LA OSCURA RELACIÓN DE LAS FARMACEÚTICAS CON EL BIOTERRORISMO
El nuevo rebrote de contagios por el virus del Ébola mantiene en vilo a la opinión pública mundial por la virulenta campaña psicológica que las grandes corporaciones de la comunicación, entre las que destaca la que siempre lidera todas las campañas imperiales, la propagandista CNN, están llevando a cabo. Sus coberturas recuerdan las que se ofrecieron a otras pandemias.
Incluso en Mayo de 2009, con la gripe A (H1N1), la Organización Mundial de la Salud (OMS) cambia la definición de pandemia sospechosamente como lo explicó la monja benedictina y doctora Teresa Forcades en el video “CAMPANAS por la gripe A”
Las consecuencias políticas del acto explican muchas cosas: “La OMS normalmente recomendaba. A partir de los casos de pandemia pasa de aconsejar a ordenar. Cuando hay pandemia, las vacunas que la OMS declara obligatorias han de serlo”.
Han sido coberturas efectistas, de gran impacto psico-emocional, dirigidas al logro de cierta predisposición y que mucho tienen que ver con lo que se recoge en el libro de Naomi Klein, La Doctrina del Shock. Llaman la atención por lo desproporcionado e histérico con que son tratadas las informaciones que se “seleccionan” como agenda sobre otras.
En España la cobertura no difiere mucho de la que se ha visto fuera del estado. La repatriación del misionero español Miguel Pajares, infectado con ébola en Liberia, ha sido detalladísima en su muestra de las medidas de extrema seguridad Sin embargo, sin pretender minimizar en lo más mínimo el peligro que representa un virus de estas características, la desmesura y detalle con que se “informa”, pese a lo aterradora que parece la enfermedad, resulta desproporcionada. “Los científicos aseguran que el virus no es invencible. La tasa de mortalidad del ébola actualmente no supera el 55% de los casos registrados, según ‘Business Insider’.
Pero siempre que los medios se embarcan en campañas de crédito o descrédito, siempre que sus desequilibrios se constatan sesgados, la sombra de la duda lo cubre todo. “La potenciación del mensaje culmina con el código Rey de la publicidad, reforzada por la música, la entonación, la gestualidad, el vestuario, la escenografía y los metacódigos mágicos del montaje, los efectos especiales y la seducción subliminal, aplicados también a la propaganda política”, escribió Luis Brito García.
Quizás, con estas prístinas suspicacias, la corresponsal de RT, Káren Méndez, (periodista venezolana) inició su investigación en la búsqueda de qué relación tiene el centro de investigaciones biológicas estadounidense Fort Detrick con el reciente brote de ébola en África y a quién han beneficiado las pandemias a lo largo de la historia.
“La alarma que generaron en la población mundial distintas corporaciones mediáticas, especialmente la CNN, sobre el brote de Ébola en países de África, y luego su insistencia sobre la vacuna que se encontró para curar esta enfermedad, dejó al descubierto muchas cosas”.
En el informe que publicaba el 7 de Agosto en Rusia Today recordaba que “el 4 de agosto de 2014, CNN lanzó la “exclusiva” diciendo que las autoridades estadounidenses ofrecían un tratamiento no probado en humanos para curar el Ébola. Además, informaron que el medicamento ya había sido administrado al doctor estadounidense Kent Brantly, afectado por esta enfermedad en África, y que los efectos en el paciente habían sido “milagrosos”.
Y aquí es cuando se revela la fuente de la sospecha: “que el medicamento era desarrollado por la compañía biotecnológica con sede en San Diego, EE.UU., llamada Mapp Biopharmaceutica, cuyo equipo científico trabaja con el ejército estadounidense en el Fort Detrick, y que hace un año inocularon el virus del Ébola a un grupo de monos”.
Por eso la periodista indaga en la pregunta, ¿Qué es el Fort Detrick?
“Es un centro de investigación biológica y de desarrollo de armas químicas que desde hace más de 50 años se dedica a detectar enfermedades mediante una “manipulada ingeniería de la infección”, con sede en Maryland (EE.UU.) “Durante la Segunda Guerra Mundial, el Fort Detrick emprendió una intensa investigación sobre guerra biológica que estuvo supervisada por George Merck, un gran aliado de Hitler y presidente de una de las mayores industrias farmacéuticas de EE.UU”. No se olvida de hacernos un apunte histórico. “Y es que una de las tantas cosas que copió el gobierno estadounidense del nazismo fue su programa de guerra biológica que se aplicó durante el Tercer Reich. A través de la Operación Paperclip, los servicios de inteligencia y militares de EE.UU., llevaron de forma secreta a EE.UU. a unos 700 científicos nazis para extraer de ellos todos sus secretos en armas químicas y experimentación médica”.
