Niños del Estado Islámico, una generación perdida entre tortura y muerte
A este pequeño de nueve años no le gustaba la escuela, no sólo por las tediosas clases, tampoco le caían bien los demás niños porque sabía que eran “infieles malvados que merecían la muerte”. Con esa idea decidió actuar como lo habían “adiestrado”, los atacó.
Aunque sólo era un menor, los profesores decidieron actuar de inmediato y lo sacaron del edificio el primer día de su regreso a la escuela. Aunque puede parecer raro su comportamiento agresivo, no es de extrañar ya que el niño había pasado dos años lejos de su patria, en un sitio donde, para enseñarle a contar, practicaban con los azotes que le daban en la espalda a una víctima de tortura.
Los años que pasó en la sede del Estado Islámico en Al Raqa, Siria, le dejarán para siempre una marca profunda y un pensamiento radicalizado y confundido.
*Fuente: Actualidad RT
Este menor forma parte de los cinco mil europeos que se estima, viajaron al territorio del Estado Islámico desde 2012 para combatir junto con los islamistas o vivir bajo su autoproclamado califato. Ahora que vuelven a Europa, la principal preocupación de los gobiernos es la seguridad de sus naciones y no la ayuda a estos menores lastimados.
Un artículo de The New York Times cuenta que el niño regresó a su país a principios de 2016 junto a su madre, una mujer convertida al islam que enfrenta un proceso judicial. Queda preguntarnos: ¿cómo ayudas a un niño que tiene que vivir en un mundo que le enseñaron a odiar?
“Se sentía rodeado de personas malvadas”, indicó a The New York Times Daniel Koehler, académico que participa en el programa sobre extremismo desarrollado por la Universidad George Washington. “Estos niños son sometidos a un estrés constante: se les dice que van a arder, que los van a torturar si no hacen lo que se les ordena, que si no matan a un infiel van a terminar en el infierno. Es una tortura psicológica constante”.
*Fuente: Vanguardia
Koehler, el encargado de diseñar una estrategia de reintegración social para el niño, indicó al diario estadounidense que el problema no sólo es el lavado de cerebro, la contrariedad se da también cuando la sociedad decide excluirlos por “malos” en vez de ayudarlos.
“Prevalece una actitud muy inflexible hacia estos individuos”, asegura Koehler al The New York Times. “La mayoría preferiría verlos muertos o enjuiciados y encarcelados de por vida. Es un problema que la mayor parte de la población ignora por completo: existen estos niños y no tienen ninguna culpa”.
Se sabe que cuando nace un bebé en el Estado Islámico, este llega al mundo sin alguna nacionalidad ya que el grupo extremista es quien les emite actas de nacimiento, pero ningún país las reconoce.
Desde que cumplen los cuatro años de edad, los menores empiezan a asistir a la escuela donde son expuestos a programas brutales.
“Un libro común y corriente para aprender a contar tiene ilustraciones de naranjas y manzanas junto con tanques militares y armas en la misma página”, explicó a The New York Times Nikita Malik, investigadora del centro de estudios Henry Jackson Society de Londres.
*Fuente: Diario La Prensa
Dentro de esa enseñanza agresiva y llena de odio, también impera el machismo en su amplio sentido. Las niñas terminan la escuela a los nueve años, cuando se les considera con edad suficiente para casarse, mientras los niños de esa misma edad comienzan su enseñanza militar.
Como se menciona más arriba, a la mayoría de los gobiernos no les preocupa la seguridad de los niños que regresan a sus fronteras. Las autoridades sólo se limitan a monitorear a excombatientes para detectar señales en caso de que pretendan alentar el terrorismo en su país.
Entonces sólo queda preguntarnos: ¿quién vela por la salud y bienestar de estos niños invisibles y radicales?
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