El lobby imperial
El lobby sionista
pro-israelí, la red del poder oculto que controla la Casa Blanca,
el Pentágono y la Reserva Federal no reza en las sinagogas sino en la
Catedral de Wall Street. Un detalle a tener en cuenta, para no
confundir la religión con el mito y el negocio.
Cuando se refieren al lobby sionista (al que
llaman lobby pro-israelí) la mayoría de los expertos y analistas hablan
de un grupo de funcionarios y tecnócratas, en cuyas manos está el
diseño y la ejecución de la política militar norteamericana.
A este lobby de
presión se le atribuye el objetivo estratégico permanente de imponer la
agenda militar y los intereses políticos y geopolíticos del
gobierno y el Estado de Israel en la política exterior de EEUU.
Como definición, el lobby pro-israelí es una
gigantesca maquinaria de presión económica y política que opera
simultáneamente en todos los estamentos del poder institucional
estadounidense: Casa Blanca, Congreso, Pentágono, Departamento de
Estado, CIA y agencias de la comunidad de inteligencia, entre los mas
importantes.
Por medio de la utilización política de su
poder financiero, de su estratégica posición en los centros de
decisión, los grupos financieros del lobby ejercen influencia decisiva
en la política interna y externa de EEUU, la primera potencia imperial,
además de su papel dominante en la financiación de los partidos
políticos, de los candidatos presidenciales y de los congresistas.
A nivel imperial, el poder financiero del
lobby se expresa principalmente por medio de la Reserva Federal de
EEUU, un organismo clave para la concentración y reproducción del
capital especulativo a nivel planetario.
El corazón del lobby sionista estadounidense
es el poderoso sector financiero de Wall Street que tiene directa
implicancia y participación en el nombramiento de funcionarios claves
del gobierno de EEUU y de los órganos de control de política monetaria e
instituciones crediticias (nacional e internacional) con sede en
Washington y Nueva York.
Los organismos económicos financieros
internacionales como la OCDE, el Banco Mundial, el FMI, están bajo
directo control de los bancos centrales y de los gobiernos de EEUU y de
las potencias controladas por el lobby sionista internacional (Gran
Bretaña, Alemania, Francia, Japón, entre las más relevantes).
Organizaciones y
alianzas internacionales como la ONU, el Consejo de Seguridad y la OTAN
están controlados por el eje sionista USA-Unión Europea cuyas
potencias centrales son las que garantizan la impunidad de los
exterminios militares de Israel en Medio Oriente, como sucedió con la
última masacre de activistas solidarios con el pueblo de Gaza.
Las principales instituciones financieras del
lobby (Goldman Sachs, Morgan Stanley, Lehman Brothers, etc) y los
principales bancos (Citigroup, JP Morgan y Merrill Lynch, etc),
influyen decisivamente para el nombramiento de los titulares de la
Reserva Federal, el Tesoro, y la secretaría de Comercio, además de los
directores del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional.
El mito del «antisemitismo»
A este fenómeno de «poder capitalista mundial»
judío, y no a Israel, es lo que temen los presidentes, políticos,
periodistas, e intelectuales que evitan puntillosamente condenar o
nombrar los periódicos genocidios militares de Israel en Gaza,
repitiendo lo que ya hicieron durante la masacre israelí en Libano en
el 2006.
La gran complicidad internacional con las
masacres periódicas israelíes no se gestan por miedo al Estado de
Israel sino por miedo a lo que representa el Estado de Israel.
No se trata de Israel, un Estado sionista más,
sino del «Gran Israel», la patria del judaísmo mundial (con territorio
robado a los palestinos), de la cual todos los judíos del mundo se
sienten sus hijos pródigos desperdigados por el mundo.
No se trata de Israel, sino de las poderosas
organizaciones y comunidades judías mundiales que apoyaron en bloque el
genocidio militar de Israel en Gaza, que utilizan su poder y «escala
de prestigio» (construida mediante su victimización histórica con el
Holocausto) para convertir en un leproso social al que se atreva
criticar o a levantar la voz contra el exterminio militar israelí en
Gaza.