“Fue así, continúa la periodista de RT, como en 1946 el Gobierno de Harry Truman reclutó principales científicos que trabajaron para Hitler. Una de las principales fichas nazis fue Eric Troub responsable de la sección de armamento biológico del Tercer Reich. Este experto en enfermedades víricas llegó a EE.UU. en 1949 y desde entonces empezó a trabajar en la Marina de Estados Unidos”. Por supuesto, que para el trabajo que requería Estados Unidos a estos “científicos”, no era el de la lucha contra las enfermedades, crear los medicamentos necesarios para hacerlo y salvar vidas. Era otro muy diferente al de la ética científica. Los ejemplos que relaciona Karen Méndez en su informe así lo confirman.
Tanto es así, que desde los años 70 el Fort Detrick cambió de nombre, dice la periodista. “Ahora se llama instalaciones Frederick para Investigación sobre el Cáncer, que es supervisado por Departamento de Defensa, el Departamento de Seguridad Interna, CIA e Instituto Nacional del Cáncer”.
Las denuncias en su contra dicen, que desde Fort Detrick se inocularon virus como el VIH, Ébola, Peste bubónica, Ántrax y Virus del Nilo Occidental.
Méndez se centra en un reportaje de 2010, de la nada sospechosa por antinorteamericana, cadena Fox, en la que se entrevista a pobladores que viven cerca de las instalaciones del Fort Detrick, en Maryland. “Allí más de 500 familias afectadas con cáncer sospechan que la causa de su enfermedad se debe a los experimentos químicos” que hace en las instalaciones de la institución, cerca de sus viviendas.
Destaca la Reportera el testimonio del agricultor Bill Krantz, quien lleva toda una vida viviendo cerca del Fort Detrick.
El agricultor cuenta, que desde niño, veía como “desde el Cuartel rociaban químicos en los campos desde helicópteros, aviones y globos aerostáticos”. Cuenta además el señor Krantz que habló con el Jefe de Seguridad del Fort Detrick y éste le aseguro que lo que caía encima de sus tierras y de su familia era inofensivo”.
Lo cierto es que con los años varios familiares de Krantz tienen cáncer y uno se pregunta ¿qué era lo rociaban sobre los campos de Maryland?
El otro testimonio que abre interrogantes es el de otro poblador de la zona “Me mudé a Frederick en 1992. Me casé con Deborah Cross en 1993 y estuvimos casados 19 años. Mi hija Kristen René Hernández murió de cáncer en el cerebro en 2008. Mi esposa murió en 2010 de cáncer renal, la metástasis le llegó al cerebro”. Pruebas con los hidroquímicos, asegura el testigo, alrededor de la base militar, son los mismos dióxidos que encontraron en la sangre de su hija y esposa, con la misma huella molecular de unos químicos extraídos en los alrededores del lugar.
La periodista Káren Méndez
Largo expediente de bioterrorismo
Los testimonios del reportaje no constituyen hechos aislados. Una larga historia de abominables crímenes, que en apretada síntesis presenta la reportera de RT, señalan los oscuros servicios de este organismo.
Desde 1931, Cornelius Rhoads patrocinado por el Instituto Rockefeler y quien formó parte de la Comisión de Energía Atómica de EE.UU., infectó a cientos de ciudadanos puertorriqueños con células cancerígenas mientras realizaba experimentos médicos.
Entre 1946 y 1948 Estados Unidos inoculó enfermedades venéreas en 696 guatemaltecos, monstruosidad denunciada por el ex presidente de Guatemala, Álvaro Colom y que Estados Unidos reconoció con un lacónico: “discúlpenos”.
Para 1951, la víctima fue Corea del Norte. Estados Unidos utilizó plumas de aves infectadas con Ántraxpara provocar peste en y luego inocular fiebre amarilla en ese país.
En 1962, EE.UU. contaminó un barco de caña de azúcar que hizo escala en Puerto Rico rumbo a la Unión Soviética.
En 1966, su propia población sería el blanco de los “experimentos”. El Pentágono hizo quebrar varias ampollas de Bacillus subtilis en las rejas de ventilación del metro de Nueva York exponiendo a más de 1 millón de personas a esta bacteria.
En 1970, el Fort Detrick desarrolló técnicas de biología molecular para producir retrovirus, hoy conocido como VIH.
En la década de los 70, EE.UU. desarrolló la Operación Mangosta. La CIA inoculó en Cuba distintos virus como Epifitia Roya de la caña para afectar distintas zonas cañeras del país, fiebre porcina africana, que obligó a sacrificar a más de 700 cerdos y el moho azul del tabaco que destruyó más del 85% de esas plantaciones.
En 1981, en Cuba, introdujeron el virus del Dengue Hemorrágico que le costó la vida a 158 cubanos, de ellos 61 niños.
En 1990 en Los Ángeles aplicaron de manera experimental la vacuna del sarampión en bebes negros e hispanos.
En 1995, el Gobierno de EE.UU. admitió que les ofreció a criminales de guerra y científicos japoneses cuantiosas sumas de dinero e inmunidad a cambio de información sobre las investigaciones que realizaban sobre la guerra biológica.
