El año en el que el yihadismo despertó a Occidente
Los grupos yihadistas han declarado la guerra global y los países de Europa están en el centro de la amenaza. La crisis de refugiados y los miles de pasaportes falsos en manos de los yihadistas han provocado un cambio de políticas en la UE.
Gaceta.es
Miércoles, 23. Diciembre 2015 - 8:30
1
comentarios
Estado Islámico, Al Qaeda, Frente al Nusra o Boko Haram son nombres muy diferentes para aludir a organizaciones que tienen mucho en común: el uso del terror para hacerse visibles, algo que han logrado en 2015 con la ejecución de numerosos atentados en todo el mundo.
Actuando de forma organizada en conflictos abiertos, como el de Siria o Irak, o como imprevisibles "lobos solitarios", los yihadistas han logrado sembrar el miedo de forma global y constituirse en una amenaza para cualquier rincón del planeta.
"El extremismo violento es una amenaza para la paz y la seguridad del mundo, daña sus valores (...) y pone en riesgo a nuestros pueblos", ha asegurado el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, en un foro antiterrorista celebrado en octubre en Madrid.
Grupos como "Al Qaeda, Estado Islámico, Al Shabab o Boko Haram socavan los valores universales del respeto a la persona y rechazan la llamada de la Carta de Naciones Unidas en favor de tolerancia y por vivir en paz", ha subrayado el responsable de la ONU.
La participación de Ban en foros como este, de los que se han celebrado este año varios en todo el mundo, pone de manifiesto la preocupación que los líderes mundiales sienten por la extensión del terrorismo yihadista.
Un activismo que siembra de muertos a diario países como Siria, Irak, Afganistán, Nigeria o Pakistán, pero que pretende lograr aún un mayor impacto mediático mundial a través de ataques al corazón de los países más ricos y supuestamente más seguros.
Bajo esta estrategia se tejió el mayor ataque terrorista de la historia de Francia el pasado 13 de noviembre, cuando varios yihadistas del Estado Islámico sembraron el terror en París con armas automáticas y explosivos en ataques coordinados.
Más de un centenar de muertos, cientos de heridos, la capital de Francia paralizada y el ejército en la calle. El mundo enmudeció y el país galo declaró definitivamente la guerra al yihadismo.
Francia había vivido otro episodio dramático e inédito en enero, con la matanza de 12 caricaturistas del semanario satírico Charlie Hebdo, a manos de dos hermanos presuntos militantes de Al Qaeda.
Los yihadistas lograron en ambas ocasiones vulnerar los sistemas de seguridad de una de las principales capitales europeas, como también lo hicieron en otros seis episodios menores ocurridos a lo largo del año en diferentes partes del país.
Los terroristas también buscaron ese efecto mediático tras ataques como el la guerrilla Al Shabab en abril en Garissa, en Kenia, con casi 200 estudiantes muertos, o los atentados en Túnez, primero contra el emblemático Museo del Bardo, en la capital, y posteriormente contra dos hoteles en la localidad costera de Susa.
Los más de cien muertos del atentado de Ankara contra una marcha por la paz convocada por sindicatos y estudiantes izquierdistas y kurdos, atribuido al Estado Islámico, y el avión con turistas rusos, saboteado por yihadistas antes de estrellarse en el Sinai, no hace más que mostrar al mundo el poder mortal y global de estos grupos.
Así han logrado, según los analistas, trasladar a los ciudadanos, especialmente en países occidentales, la sensación de que el peligro acecha en cualquier esquina y de que nadie está seguro.
Cifras oficiales de 2014 aseguran que el 79 por ciento de las muertes por terrorismo se produjeron en Irak, Afganistán, Pakistán y Siria, todos ellos países musulmanes, además de Nigeria.
Actos de extrema violencia han ocurrido este año en lugares que cuesta fijar en el mapa: Maidiguri (Nigeria), Biyi (Irak), Kunduz (Afganistán), Kerawa (Camerún), Yamena (Chad) o Al Qadih (Arabia Saudí), con cientos de muertos.
Actuando de forma organizada en conflictos abiertos, como el de Siria o Irak, o como imprevisibles "lobos solitarios", los yihadistas han logrado sembrar el miedo de forma global y constituirse en una amenaza para cualquier rincón del planeta.
"El extremismo violento es una amenaza para la paz y la seguridad del mundo, daña sus valores (...) y pone en riesgo a nuestros pueblos", ha asegurado el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, en un foro antiterrorista celebrado en octubre en Madrid.
Grupos como "Al Qaeda, Estado Islámico, Al Shabab o Boko Haram socavan los valores universales del respeto a la persona y rechazan la llamada de la Carta de Naciones Unidas en favor de tolerancia y por vivir en paz", ha subrayado el responsable de la ONU.
La participación de Ban en foros como este, de los que se han celebrado este año varios en todo el mundo, pone de manifiesto la preocupación que los líderes mundiales sienten por la extensión del terrorismo yihadista.
Un activismo que siembra de muertos a diario países como Siria, Irak, Afganistán, Nigeria o Pakistán, pero que pretende lograr aún un mayor impacto mediático mundial a través de ataques al corazón de los países más ricos y supuestamente más seguros.
Bajo esta estrategia se tejió el mayor ataque terrorista de la historia de Francia el pasado 13 de noviembre, cuando varios yihadistas del Estado Islámico sembraron el terror en París con armas automáticas y explosivos en ataques coordinados.
Más de un centenar de muertos, cientos de heridos, la capital de Francia paralizada y el ejército en la calle. El mundo enmudeció y el país galo declaró definitivamente la guerra al yihadismo.
Francia había vivido otro episodio dramático e inédito en enero, con la matanza de 12 caricaturistas del semanario satírico Charlie Hebdo, a manos de dos hermanos presuntos militantes de Al Qaeda.
Los yihadistas lograron en ambas ocasiones vulnerar los sistemas de seguridad de una de las principales capitales europeas, como también lo hicieron en otros seis episodios menores ocurridos a lo largo del año en diferentes partes del país.
Los terroristas también buscaron ese efecto mediático tras ataques como el la guerrilla Al Shabab en abril en Garissa, en Kenia, con casi 200 estudiantes muertos, o los atentados en Túnez, primero contra el emblemático Museo del Bardo, en la capital, y posteriormente contra dos hoteles en la localidad costera de Susa.
Los más de cien muertos del atentado de Ankara contra una marcha por la paz convocada por sindicatos y estudiantes izquierdistas y kurdos, atribuido al Estado Islámico, y el avión con turistas rusos, saboteado por yihadistas antes de estrellarse en el Sinai, no hace más que mostrar al mundo el poder mortal y global de estos grupos.
Así han logrado, según los analistas, trasladar a los ciudadanos, especialmente en países occidentales, la sensación de que el peligro acecha en cualquier esquina y de que nadie está seguro.
Cifras oficiales de 2014 aseguran que el 79 por ciento de las muertes por terrorismo se produjeron en Irak, Afganistán, Pakistán y Siria, todos ellos países musulmanes, además de Nigeria.
Actos de extrema violencia han ocurrido este año en lugares que cuesta fijar en el mapa: Maidiguri (Nigeria), Biyi (Irak), Kunduz (Afganistán), Kerawa (Camerún), Yamena (Chad) o Al Qadih (Arabia Saudí), con cientos de muertos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario