AMLO y los despidos en Milenio y Reforma... y los que vienen en otros diarios, radio, etc.
Una buena idea, una medida más que necesaria —disminuir a la mitad la publicidad oficial—, si no se implementa paulatinamente, con cuidado y sin favoritismos de los nuevos funcionarios, podría ser la ruina, como empieza a serlo, de los medios mexicanos
Foto propiedad de: Internet“Por razones económicas @Reforma decidió suspender la publicación de mi columna semanal ‘Agenda Ciudadana’. Lamento su situación y les deseo mejor fortuna en el futuro”. Tuit de Lorenzo Meyer, profesor emérito de El Colegio de México y miembro emérito del Sistema Nacional de Investigadores del CONACYT
“No sé cómo contar esto, pero tengo necesidad de externarlo porque si no lo hago, me voy a ahogar. Hace poco menos de dos horas me llamó el subdirector de Milenio para decirme que me incluyeron dentro del fuerte recorte”. Hugo García Michel, Director de la revista Mosca, (¿ex) columnista de Milenio y colaborador de Nexos, Laberinto y Marvin. Músico, escribidor, editor, periodista, amante amateur
Durante el encuentro con la Cámara Nacional de la Industria de la Radio y la Televisión, el periodista Mario Campos le preguntó a Andrés Manuel López Obrador que cuál sería la estrategia de su gobierno frente a la compra de espacios publicitarios en los medios de comunicación. El tabasqueño contestó que contratará “poquito, porque es bendito, porque vamos a cuidar el presupuesto público”.
“La libertad comienza donde la ignorancia termina”. Víctor Hugo
Como una de las medidas de austeridad, Andrés Manuel adelantó el anuncio de un recorte del gasto en publicidad oficial destinada a medios de comunicación de al menos un 50%.
Ello, naturalmente, desencadenó pánico en el sector, y aun antes de que López Obrador llegue a Palacio Nacional, sabemos de medios desarrollando ya todo tipo de estrategias para protegerse, incluidos los recortes drásticos en su personal.
Algunos ejemplos
• Se ha publicado que Milenio (Grupo Multimedios, de Francisco González y sus hijos) ha despedido a 100 periodistas, aunque fuentes confiables me dicen que son en realidad 200... ¡Casi la mitad de toda su planta editorial en todo el país! Esa es la estrategia de los González, de Monterrey, para enfrentar la disminución esperada en la publicidad oficial anunciada desde su campaña por el presidente Andrés Manuel López Obrador. Es decir, correr a cientos de sus empleados es la única defensa que se le ocurrió a la alta dirección de Milenio, incluida Milenio TV, para que sus estructuras resistan la baja en el gasto promoción del gobierno federal. Para evitar debates internos innecesarios, Milenio tuvo que solicitar la renuncia a la dirección a Carlos Marín, que se negaba a los despedidos. Coincide la medida con un resultado positivo de Milenio, que el pasado mes creció en el ranqueo que da a conocer ComScore con respecto a los medios digitales. ¿Es esperable que los buenos resultados continúen con la salida de 200 trabajadores del gremio del periodismo? Para lograrlo necesitará el grupo de medios de Francisco González y sus hijos de una obra maestra de la reingeniería.
• Reforma y Lorenzo Meyer, una de las plumas (¿teclados?) más caras —pero también más connotadas— de México ha destapado en Twitter la crisis del grupo de diarios de Alejandro Junco de la Vega, padre e hijo. El periódico Reforma prescindió de los servicios de Meyer. No faltará quien quiera señalar con dedo flamígero una supuesta represión a la libertad de expresión por parte del próximo gobierno. Nada sería más alejado de la verdad, pues Meyer —de análisis profundo y pinceladas históricas— es uno (si no el que más) de los articulistas más leídos, admirados y queridos por el propio AMLO. Así que la verdad en este caso es simple y sencillamente económica: Meyer es oneroso para el Reforma por sus relativos pocos lectores y, por lo mismo, un gran articulista ha sido despedido. Malas noticias, pésimas en realidad, para el periodismo mexicano.
• El Universal. No ha trascendido, o no lo he leído, pero sé de buena fuente que en El Universal, de Juan Francisco Ealy y su hijo del mismo nombre, se prepara también un recorte que empezaría con los mismísimos directores editoriales; sí, con el talentoso David Aponte y sus subordinados directos.
• La radio mexicana está en las mismas. Por lo tanto, el presidente López Obrador lo más probable es que solo si garantiza a alguna empresa un monto importante de publicidad oficial tendrá éxito en su intento, digno de aplauso, de que Carmen Aristegui tenga de nuevo un noticiero matutino. El problema, le dirán los radiodifusores a AMLO, no es con Carmen, sino su alto salario —que sería más que merecido, por supuesto—, que ninguna empresa puede justificar pagarlo en una época en la que, más bien, están pensando en fuertes recortes del personal periodístico mejor pagado para resistir la caída en los ingresos que el propio presidente electo ha anunciado.
