¿De quién es el agua?
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La vida nació en el agua. El agua es vida y la vida es agua. No hay vida
sin agua; está en las células, en los alimentos, en el transporte de
nutrientes y en los organismos vivos -en algunos representa el 90% de su
biomasa-. Cuando comemos un kilo de carne de vaca no vemos que para
producirla se han necesitado hasta 100.000 litros de agua.
Es pues, un elemento vital, vinculado a los ecosistemas, imprescindible,
perentorio e insustituible. Por eso decimos que tiene un valor
incalculable. Y por esta razón, el poder, especialmente el económico,
tiene un extraordinario interés en hacer negocio con ella.
La lluvia es un servicio gratuito que nos aporta la Pachamama (Madre
Tierra) y gracias a ella 110.000 kilómetros cúbicos (km3) de agua caen
sobre la tierra firme del planeta. De ellos sólo 12.000 km3 están
accesibles y en la actualidad ya consumimos los seres humanos la mitad,
hemos contaminado un 20% y vamos a un ritmo de consumo tal que desde 1950
al 2000 hemos multiplicado por tres dicho consumo.
Como quiera que no llueve a gusto de todos, tanto en África como en Asia
la población supera en porcentaje al agua disponible y por eso 50 países
se enfrentan en la actualidad a un estrés moderado o severo por falta de
agua, acontecimiento que se hará más agudo en el futuro por los
incrementos de consumo y por los efectos del cambio climático, con
profundas consecuencias para la salud de los ecosistemas, la producción de
alimentos y el bienestar humano. Y si hablamos de calidad, hay que anotar
que mil millones de personas no disponen de agua potable cada día por lo
que las enfermedades derivadas del agua contaminada son abundantes. Es
especialmente lacerante que 10.000 personas mueran cada día, en su mayoría
niños y niñas, y que políticas como las llevadas, entre otras, por la
multinacional Nestlé -la primera empresa de alimentación en el mundo- de
promocionar la alimentación con leche en polvo en lugar de la leche
materna estén siendo nefastas. Porque a pesar de los respectivos Códigos
Internacionales de Alimentación para bebés de la OMS, de 1984 y de 2002,
la situación actual sigue siendo desastrosa, “la UNICEF ha evaluado en
4.000 el número de bebés que mueren cada día por ingestión de leche en
polvo mezclada con agua insalubre o administrada en biberones sucios. Si
se hubiesen alimentado con leche materna estarían vivos”; quién así se
expresa es el relator especial de NN.UU. sobre el derecho a la
alimentación, Jean Ziegler.
El proyecto capitalista en su actual versión neoliberal aboga por la
privatización de todo, incluidos especialmente los recursos básicos como
el agua.
Pero, ¿de quién es el agua? La respuesta es nítida, el agua no es de nadie
en particular. Ya lo dijo el jefe indio Seattle: “Esto lo sabemos: la
tierra no pertenece al hombre, sino que el hombre pertenece a la tierra.
El hombre no ha tejido la red de la vida: es sólo una hebra de ella”. Es
pues, de la biosfera, de todos los seres vivos que la habitan, de todos
los seres humanos incluidas las generaciones futuras.
Por eso en ningún caso deber ser privada o privatizada. Debe ser un bien
común, con control público y democrático. Y como necesidad básica para
vivir debe tener la categoría de derecho humano fundamental.
Como bien común, no puede ser poseído por nadie, no puede excluirse a
nadie de su acceso, no puede ser usado de manera ilimitada y requiere una
gestión protagonizada por los ciudadanos y los usuarios.
Como derecho fundamental tiene prioridad sobre cualquier otra
consideración incluida la económica, en lo que se refiere al agua como
alimento sano indispensable.
La situación, sin embargo debido a los esfuerzos de la Organización
Mundial del Comercio y a los Ajustes Estructurales a los que han sido
sometidos los países empobrecidos a la hora de renegociar su deuda con las
Instituciones Financieras Internacionales, está siendo de progresiva
privatización, mercantilizació n y monopolio multinacional. A las
multinacionales les interesan dos capítulos especialmente: el agua
embotellada y la gestión privada del agua pública. En esos dos aspectos la
situación es la siguiente: cuatro transnacionales (Coca Cola, Pepsi,
Nestlé y Danone) controlan el 30% del agua embotellada y dos (Suez,
Veolia) el 70% de la gestión privatizada del agua, en el mundo.
La conclusión es que siendo el consumo del agua del grifo 444 veces mayor
que la embotellada, el gasto final de los consumidores es el mismo. Y el
agua embotellada es 200 veces más cara que la del grifo.
Pero además, el agua se privatiza de otras maneras, concretamente con la
privatización del dominio público, los acuíferos sin protección y
privatización del suelo, las concesiones abusivas y tomas clandestinas, el
agua virtual y la dieta muy carnívora: expolio del Sur, y la privación a
los ecosistemas y generaciones futuras, por la contaminación.
Siendo el recurso más estratégico de los que existen, pues además de
mantener la vida de los ecosistemas y de las plantas, nos alimenta y
mantiene la agricultura de regadío, ese estado de abuso, contaminación y
privatización oligopólica no se puede admitir.
Por ello son muchos los movimientos que en el mundo se resisten y luchan
por el agua como bien común, como derecho fundamental y por preservarla de
la contaminación y el despilfarro.
Por poner un ejemplo reciente, la lucha en Cochabamba (Bolivia) contra los
abusos inevitables de la multinacional que tenía el agua privatizada hizo
que saliera ésta del país y ha supuesto el ascenso del movimiento
indigenista y popular hasta cotas nunca conocidas.
Los discursos como los de Gorvachev, de la Cruz Verde Internacional (y de
forma similar, de las Filantrópicas del gran capital tipo Avina y Ashoka),
en el sentido de que las empresas “son las únicas instituciones con
capacidad intelectual y económica para resolver los problemas mundiales
del agua y que está dispuesto a colaborar con ellas” (Financial Times
17.05.06), ignora dos hechos fundamentales: uno que más del 80% de los
servicios de agua en EE.UU. y en la UE siguen siendo públicos, y los han
sido desde siempre, y dos que los bienes comunes pueden ser administrados
por la sociedad y el estado con igual o mayor eficacia que los privados
tal como ha demostrado Ellinor Ostrom, en una vida dedicada a estas
investigaciones por lo que le acaban de dar el Nobel de Economía, siendo
la primera mujer que lo recibe en la historia.
Por todo ello, el movimiento mundial por la justicia del agua se
acrecienta, por ello todos los mensajes neoliberales o ambiguos deben ser
rechazados y por ello, la Vía Campesina (movimiento que tiene 300 millones
de afiliados en el mundo) tiene como estrategia fundamental la lucha
contra los agronegocios y las multinacionales del campo, incluidas las del
agua.
Quizá sólo haya que hablar de lugares comunes.
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