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domingo, 5 de octubre de 2014

Los Infinitos Modos del Islam

Los Infinitos Modos del Islam

15/12/1999 - Autor: Abdelmumin Aya - Fuente: Verde Islam 12
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Los que vienen a estas tierras a enseñarnos la forma de vivir el Islam nos dicen: “El Islam es el mismo en todos sitios”. Nosotros sabemos que el Islam es siempre el mismo, como todos los otros sentimientos del hombre son esencialmente iguales en todo tiempo y lugar. El Islam es uno de los sentimientos de la criatura, como lo es el amor por la madre, la ansiosa espera del amado o la pena por la muerte de un ser querido. Y precisamente por pertenecer a la esfera del corazón humano es maravillosamente incontrolable en sus manifestaciones.
Hay quienes buscan una uniformidad, una homogeneización del Islam, que no es natural. Cada cosa de la naturaleza tiene sus peculiaridades. No hay dos criaturas iguales en la creación. Tratar de que el Islam pierda su diversidad y sea Islam saudí, iraní o sirio en nuestra tierra es pretender una forma aberrante de clonación.
El Islam es idéntico en todos los lugares y en todo tiempo, pero está enriquecido por infinitos matices, que no sólo varían de una cultura a otra, sino incluso de un hombre a otro. No hay dos hombres que se dirijan a su Señor del mismo modo, como no hay dos hombres que sean iguales. Debemos insistir en este punto: el Islam es parte de la Creación y, como ella, encuentra sus propios caminos para existir, desenvolviéndose según sus propios barruntos y ritmos internos. Igual que la propia vida, el Islam tantea, va buscando un modo de salir a la luz, en cada hombre y en cada cultura, y finalmente nace con su forma propia.
No hay imposición en religión, ya venga de fuera, ya venga de dentro. El Islam es la fase final de las cosas creadas, cuando lo creado encuentra el modo de retornar a su Señor. Este camino es individual y, como cada ser humano, es único y original. No es posible un Islam importado directamente de otras tierras e implantado sin más en nuestro país, como no le es posible a un hombre sentir mediante la experiencia de otro. Entender el Islam como algo universalmente uniforme es tan triste como pensar que Allah nos hubiera creado con moldes. Allah hace a cada ser existir en una forma exclusiva e irrepetible. Y si esto es así con la parte material de la criatura ¿por qué pensar que su parte espiritual necesita de ‘moldes’ para retornar a su Señor?
Hay quienes no quieren oír que el Islam no es algo aparte de la Vida; que es exactamente la Vida. Hablando con propiedad, es esa parte de la Vida en la que no creen aquellos que niegan lo invisible, lo inconmensurable. El Islam es el final del proceso de la Creación, se rige por sus mismas leyes, y no da posibilidades a quienes, en lugar de admirarse ante la “arrebatadora belleza” (dunia) de su modo de manifestarse en el espacio y en la Historia, pretenden controlarlo. Tratar de controlar el Islam es —como dirían los antiguos taoístas— “intentar cabalgar al tigre”. Los que piensan que el Islam depende de lo que ellos establezcan, los que piensen que su modo de vivir el Islam es “el Islam” frente a la vivencia islámica de los demás pueblos, saben bien poco de nuestro din. Repiten esquemas que ya demostraron ser un fracaso en la Iglesia Católica : misioneros itinerantes, estrategias de expansión, manipulaciones en la doctrina respecto a los intereses del momento, teólogos que atesoran el saber para conservar el poder, catecismos que simplifican la profundidad de la religión, Concilios que decretan la ortodoxia, anatemas para los heterodoxos...
¿Que son necesarios los maestros espirituales? Sin duda. Aquí, en Egipto, en Siria y en Marruecos. En todas partes escasean. Pero los maestros no lo son por propia elección. Son reconocidos a su pesar por los que quieren aprender de ellos. Mi experiencia personal es que los españoles no somos más ignorantes en materia del Islam que la mayoría de los que vienen de tierras tradicionalmente islámicas. Y desde luego que tenemos una mejor formación extra-islámica que ellos. Entre nosotros abundan los licenciados y doctores universitarios, bastantes de los cuales son perfectos bilingües árabe-castellanos. Y, a pesar de todo, son muchos los que —de paso que se buscan la vida— vienen a enseñarnos, porque “los españoles no acaban de enterarse de qué es el Islam”. Los españoles estamos en estado de permanente necesidad de tutela espiritual.