Efectos perversos por la disminución en publicidad
Algunas distorsiones que se dan hoy en día en la industria de los medios noticiosos —y los no tan noticiosos— sin duda se difuminarán al disminuir la publicidad oficial. Pero, a cambio, ello tendrá otros efectos que en el corto plazo resultarán muy perniciosos para el periodismo en el país. Será entonces, labor de los periódicos, de los lectores y algo del tiempo, que se encuentre un nuevo equilibrio, desde luego económico, pero lo más importante, de valor y de una libertad de expresión absoluta.
Efectos benéficos
• Desaparecerán muchos pasquines (y alguno que otro diario que no lo aparenta, pero lo es) que se han dedicado a vivir del erario.
• Disminuirán los ríos de tinta hablando de los programas que “no tienen fines políticos” y ese dinero se podrá dedicar en realidad a los proyectos que tanto anuncian.
• Otros ingresos. No hay plumas ni periódicos objetivos. Situación que en otros países se lleva muy claro y aquí nadie quiere aceptarlo, aunque sea cierto. El recorte a la publicidad del gobierno, llevará a que los medios busquen el pago de publicidad, comercial y hasta política, en empresas o individuos afines a su verdadera ideología.
• Conoceremos cuáles son los medios en los que impacta más su nombre que el número de lectores (usuarios) y aquellos que sin tanto bombo, tienen seguidores en serio de forma física y virtual. Esto, también puede ser pernicioso. Ejemplos: Proceso o Aristegui Noticias. Ambos medios puntuales, serios; los cuales no tienen —ni de lejos— la demanda de lectores que uno creería. ComScore no miente.
• Si la publicidad oficial se dejara de dar a periodistas en específico y solo a los medios, se acabarían (disminuirían) los individuos adictos a “x” o “y” funcionario o gobierno.
Efectos perniciosos
• Se perderán grandes plumas por el costo que representan para muchos medios, hoy Lorenzo Meyer, Hugo García Michel; mañana muchos más que desafortunadamente se verán obligados a abandonar diferentes periódicos y noticieros de radio y TV y aun portales de internet.
• Algunos, muchos medios en lugar de buscar más publicidad comercial, despedirán periodistas, para no perder las ganancias o solo para soportar sin entrar en crisis un recorte que ya se considera. Lo cual es un error, pues se pierde calidad y con ello, más lectores, redundando en menores ingresos.
• Importante número de periodistas desempleados con un conocimiento específico difícil de absorber por otras industrias. ¿Estamos en la antesala de una proliferación de blogs independientes? ¿Blogs que serán objetivos o simples buscadores de publicidad política donde aparezca, sea o no legítima; recordemos que sobra dinero negro entre no pocos políticos hambrientos de promoción?
• Dinero lavado para financiar medios. El punto anterior es de subrayarse. Si además de muchos de los pequeños blogs que nacerán y no tendrán otra opción, también los grandes medios, para sobrevivir, recurren a publicidad pagada por políticos financiados con dinero ilegalmente lavado, que abundan en en nuestro país dominado por las mafias, estaremos ante un gran desastre periodístico.
• Se sacrificará el análisis político, económico y social en aras de secciones de mayor difusión y popularidad como deportes, entretenimiento y sociales. Estas venden más, sin lugar a dudas, pero no informan, ni cuestionan.
• Golpeteo a articulistas incómodos a los propios medios y traslado de la “culpa” al nuevo gobierno. Con lo cual se crearán odios innecesarios y una percepción errónea de ataques a la libertad de expresión. Volviendo más vulnerables a los propios medios y a los periodistas.
• Si solo se mide el número de lectores, puede haber publicaciones que sean sobrevaloradas, sólo por su tiraje y no por su información (la nota roja, ¡Alarma!, revistas de espectáculos y diarios deportivos), por no mencionar a los grandes rotativos con ínfimo número de suscriptores reales. Lo peor es que publicaciones periodísticas tenderían a la información porque vende.
• En fin, la ruina del periodismo serio en México.
¿Eso es lo que quiere AMLO?
Por supuesto que no. Él está proponiendo un cambio drástico en la relación prensa-gobierno, lo cual es bueno: disminuir la dependencia de los medios de la publicidad oficial y el derroche en el erario.
Desafortunadamente, el recorte en empleos y la disminución de la calidad y de la crítica periodística (agréguele aquí la indirecta anulación de la libertad de expresión) serán los efectos no deseados en este “mercado”.
