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sábado, 30 de mayo de 2020

Los izquierdistas tratando de salvar la 4T de AMLO

 Los izquierdistas tratando de salvar la 4T de AMLO

En este espacio ya se han comentado los desatinos de Jorge Zepeda en su defensa de un argumento peregrino: el de que la única opción viable para México es la de López Obrador, so pena de un estallido social. Él o el abismo, es lo que plantea el otrora director del diario más vanguardista que México tuvo en los años noventa. A ese planteamiento se suma el de Viridiana Ríos, que en el portal Expansión Política publicó un texto titulado “Carta a las élites”. Estas dos posiciones no son las únicas —ni serán las últimas— que intenten rescatar a la izquierda del lugar a donde la está enviando AMLO con su mal gobierno. En síntesis, estos escritores quieren convencer al público de dos cosas: 1) que no hay otra opción para México que la izquierda; y 2) que todos los males del país son culpa de la derecha privilegiada y ex gobernante. Si bien cada texto plantea sus escenarios, ambos coinciden en que a López sólo puede vencerlo alguien con el mismo tipo de objetivos y finalidades declaradas, que se pueden agrupar en el concepto de justicia social mediante intervención estatal. Desafortunadamente, la perspectiva de estos opinólogos es errada: desmontemos sus patrañas.
Viridiana Ríos. Analista política.
La primera falacia es la de convertir a la derecha en la madre de todos los vicios y males que aquejan a México. Esto es falso, no sólo porque la zona más poblada de México es gobernada por la izquierda desde hace 23 años, sino porque las fallas estructurales del país, como la corrupción, impunidad, capitalismo de cuates, falta de Estado de Derecho, ineficacia gubernamental, discriminación, gobierno de baja calidad y ausencia de movilidad social… son responsabilidad de la clase política de todos los colores. Describir a México como una oligarquía plutócrata con sesenta millones de personas con calzón de manta es caricaturizar al país. En la mejor tradición de Gaetano Mosca, la condición mexicana puede explicarse como el problema de una clase dominante cuyas élites —ineptas por igual— circulan sin restricciones y acceden al poder sin problemas desde hace al menos treinta años. Algo que olvidan los apologistas de la izquierda es que, si bien la presidencia nacional era lo que ellos llaman neoliberal, los socialistas dejaron de ser, desde las mismas fechas del arribo a México de la tecnocracia, un club de marginados de la decisión política. Si la reforma del 77 los condenó a ser una oposición testimonial, el cisma priista de los 80 los convirtió en actores reales del proceso político y luego en gobierno —al sumar rojos y rosas—. El problema es que esa ocupación de los cargos gubernativos no vino acompañada de una mejor forma de atender los asuntos públicos: la misma ineficacia, corrupción, ineficiencia, ineptitud y baja calidad del servicio público se daba en esa izquierda rojo claro, producto de la mezcla del socialismo ordinario (rojo) y el ex priismo estatalista y nacionalista (rosa). Así que es falso que la izquierda es el camino, la verdad y la vida, ya que tiene las mismas fallas que las derechas. Incluso la gestión de López Obrador como jefe de gobierno del DF se caracterizó por la corrupción, opacidad e ineptitud (con personajes como Bejarano y Ponce, así como obras públicas carentes de transparencia, como el segundo piso del Periférico).
La segunda falacia radica en asumir que hay ciertos grupos sociales que tienen “el deber” de asistir a otros, como si estuvieran expiando las culpas de su estatus. Viridiana Ríos lo plantea desde una ingenuidad que sería candorosa si no fuera expresada por una postgraduada de Harvard: “es momento de que las élites pierdan sus privilegios y muestren que saben dar más. No que saben dar lo que les sobra. O que dan cuando les va bien. Que saben dar aunque les vaya mal y dar más a quienes más lo necesitan. No es momento de ser codo si se quiere salvar la democracia”. En su percepción distorsionada de la realidad, la columnista cree que “lo cuerdo”, lo que haría “que las élites crezcan”, lo que “fortalece a la democracia”, es que esas élites abran la cartera y refaccionen a los descamisados. Hay tres palabras para calificar todo su razonamiento: son pamplinas demagogas. Como ya se ha mencionado en otros textos, la pobreza y desigualdad no se remedia redistribuyendo, sino generando más riqueza al alcance de los que menos tienen. La idea estatista, de que al gobierno le toca el papel del buen ladrón, es absurda, porque sólo incentiva la miseria.
Una tercera falacia consiste en afirmar que los 30 millones de electores de López lo prefirieron, sobre “las opciones de las élites”, porque Obrador les dice verdades que los otros no. A los perdedores del modelo económico liberal “les hace sentido” la fórmula cuatrera por mero sesgo de confirmación: resulta más cómodo creer que “la precariedad fue generada por el modelo económico” o que López va contra “la desigualdad, la falta de movilidad y los privilegios heredados”, en lugar de asumir que no hay solución mesiánica para estas fallas y que toda la sociedad tiene un grado de culpa en la situación actual. Este sesgo cognitivo convierte en inocentes y puros a los desposeídos: es pueblo bueno, víctima de los pudientes. Y debe quedar claro que no se defiende el capitalismo de cuates, a los mirreyes o a los abusivos económicos, pero estas taras no se remedian con justicialismo, sino con Estado de Derecho y su hermana, la mejora regulatoria. El Índice de Gini, que López malinterpretó en “su ensayo” sobre el Covid19 y la economía, es una bofetada para esta narrativa de la desigualdad, ya que fue en los gobiernos de derecha donde esa disparidad se mitigó un poco (mas no lo suficiente). En español sencillo: para que los pobres tengan más pastel, hay que hacer crecer el pastel. Punto. Lo demás es un intento bobo de mantener la farsa socialista, pero cambiando de payaso: quitar a López —y mantener su receta estatista— no sólo es improbable políticamente, también es inviable económicamente, porque el problema no es sólo de personas, sino de herramientas y estrategias. Salvar a la 4T de AMLO es un disparate, como lo sería matar al tiburón para salvar a sus rémoras: el modelo no sirve, igual que su líder, por más que invente cuentos y hechos alternativos para una clientela que, si bien es mayoritaria, cada día es más reducida, a fuerza de golpes de realidad, donde la crisis y muerte son baldazos de agua fría para los ilusos, ingenuos y delirantes…

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