Atentado en Estambul: ¿Por qué el Estado Islámico golpea Turquía?
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El país se encuentra en el epicentro del conflicto en el Oriente Medio, rodeado de vecinos en máxima tensión y grupos terroristas internacionales. El atentado contra el aeropuerto de Estambul revela la intención de los islamistas de desestabilizar el principal Gobierno musulmán de la región con nexos con Occidente
El atentado contra el aeropuerto de Estambul, en el que han muerto 41 personas y 150 han resultado heridas
pone de nuevo el foco en Turquía, que se encuentra en el epicentro de
las tensiones que sacuden Oriente Medio, el origen de los principales
quebraderos de cabeza del mundo occidental en este momento. Turquía está
-geográfica y políticamente- en el centro del laberinto formado por el
Estado Islámico, por el régimen sirio de Bassar el Assad, por Irak, por
la pugna entre Irán y Arabia Saudí y por la intervención rusa en la
zona. Además, se ha convertido en el guardián de la puerta de Europa
ante la oleada de emigrantes. Además, en las últimas hora ha recompuesto
relaciones con Israel tras seis años de crisis entre ambas naciones, un
acuerdo patrocinado por Estados Unidos que levanta ampollas en el mundo
árabe. Todo ello es un vaticinio de problemas mayores ya que el Estado
Islámico y otros grupos violentos tienen la convicción de que
desestabilizando Turquía sus objetivos se ven favorecidos.
El Gobierno turco ha culpado de la masacre del aeropuerto al Estado
Islámico, un grupo terrorista que ha tenido unas complejas relaciones
con Ankara. La acusación más dura contra el papel de Turquía frente a
estos yihadistas la realizó el presidente ruso, Vladimir Putin, quien
acusó a Erdogan de lucrarse personalmente con la venta del petróleo
robado por el Estado Islámico en Siria. El régimen de El Assad, por su
parte, sostiene que Turquía ha colaborado con el EI al permitir que los
terroristas internacionales que se han unido a las filas yihadistas
hayan pasado por su suelo turco y cruzado con impunidad la frontera con
Siria. De la misma manera, medios de comunicación turcos han apuntado a
los servicios secretos de su país por estar armando supuestamente a los
grupos rebeldes sirios. En ese contexto, el Estado Islámico amenazó en
agosto al propio Erdogan, al que llamó «Satán». En octubre del año
pasado, en un atentado atribuido al Estado Islámico, dos terroristas
suicidas asesinaron a 95 personas que participaban en una marcha por la
paz en Ankara, en lo que supone el mayor atentando registrado en Turquía
en los últimos años. En ese ataque, sin embargo, las víctimas fueron
principalmente kurdos, uno de los enemigos actuales del Estado Islámico.
De forma paralela, Turquía es miembro de la OTAN, que se está volcando en apoyar a su socio. En noviembre, cuando Turquía derribó un bombardero ruso, tanto el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, como los principales líderes europeos salieron en defensa de Erdogan. Occidente es consciente de que Turquía resulta clave para la estabilidad de la zona y no debe salirse de la órbita occidental.
Turquía y el Estado Islámico
Turquía y Occidente
Todos los países europeos han tardado segundos en solidarizarse con
el Gobierno de Erdogan. Turquía es en estos momentos el niño mimado de
los países occidentales por varios factores. El más importante es el
migratorio. En suelo turco hay dos millones de refugiados procedentes
principalmente de Siria y Afganistán, que se encuentran a la espera de
entrar en una Europa cada día más sacudida políticamente por la crisis
migratoria. El año pasado, las autoridades de Bruselas aprobaron un
gasto de 3.000 millones de euros para el régimen de Ankara destinado en
exclusiva a la gestión de los flujos migratorios. Desde entonces,
Turquía ha tenido las manos libres en esta cuestión, de tan forma que la
Unión Europea refrendó el polémico acuerdo migratorio por el que
desaparecían los visados para los turcos que viajen a Europa y a cambio
se activaban las expulsiones de demandantes de asilo desde Grecia. De forma paralela, Turquía es miembro de la OTAN, que se está volcando en apoyar a su socio. En noviembre, cuando Turquía derribó un bombardero ruso, tanto el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, como los principales líderes europeos salieron en defensa de Erdogan. Occidente es consciente de que Turquía resulta clave para la estabilidad de la zona y no debe salirse de la órbita occidental.
