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lunes, 27 de mayo de 2019

Los últimos estertores del Estado Islámico

Por Leandro Albani

Rodeado de un halo de misterio y secretismo, dado por muerto en varias ocasiones, pero sabiendo que la organización que comanda se encuentra en las postrimerías de su derrota militar en Siria e Irak, Abu Bakr Al Baghdadi -el hombre que desde 2014 conmociona al mundo cuando hizo su aparición pública en la gran mezquita de Mosul, hace meses ordenó la retirada de los milicianos del Estado Islámico (ISIS o Daesh). Sin un norte preciso, los seguidores del autodenominado Califa Ibrahim caen en combates cada vez más cruentos, apelan a los civiles como escudos humanos, riegan de minas las pequeñas zonas que todavía controlan y redoblan los atentados, modalidad que ISIS mantendrá cuando, seguramente este año, caiga derrotado en Siria e Irak.



El 13 de mayo pasado se conocieron las declaraciones del general Maan Al Saadi, de las Fuerzas Especiales antiterroristas de Irak, quien afirmó que Al Baghadadi huyó a un lugar desconocido, “dejando morir” a sus fuerzas en Mosul, ciudad del norte de Irak en la cual ISIS mantiene uno de sus principales bastiones.

“Daesh ha sido derrotado en gran parte de Irak y están en vías de recuperar la que Daesh proclamara su capital, es decir, Mosul. Actualmente sólo restan algunos reductos y distritos por liberar”, señaló el general, según la cadena de televisión Al Arabiya. “Los terroristas ya no piensan que Mosul sea un refugio”, aseveró Al Saadi.

En Mosul, donde los combates se recrudecieron desde finales de 2016, luchan las Fuerzas Armadas iraquíes junto a las tropas conocidas como Al Hashad Al Shab (Movilización Popular). Según el gobierno de Bagdad, Daesh sólo controla un dos por ciento de Mosul, segunda ciudad en importancia en Irak y su capital petrolera.

En apenas 12 kilómetros cuadrados, los seguidores de Al Baghdadi se encuentran acorralados y en la desesperación por sobrevivir recurren a lo que tienen a su alcance. Y las armas químicas son uno de los fuertes de ISIS a la hora de golpear. El 18 de mayo, el diario The National, de Emiratos Árabes, informó que Daesh nuevamente utilizó sustancias tóxicas, que podría ser gas cloro o gas mostaza, contra las tropas iraquíes. Según testimonios de autoridades y soldados en Mosul, los terroristas lanzan los ataques sobre zonas densamente pobladas de Mosul.

El último gran revés para el Estado Islámico en Irak se produjo a mediados de mayo, cuando se confirmó la muerte del “emir” de Al Qaeda en la ciudad de Al Jales, señalado como “mano derecha” del Califa Ibrahim, según anunció Udai Al Khadran, alcalde de la localidad.

La avalancha de derrotas de Daesh también se trasladó a Siria. En el norte del país, las Fuerzas Democráticas de Siria (FDS, conformadas por milicias kurdas, árabes y de otras nacionalidades), despejaron casi toda la región de la presencia del grupo terroristas. En los últimos días, las FDS tomaron el control de la ciudad de Taqba, a solo cincuenta kilómetros de Al Raqqa, la tercera localidad en importancia en Siria y que ISIS controla desde 2014. Las FDS, respaldadas por la Coalición Internacional, no sólo derrotan al Estado Islámico en el plano militar, sino que dan duros golpes a la moral de los terroristas y, a su vez, asisten a los cientos de desplazados por los combates, trasladándolos a zonas seguras.