En pocas palabras, el bien más importante que está en juego es la libertad de expresión. El quid es que quienes la defienden, buscan un bien mayor (para ellos; dueños pero también periodistas, correctores de estilo, diseñadores, mercadólogos, y un largo etcétera), que es el generar ingresos y utilidades; mientras que el gobierno, quien es el garante de la libertad de expresión, si bien irá contra una de las peores prácticas de nuestro país al disminuir la publicidad oficial, si lo hace de tajo y con favoritismo, tendrá peores efectos que beneficios.
¿Cómo puede este crear entonces un equilibrio justo entre disminuir la publicidad oficial y no “matar” al periodismo? Porque es cierto, el gobierno no debe dar dinero a los medios, pero están tan maleados (los buenos y los peores), que si les quitan ese oxígeno, bien podría quedar solo lo peor de los mismos.
Lo mínimo que el presidente López Obrador debe hacer en este caso es ordenar un recorte paulatino, bien pensado y aplicado con criterios objetivos, medibles, como las estadísticas de audiencia que calculan empresas globales absolutamente serias. Es decir, sin recortar de más a los medios que caigan mal y recortar menos o nada a aquellos diarios favoritos.
Periodismo en el mundo
Los grandes periódicos a nivel mundial llevan años reestructurándose para poder ser competitivos. La revolución digital los arrasó y en la resaca descubrieron que pueden sobrevivir reinventándose y buscando no solo nuevas formas de ingreso legal, sino reclutando mejores periodistas, articulistas y ofreciendo propuestas de investigación.
En los Estados Unidos los medios se han visto recientemente hostigados por la “amenaza naranja” y su respuesta ha sido reagruparse; solicitar a sus lectores su apoyo y conservar sus mejores plumas, aun a costa de disminuir las ganancias y el ingreso de toda la plantilla. ¿Lograrán sobrevivir? Ni siquiera el New York Times o el mítico Washington Post (que lo compró Jeff Bezzos) lo llevan claro. Lo único cierto, es que no abandonan la brega en aras de informar...
Periodismo en México, ¿el 4º poder en la 4ª transformación?
Los grandes medios, o aquellos que están pugnando por consolidarse o quieren continuar siendo el cuarto poder, deberán ser lo suficientemente audaces para que puedan mantener un número importante de usuarios/lectores sin perder profundidad periodística y de investigación.
Por el lado de la publicidad oficial, si no quieren que las medidas de austeridad tengan consecuencias no previstas, como periodistas/articulistas contratados por medios financiados por fuerzas políticas y con motivaciones no periodísticas (uno está por surgir, aunque negado por uno de los interesados: Mancera), entonces el proceso de recorte debería ser llevado con análisis, objetividad y procurando mantener la libertad de expresión y que la disrupción del mercado afecte lo menos posible a los articulistas como Meyer. De no hacerlo así, el caldo saldrá más caro que las albóndigas. Sin olvidar que se presta a la descalificación fácil del gobierno, apoyándose en la frase de Echeverría: “yo no pago para que me peguen”. Aunque no sea lo que AMLO busque.
El colmo sería que López Obrador anunciara ahora, como ya lo hizo en el caso de Aristegui y Gutiérrez Vivó, que hablará con dueños de periódicos para que contraten a Lorenzo Meyer, despedido precisamente como respuesta a un anuncio —que cada quien interpreta en función de sus propias finanzas— del presidente electo.
Por si fuera poco todo lo anterior, México es uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo. Profesión mal pagada y peor valorada. Basta ver cómo disminuye el número de estudiantes en dicha carrera y —el peor indicador— el aumento en el número de periodistas asesinados por tratar de informar.
Bienvenido el recorte en la publicidad oficial hacia los medios, pero...
Se deben terminar los “chayotes” y los “chayoteros”, pero el recorte debe hacerse de forma informada, paulatina, clara y objetiva, basado en mediciones perfectamente hechas de ratings, audiencia, lectores y usuarios únicos de internet. Sin descalificativos a los articulistas y periodistas que cumplen con la tarea de informar.
Labor complicada de medios y gobierno, cuidar la libertad de expresión, unos desde su visión de empresarios, los otros como garantes de la misma. ¿Puede hacerse? Sin duda alguna, aunque no resulta sencillo.
La libertad de expresión en sí misma deja, pero la medida anunciada del recorte a la publicidad genera más dudas que certezas. Las disyuntivas económicas, de salvaguarda y represivas generadas en su nombre, abren un debate donde cualquier paso en falso o actitud con ganas de coartar trastoca dicha libertad en un bien material con precio sí, pero carente de valor.
Para la solidificación de la democracia es menester buscar ese oxígeno para los medios; ello redunda en la libertad de expresión, que a su vez tiene una vertiente peliaguda, una línea muy delgada. Defendamos, así, la libertad que en estas situaciones llega a parecer indefendible.
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