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domingo, 30 de noviembre de 2014

Dios no es un Ser sino una Acción 

15/06/2000 - Autor: Schlomó Giner, José Manuel Martín Portales y Abdelwahid Houri - Fuente: Verde Islam 14
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letras en hebreo web
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Exposición del tema
1.1. Traducción textual de Éxodo: 3,13-14.
1.2. Análisis de la frase Ehié asher ehié.
1.2.1. Ehié.
1.2.2. Asher.
1.2.3. Intentos de traducción.
1.2.4. Comentarios a las traducciones. 
1.3. Implicaciones teológicas de las traducciones propuestas y la traducción actual al uso.
1.1. Traducción textual del texto de Éxodo: 3,13-14
(Ex: 3,13): “Y dijo Moisés a ha-elohim el Dios: He aquí yo viniente literalmente: ‘cuando me presente’ a los hijos de Israel y les diré lit.: ‘entonces les diré’: ‘El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros’. Entonces me dirán: ‘¿Cuál es su nombre?’ ¿Qué les diré? lit.: pero cuando me digan: ¿Cómo se llama?, ¿Qué les digo?”
(Ex: 3,14): “Elohim Dios le dijo a Moisés: ‘ehié ashér ehié’. Y dijo: ‘Así les dirás a los hijos de Israel: ehié me ha enviado a vosotros’.”
1.2. Análisis de la frase “Ehié asher ehié”
1.2.1. Ehié
El sentido originario del verbo es el de ‘caer’ (de la misma raíz que el término árabe hâwiya, ‘abismo’).
El sentido derivado del verbo es el de “suceder, llegar a ser, ser, existir, estar ahí, servir de, acompañar, mostrarse, acontecer, devenir, estar presente”. (Este verbo, por ejemplo, es lo que se usa para la expresión “Sucedió que...”)
Respecto a la forma verbal, ésta se usa para futuro —y también como imperativo suave— en hebreo israelí, derivado del verbo rabínico, distinto del hebreo bíblico, entre otras cosas, por el sistema verbal (el repertorio de formas, pero sobre todo los valores de las formas). Así pues, en hebreo israelí, lo que Dios dijo de sí mismo fue: “Yo seré el que seré”, frase rota en sí misma, que es, no obstante, la traducción que da la Torá del Centro Educativo Sefardí de Jerusalem.
A nuestro juicio sería más bien una forma verbal que no indica tiempo sino aspecto dinámico, inacabado, frente a otra forma que indica un estado resultante; para expresar localización se usan otros recursos en las variantes rabínicas del hebreo.
El peso semántico está en “Mi suceder activo” (frente a Haití, literalmente: “Mi suceder como algo solidificado, cosificado”, “Mi haber sucedido”, “Yo como dato impuesto”).
Según H. Küng1, la expresión “no contiene una explicación de la esencia de Dios, sino que entraña más bien una descripción de la voluntad de Dios”. A nosotros nos parece más bien como si la esencia fuera voluntad. Su esencia es acción. Lo que nos impacta en su ehié ashér ehié es su actividad: Dios sucede, acontece en su imparable acción.
1.2.2. Ashér
Es una forma larga de she; y ambas sirven para unir frases de un modo impreciso, una especie de ‘que’ multifuncional. Es una partícula que puede traducirse literalmente: “X de lo cual puede decirse Y”. Las traducciones posibles al castellano están entre:
“...en la forma en que...”
“...como...”
“...en la medida en que...”
“...lo que...”
“...el que...”
1.2.3. Intentos de traducción
Conjugando todo lo anterior, podrían proponerse algunas traducciones sin necesidad de romper el lenguaje con el “Yo seré el que seré”. Martin Bubber —conocido pensador judío— tradujo: “Yo estaré presente como el que estaré presente”. Algunas otras traducciones que respetan lo estudiado hasta ahora son:
“Yo sucedo en la forma en que sucedo”
“Mi ir sucediendo es en la forma en que voy sucediendo”
“Yo sucedo en la medida en que sucedo”
“Voy a mostrarme en lo que ocurra”
“Estaré ahí en lo que esté”
“Yo acompañaré lo que suceda”
“Voy a existir como lo que va a existir”
“Voy a ser en lo que va a ser”
A lo que habría que añadir que Ex: 3,14 acaba diciendo: “El que va a llegar a ser me envía a vosotros”, “El que está ahí me envía a vosotros”, “El que se desenvuelve con los acontecimientos...”, “El que está existiendo...”, “El que se muestra...”, etc.
