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martes, 1 de diciembre de 2015

Fátima Mernissi, la voz que unió el feminismo y el islam, fallece a los 74 años

La socióloga marroquí publicó obras como El harén político: el profeta y las mujeres (1987) o Sueños en el Umbral: Memorias de una niña del harén (1996)
Ganó el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2003
Fallece la marroquí Fatima Mernisi, figura de la sociología y el feminismo árabe
Fallece la marroquí Fatima Mernisi, figura de la sociología y el feminismo árabe
La marroquí Fatima Mernisi, fallecida el pasado lunes a los 74 años, fue una pionera en la labor de conciliar dos visiones que en su momento parecían incompatibles: el feminismo laico y el feminismo musulmán, que no reniega de sus raíces culturales. Sin caer nunca en el discurso religioso, sino dentro de los cánones universitarios y académicos, Mernissi se encargó de recordar en su prolífica obra (traducida a numerosos idiomas) que el islam no debe verse como una religión que relega a la mujer a un ámbito inferior. La especialista en el mundo árabe contemporáneo Ángeles Ramírez, profesora en la Universidad Autónoma de Madrid, recuerda en este sentido dos líneas de trabajo de Mernisi hoy todavía válidas: la primera, la que recuerda que el Corán no es “per se” un texto discriminatorio.
Según Mernissi, ha sido la lectura histórica del Corán, y concretamente la elección de unos “hadices” (palabras y hechos atribuidos al profeta Mahoma), los de corte más conservador, los que han hecho triunfar una visión misógina en la mayor parte del mundo musulmán. La segunda gran aportación (que aparece en su libroLas sultanas olvidadas, 1990) es recordar que la Historia escrita en el mundo musulmán ha hurtado la aportación de numerosas mujeres que desde ámbitos políticos o intelectuales marcaron sus épocas, pero su voz ha sido silenciada en un mundo dominado por hombres. Por su parte, María Cardeira, profesora de la Universidad de Lisboa y también investigadora sobre el norte de África, destacó que Mernissi fue pionera en muchos aspectos, pero principalmente en imponer su voz en un mundo intelectual (el del Magreb y el mundo árabe) que en los años ochenta estaba absolutamente dominado por los hombres.
Su obra -recuerda Cardeira- tiene el mérito de haber cosechado reconocimientos tanto entre el público occidental laico como en el árabe-musulmán, con un discurso que permitía ser comprendido y compartido por sus lectores. Además, su obra tuvo una gran repercusión no solo en el mundo árabe o francófono, destinos naturales de los pensadores marroquíes, sino también en el mundo anglosajón, gracias a que fue en Estados Unidos donde leyó su tesis Sexo, ideología e islam en 1975. En el mundo árabe-musulmán, su obra podría compararse a la de la egipcia Nawal Saadawi, pero Mernissi nunca tuvo el tono acerbo y hostil que Saadawi tuvo hacia el islam en su vertiente tradicional o en la contemporánea.

“La talla 38 es el burka de la mujer occidental”

Fatima Mernissi nació en Fez en 1940 y se crió dentro de un harén, un hecho que marcaría su vida y que le sirvió para proyectar después sus vivencias en la reflexión intelectual, como cuando produjo una de sus obras más conocidas, El harén político: el Profeta y las mujeres (1987). Pero la pensadora marroquí, premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2003, tuvo también una mirada muy crítica con la cultura occidental a la que no era ajena, y en este sentido es célebre su frase sobre “la esclavitud de la talla 38” aparecida en una de sus últimas obras, El harén occidental. En él cuenta su sorpresa cuando entró en una tienda de ropa en Estados Unidos y no encontró una falda que le sirviera: “¡Es usted demasiado grande!”, le espetó la dependienta. “¿Comparada con qué?”, inquirió Mernisi. “¡Pues con la talla 38!”, respondió la vendedora.
Para Mernissi, también la mujer occidental sufre sus propias esclavitudes, surgidas del canon estético: según ella, el hombre musulmán manipula el espacio y relega a la mujer a su casa, pero el occidental “manipula el tiempo y la luz: afirma que la mujer es bella cuando aparenta catorce años, y al fijarla en la iconografía como ideal de belleza, condena a la invisibilidad a la mujer madura”.

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