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viernes, 16 de mayo de 2014

El estornudo: Una señal de alarma de nuestro organismo

El estornudo: Una señal de alarma de nuestro organismo


Salud y Medicina


16/05/2014 - Autor: Adem Arikanli - Fuente: Revista Cascada



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«Uno de los seis derechos del creyente es que el otro recite una oración cuando estornude»

Gracias a su capacidad de percibir olores y preparar el aire para los pulmones, la nariz es expresión de una enorme sabiduría para las mentes más cultivadas, ya que se trata de un importante órgano que se encarga de proteger al organismo, así como de facilitar el funcionamiento armónico del mismo.

Para vivir, necesitamos respirar. El oxígeno, que nos resulta indispensable, a medida que va atravesando de forma turbulenta los estrechos canales de la nariz se purifica al tiempo que se regulan su temperatura y humedad. Así se prepara el aire que respiramos, a fin de que resulte adecuado para los alvéolos pulmonares. Así, de esta forma, se procesan en la nariz quince metros cúbicos de aire, que son inhalados mediante 23.000 respiraciones diarias.

La zona posterior de las fosas nasales ha sido dotada de un mecanismo de adaptación de una sensibilidad tan increíble que a los científicos les resulta difícil explicar. Dicho sistema no sólo regula la temperatura y la humedad del aire sino que, además, se encuentra equipado de un mecanismo que detecta las moléculas perjudiciales que están presentes en el aire, y da una señal de alarma. Mediante la estimulación de la mucosa nasal, este mecanismo de defensa comienza su actividad evacuando el aire de los pulmones a través de la nariz y de la boca a la velocidad de un huracán, un fenómeno que recibe el nombre de estornudo. Gracias al estornudo, la materia perjudicial que se había introducido en el organismo es expulsada del mismo.

¿Cómo y por qué estornudamos?

El hecho de que no enfermemos con demasiada frecuencia, a pesar de los millones de microorganismos que se introducen diariamente en nuestro organismo, sobre todo a través del aire que respiramos, es una bendición divina. Los microbios que penetran en la nariz con el aire que inhalamos son retenidos junto al polvo por unos vellos diminutos llamados cilios; y a aquellos que logran escapar, la secreción mucosa antibacteriana que brota de los tejidos epiteliales de la nariz les pide una contraseña. Para que los olores de las moléculas sean percibidos por las células nerviosas, el grosor de la mucosidad debe ser de aproximadamente 0,06 mm., dado que, si fuera más gruesa, nuestro sentido del olfato se vería reducido y, en caso de ser más delgada, se debilitaría el sistema de defensa y es bastante probable que los cilios sufriesen daños. Por otro lado, gracias a su contenido y densidad, esta secreción tiene la capacidad de filtrar las partículas extrañas del aire y de humedecerlo, de manera que sea aceptable para nuestros pulmones.

Debido a que resulta peligroso que algunas partículas rebasen ese punto, entra en acción esa señal de alarma del organismo a la que denominamos estornudo, expulsando así los microbios. El estornudo constituye uno de los mecanismos de defensa más importantes de las vías respiratorias altas. Cuando se estimulan los umbrales de las células nerviosas de la nariz, las señales llegan al cerebro y entonces se produce el acto reflejo de estornudar. Al estimularse los tejidos mucosos, se segrega mucosidad y los capilares se dilatan, al tiempo que se siente una sensación de picor o cosquilleo en la nariz. Debido a la orden que envía el cerebro a los músculos de la cabeza, al cuello y al estómago, el aire es retenido en la zona en la que se encuentran las cuerdas vocales, aumenta en gran medida la presión en los pulmones y, más tarde, al expulsar el aire de forma intensa y repentina, la materia extraña de la nariz y de las vías respiratorias es expulsada con él.

Dado que los nervios responsables del estornudo se encuentran también conectados con los ojos, resulta habitual segregar lágrimas y cerrar los ojos de forma involuntaria.
Además de las incomodidades propias de aquellas enfermedades que provocan el estornudo, como es el caso de la gripe, el resfriado común y la bronquitis, éste puede originarse también por factores externos, tales como los pólipos nasales, el polen, el polvo, los perfumes, el pelo de ciertos animales e incluso por dirigir la mirada súbitamente hacia una luz intensa. Dado que algunas personas son más sensibles a determinados factores, éstas se verán afectadas antes y estornudarán. Otras son más propensas a estornudar durante determinados períodos; así, por ejemplo, se ha demostrado que las embarazadas tienen una mayor tendencia a estornudar, debido al cambio hormonal que experimentan. Se ha comprobado además que los miembros de ciertas familias estornudan un determinado número de veces consecutivas (3-5 veces), lo que sugiere la idea de que los ataques de estornudos podrían ser hereditarios. Se sabe que los hombres estornudan más que las mujeres y que los blancos lo hacen con mayor frecuencia que los negros. Una de cada cinco personas estornuda al mirar hacia una luz intensa, cuando se halla en la oscuridad. Debido al repentino reflejo de luz, la pupila se contrae y aumenta la secreción de lágrimas, las cuales alcanzan la división superior de la cavidad nasal a través de los lacrimales y, al estimular el tejido mucoso de la nariz, provocan el estornudo. En enfermedades como el resfriado común, la mucosidad de la nariz provoca el estornudo muy rápidamente, al estar más sensible.