Los gobiernos del mundo capitalista, los
periodistas, intelectuales, organizaciones sindicales y sociales no le
temen a Israel, sino a su lapidación social como «antisemita» (mote que
se le otorga al que enfrenta y/o denuncia al sionismo judío).
No le temen al Estado de Israel, sino a los
hijos de Israel camuflados en los grandes centros de decisión del poder
mundial, sobre todo económicos-financieros y mediático-culturales.
Los políticos, intelectuales y periodistas del
sistema no temen a Israel, sino que temen a los medios, organizaciones
y empresas judías, y a su influencia sobre los gobiernos y procesos
económicos-culturales del sistema sionista capitalista extendido por
todos los países a escala planetaria.
En definitiva temen que las empresas, las
universidades, las organizaciones y las fundaciones internacionales
sionistas que financian y o promocionan sus ascensos y puestos en la
maquinaria del sistema los declaren «antisemitas» y los dejen sin
trabajo, sin vacaciones y sin jubilación.
Esa es la causa principal que explica porque
los intelectuales, académicos y periodistas del sistema viven
elucubrando sesudos análisis de la «realidad» política, económica y
social sin la presencia de la palabra judío o del sistema capitalista
que paga por sus servicios.
Si bien hay un grupo de intelectuales y de
militantes judíos de izquierda (entre ellos Chomsky y Gelman, entre
otros) que condenaron y protestaron contra el genocidio israelí en
Gaza, la mayoría abrumante de las comunidades y organizaciones judías a
escala planetaria apoyaron explícitamente la masacre de civiles en
Gaza argumentando que
se trataba de una «guerra contra el terrorismo».
A pesar de que Israel no invadió ni perpetró
un genocidio militar en Gaza con la religión judía, sino con aviones
F-16, misiles, bombas de racimo, helicópteros Apache, tanques,
artillería pesada, barcos, sistemas informatizados, y una estrategia y
un plan de exterminio militar en gran escala, quien cuestione esa
masacre es condenado por «antisemita» por el poder judío mundial
distribuido por el mundo.
A pesar de que el lobby judío sionista que
controla Israel, tanto como la Casa Blanca, el Tesoro y la Reserva
Federal de EEUU no reza en las sinagogas sino en la Catedral de Wall
Street, el que lo critique es tildado de inmediato como «antisemita» o
«nazi» por las estructuras mediáticas y culturales controlados por el
poder judío mundial.
Las campañas de denuncia de antisemitismo con
las que Israel y las organizaciones judías buscan neutralizar a las
criticas contra la masacre, abordan la cuestión como si el sionismo
judío (sostén del estado de Israel) fuera una cuestión «racial» o
religiosa, y no un sistema de dominio imperial que abarca
interactivamente el plano económico, político, social y cultural,
superando la cuestión de la raza o de las creencias religiosas.
El lobby sionista no controla el mundo con la
religión: lo maneja con bancos, trasnacionales, hegemonía sobre los
sistemas económicos-productivos, control sobre los recursos naturales,
control de la red informativa y de manipulación mundial, y manejo de
los valores sociales a través de la publicidad, la cultura y el consumo
estandarizado y globalizado por los medios de comunicación.
En definitiva, el lobby judío no representa a
ninguna sinagoga ni expresión racial, sino que es la estructura que
maneja el poder mundial a través del control sobre los centros
económicos-financieros y de decisión estratégica del sistema
capitalista expandido como civilización «única».
Antes que por la religión y la raza, el lobby
sionista y sus redes se mueven por una ideología política funcional: el
sionismo capitalista-imperial que antepone el mercado, la
concentración de riqueza, la «política de negocios», a cualquier
filosofía que roce las nociones del «bien» o del «mal» entendidos
dentro de parámetros sociales.
