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sábado, 26 de septiembre de 2015

Sobre la construcción del estereotipo del Mundo Islámico en Occidente 

No podemos juzgar al Islam con la mentalidad de un Occidente con bases económicas en la Revolución Industrial y políticas en las Revoluciones Liberales

26/07/2010 - Autor: Víctor Ochoa Serrano - Fuente: Revista de Clases Historia
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Estereotipos y prejuicios inundan la visión del islam en occidente
Estereotipos y prejuicios inundan la visión del islam en occidente
Hoy no existen lo que se conoce como culturas puras. Lo que hoy existen son culturas contaminadas, aunque esto hemos de decirlo entre comillas. Toda cultura es la suma de las influencias exteriores que ha recibido a lo largo de la Historia.
Juan Goytisolo1.
La cultura no es comer la comida típica. A veces el multiculturalismo no supone más que algo así como pornografía étnica, se intenta destacar del otro los rasgos más exóticos, los que nos parecen más alejados de nuestra realidad.
Najat el Hachmi2.
Tras los atentados al World Trade Center el 11 de Septiembre de 2001, perpetrados por la organización terrorista al-Qaeda, se daba inicio a un nuevo panorama en la geopolítica y en las relaciones exteriores. Este hecho, que de una parte parecía corroborar la teoría del Choque de Civilizaciones de Samuel P. Huntington , significaba el punto de partida de una confrontación que vendría a ocupar el zócalo dejado por el final de la Guerra Fría.
Así, Occidente buscaba en el baúl de los estereotipos para configurar de nuevo al Otro. Un Otro que supone un espejo ante el que mirarse. Un Otro que nace, desde un punto de vista histórico, para dar justificación precisa a un pensamiento de necesaria y relativa superioridad cultural, religiosa, racial o política, según convenga. Como se ha constatado, la identidad colectiva, el ¿qué somos?/ ¿quiénes somos? inherente al Fin de la Historia de Fukuyama y al periodo post-Guerra Fría, hace urgente la búsqueda de teorías que le den respuesta. No sería la primera vez que Europa, y diciendo esto seguimos a Fontana3, ha necesitado la existencia de un espejo, un otro de tipo cultural y político, para construir su propia identidad. Más concretamente, y en palabras de Eduardo Manzano, en “una percepción del pasado que hace del pueblo o nación su sujeto histórico, en una visión del presente que acentúa el elemento diferencial de ese pueblo frente a los “otros”, en un proyecto colectivo de futuro”4. Es por ello que la construcción de la identidad se basa en un juego de contrarios, en retratar a un enemigo que refleja y acentúa los valores negativos de lo que “queremos ser”. Por tanto, el proceso no es actual, sino que de un modo más o menos visible la confrontación entre Occidente y el Islam como conjuntos geopolíticos, hunde sus raíces en la Edad Media. Y decimos esto por varias razones:
- Supone en período histórico donde nace y se conforma la religión islámica desde el punto de vista espiritual.
- Igualmente, en este periodo tiene lugar la expansión, tanto territorial como política, del Islam.
- Tienen lugar las Cruzadas, campañas bélicas que ayudarán a conformar la imagen de los infieles.
Es el período donde los nacionalismos buscan su razón de ser, las raíces de su identidad. Es especialmente interesantes el caso de la Península Ibérica, ya que observamos la formación del proyecto de Estado Moderno de España. Este episodio representa un mito historiográfico de nuestra historia, al que suelen acudir historiadores y políticos como factor legitimador de nuestra identidad.
La confrontación en tiempos medievales tendría lugar en varios niveles; en el ideológico-religioso encarnado en la confrontación Cristianismo (la religión que desde el siglo V se había entendido como la religión del Imperio5) -Islam, en el territorial, reflejado en el los acontecimientos de la Península Ibérica, con el enfrentamiento entre al-Ándalus y los Reinos Cristianos, así como político, con los Imperios Europeos y el Imperio Turco-Otomano.
