Voluntarios de EE.UU. buscan aventuras luchando contra el Estado Islámico
- Miles de extranjeros han acudido a Iraq y Siria en los últimos tres años, la mayoría para unirse a los yihadistas
A lado de su compañero kurdo en un puesto de control en el norte de Iraq, el voluntario estadounidense John Cole proyecta una figura inusual en la carretera hacia el frente más reciente en la guerra contra el Estado Islámico.
Con sus 2,1 metros de altura y sosteniendo su rifle de asalto hacia abajo, Cole está entre un grupo relativamente pequeña de occidentales que han hecho su propio camino hacia Iraq para tomar las armas contra el grupo miliciano, a pesar de que las autoridades kurdas dicen que necesitan más dinero extranjero y armas que hombres.
Exactamente cuánto ha luchado Cole no está claro, pero el hombre de 23 años dijo que, al contrario que la mayoría de soldados estadounidenses habituales en los puestos de los alrededores, él ha participado en ofensivas contra el Estado Islámico que incluían fuego de artillería y ataques aéreos. “Puedes sentir las explosiones en tus dientes. Es en cierto modo genial, en realidad”, dijo a Reuters, dándole una calada a un cigarrillo con nerviosismo.
Cole, natural de Charlotte, Carolina del Norte, dijo que había
venido para vivir nuevas emociones tras dejar su trabajo transportando
materiales biológicos peligrosos tales como residuos médicos. Además de
toda la violencia, su fascinación por el norte de Iraq, con un mosaico
de grupos étnicos y religiosos, fue también un fuerte atractivo.
“Algunas personas se toma un año sabático antes de ir a la universidad,
otros simplemente hacen esto”, dijo. “Me gustaría pasar tiempo aquí y
aprender más sobre la cultura, la gente, la historia de esta tierra y
después irme a casa”.
Miles de extranjeros han acudido a Iraq y Siria en los últimos tres años, la mayoría para unirse a Estado Islámico. Pero un número menor, estimado en varias decenas, están con los grupos luchando contra los radicales.
Cole entró con los combatientes kurdos en Siria el pasado julio y
unos meses después fue a Iraq, donde planea quedarse al menos hasta
octubre.
Dice que decidió venir después de que Estado Islámico tomase el pueblo de Sinjar, al norte, masacrando, esclavizando y violando a miles de personas de la minoría yazidí.
Las fuerzas Peshmerga de la región autónoma kurda, apoyadas por ataques aéreos de la coalición liderada por EEUU, retomaron Sinjar en noviembre cuando él estaba de vuelta en EEUU en un descanso.
Tareas rutianarias
La semana pasada, Cole estuvo participando en un control de carretera cerca de la ciudad de Majmur y en las afueras de Camp Swift, una base de las fuerzas de Estados Unidos que ayudan al ejército iraquí y a los Peshmerga en una lenta ofensiva destinada para eventualmente retomar la ciudad norteña de Mosul.
A diferencia de muchos de los voluntarios, Cole no es un
experimentado exmilitar. Dijo que había recibido entrenamiento de campo
en artillería en una base en Oklahoma, pero lo abandonó debido a una
lesión en la cadera y a una motivación que flaqueaba.
Las tropas que quedan en Iraq participan principalmente en una misión para entrenar y apoyar al Gobierno iraquí y a las fuerzas Peshmerga, con aquellos en Camp Swift limitados a permanecer en su base a varios kilómetros del frente de combate.
Aunque los voluntarios tienen menos restricciones, sus funciones
pueden parecer rutinarias. Cole insistió en que no se arrepentía en
absoluto de venir a Iraq, donde sus funciones incluyen labores en el
puesto de control, ayudar a personas desplazadas internamente y
“prisioneros”, una tarea que se negó a detallar.
“No estoy enfadado por cosas como muchos occidentales ... Creen que van a luchar a diario y matar a montones de personas, y luego vienen aquí y no es lo que esperaban y se marchan”, dijo, añadiendo que ha aprendido algunas expresiones kurdas y árabes.
Con sus 2,1 metros de altura y sosteniendo su rifle de asalto hacia abajo, Cole está entre un grupo relativamente pequeña de occidentales que han hecho su propio camino hacia Iraq para tomar las armas contra el grupo miliciano, a pesar de que las autoridades kurdas dicen que necesitan más dinero extranjero y armas que hombres.
Exactamente cuánto ha luchado Cole no está claro, pero el hombre de 23 años dijo que, al contrario que la mayoría de soldados estadounidenses habituales en los puestos de los alrededores, él ha participado en ofensivas contra el Estado Islámico que incluían fuego de artillería y ataques aéreos. “Puedes sentir las explosiones en tus dientes. Es en cierto modo genial, en realidad”, dijo a Reuters, dándole una calada a un cigarrillo con nerviosismo.
Miles de extranjeros han acudido a Iraq y Siria en los últimos tres años, la mayoría para unirse a Estado Islámico. Pero un número menor, estimado en varias decenas, están con los grupos luchando contra los radicales.
Dice que decidió venir después de que Estado Islámico tomase el pueblo de Sinjar, al norte, masacrando, esclavizando y violando a miles de personas de la minoría yazidí.
Las fuerzas Peshmerga de la región autónoma kurda, apoyadas por ataques aéreos de la coalición liderada por EEUU, retomaron Sinjar en noviembre cuando él estaba de vuelta en EEUU en un descanso.
Tareas rutianarias
La semana pasada, Cole estuvo participando en un control de carretera cerca de la ciudad de Majmur y en las afueras de Camp Swift, una base de las fuerzas de Estados Unidos que ayudan al ejército iraquí y a los Peshmerga en una lenta ofensiva destinada para eventualmente retomar la ciudad norteña de Mosul.
Las tropas que quedan en Iraq participan principalmente en una misión para entrenar y apoyar al Gobierno iraquí y a las fuerzas Peshmerga, con aquellos en Camp Swift limitados a permanecer en su base a varios kilómetros del frente de combate.
“No estoy enfadado por cosas como muchos occidentales ... Creen que van a luchar a diario y matar a montones de personas, y luego vienen aquí y no es lo que esperaban y se marchan”, dijo, añadiendo que ha aprendido algunas expresiones kurdas y árabes.
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