Bomba contra el Episcopado: terrorismo feminista
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Por Carlos Arturo Baños Lemoine
Profesor UAM-Xochimilco y UPN-Ajusco
Personas organizadas en torno a la mitología feminista han dado un paso más en la ruta que las caracteriza: intolerancia, dogmatismo, totalitarismo, censura y represión.
En la madrugada (01:50 A.M) del pasado martes 25 de julio, estalló una bomba en la puerta principal del edificio de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), ubicado en Calzada de los Misterios 26, Colonia Tepeyac Insurgentes, Delegación Gustavo A. Madero, Ciudad de México.
Una organización feminista de inmediato se atribuyó el atentado: el Comando Feminista Informal de Acción Antiautoritaria Coatlicue. El mensaje dado a conocer, vía Internet, por esta misma organización sectaria dice lo siguiente:
Después de media noche….
El 25 de julio de 2017 colocamos un artefacto explosivo hecho con dinamita, gas lp y butano en la conferencia del episcopado mexicano, ubicada en Calzada de los Misterios 26, Tepeyac Insurgentes, CDMX.
NI DIOS NI AMO!
Por cada tortura y asesinato en nombre de su Dios!
Por cada niño ultrajado por los curas pederastas!
En la tensión anárquica insurrecional!
Por el Comando Feminista Informal de Acción Antiautoritaria, Coatlicue
Desde cualquiera óptica me parece totalmente condenable dicha acción terrorista por parte del referido colectivo feminista (que, además, se considera “anarquista”). Y totalmente condenable me parece, también, el “silencio cómplice” o tibio bisbiseo del resto de las organizaciones feministas. Lo mismo debe decirse de las autoridades públicas, los partidos políticos, las ONGs de derechos humanos, etc.
Personalmente, a mí todas las religiones me parecen aborrecibles, sin excepción alguna: se trata de organizaciones de granujas que se aprovechan del miedo y de la ignorancia de mucha gente para hacer jugosos negocios. Me parece risible y trágico que, a estas alturas de la historia de la humanidad, todavía haya gente que necesite de “fantasmagorías” y de “amigos imaginarios” para darle sentido a su vida.
Me molestan todas las religiones porque son una colección de creencias estúpidas, carentes de lógica y ajenas a la ciencia. Si hay algo que caracteriza a la evolución de la humanidad es el desarrollo del intelecto, el despliegue de la mente racional, el avance del conocimiento científico.
Bien dijo Aristóteles que somos animales racionales. Bestias sí, pero con una peculiaridad: el continuo desarrollo del intelecto en paralelo a la evolución del cerebro. De esto sí que debemos sentirnos muy orgullosos en tanto especie: de ser la bestia que más ha podido desarrollar sus habilidades cognitivas, muchas de las cuales hemos podido aplicar para sacarle el mayor de los provechos a nuestro entorno, a objeto de que nuestra vida cada vez sea menos “solitaria, pobre, violenta, brutal y breve” (Thomas Hobbes, Leviatán).
Y cierto es que, con su dogmatismo y su cerrazón, las religiones han detenido, entorpecido o reprimido el avance de la ciencia, en perjuicio de la humanidad. Bien lo dijo Bertrand Russell: la religión y la ciencia simplemente no son compatibles.
Mi apuesta existencial es por la ciencia, y por eso detesto la religión y todo aquello que se le parezca, como el socialismo y, curiosamente, el feminismo que alimentó el acto terrorista que estamos analizando.
Pero mi rechazo a la religión jamás me llevará a cometer actos de violencia ilegítima en contra de los creyentes, de sus instituciones o de sus ministros. Aunque vomitemos las ideas religiosas, los auténticos librepensadoresreconocemos que, detrás de ellas, se encuentra la libertad de pensamiento como derecho fundamental. La libertad de pensamiento es un derecho que, paradójicamente, también nos permite pensar puras pendejadas. ¡Y por supuesto que respetamos el derecho a la propiedad privada!