1.2.4. Comentarios a las traducciones propuestas
Lo primero que nos ocurre es destacar ‘el sentido temporal de Dios’ que hay en el mundo semita, y recordamos ese hadiz qudsí en el que Allah dice de sí mismo “Ana dahr”, “Yo soy el tiempo”. De modo que lo que acontece no es un azar, ni un porque sí, sino la mera voluntad de Allah manifestada. El mundo es la voluntad de Allah en el tiempo, una voluntad a la que el mu’min se somete aceptando el qadar (Destino), que le hace más llevadero el acontecer adverso. Porque si hay algo que el mu’min no hace es juzgar lo real, juzgar lo que ocurre, juzgar a Allah.
Evidentemente, ehié ashér ehié no es una definición jurídica de Dios sino un desafío, una superación de los nombres, de las seguridades y certezas, un rasgar el velo de las realidades estáticas y experimentar la Realidad vertiginosa e infinita. Por eso, ha habido quien ha dicho que la mejor de las traducciones posibles es, incluso, un “No te incumbe cuál sea mi nombre”, dado que lo único que el hombre debe saber de Dios es que estará siempre ahí, siempre presente, siempre mostrándose, siempre desenvolviéndose en el tiempo y en la Historia, en definitiva, que Dios no es un ausente al mundo.
Parece como si Dios estuviera rechazando el responder a la pregunta, relativizando el lenguaje y la mismísima capacidad del hombre de interpelarle y encerrarle en un nombre.
1.3. Implicaciones teológicas de las traducciones propuestas y la traducción actual al uso
La traducción habitual que aparece en las Biblias (católicas y protestantes) de este Ehié ashér ehié es “Yo soy el que soy”, lamentable traducción helenizada que recurría al concepto parmenídeo de “El Ser es, el No-Ser no es”:
Casiodoro de Reina: “Yo soy el que soy ... ‘Yo soy’ me envió...”.
Interlineal de Cerni: “Yo soy el que yo soy ... ‘Yo soy’ me envía...”.
Nacar & Colunga: “Yo soy el que soy ... ‘Yo soy’ me manda...”.
Casa de la Biblia: “Yo soy el que soy ... ‘Yo soy’ me envía...”.
Traducir la mentalidad semítica a la mentalidad griega es un completo error. Para el semita lo real es algo plástico, con forma y color, lo que ocupa un espacio, lo que sucede en el tiempo; el griego es un hombre que funciona con realidades conceptuales, abstractas.
Considérense las penalidades de un texto que ha pasado de ser hebreo a ser arameo, luego griego, más tarde latino y, por fin, castellano. De una traducción a otra se ha perdido lo esencial de la Revelación... Y ¿qué era lo fundamental? Lo fundamental era si Dios era algo realizado, acabado, o algo por realizar, por acontecer. En definitiva, si era un Ser o era una Acción.
El problema que tiene un semita de que Dios sea el Ser —como se ha visto, traducción griega de la sensibilidad trascendente de la Revelación— es que no tiene el verbo ‘ser’. Simplemente esto le hace no poder concebir un Dios que no exista y se desenvuelva con la realidad.
El Dios helenizado puede quedar al margen de la Historia y de la vida del Universo, puede quedar como el depósito de todas esas cualidades puras —Belleza, Bien, Bondad— de las que luego se hará participar en mayor o menor medida a los hombres. Pero no el Dios verdadero.
Nosotros sabemos que el primer paso para eliminar de la vida diaria a Dios es llevarlo a las regiones celestes, dejarlo como una realidad estática, Dios inmutable, dejado ahí para la adoración o la refutación: el Ser Supremo.
En rigor, para nosotros, el Ser no existe, es decir, nada es ya; nada es ya idéntico a sí mismo. Todo lo existente manifiesta precisamente esa ausencia de ipseidad, todo lo que existe no es todavía, y ese no ser verifica la posibilidad de su realización, de su sentido. Por tanto, el ‘ser’ es una elaboración categorial del pensamiento humano que ha cosificado lo que es puro movimiento incesante, pura tensión de identidad.