Juan Damasceno (muerto en 748) erudito cristiano, declaró que el Islam era poco más que un culto pagano, retratando a Muhammad (PyB) como a un libertino6. Con semejante fuente primaria no es de extrañar que las interpretaciones posteriores estuvieran preñadas de prejuicios de índole similar, tratando al Islam como una doctrina cuasi herética. También (y esto llama especialmente la atención dada la transmisión del saber que constituyó el Islam medieval) se hacía referencia a la ignorancia que reinaba entre los adeptos a la nueva confesión, creyendo que los musulmanes vivían en un retraso moral e intelectual7.
Sin embargo, la relativa superioridad del mundo islámico se atisbaba en muchos aspectos de tipo social, higiénicos, e incluso sexual. Económicamente sus bases se sustentaban en una revolución agrícola que permitió extender las superficies cultivadas e intensificar la producción. También el Islam generó un desarrollo del textil, traído de la mano de la potenciación del ganado merino, la extracción de la seda, y del algodón. De esta manera, el Islam representaba un espacio interconectado de facto con unas relaciones comerciales fluidas y que hizo posible el surgimientos de tejidos urbanos sostenible como Bagdad, o Córdoba, dos centros culturales cuya actividad ha sido reflejada en los célebres libros de viajeros como Ibn Batuta o Ibn Yubair.
En torno a los siglos VIII-XI, con la preponderancia y esplendor del Islam en la Península, al-Ándalus es percibido como un peligro ante el que se antepone la necesidad de lucha para resistir y recuperar el territorio ante la amenaza militar palpable. En las Cruzadas tenemos un elemento similar, que no debemos dejar pasar a la hora de tratar tanto el plano espiritual como guerrero. El sermón del Papa Urbano II en el Concilio de Clermont en 1096, cargado de alusiones al Islam, significó una verdadera arenga para los monarcas europeos, encaminándolos a liberar los Santos Lugares. La imagen catastrofista que dio el pontífice sobre el yugo infiel y herético que dominaba la tierra de la que manaba leche y miel fue la cobertura necesaria para que gran parte de Europa se lanzara a la conquista de Oriente Próximo. La construcción de una imagen negativa en torno al Islam y a los musulmanes siguió este hilo conductor.
En 1492, el descubrimiento de América y la conquista de los Reyes Católicos del Reino de Granada. El primero vendría a generar una crisis de identidad, que reclamaba una nueva justificación del “yo” europeo. Ante tal necesidad de autoconciencia se crea la imagen del progreso. Europa había progresado, llegando a lugares lejanos mediante el uso de las técnicas de navegación y mediante el patrocinio de los nuevos estados modernos. El Renacimiento vendría a consolidar esa idea de superación, de adelanto y de madurez social que vino de la mano del descubrimiento de América. Todo esto afectaría a la visión europea sobre las demás civilizaciones, a saber; el Islam, China y la India.
El dominio de Solimán el Magnífico del suroeste de Europa8 desde la década de 1520, junto con la toma de Constantinopla por parte de los turcos otomanos en 1453 hacía reforzar la idea del peligro del Islam, que si bien se suponía erradicado del solar ibérico, surgía por otro flanco geográfico del Viejo Continente. El control del Mediterráneo y la figura de Barbarroja acrecentaron esta imagen peyorativa de un enemigo que avanzaba por tierra y mar.
En el recientemente creado Estado Moderno Español, la toma de Granada se forjó como verdadera Razón de Estado, donde el estatus de los musulmanes se ve trocado, pasando a denominarse ahora moriscos. La existencia de comunidades moriscas diseminadas por la geografía española fue un factor que desde el plano político se vio como desestabilizador, ya que los moriscos serían vistos como una quinta columna, como un contingente humano que podría acrecentar el éxito de cualquier empresa de conquista y saqueo que los turcos llevaran a cabo en costas hispanas. Ello, azuzado por lo acontecido en la Rebelión de las Alpujarras de 1568-71, creó una serie de motivos por los que en 1609, el rey Felipe III ordenó la expulsión de los mismos, que terminó por hacerse efectiva en 16149. De esta manera, Felipe III se libraba, dicho sea de paso, de las críticas y objeciones que España presentaba, en una Europa marcada por la auge del protestantismo, como país cristiano y católico que presentaba en su configuración social grupos sociales y minorías que profesaban otras creencias.
