¡Guerra
contra el Terrorismo! Geoestrategia del Nuevo Orden Mundial Sionista
En 2001 estalló la III Guerra Mundial. Mientras
sucedía, nadie fuimos conscientes de ello. El día 11 de septiembre de 2001, un
grupo terrorista del Mossad israelí, con apoyo de los servicios de inteligencia
estadounidenses y de la agencia privada de seguridad de los edificios, ejecutó
la demolición controlada de las Torres Gemelas del World Trade Center de Nueva
York, derribo encubierto tras el señuelo del impacto en las torres de dos
aeroplanos Boeing 747 que fueron teledirigidos desde tierra. De la noche a la
mañana, ese atentado de falsa bandera cambió el mundo.Y lo mismo que el
hundimiento del Lusitania en 1915 y el bombardeo de Pearl Harbor en 1941, el
11S permitió la entrada de EEUU en una guerra de alcance mundial.
El atentado fue atribuido a un inaudito nuevo
enemigo ultrapoderoso, Al Qaeda, dirigido por un agente de la CIA —Osama Bin
Laden—, quien había organizado la resistencia contra la ocupación soviética en
Afganistán en los años 80. Bin Laden era en 2001 un hombre moribundo, afectado
de cáncer de riñón a causa del cual falleció en diciembre de aquel mismo año en
un hospital de la CIA en El Cairo. Dejó varios vídeos grabados y prestó así su
último servicio al Nuevo Orden Mundial. Más tarde, cuando fue necesaria una
mayor aparición de Bin Laden en los medios, fue suplantado por dudosos dobles
—la especial fisonomía de Bin Laden era irrepetible—, por lo cual dejó de ser
visto durante años. Osama murió oficialmente el 2 de mayo de 2011, en su
supuesto refugio de Abbottabad, Pakistán. Nunca se vio su cadáver. Fue
absurdamente arrojado en alta mar desde un navío norteamericano, para que nadie
pudiera comprobar que su segunda muerte fue una representación.
Tres meses antes del 11S, el magnate judío Larry
Silverstein se quedó con las Torres Gemelas, las aseguró contra atentados
terroristas y se ha forrado con el proyecto de reconstrucción de otro
judío, el arquitecto Daniel Libeskind. Así son los sionistas: un buen plan
geoestratégico para la implantación del Nuevo Orden Mundial Sionista debe
empezar por dar buenos beneficios a los implicados. Todos recordamos a
Silverstein ordenando por via telefónica: “Pull it down!”, refiriéndose
al edificio WTC 7, que no fue impactado por ninguno de los aviones, pero cuyo
desplome forzado era perfecto para redondear su negocio especulativo. La
evidencia de que se trató de un derribo controlado la certificaron cientos de
arquitectos e ingenieros de todo el mundo, los cuales analizaron
meticulosamente los cálculos y la estructura del edificio, comprobando que el
impacto de los aviones habría sido perfectamente asumido por la magnifica
estructura de acero preparada para resistir huracanes de la máxima severidad; y
que los incendios del combustible de las aeronaves resultaron absolutamente
inocuos para los edificios, pues no se alcanzaron los 750 grados Celsius, como
evidenció la temperatura de color de las llamas. Pero la verdad para el pueblo
norteamericano, ese rebaño de focas enfermas de obesidad mórbida y molicie
intelectual, es lo que le cuentan la FOX, la CNN, la NBC, la ABC y el resto de
los medios sionistas, que son un
96% del total, controlados todos por sólo seis familias judías.
Después de una auténtica marea propagandística tras
el atentado, el Congreso de EEUU aprobó la Patriot Act, que suspendió derechos
fundamentales de la ciudadanía norteamericana. Y la base militar de Guantánamo
se preparó para recibir a miles de prisioneros a los que torturar, como así fue
luego y sigue siendo aún hoy, pues en 2013, la III Guerra Mundial aún está en
sus prolegómenos.
EEUU se alzó en pie de guerra total “contra el
terrorismo” a finales de 2001. Las primeras acciones de la guerra se iniciaron
enseguida: EEUU invadió Afganistán so pretexto de que Osama Bin Laden andaba
oculto en alguna cueva perdida en el Hindukush. En realidad, con la invasión
cerraba el paso al transvase de petróleo desde Irán a China, cuyo oleoducto
estaba en proyecto. Cuando los demócratas del Congreso expresaron sus protestas
ante la escalada de violencia guerrera del gobierno Bush en octubre de 2001,
recibieron unas cuantas cartas con ántrax que fueron bálsamo de Fierabrás para
sus síntomas antipatrióticos. Después se supo que el ántrax provenía de los
United States Army Biological Warfare Laboratories de Fort Detrick, en
Maryland.