Cuidado con las bombas de racimo

El estornudo constituye uno de esos extraños momentos en los que el cuerpo desea una situación diferente a la habitual. El estornudo y la tos provocan un movimiento de aire tan intenso que suelta la mucosidad y, como resultado, se forman gotitas. Se ha comprobado que la velocidad del aire y de las partículas que contiene, al ser expulsados a través de la boca es, aproximadamente, de 160 kilómetros por hora. Las personas portadoras de virus de enfermedades como la gripe dispersan cerca de cien millones de microorganismos al estornudar, como si fuese una bomba de racimo. En la nube que se forma pueden permanecer durante horas en el aire entre 2.500 y 5.000 gotitas. A medida que disminuye el diámetro de las gotitas, aumenta su período de permanencia en el aire, y así, el diámetro de aquéllas que permanecen en el aire durante un período de tiempo prolongado, provocando la propagación de enfermedades, es de entre uno a cinco micrones.

En lugar de hacerlo a través del alimento y de la bebida, la tuberculosis se propaga mediante movimientos respiratorios intensos, como el estornudo o la tos, a través de las gotitas que contienen los bacilos. Tras dispersarse en el aire en forma de partículas de menor tamaño, las gotitas son inhaladas por las personas sanas a través de las vías respiratorias.

Si no se tomasen las precauciones necesarias con respecto a una infección vírica, ésta podría propagarse por todo el mundo en el plazo de un mes, dado que las gotitas portadoras del virus pueden avanzar unos cuarenta metros al estornudar, seis metros al toser y dos metros al caminar. Por este motivo, enfermedades como la gripe, que se propagan mediante gotitas, se observan con frecuencia durante el invierno. Si una persona estornuda varias veces en lugares atestados de gente, el virus se propagará a cientos de personas en cuestión de minutos.

¿Es beneficioso estornudar?

El movimiento de los cilios de las vías respiratorias altas es muy importante para la salud pulmonar, dado que retienen las partículas perjudiciales procedentes del aire, provocan el reflejo del estornudo y, junto con la mucosidad, evitan que aquéllas se introduzcan en los pulmones, desempeñando así una importante función protectora. La expulsión del organismo de materias que pueden ser perjudiciales, junto al aire contenido en los pulmones, proporciona grandes beneficios, de ahí que, a fin de estornudar, se inhalaran polvos naturales tales como la pimienta negra, conocidos como rapé. Al estornudar se dilatan las venas cardíacas y cerebrales, y se abren los lacrimales y los conductos sinusales y, así, el aire que normalmente no podemos exhalar es expulsado desde los pulmones.

Cuando estornudamos, se genera en el organismo una enorme presión, sobre todo en la zona del estómago y el cerebro. Debido a ello, una gran cantidad de sangre fluye hacia las venas cardiovasculares, motivo por el que, durante los ataques de estornudos, se pueden producir situaciones peligrosas como en el caso de los desmayos; sin embargo, el estornudo resulta beneficioso para el corazón. Cerrar la boca completamente y aguantar la respiración al estornudar puede provocar roturas y desgarros pulmonares, asimismo, las costillas pueden llegar a romperse a consecuencia de un estornudo intenso y desequilibrado. Si una persona intenta reprimir el estornudo cerrando la boca y la nariz, una vez que el reflejo de estornudar ha tenido lugar, podría sufrir daños cerebrales y parálisis y, si aumenta la presión en los capilares del cerebro, pueden producirse hemorragias. En estos casos, ciertas personas, sobre todo aquéllas que han sido sometidas a una operación, pueden sufrir graves daños. Por otra parte, las venas oculares pueden dilatarse hasta romperse. En consecuencia, cuando se activa el reflejo del estornudo, la persona debe relajarse y no intentar reprimirlo.

Además de constituir una protección frente a las partículas perjudiciales que se introducen en el sistema respiratorio, el estornudo es un acto reflejo que ayuda a relajar, descongestionar y vigorizar el organismo. Si no dispusiéramos de este reflejo, nos resultaría difícil librarnos de partículas nocivas que resultan incómodas. Durante el estornudo, aumenta el período de reposo posterior a la diástole del corazón, y quizás sea ese el motivo por el que usamos una expresión relacionada con Dios cuando alguien estornuda. El profeta Muhammad, la paz y las bendiciones sean con él, dijo: «Uno de los seis derechos del creyente es que el otro recite una oración cuando estornude» y «Una de las ocasiones en la que se acepta la oración es en el momento del estornudo». Se contaba que el Profeta se cubría el rostro con las manos o con un paño y bajaba el tono de su voz.

Cada vez que estornudamos se nos recuerda el valor de la salud que Dios nos otorga. El estornudo es una señal de misericordia no sólo para nosotros, sino también para aquéllos que presencian el momento mediante la oración y con quienes compartimos sentimientos de gratitud.

Adem Arikanli es un escritor independiente turco, interesado en temas de salud y biología.



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