Quizá haya que aclarar que los que no entienden el Islam son aquellos que creen que son necesarios los misioneros. El Islam no tiene Iglesia por muchas felices razones; una de ellas porque, como he dicho, no es algo que se impone a los pueblos desde fuera, desde arriba, sino que va adoptando su propia forma desde el momento en que toma contacto con una nueva realidad cultural. “Hemos dado a cada pueblo los ritos que han llegado a tener”, dice el Corán. Pero todavía hay quienes no comprenden la grandeza de un Islam que no sea una imitación de las maneras y costumbres de los pueblos árabes.
Naturalmente, el final del proceso es que la propia cultura cambia cuando se la vive desde el Islam. Ninguna cultura puede permanecer igual antes y después de vivir mayoritariamente el Islam. Pero el primer paso no es hacer del Islam algo raro, sino ubicarlo bien en esa cultura. El Islam no es otra cosa que vivir la trascendencia en esta vida, adorar lo sagrado. El ritualismo rígido acabó con el Judaísmo como religiosidad y luego con el Catolicismo. Los modos de conducta preestablecidos que ciertos musulmanes extranjeros, que ni entienden ni quieren entender a los españoles, pretenden imponernos como un todo acabado y definitivo ahuyentan del Islam a la gran mayoría de los que por él se interesan y relega —a aquellos que no consiguen ahuyentar— a un ghetto dentro de su propia cultura.
Abrirles las puertas del Islam a nuestros conciudadanos y vecinos es dejarles que vayan comprendiendo a su ritmo, sin sobrecargarlos de obligaciones y reprimendas, dejándoles equivocarse incluso, pero sobre todo dejándoles hacer suyo el Islam. Muchas de las cosas que no comprendíamos cuando hace ya algunos años aceptamos el Islam, ahora las vivimos y las comprendemos.
Pero el camino no es tener que sufrir una saturación de maestros a los que nadie ha llamado para que nos enseñen, la mayoría de los cuales no son nadie en su propia tierra, en sus ciudades, en sus barrios, en sus casas, porque no saben nada, y vienen a nosotros para alcanzar un poder que personalmente no tienen y a que se les reconozca un saber del que Allah les privará hasta que no abandonen la peor parte de su nafs. Estos maestros sin Sabiduría necesitados de quitarse complejos culturales de inferioridad deben comprender que son huéspedes en nuestras mezquitas.
Es lamentable que la presencia de tanto muytahid y tanto sheij en nuestra tierra esté suponiendo un gasto de energía adicional al que ya tienen que hacer los musulmanes españoles para vivir en esta sociedad deshumanizada. Seguramente —Allah sabe por qué hace las cosas— es para bien, ya que de sus continuas castraciones y molestias sólo los más fuertes de los nuevos musulmanes sobreviven, y el efecto final será un Islam que, insha Allah, cuando ya nadie pueda ahogarlo, gozará de una salud espiritual que será luz del mundo.
Ya hemos pagado un alto precio en musulmanes españoles que han dejado el Islam porque no se les ha dejado vivirlo sin la violencia de tener que ser continuamente agobiados por improvisados fuqaha, intransigentes maestros de Sabiduría —¿por qué conformarnos con menos?— desde el modo de mover el dedo en el yulus, al modo de comportarse con las mujeres en una mezquita, o la manera de entrar en un cuarto de baño con la pierna izquierda —”a menos que queramos perder memoria”— como nos decían cuando niños los curas acerca de la masturbación.
Se ha intentado que los musulmanes españoles fueran árabes, sirios, turcos, persas, moros. El resultado del intento de arabización de los conversos es normalmente catastrófico. Si uno viaja por África o Asia, puede comprobar cómo el Islam ha sido vivido desde la realidad de cada tierra a la que ha llegado. Pero con el Islam español no ha sucedido esto. Hasta ahora no se le ha dejado ser. Porque había que apoderarse de él.
El Profeta, la paz y las bendiciones sean con él, nos dijo que todos nacíamos musulmanes. Y lo dijo porque el Islam es una realidad que supera al Islam histórico, previa al Islam árabe. El Profeta transmitió que el primer musulmán fue Adam. Toda esta sabiduría transmitida por el Profeta, la paz y las bendiciones sean con él, no podrá explicarla quien piense que para ser musulmán debe imitar a los árabes. Cada pueblo tiene su forma propia de adorar al único y al mismo Señor. La condición islámica de alguien no comienza con su shahada, sino que ésta es sólo una conciencia de que tal naturaleza palpita en él y una manifestación pública de ingreso en el cuerpo social de Muhammad.
El Islam es uno y el mismo en todo tiempo y lugar, como en todo lo ancho y largo del planeta una criatura es lo mismo que otra criatura, y sin embargo ¡qué extraordinaria variedad presentan! ¿Quién preferiría que, en lugar de ofrecernos la exhuberante variedad de formas que tienen, sólo existiera una y la misma criatura para cumplir las funciones que tienen encomendadas en la cadena de la Vida?


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