Turquía y los kurdos
Los kurdos son los protagonistas del principal conflicto interior en
Turquía, cuyas reclamaciones realmente condicionan la política de
Ankara. El pueblo kurdo está repartido entre Siria, Irak, Turquía y
Rusia y protagoniza un conflicto secular en la región. En Turquía, esta
minoría está dividida entre distintos partidos, aunque su sector más
conflictivo lo capitanea el denominado Partido de los Trabajadores del
Kurdistán (PKK), considerado un grupo terrorista por Estados Unidos y la
Unión Europea. En los años 90, la población kurda en Turquía se vio
incrementada por cerca de un millón de refugiados procedentes de Irak
que huyeron de la persecución de Sadam Hussein. En 2012, el Gobierno de
Erdogan inició unas conversaciones de paz con el PKK que no han
fructificado. En estos momentos, los kurdos están atrapados entre la
hostilidad de Turquía y la del Estado Islámico, con cuyos terroristas se
enfrentan a diario en suelo sirio. En septiembre, el PKK inició una
campaña de atentados contra las fuerzas de seguridad kurdas en las que
han muerto decenas de agentes. Es paradójico que algunas de las milicias
que han sido repudiadas por Turquía cuenten ahora con apoyo militar de
Estados Unidos puesto que son la principal fuerza que se está
enfrentando sobre el terreno con los yihadistas del ISIS.
Turquía y la supremacía del mundo musulmán
En el actual conflicto entre Irán y Arabia Saudí por la supremacía en
el mundo musulmán, Turquía supone una tercera vía, aunque más próxima a
los saudíes que al régimen de Teherán. La religión mayoritaria en
Turquía es la suní -la misma que en Arabia- mientras que Irán representa
el chiismo en estado puro. Frente a ambos países, no obstante, los
turcos suponen un peligro puesto que su sistema político laico se
contrapone a la estricta aplicación de la ley islámica (sharia). Irán ha
mantenido un enfrentamiento larvado durante años contra el gobierno de
Ankara y está acusado de apoyar algunos de los grupos terroristas que
han actuado en suelo turco. Arabia Saudí y Turquía, sin embargo, han
coincidido a la hora de rechazar los bombardeos rusos en Siria. Ankara,
por otra parte, es el principal país musulmán en reconocer al Estado de
Israel lo que les sitúa en el bando de los traidores ante los
fundamentalistas del mundo árabe.
Turquía y Rusia
Rusia y Turquía son enemigos seculares. Sus enfrentamientos bélicos
se han desarrollado a lo largo de siglos, en especial, por el dominio
otomano de los Balcanes, que finalizó en el siglo XIX. Durante la
'guerra fría', Turquía fue atraída por Occidente, que consideraba vital
controlar el estrecho de los Dardanelos, la salida de los navíos rusos
hacia el Mediterráneo. En 1952, Turquía entró en la OTAN en un claro
desafío al Pacto de Varsovia. Esta mala relación visceral se ha desatado
con la intervención rusa a favor del régimen de Bassar el Assad y
alcanzó su máxima expresión en el derribo de un caza ruso en noviembre.
Putin ya advirtió de que esa acción tendrá «consecuencias». Aunque ambos
países han intentado una distensión, en su relación existen todavía
varias brechas abiertas por la sanciones económicas impuestas desde
Moscú, que aprovechá su condición de principal abastecedor de
combustible para Turquía para presionar al régimen de Ankara.
Turquía y Siria
Turquía y Siria han tenido una relación conflictiva durante años
aunque en 2012 la tensión se convirtió en una guerra encubierta, con
incidentes que incluyeron el intercambio de fuego artillero en la
frontera e incluso la obligación a aviones sirios con destino a Rusia a
aterrizar en Turquía para ser examinados bajo la amenaza de ser
derribados. En este sentido, una de las tesis que manejan los analistas
internacionales es que el Gobierno de Ankara aceptó a los refugiados que
huían de la guerra civil siria en su suelo en la creencia de que la
caída del régimen de Bassar el Assad sería breve y podría utilizar a los
huidos como rehenes. Que el Gobierno del dictador sobreviviese más
tiempo ha dado la vuelta a esta apuesta y la ha convertido en un
problema turco.
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