Desde el año 2001, Estados Unidos ha gastado unos 50.000 millones de dólares en armas biológicas. Antes de partir, el ex presidente George Bush asignó para el año fiscal 2009, casi 9.000 millones de dólares más para gastos en bioarmas, es decir, 39% más de lo que se asignó para el año 2008.
Una semana después del ataque a las Torres Gemelas, Estados Unidos sufrió un extraño ataque con Ántrax. En junio de 2008, Bruce Irvins, científico del Ejército estadounidense se suicidó antes de ser acusado por estos atentados.
Aunque las Convenciones sobre Armas Químicas y Biológicas ilegalizan la producción, el almacenamiento y uso de armas biológicas, (aplicado a Siria para que destruyera su arsenal químico) Estados Unidos mantiene los mayores arsenales de estas armas de destrucción masiva y ha sido el primer país en aplicarlo. Nunca podremos olvidar lo que hicieron contra el pueblo vietnamita y camboyano con el tristemente recordado “Agente Naranja”, fabricado entre el gobierno de Estados Unidos y la farmacéutica Bayer.
La Central de Inteligencia de Estados Unidos entregó a miembros del grupo terrorista “Omega 7″ armas bacteriológicas para introducirlas en Cuba y acabar con la Revolución. El líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro, lo denunció en su momento en la ONU, pero pasaron muchos años para que el mundo pudiera confirmar la veracidad de esas denuncias.
Pero propios ex funcionarios estadounidenses fueron más allá. El ex presidente del Banco Mundial, ex secretario de Estado de Estados Unidos, quien ordenó el bombardeo masivo contra Vietnam, y quien fue miembro del Programa Ampliado de Inmunización, Robert Mcnamara, dijo en una oportunidad a un diario francés: “Hay que tomar medidas draconianas de reducción demográfica en contra de la voluntad de las poblaciones. La reducción de la tasa de natalidad ha demostrado ser imposible o insuficiente. Por consiguiente, debemos aumentar la tasa de mortalidad. ¿Cómo? Por medios naturales. El hambre y la enfermedad”.
Aumentan las víctimas, suben las acciones en la bolsa
“Mientras aumentan las víctimas de Ébola, se agudiza la paranoia desde las corporaciones mediáticas (que también ha permitido distraer la atención internacional sobre verdaderas masacres como la que ejecuta el gobierno de Israel contra Palestina), suben las acciones de las farmacéuticas en la bolsa, dice Káren Méndez citando a CNN en “El Ébola impulsa a farmacéutica en la Bolsa”.
“Las acciones de una compañía con base en Vancouver que trabaja en una medicina para frenar la enfermedad subieron 40% en la última semana. (…) Tekmira Pharmaceuticals tuvo un aumento más alto de lo usual porque los inversionistas esperan que las agencias de salud de Estados Unidos aprueben un medicamento conocido como TKM-Ebola”.
Y por si fuera poco, continúa Méndez, el propio científico estadounidense que supuestamente inventó la vacuna contra el Ébola en el Fort Detrick, el señor Larry Zeitlin asegura que “el principal obstáculo, al menos para nosotros, es el apoyo económico. Recibimos financiación del Gobierno de EE.UU., pero llega a borbotones (poco a poco), lo que hace muy difícil desarrollar rápidamente un fármaco”.
Finalizando el informe, la periodista, relaciona lo que muchos sospecharon desde el principio.
“Esta historia hace recordar lo que sucedió años atrás con las conocidas gripe aviar y gripe porcina, que tras expandirse por distintos países del mundo, apareció la farmacéutica estadounidense Gilead Science promocionando un tratamiento llamado Tamiflu. Y mientras miles y miles de personas se desesperaban buscando el Tamiflu, Donald Rumsfeld sonreía. ¿Por qué sonreía? El documental “Operación Pandemia” de Julián Alterini nos lo responde”.
La historia se resume en un párrafo: “Donald Rumsfeld fue el Presidente de la Gilead Science hasta el año 2001, cuando el ex presidente George Bush lo nombró Secretario de Defensa, puesto desde el cual Rumsfeld aprobó en el año 2005 un presupuesto del cual 1200 millones de dólares fueron destinados a su ex compañía para elaborar 20 millones de dosis de Tamiflu, uno de los dos medicamentos que autorizó la Organización Mundial de la Salud para tratar tanto la gripe aviar como la porcina”.
Y concluye la reportera de RT en Caracas. “Todo parece indicar que la historia se repite, y que la alarma que genera la CNN sobre el Ébola, es impulsada por grandes empresas farmacéuticas que dicen tener la cura y sólo con ese anuncio ya han logrado incrementar sus acciones en la bolsa”.
“La realidad es que estas grandes farmacéuticas junto con el Fort Detrick son responsables, como la historia lo demuestra, de inocular y propagar diversos tipos de enfermedades por el mundo para así maximizar sus ganancias a costilla de la vida de los demás, casi siempre los africanos, a quienes aún utilizan para sus experimentos. La historia ya ha demostrado que detrás de cada brote de este tipo de enfermedades está el cartel de las farmacéuticas, una de las industrias más poderosas, influyentes y perversas del mundo”.
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