Al mismo tiempo, con la consolidación de la Federación del Norte de Siria (FNS), encabezada por los pueblos kurdo y árabe, el ISIS queda sin una de sus armas ideológicas: el llamado a conformar un Estado regido por el wahabismo, la versión más conservadora del Islam, discurso que en un principio le sirvió para aglutinar a clanes y tribus sunitas desencantadas con el gobierno de Al Assad. La igualdad de derechos, étnicos y religiosos que se respeta en la FNS, además de la inclusión, la democracia, el destacado rol de las mujeres y la participación popular como ejes de la construcción de una nueva sociedad, dejan al Estado Islámico casi sin sustento, sobre todo luego de que las poblaciones que estuvieron bajo su control vivieron en carne propia un sistema represivo y excluyente que negaba la propia vida.

En el resto de Siria, la férrea alianza entre Damasco, Moscú, Teherán y el Hezbolá libanés tampoco dan tregua a ISIS y a otros grupos terroristas. Después de la liberación de Alepo, capital financiera del país, las derrotas de los terroristas se acumulan, mientras en el plano diplomático se disputa el control del futuro sirio.
A mediados de mayo, las Fuerzas Tigre, unidad del Ejército sirio, asaltaron varios pueblos en la llanura estratégica de Maskana, en la parte oriental de Alepo y que conecta con Al Raqqa, para seguir limpiando la zona de terroristas.

Por estos días se conoció que los últimos contingentes “rebeldes” fueron evacuados de la ciudad de Homs, según lo anunció el gobernador de esa provincia, Talal Barazi. Por primera vez desde 2011, ahora la localidad se encuentra bajo el control de las fuerzas gubernamentales. Por otra parte, el Ejército sirio reforzó su presencia en la provincia de Deir Ezzor, una de las zonas donde ISIS replegó a sus combatientes.
En las últimas semanas, la frontera entre Siria y Jordania, en el sur del país, se convirtió en una zona caliente, debido a los bombardeos estadounidenses. A principios de este mes, la monarquía Hachemita rechazó el acuerdo firmado en Astana, Kazajistan, en el cual se establecieron cuatro “zonas de distención” dentro de Siria, con el objetivo de atacar con más dureza a los grupos terroristas y contener las incursiones áreas estadounidenses.

Las provincias sirias de Daraa y Al Sweida ahora son el campo de disputas militares. Durante mayo, en territorio jordano se realizó el ejercicio militar anual “Eager Lion”, bajo la supervisión de Estados Unidos, situación que puso en alerta a Damasco y a sus aliados. En las operaciones, que duraron diez días, participaron unos 7.400 soldados de 20 países del mundo.

Aunque Jordania se posiciona como un país “neutral” ante el conflicto sirio, la monarquía es acusada de entregar ayuda financiera, logística y militar a los grupos terroristas. Ante esta situación, el Ejército sirio envió tropas a la frontera entre ambos países. En los últimos días, el gobierno sirio denunció que soldados occidentales habían ingresado al sur del país por la frontera jordana con el objetivo de respaldar al Ejército Libre Sirio (ELS), otra de las organizaciones terroristas que operan dentro del país. El jueves pasado, Estados Unidos bombardeó a las tropas sirias apostadas en la zona fronteriza, hecho que fue calificado como “terrorismo de Estado” por Bashar Al Yafari, embajador de Siria ante Naciones Unidas (ONU).
Por último, la agencia Al Manar informó el fin de semana que el Ejército sirio, junto con Hezbolá y las Fuerzas de Defensa Nacional, avanzaron sobre zonas controladas por el ELS en el este de Damasco, en las fronteras de las provincias de Raqqa y Alepo.

¿Qué busca Estados Unidos con el Estado Islámico? El anuncio del jefe del Departamento de Defensa, James Mattis, realizado este fin de semana muestra la nueva variante. “Donald Trump ordenó cambiar la táctica basada en obligar a Daesh a huir de los lugares seguros por otra consistente en cercar al enemigo en sus bastiones para aniquilarlo in situ”. Mattis, mejor conocido por su apodo “Perro Loco”, agregó que “ya no vamos a aplazar la toma de decisiones porque Washington tiene que autorizar los movimientos tácticos sobre el terreno”. O en otras palabras: la Casa Blanca autorizó al Pentágono a atacar Siria e Irak sin depender de órdenes superiores. Si la aviación estadounidense realmente tendría como objetivo principal derrotar al Daesh, este anuncio presagiaría una “campaña acelerada” contra los terroristas, como lo afirmó el propio Mattis.

