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miércoles, 21 de noviembre de 2012

El 2012 y la Astronomía Maya

El 2012 y la Astronomía Maya Los Maya fueron verdaderos observadores astronómicos. Los astros o cuerpos celestes tenían una importancia vital en el mundo prehispánico y estaban relacionados con su mitología y su vida diaria. La presencia de edificios y monumentos con cualidades astronómicas o de conmemoración de éstas, sitios con orientaciones particulares, códices con relatos y representaciones de los astros, calendarios cuidadosamente observados así como calendarios que registran los ciclos de los planetas, son muestra de ello. En sitios como Ujuxte, en la Costa Sur de Guatemala se puede observar una alineación regular de sus montículos, los cuales parecen apuntar al punto por donde aparece la estrella Capela en el horizonte. En otros casos, los sitios se adaptaban a las condiciones geográficas donde se asentaban, pero dentro de sus construcciones existieron edificios con orientaciones astronómicas específicas, que eran utilizados con fines astronómicos o al menos para conmemorar eventos celestes. Los mejores ejemplos son el Caracol en Chichen Itza, que consiste en una estructura circular, tipo torre, con varias ventanas en sus muros orientadas al paso del sol en el zenit, a los solsticios, a la salida y puesta de estrellas, a las Pleyades, y más importante aún, a Venus; y los conjuntos arquitectónicos conocidos como “Grupos Tipo E” o “Grupos de Conmemoración Astronómica”. Los Grupos Tipo E están compuestos por dos estructuras: una pirámide radial (de cuatro escalinatas, una a cada lado) al oeste y una larga plataforma que puede o no tener tres templos, al este. A pesar de que estos complejos son popularmente conocidos como “observatorios” dedicados a la observación de los solsticios y equinoccios, muy pocos casos tienen la orientación adecuada para esta observación. Se considera entonces que estos complejos pudieron haber tenido una relación a otros eventos celestes o pudieron haber jugado un papel conmemorativo de eventos celestes enmarcados dentro de un conjunto de otras funciones religiosas y políticas. Es común también encontrar estructuras arquitectónicas en las cuales los niveles principales del universo Maya están representados. Existen edificios que hacen referencia al nivel celestial, al nivel humano o terrestre y existen incluso estructuras subterráneas o cuevas (artificiales o naturales) que representan el nivel del Inframundo. Además de edificios, se han encontrado también monumentos con orientaciones astronómicas, es decir, esculturas en piedra que se alinean con edificios o con otras esculturas y que permiten la observación astronómica o conmemoran algún evento celeste. En la Estructura 7 del sitio de Tak´alik Ab´aj, Retalhuleu, Guatemala, una alineación de monumentos frente al edificio permitió la observación de la estrella Eta Draconis, de la Constelación del Dragón, por sobre la cima del montículo. Con el paso del tiempo, y la movilización de la estrella por culpa de un fenómeno llamado precesión, una nueva alineación de monumentos fue colocada frente al edificio, la cual volvió a permitir la observación de la estrella Eta Draconis. El ejemplo más claro de la importancia que le daban los Mayas al registro de los astros proviene de los códices, donde se registraron cuentas sobre los ciclos de los planetas, aparecen referencias a constelaciones, y se conserva el uso de los calendarios de 260 y 365 días, todo enmarcado dentro de relatos y simbología mítica del más interesante orden religioso y cosmogónico. Los códices Mayas que hoy se conservan son cuatro: 1. El Códice de Madrid: contiene registros del planeta Marte, de los ciclos de 52 años, referencias a los calendarios y una de las mejores muestras del calendario de 260 días. 2. El Códice de Dresde: tiene extensos registros de Venus y de eclipses y continúa el registro calendárico, nuevamente con menciones a Marte y a eventos míticos. 