Siguió la invasión de Irak bajo la hipótesis de que
su otrora aliado, Saddam Hussein —quien armado por EEUU combatió contra el Irán
post-Sha desde 1980 a 1988— poseía armas de destrucción masiva que iba a
emplear muy pronto. ¿Contra quién? No contra EEUU, a 10.000 km de distancia,
sino contra Israel. Se demostró luego que no existían tales armas, que todo era
otra escandalosa mentira de la CIA, mal asesorada por el Mossad. Pero el país
donde se dice que Dios emplazó el Paraíso terrenal fue arrasado, todas sus
riquezas culturales, destruidas o saqueadas, y aún hoy, más de una década
después, no levanta el país cabeza porque los atentados terroristas se suceden
a diario.
Para empujar a los aliados a la guerra por el
petróleo, los atentados de falsa bandera se repitieron el 11 de marzo de 2004
en Madrid y el 7 de julio de 2005 en Londres, todos ellos ejecutados por la
inteligencia del Mossad con soporte de la OTAN.
Desde entonces, todos los países árabes o
musulmanes productores de petroleo, desde Libia hasta Siria, han sido atacados
por EEUU o por las fuerzas de la OTAN, excepto Irán y los países aliados de
EEUU, como Arabia Saudita. Muchas veces, las provocaciones del estado fascista
de Israel han servido de pretexto para la invasión subsiguiente del Imperio.
También han sido atacados mediante atentados terroristas de falsa bandera
países como Noruega, por negarse a bombardear Libia.
La III Guerra Mundial está en marcha y es una
guerra total. El posicionamiento de Rusia y China es crucial. En cualquier
momento puede desencadenarse una guerra nuclear abierta. Israel ha arrojado una
bomba atómica táctica de baja potencia sobre Damasco y ha amenazado con
plantar un hongo nuclear sobre Teheran en diversas ocasiones. Ya ha lanzado
bombas convencionales contra instalaciones nucleares
iranas, y ha preparado un operativo para bombardear la central de
Natanz, donde se hipotetiza que miles de centrifugadoras producen uranio
enriquecido, así como las instalaciones de Eshafan, y el reactor de agua pesada
de Arak.
A día de hoy, las fuerzas de la OTAN sostienen la
guerra de Al Qaeda contra el régimen sirio de Al Assad mediante armas y
pertrechos. Es decir, están apoyando y armando a su supuesto enemigo, Al Qaeda,
exactamente lo mismo que hicieron en Libia, demostrando con ello el
utilitarismo del concepto del terror global y que Al Qaeda es, en realidad, una
horda de mercenarios pagados por Occidente para arrasar la parte del mundo
musulmán cuyo subsuelo es abundante en bolsas de crudo de fácil extracción. Y
con más saña cuando se trata de territorios que Sión considera como propios del
Gran Israel por derecho divino.
Si las fuerzas de la OTAN no han bombardeado el
territorio sirio aún, como sí hicieron en Libia, es porque Rusia ha desplegado
allí docenas de sus misiles S-300. Siria es el escenario actual de la guerra
entre dos bloques: el Imperio Judío-Euroamericano y la resistencia
ruso-comunista a la que se añaden fuerzas tan heterogéneas como Hezbolah —2000
de cuyos miembros se unieron al ejército regular sirio para liberar Qusayr— o
efectivos del ejército irano. Rusia no necesita el petróleo de Oriente Próximo,
pero no puede tolerar la ocupación occidental en los aledaños de sus fronteras.
Ya EEUU mostró sus peores intenciones armando al gobierno de Georgia en la crisis
de Osetia, e incluso combatiendo sobre el terreno hubo efectivos del ejército
regular norteamericano y británico, con muchas bajas y prisioneros. Putin no
bajará la guardia esta vez.
En la escalada de tensión es crucial el lanzamiento
por parte de Israel de una bomba de penetración de alta eficiencia, una cabeza
nuclear táctica de dos kilotones, a primeros de mayo de 2013 en las
proximidades Damasco(*). El presidente Netanyahu aludió al incalificable acto
de guerra como a un “ataque preventivo para la eliminación de armas de
destrucción masiva”. Otra vez el mismo subterfugio, que volvió a repetirse hace
pocos días cuando se mostraron terroristas de Al Qaeda bajo los efectos de gas
sarín, seguramente procedente de Turquía. Nueva ficción como justificación de
ataques ulteriores. Pero atacar Damasco parece haberse vuelto contra ellos. La
adhesión de Hezbollah a la causa de Al Assad así lo prueba. Netanyahu parece
creer que puede atacar territorio árabe sin que los pueblos árabes de la zona,
incluso los enemigos del régimen sirio, no reacciones en contra. ¿O es un gesto
calculado para obligar a EEUU a intervenir ante tales alianzas?