Aunque Estados Unidos sostiene una alianza con los kurdos de Siria en la lucha contra el ISIS, que se basa en el equipamiento de las Unidades de Protección del Pueblo (YPG/YPJ) y la coordinación de los bombardeos de la Coalición Internacional en el norte del país, también es verdad que la aviación estadounidense lanza sus ataques en otra zonas de Siria y el anuncio del Pentágono podría desencadenar un profundización de ataques. Aunque Trump ordenó el envío de armas a los kurdos, también debe rendir cuentas a Turquía y Arabia Saudí, sus principales socios –junto a Israel- en Medio Oriente. Ankara, Riad y Tel Aviv no han modificado demasiado su postura sobre la necesidad urgente de derrocar al presidente Al Assad, destruir al Estado sirio tal cual se lo conoce e implantar una administración afín o, también, desmembrar al país para ejercer el control en una región rica en agua dulce, hidrocarburos y tierra fértil.

El gobierno de Damasco denunció en varias ocasiones que los ataques de la Coalición Internacional tienen como objetivo al Ejército sirio –hecho que se comprobó en reiteradas oportunidades-, al mismo tiempo que permite el reagrupamiento de los grupos terroristas para que avancen sobre pueblos y ciudades. Pese a que Washington diariamente fustiga contra el Daesh, es bueno recordar que a varias organizaciones irregulares armadas la califica como parte de la “oposición moderada”, con la cual tiene relaciones diplomáticas y económicas fluidas.

Cuando hace tres días Trump  visitó Arabia Saudí dejó en claro que la alianza entre Washington y Riad debe ser revitalizada. Por eso, firmó un acuerdo con el rey Salman bin Abdulaziz por 350 mil millones de dólares para que, en diez años, Estados Unidos le entregue armamento a la monarquía saudí. El 20 de mayo, la agencia de noticias Al Masdar informó que las fuerzas iraquíes “incautaron una gran cantidad de armas de un depósito del grupo terrorista Estado Islámico en el oeste de Mosul”, donde “varias cajas de armas de Arabia Saudí fueron descubiertas”. Aunque Trump y el rey Salman también acordaron coordinar una lucha descarnada contra el terrorismo, parece que ese discurso sólo quedará en las páginas de los diarios.

A principios de marzo, en una entrevista con Fox News el ex presidente de Afganistán, Hamid Karzai, aseveró que “el Estado Islámico es un producto de Estados Unidos”. El ex mandatario, que llegó al Ejecutivo afgano caminando en una alfombra roja desplegada por Washington, agregó que el Estado Islámico es una “herramienta” de la Casa Blanca.

El 1 de marzo pasado, los grandes medios de comunicación divulgaron que Al Baghdadi había reconocido la derrota de ISIS y se despidió de sus seguidores. La veracidad de la noticia genera dudas, pero lo real es que el Daesh camina por una pendiente que lo lleva a su desaparición. Aunque derrotado militarmente, el grupo terrorista comandado por el silencioso y oscuro Al Baghdadi seguirá operando en otros puntos de Asia, África y Europa. Los atentados, al mejor estilo Al Qaeda, son ahora el arma más eficaz de ISIS. Y, por supuesto, sus grandes cuentas bancarias -infladas por el dinero de Arabia Saudí, Turquía y el robo sistemático del petróleo en Irak y Siria- que son invertidas, sobre todo, en la propagación del wahabismo, ideología oficial de la monarquía saudí que Riad exporta sistemáticamente desde la década de 1970 con el objetivo de oscurecer al mundo.
leandroalbani@gmail.com

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