A pesar de la expulsión, la mentalidad colectiva siguió demonizando al Islam y al judaísmo con usos sociales como la Limpieza de Sangre, muy comunes a partir del siglo XVI. Con estos mecanismos observamos cómo la sociedad intentaba remarcar su fidelidad al cristianismo, en calidad de cristiano viejo, toda vez que relegaba, tanto a los conversos como a los vecinos musulmanes a un estatus social y jurídico inferior10. La sospecha de que los nuevos convertidos al cristianismo mantuvieran en secreto las liturgias de sus antiguos credos hizo de los Estatutos de Limpieza condición sine que non a la hora de ascender socialmente, adquirir ciertos bienes e incluso contraer matrimonio.
Otro momento en que se vuelven a cargas las tintas contra el “Otro sería en la expansión colonial de los siglos XIX y XX, facilitada por las mejoras introducidas en las comunicaciones (principalmente el ferrocarril) y el adelanto tecnológico que supone la Revolución Industrial en Occidente. Europa se entregará a un control de los recursos y las vías de comercio, basándose en el pretexto de la “misión civilizadora”. El contacto con zonas lejanas desde el punto de vista geográfico y cultural otorga un nuevo panorama en el que la pregunta ¿quiénes somos? recobra actualidad. Como apunta Gema Martín11, los europeos justifican su misión civilizadora para mostrar la modernidad y el progreso a los pueblos dominados pero, de modo que culturas antiquísimas son bautizadas como “civilizaciones en decadencia” necesitadas de la labor tutorial de Occidente para poder alcanzar el estatus material, tecnológico y político por él marcado. Flaubert, Delacroix y otros artistas retratan en sus obras un Oriente misterioso, romántico, focalizado desde nuevas estructuras en forma de ideas, con una base influida por el cientifismo y lo racional12.
Comienza a estar en boga escribir sobre Oriente, incluso viajar a él, pero todo desde un punto de vista que evoca cierto sentimiento paternalista, ya que el interés se atañe a temas folklóricos, exóticos. Al Islam se le cuelga el sambenito de “incapaz de progresar” siendo contrario, antitético, con la “modernidad”, al tiempo que, como diría Hobsbawm, Occidente adquiere un papel cercano al “buen amo”.
En la era post-Guerra Fría, con el derrumbe del bloque soviético, el mundo libre se hace de una nueva búsqueda de identidad. En este sentido, se da suma importancia a la diferencia cultural como origen de los enfrentamientos, relegando a un segundo plano cuestiones capitales como la desigualdad económica, la no observación de los Derechos Humanos, sin embargo, el resurgir no comienza con el derrumbe del Telón de Acero, sino que viene de antes. Con la Crisis de los Hidrocarburos de 1973-74, el Occidente posmoderno comienza a sentirse apabullado ante la incertidumbre de ver cómo uno de los recursos energéticos principales como es el petróleo se encuentra en manos y a merced de los países de la OPEP. El incremento del precio del mismo significó una vuelta a los escenarios bélicos. Los dibujos de un sheij árabe al lado de un surtidor de gasolina aparecidos en algunos medios escritos13, caricaturizados con rasgos semíticos, alentaban a una nueva conformación de estereotipos. El cine y la televisión se asociaba a los árabes con la lascivia o con la imagen del camellero, el narcotraficante, el instigador, etc. En los medios suelen aparecer imágenes de árabes en grupo, en multitud, obviando toda referencia a la individualidad, y reforzando los estereotipos. La Revolución Iraní de 1978-79, instauradora de un orden de carácter islámico, popular y anti-imperialista, así como el surgimiento, a lo largo de los años 80 y 90, de redes terroristas de carácter fundamentalista, termina por configurar el surgimiento de la idea amenazante de la Yihad, mediante la cual los árabes invadirán el Mundo, lo que recuerda al leitmotiv del pensamiento medieval sobre la justificación de las Cruzadas.