Quiere esto decir que se impone con urgencia, desde nuestro punto de vista, la superación del pensamiento griego como incapaz de dar cuenta de eso que llamamos ‘Dios’. Decir que ‘Dios es’, y no sólo eso, sino decir que ‘Dios es el Ser’, invalida toda posibilidad de hacerse cargo de lo que Dios ha dicho de sí mismo. Desde nuestro punto de vista, el ‘ser’ no es más que la categorización de una esencia inexistente, de una pura irrealidad, y sólo puede ser concebido por un ‘yo soy’, es decir, por un ‘yo cerrado’, un yo ilusorio.
La compleja arquitectura del pensamiento griego que es la que ha orientado la interpretación del Judaísmo, Cristianismo y también, en buena medida, del Islam se levanta sobre la sospecha de una relacionalidad ocluida, sobre la inmutabilidad del ser, como si un yo cerrado se pusiese a pensar una apertura sin poder hacerse apertura.
En nuestra opinión la metafísica es eso, la sospecha de una apertura no realizada, la sospecha de una relacionalidad irrealizable. La metafísica es el pensamiento de un yo cerrado que intuye una relacionalidad sin poder verificarla, sin poder experienciarla. Y lo que puede decir de esa relacionalidad es un juego de contrarios, un diálogo sin implicación, y por eso puede decir “esencia, potencia y acto, ser y no ser”.
Creemos que la metafísica es, en efecto, la sospecha de la constitutiva relacionalidad de lo existente, pero vista desde fuera, como quien contemplara un espectáculo sin poder participar en él. Porque la metafísica es una elaboración del yo, una intuición de la totalidad desde el punto de vista del ‘ser’, de la identidad ocluida. Porque ‘yo’ y ‘ser’ no son otra cosa que identidades frustradas. Por eso para el griego es impensable un Dios que dice “Yo seré el que seré”, y no tiene más remedio que interpretarlo como “Yo soy el que soy”, Yo soy idéntico a mí mismo. Pero lo que se ha revelado es precisamente que Dios no es ipseidad, que Dios no es idéntico a sí mismo, y que precisamente porque no es ipseidad tiene sentido la existencia.
Allah —el Dios realizándose que desafía nuestro miedo a entregarnos plenamente a la existencia— es pura impermanencia. Y los signos para comprenderlo estaban en tí mismo: si tú eres capaz de cambiar, cambia contigo el universo, y contigo cambia Allah. Nos planteamos a Allah como algo estático, y nos parece una herejía que pueda cambiar en nuestra propia realidad cambiante, pero Allah no es otra cosa que esto: la acción de lo que actúa, el cambio de lo que cambia, la sensibilidad de lo que siente.
Concluimos. Allah nunca fue un Ser. Nunca fue un Dios terminado, porque entonces el mundo no tendría verdadero sentido, ya que su único sentido es cumplir a Dios. Nunca fue un objeto para el pensamiento, sino un motivo para el abandono en el fluir de las cosas. Nunca fue el monopolio de los teólogos sino algo que podía vivirse en nuestro simple estar inocente en el mundo. ‘Estar’, ésa era la clave; pero estar de verdad: estar en presente, estar aquí, estar en lo que estamos haciendo.
Allah es lo que sucede y debíamos sencillamente realizarlo con nuestra acción, porque nosotros éramos el marco en el que Él podía suceder. La acción del mu’min se revela, por tanto, esencial al universo. Porque es el mu’min el que se mueve en el mundo de lo real, en el que tiene lugar Dios.
Dios, ese vórtice que no cesa de emanar existencia, un evento, un acontecer, un suceso incesante. No sólo lo que sucede, sino lo que sucede del modo en que sucede. De ahí la atención del mu’min al mundo: la atención del continuo emerger del milagro, porque no es indiferente si un pájaro canta dos o tres veces en una tarde de otoño, porque ninguna tarde es igual y ningún pájaro es igual y ningún canto es igual.