No es la primera vez que se utilizan bombas
nucleares tácticas de potencia variable en la zona: en la Primera Guerra del
Golfo, los norteamericanos arrojaron una bomba nuclear de 5
kilotones entre Basora y la frontera de Irak. Insistimos en que el
bombardeo de las instalaciones cerca de Damasco fue un ataque nuclear, por más
que los medios no lo mencionen. El duro ataque fue una represalia por el hundimiento de un submarino
israelí con equipamiento nuclear, de construcción alemana, por las
cargas de profundidad arrojadas desde una lancha de la patrulla naval Siria.
La desfachatez de EEUU e Israel no tiene límites.
Están ambos dispuestos para la guerra, empujados por la ruina económica del
imperio del dólar provocada por el Sanedrín Financiero Internacional de
Londres. Mientras tanto, Moscú y Pekín compran todo el oro posible en los
mercados internacionales, haciendo caso omiso de las manipulaciones de su
precio por los banksters londinenses. Saben de su importancia
capital en la posguerra, una vez todas las monedas fiduciarias pierdan su valor
simbólico.
El único freno a toda esta locura sería que el
propio gobierno de Obama se asustara ante una escalada de tensión que no
esperaba: Rusia ha asumido que la guerra mundial es inevitable, lleva un
decenio construyendo refugios nucleares y está presentando batalla: ha
desplegado no solo decenas de silos de misiles de crucero S-300 en territorio
sirio, sino que ha llevado a sus fronteras decenas de miles de efectivos,
varias divisiones acorazadas y ha desplazado submarinos, varios destructores y
un portaaviones a la costa siria, así como varios submarinos nucleares al
Hemisferio Sur. Pero la política de apaciguamiento de Obama a Israel no ha
funcionado. Hace un año, Obama ofreció garantías al lobby judío más poderoso de
Estados Unidos de que Irán no dispondría de armas nucleares. Pero eso ya lo
sabía Sión. Y no es lo que le importa. Quiere llevar adelante el proyecto del
Gran Israel a cualquier precio, y ofrece al necio Goliath yankeeel petróleo barato de la zona. Y
el necio Goliat acaba de desplegar hoy mismo
una división de marines en la frontera entre Siria y Jordania.
Mintras, Rusia se dispone adesplegar “apaciguadoras
fuerzas de interposición” en la frontera entre Siria e Israel.
¿Están locos los sionistas? Por ahora parece que estén
perdiendo la batalla de Siria. Pero los judíos siempre han creído
que, bajo la protección de su dios, Jehová, la victoria es para los
osados y que el fin justifica los medios: la mentira permanente, la guerra, la
estafa, el genocidio, la manipulación mediática, lo que sea. Todo merece la
pena por hacer realidad ese Gran Israel que abarcará desde el Tigris a la
península Arábiga, toda Siria, media Irak, toda Jordania, una parte de Kuwait
que le dará salida al Golfo Pérsico y una parte de Egipto que llega hasta El
Cairo. Es decir, todo el escenario bíblico recorrido por el pueblo de Israel,
desde la morada de Adán y Eva al Éxodo de Egipto cruzando el Mar Rojo con
término en Jerusalén. ¿Es eso producto de una enajenación mental colectiva o
algo perfectamente posible?
La economía de guerra se impone en el mundo. Así se
explica la intencionada y absolutamente evitable crisis económica provocada por
el Sanedrín Financiero Internacional como elemento previo para forzar la
guerra. Los acomodados son siempre pacifistas. Los arruinados, carne de cañón.
Las armas están listas. Los cadáveres de esta III Guerra Mundial los pondremos
nosotros, las poblaciones del mundo entero. Si los halcones estadounidenses
imponen su criterio al de Obama, cosa más que probable, dada la influencia que
en ellos tienen los lobbies judíos norteamericanos y que el 70% de los funcionarios
que rodean a Obama son judíos sionistas, vamos a morir igual que las chinches
pulverizadas con Zyklon B. Y el caso es que, dada la atención que el mundo
presta a todos estos hechos, no nos vamos ni a enterar, moriremos mientras
vemos cualquier programa basura en la televisión. No se perderá demasiado con
ello, excepto los muchísimos muertos de la Raza Superior, quienes, esta vez sí,
acudirán puntuales a su particular Holocausto —”sacrificio a Jehová de cuerpos
de víctimas incinerados hasta su consunción total”— en el territorio del actual
Israel. Es lo que tienen algunas grandes mentiras universales: que tarde o
temprano se vuelven realidad.
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