Jihadistán: Putin tuvo razón en Siria
Alfredo Jalife-Rahme
Un soldado
dispara en un combate contra separatistas pro rusos en Ilovaysk, ciudad del
este de Ucrania, ayer. El presidente Petro Poroshenko dijo en esa fecha que el
único instrumento efectivo para terminar el baño de sangre en esa región sería
un control real de la frontera con Rusia, así como detener la provisión de
armas a los rebeldes y liberar a los prisioneros de guerraFoto Reuters
C
on las
sanciones a cuestas de Estados Unidos y la Unión Europea (UE) –que fracturaron
bipolarmente la geoeconomía global en Ucrania, el nuevo Muro de Berlín de
inicios del siglo XXI, entre dos bloques metatransregionales: el G-7, de corte
financierista burbujeante, en decadencia acelerada; y el BRICS, de corte
economicista en ascenso irresistible–, el presidente de Rusia, Vlady Putin, hilarantemente marginado
por Occidente (whatever that means: comprende a la nación asiática
oriental Japón, además, en declive), obtuvo la razón histórica respecto a los
sangrientos sucesos de Siria que infestaron a Irak y desembocaron en la
creación artificial del Estado Islámico (EI) y su ominoso Jihadistán
medieval,
que aún nadie se atreve a reconocer en el mundo, por ser poluta y políticamente
incorrecto.
El
verdadero ventrílocuo del EI, el supremo califa, senador John McCain, desnudado
como el verdadero primer califa,
mediante su marioneta Abu Bakr Al-Baghdadi, el segundo califa, asuela el
corazón del mundo árabe en su superestratégica región levantina, pletórica en
hidrocarburos y geoestratégica zona de amortiguamiento (buffer
zone) del RIC (Rusia, India y China):
tres potencias nucleares colmadas de islámicos sunitas.
Desde una
perspectiva humanista universal –no sectaria, de gueto mental fundado en mitos
etno-teológicos, muy respetables, pero muy endebles, que no resisten el
análisis científico riguroso–, las atrocidades del Jihadistán
son a
imagen barbárica y semejanza fundamentalista del Israelistán/Sionistán
y su
enésimo infanticidio deliberado de palestinos en Gaza que procura
generosamente el partido israelí de ultraderecha Likud, que goza de exclusiva y
excepcional licencia para asesinar infantes de Estados Unidos, quien ha puesto
el grito en el cielo en forma hipócrita –en su clásica aplicación política de
dos pesas y dos medidas– por la reprobable barbarie de los sunitas del EI que
aparentemente procreó y dejó crecer con propósitos de desestabilización
geopolítica para avanzar sus designios aviesos contra sus adversarios
geoeconómicos en el triángulo euroasiático del RIC que cobija la doctrina Primakov del ex
premier ruso.
Bajo el
pretexto del lanzamiento de armas químicas por el régimen de Bashar Assad
contra su propia población –lo cual nunca se evidenció por terceras partes y,
al contrario, salieron mal parados los rebeldes sirios que presuntamente usaron
un operativo de bandera falsa–, Obama estuvo a punto de iniciar
una guerra contra Siria.
Existe
enorme semejanza coreográfica entre las armas químicas de Siria con el montaje
hollywoodense del avión de Malaysia Airlines, aparentemente derribado por
órdenes del ucranio-israelí-chipriota multimillonario oligarca Igor Kolomoiski,
quien posee varias compañías aéreas ucranias y “financia los servicios de
control de vuelos de Dnepropetrovsk, que eran responsables de controlar el trágico vuelo”.
Por
cierto, estremeció la noticia de que Holanda no está dispuesta a reportar el
contenido de las cajas negras del avión siniestrado, lo cual provocará
problemas con Malasia, cuya prensa abiertamente acusa al gobierno de Ucrania de haber
derribado su avión, con base en las revelaciones del insigne
investigador estadunidense Robert Parry.
Fue
justamente la sabia intervención de Vlady Putin que salvó tanto a su aliado
Bashar –obligado a destruir su arsenal químico, sin ser tocada, otra vez
excepcionalmente, la pletórica dotación de armas de destrucción masiva de
Israel: biológicas, químicas y un máximo de 400 bombas atómicas– como al propio
Obama de una aventura que, visto en retrospectiva, hubiera sido un desastre, si
no el inicio de la tercera guerra mundial.
En su ya
histórico editorial de hace un año en The New York Times , Vlady Putin previó que el inicio de la
guerra de Obama en Siria incrementaría la violencia y desencadenaría una nueva
ola de terrorismo. Podría socavar los esfuerzos multilaterales para resolver el
problema nuclear iraní y el conflicto israelí-palestino y desestabilizar aún
más el Medio Oriente y África del norte. Podría tirar el sistema entero de
orden y ley internacional fuera de balanza.
Sobre el
ascenso irresistible del Jihadistán, plagado de los nuevos condittori
(medievales
mercenarios italianos) del outsourcing de la trasnacional terrorista islámica de la
globalización bélica israelí-anglosajona, Vlady Putin advirtió, con la
inigualable experiencia de las dos guerras etno-teológicas de Rusia en
Chechenia y otras en el trans Cáucaso: Mercenarios de los países árabes que
combaten (en Siria), y centenas de militantes de los países occidentales
(¡supersic!) y aun de Rusia (léase: Chechenia y Daguestán), son un tema de
nuestra profunda (sic) preocupación. ¿No podrían regresar a nuestros (sic)
países con su experiencia adquirida en Siria?
Thierry Meyssan, temerario
director de la Red Voltaire, que anda hiperactivo lanzando misiles letales de
desmitificación, asevera que Estados Unidos planea usar otra carta (sic) en
septiembre (sic) en San Petersburgo (sic) para desestabilizar a Rusia. ¿Busca
Estados Unidos la guerra mundial?
Lo
perturbador es que los mercenarios a sueldo del EI han pululado a grado tal que
el periodista estadunidense James Foley, independientemente de las graves
acusaciones de montaje hollywoodense proferidas por el portal Moon of
Alabama, fue
decapitado por un supuesto devoto encapuchado verdugo occidental de acento
británico convertido al Islam.
Después
del escenario del 11-S y su guerra civilizatoria contra el terror islámico
global, ¿cómo deambularon miles de conversos europeos occidentales a combatir
en las filas del EI?
Como que
no cuaja la masiva migración desregulada de miles de encapuchados mercenarios
occidentales convertidos al Islam en la época de mayor control y ciberespionaje
global que controla la anglosfera desde el célebre esquema Echelon de la guerra
fría.
Después
de millones de muertos en Irak –en medio de limpiezas etno-teológicas de católicos-caldeos
y yazidis kurdos, lo cual desencadenó su balcanización kurdocéntrica en
beneficio petrolero de Israel–,
y casi 200 mil muertos en Siria, ahora, un año después de la coreografía de las
armas químicas de Bashar, en una espectacular voltereta de 180 grados con
triple salto acrobático de la muerte y sin red de protección circense, las
potencias mundiales contemplan a Assad como baluarte (¡supersic!) contra el EI,
según el rotativo israelí Haaretz.
Ahora
resulta que funcionarios de Estados Unidos y la UE –que cosechan las
terroristas tempestades islámicas de los vientos geopolíticos que sembraron–
están alarmados por la presencia considerable (¡supersic!) de europeos
(¡supersic!) en las fuerzas del EI, según The Washington Post, que interroga tardíamente ¿Estaba Putin en lo correcto respecto
a Siria? ¡Naturalmente que sí!
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