3. El Códice de París: incluye una sección asociada a augurios en relación a períodos conocidos como K´atunes (un total de 72,000 días), otras secciones dedicadas al Tun o ciclos de 360 días, almanaques, cargadores del año y lo que podría interpretarse como un “zodiaco” en el cual, colgando de una banda celestial (posiblemente la eclíptica), aparecerían las constelaciones identificadas por los Mayas. 4. El Códice Grolier: su avanzado estado de deterioro y su corta extensión permite analizar únicamente que refiere a Venus. Para los Mayas, la observación astronómica estaba íntimamente relacionada con la concepción de su universo. El cosmos era un espacio dividido en cuatro grandes regiones asociadas a los cuatro puntos cardinales y a cuatro colores distintos. Al centro del mismo se ubicaba un quinto punto cardinal. El cielo tenía 13 niveles y el inframundo 9, y no se concebía al mundo como una esfera que giraba en torno al sol, por el contrario, el sol realizaba un viaje por las mismas divisiones del espacio. Ilustración del Sol El Sol constituyó una de las deidades más importantes y se le identifica por un símbolo conocido como flor K´in que quiere decir “sol” y cuando aparece con forma humana tiene los ojos que aparentan ser bizcos y un diente prominente en ocasiones con forma de “T”. Se le llamaba K´inich Ajaw “cara de sol” y los gobernantes eran asociados con él, en ocasiones llevaban el nombre del astro como parte de su mismo nombre a manera de título. La palabra K´in engloba además otros significados, como el de la flor que es su símbolo, el de día y en sí, el del tiempo. Al asociarse a los gobernantes con el sol, ellos se vuelven el tiempo mismo y de allí que en las cuentas del tiempo éste se “asienta” al igual que los gobernantes al asumir el poder, un concepto muy importante para entender los fines de ciclos en su real dimensión. Ilustración del Luna La Luna está representada como una mujer cargando a un conejo y se le llama u en los diccionarios yucatecos. Los pueblos Mayas le dan un nombre distinto según la posición o fase en la que se encuentra. Su período sinódico (o ciclo en el cual los cuerpos celestes, vistos por un observador en la tierra, regresan a una posición de “inicio”) es de aproximadamente 29.5 días y fue calendarizado en una serie de cuentas que aparecen en la Cuenta Larga. Ilustración de Venus Venus es el tercer cuerpo celeste más brillante en el firmamento y es uno de los astros más representados e importantes en el arte Maya. Es posible que haya sido considerado como el hermano mayor del Sol. Sus imágenes están asociadas a la guerra y a la agricultura y era, además, un anunciador de eclipses. Los ciclos registrados para Venus en el Códice de Dresde no corresponden exactamente con los cálculos actuales. Esta alteración en los números permite que el movimiento de Venus pueda ser seguido por medio del calendario lunar y a su vez con el calendario de 360 días, por lo que se considera que había mayor interés en un calendario de rituales asociados a Venus que en la exactitud astronómica. Ilustración del marte Marte estuvo representado en ocasiones como un venado (quizás por su coloración rojiza?) y también por una deidad que aparece en relación a los períodos de lluvia en el Códice de Dresde. Ilustración de júpiter Júpiter tiene fuertes conexiones con el Dios K y la deidad GII que posiblemente es el hermano menor del Sol. El Dios K, patrono de las dinastías, aparece en relación a los gobernantes y la celebración de períodos conocidos como K´atunes. Otros cuerpos celestes y conceptos cósmicos fueron observados y en algunos casos registrados en los textos esculpidos y escritos. Entre ellos la eclíptica, que es la ruta trazada por el Sol en su paso por el cielo, la cual está asociada al mito de creación en el cual la superficie de la tierra es dividida en cuatro secciones. La Vía Láctea aparece en innumerables relatos en los distintos grupos Mayas de la actualidad y es comúnmente vista como un “camino” o incluso un “río” el cual tiene asociaciones fuertes con las temporadas del año, debido a que su movimiento traza bien estas divisiones. Los astros conocidos en tiempos prehispánicos constituyeron la fuente de las observaciones astronómicas que dieron paso, a su vez, a la creación de los calendarios o viceversa.

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