Cuando los turistas se convierten en blanco de la yihad
Grupos terroristas como Al Qaeda o el IS encuentran en este colectivo un objetivo
Un grupo de turistas colocan flores por las víctimas en el Museo tunecino del Bardo. AFP
"Recuerdo correr, caerme... Lo intento poner en un rincón de la mente para olvidarlo pero cuando suceden estas cosas vuelves a recordar la sangre, el susto, la gente corriendo por todos lados, los gritos, el sonido de la ambulancia y el caos...". Quien habla es Belén Sanz, una de las supervivientes españolas del triple atentado reivindicado por un grupo vinculado a Al Qaeda que el 23 de julio de 2005 segó 90 vidas en la turística ciudad egipcia de Sharm el Sheij, a orillas del mar Rojo.
El reciente ataque al Museo tunecino del Bardo, cuya reapertura prevista para el pasado martes ha sido aplazada hasta este domingo, le ha vuelto a enfrentar con aquella jornada fatídica. "No fue exactamente igual pero imagino lo que están viviendo los testigos. Recuerdo que yo intentaba refugiarme en el hotel cuando lo sensato hubiera sido salir a la calle", relata a EL MUNDO Belén, una ingeniera química granadina que por aquel entonces trabajaba en la planta de gas natural licuado que Unión Fenosa Gas tiene en la ciudad egipcia de Damietta. Junto a unos compañeros pasaba unos días de vacaciones en Sharm el Sheij cuando los yihadistas se cruzaron en su camino.
Una década después, Belén -afincada en Barcelona- sigue sufriendo las secuelas de una de aquellas tres explosiones en cadena -dos coches bomba y un paquete cargado de explosivos- que dejaron más de un centenar de heridos en el peor atentado que Egipto había sufrido en décadas. "Tengo cicatrices en el cuerpo que no afectan a mi vida diaria pero es horrible lo que ves. Todavía hoy evito tomar el metro a primera hora de la mañana y en hora punta. Tampoco puedo ir a la discoteca o a sitios cerrados con mucha gente", detalla la joven.
"Tuvo quemaduras y metralla por todo el cuerpo pero nunca hablaba del atentado. Prohibió referirse al tema y no supe como lo había sentido. Nunca lo oí de su voz", confirma Pilar Urcía, la madre de Belén que durante años batalló desde la Asociación Andaluza de Víctimas del Terrorismo para que su hija fuera reconocida por ley como víctima de terrorismo.
"Todo lo que se ha conseguido ha sido con mucha lucha pero incluso en la nueva ley hay distintas categorías de víctima", agrega con el recuerdo angustioso de aquella noche en la que supo por la radio que su hija había sido alcanzada por el ataque.
Turistas como Belén se han convertido en un blanco fácil de la yihad global. Egipto ha sido uno de los países más golpeados por ataques como el que en 1997 perpetró Al Gama al Islamiya asesinando a 57 extranjeros en las escalinatas del templo de Hatshepsut, en la ciudad sureña de Luxor. Especialmente activo en la década 1990, el grupo terminó renunciando a la violencia. En plena escalada de la insurgencia yihadista, el último atentado en tierra de los faraones ocurrió a principios del año pasado cuando un suicida se inmoló en un autobús repleto de turistas en el Sinaí dejando cuatro surcoreanos muertos.
Desde hace una década el terror ha recorrido Bali -donde 202 personas fallecieron tras el estallido de dos coches bomba en una zona de discotecas-; Marruecos -un atentado en la plaza de Yemá el Fna, en pleno centro de Marrakech, segó 17 vidas-; Yemen -donde fallecieron ocho turistas españoles en 2007- o India, donde una cadena de atentados en Bombay se llevó por delante a 125 personas en 2008. En todos los casos, los verdugos cometieron sus actos en nombre de la yihad desde grupos afines a Al Qaeda o inspirados en la red de Bin Laden.
El ataque al Museo del Bardo reivindicado por el IS -que se saldó con 22 muertos, entre ellos dos españoles- es el último de los zarpazos al turismo. "Lo que el ataque en Túnez demuestra es que anteriores atentados en París, Australia y Bélgica podrían estar evolucionando hacia algo más organizado y con ello la vulnerabilidad de los turistas aumenta drásticamente", señala a este diario Jasmine Opperman, directora de la unidad de Terrorismo de TRAC (Consorcio de Investigación y Análisis de Terrorismo, por sus siglas en inglés).
"Lo que va a determinar los ataques no estará en todo momento condicionado por el turismo sino por dos aspectos: lugares donde hay objetivos específicos como París [en enero acólitos del IS asaltaron la sede del semanario 'Charlie Hebdo'] y los destinos turísticos más populares en los que se pueda lograr un gran impacto", añade la experta, quien advierte de las alianzas que está forjando el IS (Estado Islámico, por sus siglas en inglés) con grupos yihadistas locales para expandirse por el norte de África.
La organización que dirige Abu Bakr al Bagdadi -con su bastión a caballo de Siria e Irak- ha llamado en repetidas ocasiones a golpear a los "infieles" allí donde se encuentren. Hace semana y media el mensaje de un movimiento yihadista tunecino que suele anunciar los ataques instó a llevar a cabo nuevos atentados contra turistas poniendo énfasis en los viajeros estadounidenses, británicos, franceses e israelíes.
"Atropéllalos [a los turistas] con el coche -sugirió el comunicado- después de haber cambiado la matrícula y haberte cubierto el rostro. Sedúcelos en carreteras, hoteles, clubes de baile y bares. Asesínalos en playas, ahógalos en el mar o envenénalos en las carreteras proporcionándole comida contaminada, rómpeles el cráneo con una piedra o asfixialos con una almohada en sus habitaciones. Luego toma su dinero y su equipaje como botín y márchate sigilosamente".
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