Por eso resulta condenable el acto de terrorismo perpetrado por el citado comando feminista.
La lucha de los librepensadores contra las religiones es una lucha pacífica y evolutiva, que se ha venido desplegando con cierto éxito a lo largo del tiempo, de muchos siglos. La religión debe extinguirse gracias al paulatino y continuo avance de la ciencia. La religión no debe suprimirse, no debe reprimirse, no debe prohibirse. Todo esto, de hecho, resulta contraproducente, porque sólo agrava las cosas y alimenta el fanatismo religioso.
Lo que debemos hacer los librepensadores es divulgar la ciencia: su naturaleza, sus alcances, su método, sus resultados, sus éxitos, sus beneficios. Y hacerlo, hasta donde nos sea posible, al más puro estilo de “los grandes” en esta materia: Ayn Rand, Carl Sagan, Stephen Hawking, Richard Dawkins, Peter Atkins, Daniel Dennett, Sam Harris, Christopher Hitchens y Michel Onfray, por mencionar algunas notables personalidades.
Nuestra apuesta consiste, pues, en menguar y eclipsar la estupidez de las religiones a través del avance de la ciencia. La lucha será de varios siglos, pero al menos desde el Renacimiento para acá la cosa ha dado buenos frutos.
Por ello, eso de poner bombas en contra del club de los obispos de la Iglesia Católica en México no sólo quebranta leyes elementales: ¡también es una tontería! ¡Una tontería que, incluso, fortalece a la Iglesia Católica, siempre deseosa de seguir viviendo del “martirologio”!
¿Y qué tiene la bomba feminista de “anarquista”? ¿Sensatamente alguien cree que así caerá la mitología católica? Me hizo recordar a esos “anarquistas” que creen que con romper los vidrios de un OXXO durante una marcha globalifóbica, conseguirán que al día siguiente caiga el sistema capitalista. ¡Por favor!
Ahora resulta que, hoy en día, cualquier vándalo es “anarquista” sólo por aventar bombas molotov contra la policía antidisturbios. ¡Ah, si supieran que así refuerzan más al “régimen autoritario”!
El bombazo contra el edificio episcopal no es sino un producto esperable por parte de las organizaciones sectarias y totalitarias inspiradas en la mitología feminista. Organizaciones que, al grito de “igualdad”, lo único que buscan es venganza y ventaja, es imponer socialmente su falaz narrativa auto-victimista para después pasar al chantaje.
Y el avance de estas organizaciones intolerantes y violentas ha sido fácil porque, ante ellas, nuestras autoridades gubernamentales han sido muy obsequiosas, algunas al grado de la abierta sumisión o de la vergonzosa complicidad. Con tal de no recibir los calificativos de “machista”, “misógino”, “patriarcal” y demás sandeces por el estilo, un sinfín de políticos y de burócratas han dejado que las sectas feministas hagan lo que quieran.
Obvio, esos grupúsculos fanáticos han aprovechado de maravilla las flaquezas del Estado: ¡hasta el Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, ha salido a declararse “feminista”! ¡Vaya ridiculez!
No nos extrañe, pues, que esta ola de violencia, intolerancia y terrorismo por parte de organizaciones feministas siga su curso in crescendo, hasta llegar a los niveles de incivilidad que ya se experimentan en Argentina y España.
Para finalizar, he de decir que me pesa ser el único periodista en México que hace críticas sistemáticas a la mitología feminista y a sus perniciosos efectos sociales. Son muchas las voces que prefieren someterse a lo “políticamente correcto” o callarse ante lo evidente.
En este espacio, y gracias a su amable apoyo como lectores asiduos, seguiremos exponiendo y criticando los muchos trastornos mentales, sociales y políticos inherentes a un tipo de pensamiento totalitario, dogmático, intolerante, violento y sectario: la mitología feminista.
¡Y qué curioso! ¡Resulta que la mitología feminista combate a la mitología cristiana siendo ambas igualmente irracionales!
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