En definitiva, porque el modo en que ocurren las cosas es la razón exclusiva de su salida al ser; ni más ni menos que el querer de Allah hecho cosa, hecho acción, Allah en el tiempo, esto es, Allah.
Notas.
1.- KÜNG, H., “¿Existe Dios?”. Ediciones Cristiandad. p. 846.

(Las caligrafías hebreas de este artículo pertenecen a la Colección J. Russell, de Nueva York.)

En el nombre de Allah, el Clemente, el Misericordioso
“No hay dioses sino Allah”
“No hay nada sino Allah”
“No hay otra realidad
sino la Realidad Única”
Esta tres aproximaciones de traducción de la expresión “la illaha illa’ llah” representan la testificación más sintética de la Ciencia de la Unidad y la piedra de toque de todos los conocimientos. Es la puerta de entrada al Islam y quien la formula hace público con la lengua y testifica en su conciencia que la Realidad es Una, con la que nada puede ser asociado. Ello implica el reconocimiento de la absoluta Unidad de lo existente. Toda la creación y lo que ella contiene, desde lo más alto, grande y remoto, hasta lo más bajo, pequeño y próximo, está indicando la existencia de la Única Realidad. Es la ilusión, que empaña y distorsiona la luz de la conciencia, la que hace concebir la existencia de algo distinto a esa Realidad. La ilusión es una falsa percepción de la Realidad.
Cualquier cosa que se afirme, piense o imagine, aparte de la Realidad Única adquiere la categoría de ídolo y su naturaleza es ilusoria. Los ídolos, por tanto, como objeto, manifestación o concepto, son ilusorios. El Universo entero, considerado al nivel celular, galáctico o subatómico, todos los fenómenos en el tiempo, todo lo considerado como masa o como manifestación, ha sido creado con la Verdad; pero nada tiene realidad excepto la Realidad Única.
“Allah es la luz de los cielos y de la tierra.”
“Dondequiera que dirijas tu mirada
allí encontraras la faz de Allah.”
“Hemos hecho la creación con la verdad.”
“Allah ha hecho a la existencia una copia del hombre; un espejo en frente de el. Sus estados son sus estados; sus palabras son sus palabras; sus acciones son sus acciones. Tu yo es una copia de la existencia y la existencia es una copia de tu yo.”
Mecanicismo y Nueva Ciencia
En la visión materialista y mecanicista del mundo, el Universo es visto como un espacio absoluto, contenedor vacío e independiente de los fenómenos que ocurren en él. Los cambios en el mundo físico son concebidos en términos de dimensiones separadas. El tiempo es considerado como absoluto y separado del mundo material. Los elementos constituyentes de éste se mueven en un espacio y tiempo absolutos, como partículas materiales; objetos pequeños, sólidos e indisolubles, a modo de ladrillos de los que toda la materia está hecha. En este modelo analítico se pretende reducir la realidad a sus elementos constitutivos más simples con la pretensión de estudiarlos en detalle y así comprender los tipos de interacción, que existen entre ellos.
La explicación de los fenómenos es la casualidad lineal, es decir, un modo de explicación que se apoya en una cadena lógica de causas y efectos, extendida en toda su dimensión en lo largo de un tiempo que se mueve en una dirección lineal y fija, del pasado al futuro.
La física actual llega ahora a confirmar lo que los gnósticos del Islam y de otras enseñanzas reveladas anteriormente siempre supieron y enseñaron. La mecánica cuántica, la física que estudia los fenómenso subatómicos, así como la moderna astronomía, han dejado de concebir el Universo, y por extensión al hombre, o la célula, a semejanza de una máquina compuesta de multitud de objetos o piezas separadas. Estas ciencias describen una totalidad armoniosa, interrelacionada, interdependiente, indivisible, como una madeja de relaciones dinámicas en la que el observador humano y su consciencia están incluidos. Espacio y tiempo no son dimensiones separadas ni conceptos absolutos. El átomo es considerado como un universo en el que en lugar de partículas materiales —es decir, con una masa y un peso— se habla de malla de probabilidades de existencia en un lugar y tiempo dados, modelos de actividad y energía. Enfatizando que la tendencia o probabilidad de existir no es ni siquiera una probabilidad de que la cosa exista en sí misma sino como una probabilidad de interconexiones.
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