Entonces: ¿De qué hablan cuando hablan de
«antisemitismo» o de «anti-judaismo religioso? ¿En que parámetros
referenciales se basa la condición de antisemita»? ¿Quién es
antisemita? ¿Quién critica a los judíos por su religión o por su raza
en las sociedades del mundo?
A lo sumo, a los judíos, como está probado en
la realidad social de cualquier país, no se los critica por su religión
o condición racial sino por su apego excesivo al status del dinero
(también cultivado por otras colectividades) y a integrar estructuras o
jerarquías de poder dentro de un sistema injusto de opresión y de
explotación del hombre por el hombre, como es el sistema capitalista.
Salvo los grupos minoritarios de fanáticos y
racistas que sólo se representan a sí mismos, en las sociedades (salvo
el nazismo alemán y algunas excepciones) casi nunca hubo «persecución
religiosa o racial» del judío, si no que hubo una asociación del judío
con la «peor cara del capitalismo», representada en el sistema
económico-financiero especulativo.
En resumen
- El lobby
sionista que protege al Estado de Israel (por «derecha» y por
«izquierda») esta conformado por una estructura de estrategas y
tecnócratas que operan las redes industriales, tecnológicas, militares,
financieras y mediáticas del capitalismo trasnacional extendido por los
cuatro puntos cardinales del planeta.
- Sus redes se expresan a través de
una multiplicidad de organizaciones dedicadas a promover el actual
modelo global, entre las que se cuentan principalmente: The Hudson
Institute, The RAND
Corporation, The Brookings
Institution, The Trilateral Commission, The World Economic Forum, Aspen
Institute, American
Enterprise Institute, Deutsche Gesellschaft für Auswärtigen
Politik, Bilderberg Group, Cato Institute,
Tavestock institute, y el Carnegie
Endowment for International Peace, entre otros.
- Todos estos think tanks o «bancos de
cerebros», reúnen a los mejores tecnócratas, científicos y estudiosos
en sus respectivos campos, egresados de los las universidades de EEUU,
Europa y de todo el resto del mundo.
- El lobby no responde solamente al
Estado de Israel (como afirman los analistas de la «cara derechista» de
los neocons) sino a un poder mundial sionista que es el dueño del
Estado de Israel tanto como del Estado norteamericano, y del resto de
los Estados con sus recursos naturales y sistemas
económico-productivos.
- El lobby no solamente está en la
Casa Blanca sino que abarca todos los niveles de las operaciones del
capitalismo a escala trasnacional, cuyo diseño estratégico está en la
cabeza de los grandes charmans y ejecutivos de bancos y consorcios
multinacionales que se sientan en el Consenso de Washington y se
reparten el planeta como si fuera un pastel.
- Ni la izquierda ni la derecha
partidaria hablan de este poder «totalizado» por la sencilla razón de
que ambas están fusionadas (a modo de alternativas falsamente
enfrentadas) a los programas y estrategias del capitalismo
trasnacional que controla el planeta.
- Por lo tanto, y mientras no se
articule un nuevo sistema de comprensión estratégica (una «tercera
posición» revolucionaria del saber y el conocimiento) el poder mundial
que controla el planeta seguirá perpetuándose en las falsas opciones de
«izquierda» y «derecha».
- Y el lobby judío de «derecha» de los republicanos conservadores seguirá sucediendo al lobby judío «de izquierda» de los demócratas liberales en una continuidad estratégica de las mismas líneas rectoras del Imperio sionista mundial.
Y las masacres del
Estado de Israel seguirán, como hasta ahora, impunes y protegidas por
las estructuras del sistema de poder mundial sionista capitalista que
lo considera como su «patria territorial».
Manuel
Freytas Manuel Freytas es periodista, investigador, analista de estructuras del poder, especialista en inteligencia y comunicación estratégica. Es uno de los autores más difundidos y referenciados en la Web. Los artículos de este autor |
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