A lado de su compañero kurdo en un puesto de control en el norte de Iraq, el voluntario estadounidense John Cole proyecta una figura inusual en la carretera hacia el frente más reciente en la guerra contra el Estado Islámico.
Con sus 2,1 metros de altura y sosteniendo su rifle de asalto
hacia abajo, Cole está entre un grupo relativamente pequeña de
occidentales que han hecho su propio camino hacia Iraq para tomar las
armas contra el grupo miliciano, a pesar de que las autoridades kurdas
dicen que necesitan más dinero extranjero y armas que hombres.
Exactamente cuánto ha luchado Cole no está claro, pero el hombre
de 23 años dijo que, al contrario que la mayoría de soldados
estadounidenses habituales en los puestos de los alrededores, él ha
participado en ofensivas contra el Estado Islámico que incluían fuego de
artillería y ataques aéreos. “Puedes sentir las explosiones en tus
dientes. Es en cierto modo genial, en realidad”, dijo a Reuters, dándole
una calada a un cigarrillo con nerviosismo.
John Cole, de 23 años, fuma mientras habla con Reuters en Majmur (Ahmed Jadallah / Reuters)
Cole, natural de Charlotte, Carolina del Norte, dijo que había
venido para vivir nuevas emociones tras dejar su trabajo transportando
materiales biológicos peligrosos tales como residuos médicos. Además de
toda la violencia, su fascinación por el norte de Iraq, con un mosaico
de grupos étnicos y religiosos, fue también un fuerte atractivo.
“Algunas personas se toma un año sabático antes de ir a la universidad,
otros simplemente hacen esto”, dijo. “Me gustaría pasar tiempo aquí y
aprender más sobre la cultura, la gente, la historia de esta tierra y
después irme a casa”.
Miles de extranjeros han acudido a Iraq y Siria en los últimos
tres años, la mayoría para unirse a Estado Islámico. Pero un número
menor, estimado en varias decenas, están con los grupos luchando contra
los radicales.
John Cole junto a un peshmerga (Ahmed Jadallah / Reuters)
Cole entró con los combatientes kurdos en Siria el pasado julio y
unos meses después fue a Iraq, donde planea quedarse al menos hasta
octubre.
Dice que decidió venir después de que Estado Islámico tomase el
pueblo de Sinjar, al norte, masacrando, esclavizando y violando a miles
de personas de la minoría yazidí.
Las fuerzas Peshmerga de la región autónoma kurda, apoyadas por
ataques aéreos de la coalición liderada por EEUU, retomaron Sinjar en
noviembre cuando él estaba de vuelta en EEUU en un descanso. Tareas rutianarias
La semana pasada, Cole estuvo participando en un control de
carretera cerca de la ciudad de Majmur y en las afueras de Camp Swift,
una base de las fuerzas de Estados Unidos que ayudan al ejército iraquí y
a los Peshmerga en una lenta ofensiva destinada para eventualmente
retomar la ciudad norteña de Mosul.
A diferencia de muchos de los voluntarios, Cole no es un
experimentado exmilitar. Dijo que había recibido entrenamiento de campo
en artillería en una base en Oklahoma, pero lo abandonó debido a una
lesión en la cadera y a una motivación que flaqueaba.
Las tropas que quedan en Iraq participan principalmente en una
misión para entrenar y apoyar al Gobierno iraquí y a las fuerzas
Peshmerga, con aquellos en Camp Swift limitados a permanecer en su base a
varios kilómetros del frente de combate.
John Cole fuma en el puesto de control de Majmur (Ahmed Jadallah / Reuters)
Aunque los voluntarios tienen menos restricciones, sus funciones
pueden parecer rutinarias. Cole insistió en que no se arrepentía en
absoluto de venir a Iraq, donde sus funciones incluyen labores en el
puesto de control, ayudar a personas desplazadas internamente y
“prisioneros”, una tarea que se negó a detallar.
“No estoy enfadado por cosas como muchos occidentales ... Creen
que van a luchar a diario y matar a montones de personas, y luego vienen
aquí y no es lo que esperaban y se marchan”, dijo, añadiendo que ha
aprendido algunas expresiones kurdas y árabes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario