Se desató el pánico en Palacio.
Y es que en todos los frentes prendieron los focos rojos por la caída en la popularidad presidencial; se dispararon las alarmas y, sobre todo, el ulular de sirenas confirmó que crece el enojo social por el crimen de Estado que significa la irresponsabilidad oficial por la pandemia.
Por eso, el rey de Palacio está alterado, nervioso, enojado y en pánico.
Por eso el enojo con los medios; por eso las amenazas a los críticos, por eso las medidas emergentes, desesperadas y hasta fuera de toda lógica política y de control de daños.
¿Cuáles son esas medidas emergentes?
1.- El regreso urgente a las giras por el país, con la esperanza de rescatar algunos puntos en la popularidad que se derrumba. Ello ante el inminente riesgo de abucheos y hasta tomatazos de repudio.
2.- El reforzamiento de los espacios mediáticos para los aplaudidores en los medios afines, como el diario Milenio, a donde fue llevado de manera emergente uno de los principales propagandistas de AMLO, Jorge Zepeda Patterson, quien se suma al “Goebbels de petatiux”, Epigmenio Ibarra.
3.- El regreso de los ataques –sin ton ni son–, a medios y periodistas críticos. En ese caso, la amenaza directa y la advertencia de que serán victimas de todo el peso del Estado fue lanzada, por el propio presidente, contra medios como El Universal y Reforma.
4.- La grosera y humillante descalificación a los científicos mexicanos y a las mujeres y hombres de la academia, cuyas críticas tienen tanto peso como el peso de las carreras que encumbraron a esos mexicanos ejemplares. Para López, el conocimiento y la ciencia son un lastre social.
5.- Y, por si faltaba algo, el propio Obrador promueve un supuesto control de daños mediante una “ñoña” entrevista a modo, al rey de Palacio, por parte del mayor propagandista del fracaso de AMLO, Epigmenio Ibarra.
Y es que, en efecto, flaco favor le hace al presidente que el productor de culebrones televisivos de ínfima calidad y narco-novelas que hacen apología del crimen, Epigmenio Ibarra, se convierta en el entrevistador del “rey chiquito” de Palacio.
El tamaño de la entrevista y del entrevistador, son del tamaño del fracaso. Por eso resulta de risa loca el soliloquio propagandístico de AMLO, en los intríngulis de Palacio, en donde confirma no solo su ignorancia sin límite, sino su aislamiento sin freno de la realidad.
¿Quién será capaz de traer de vuelta a la realidad a un presidente que por temor a los abucheos y los tomatazos en los aeropuertos, decidió viajar a lo largo de 24 horas hasta el sureste mexicano, en el regreso a los montajes pueblerinos llamados “giras de trabajo”?
¿Quién le hará entender a López Obrador que por más aplaudidores que promueva en los medios, ya es incontenible su caída en la popularidad, por el fracaso de su gobierno, de sus acciones, de sus malas decisiones?
Y es que si hoy se le pregunta a cualquier ciudadano –sea simpatizante de López, o no–, por un solo acierto del presidente Obrador, no aparece un solo éxito, un solo acierto, un resultado positivo en su gestión?
El problema no es llenar los medios de aplaudidores sino llenar los informativos de resultados positivos. Y eso no ha ocurrido y no ocurrirá.
¿Quién será capaz de abrirle los ojos al presidente López, para que entienda que la crítica y los críticos lo son a partir de las fallas, los errores, los horrores y las estupideces oficiales? Si todo fueran aciertos, los críticos y la crítica no tendrían razón de ser.
¿Quién le hará entender a López que su odio acomplejado a la ciencia y al conocimiento, lastiman a uno de los sectores que más lo apoyaron para llegar al poder?
¿Quién le hará entender que Epigmenio Ibarra y muchos otros aplaudidores a sueldo, sólo abonan al descrédito de su gobierno?
Existe pánico en Palacio; miedo a que la realidad del fracaso del gobierno de AMLO se despierte en cualquier momento en medio del propio Palacio y que arrastre al drenaje a todo el gobierno fallido de Obrador.
Y el tamaño de las medidas emergentes es del mismo tamaño del miedo y hasta del pánico que llegaron para quedarse en Palacio.
El miedo asoma en el rostro del presidente; miedo a la realidad que verá cuando despierte del fallido sueño de gloria.
Se los dije.
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