Ya en la década de los 90, como ya hemos señalado con anterioridad, ante la necesidad de reafirmación de la identidad surgirá la necesidad de buscar un enemigo. La guerra volverá a perfilarse como “racionalidad geopolítica constitutiva”. Las teorías de Bernard Lewis cobran importancia insertándose en el plano del discurso reflexivo, incluso académico14. En ellas enfatiza la distancia entre nuestro mundo y el Islam, planteando cuestiones demasiado generales sobre un conjunto de pueblos bastante heterogéneo, atendiendo a un esquema orientalista. Caracteriza a los musulmanes como un colectivo aterrador, encolerizado, enemigo de Occidente y de sus logros15 . No es de extrañar que desde la Administración del presidente Bush (padre), los primeros síntomas se dejaran notar en la orquestación de la Guerra del Golfo. Como un alto cargo estadounidense espetó, “tememos que ser más inteligentes al tratar con el Islam de lo que fuimos al tratar con el comunismo hace 30 o 40 años16”. Las teorías de Lewis fueron retomadas por Samuel P. Huntington, que reformuló la teoría del Choque de Civilizaciones. Pero nos parece que estos aspectos deben tratarse con mayor detenimiento en el capítulo siguiente, ya que tanto el análisis de las teorías del Choque y Alianza de Civilizaciones, así como su justificación política está interrelacionada con la construcción del término Islamofobia y su actualidad.
Sin embargo, llegados a este punto, nos parece obligado señalar que pese a la postura reduccionista que gran parte de la historiografía ha mostrado en los distintos momentos históricos, hemos de dejar constancia la realidad social de los contactos entre Occidente y el Islam, que no se ciñe exactamente a un compendio de tensiones y enfrentamientos (los cuales parecen traídos por causas naturales, mostrando una visión antagonista). Como apunta Gema Martín, “no existe un Homo Islámicus desgajado antropológicamente del resto de la humanidad17. Y es que, aunque no es momento ahora de realizar un repaso exhaustivo, tenemos que dejar claro que el legado del Islam ha llegado hasta nuestro tiempo no como un elemento residual desde el punto de vista cultural, sino como parte fundamental de nuestro acervo cultural. Además del folklore (con las fiestas de moros y cristianos), entre otras cosas debemos a los musulmanes la introducción, provenientes del India, de los numerales, llamados árabes, en torno a los siglos IX-X18, así como multitud de conocimientos en materia de astrología.
Se escapa que, dentro del oscurantismo que la historiografía tradicional ha dotado a los tiempos medievales, el Islam funcionó como verdadero transmisor de los saberes del mundo clásico grecorromano, especialmente en materia de ciencias médicas y filosofía. En este sentido, una de la obras capitales de la medicina y la farmacología clásica, como es la Materia Médica de Dioscórides, fue traducida del griego al árabe lo que seguramente salvaguardó su vigencia19. En definitiva en campo de la medicina y la literatura se pudo observar el mantenimiento de un estatus cultural rico, como se observa en la vida y obra de Averroes, Avicena, Abulcasis o Algazel, por citar sólo algunos ejemplos.
De igual modo, desde el punto de visto territorial, tanto la Península Ibérica como el Imperio Bizantino configuraron dos áreas periféricas de contacto entre Europa y el Islam, donde los flujos culturales fueron un hecho. Incluso durante las Cruzadas el comercio con Oriente se fortaleció, manteniéndose este en tiempos modernos, cuando las Ciudades Estado italianas mantuvieron fluidos contactos comerciales con los turcos y el Levante, sin hacer mucho caso de lo que el Papa opinase20. Lejos queda pues de la confrontación como norma de las relaciones sociales e interétnicas, lo cual no se sostiene desde un punto de vista sociológico.
Con todo, Oriente y el Islam suelen ser representados en torno a un conjunto de valores, conceptos y imágenes nos reales, sino conectados con un gran entramado de deseos, represiones, temores y prejuicios. Remitiéndonos a Hichem Djait, quien afirma que con respecto al mundo islámico existe una sensibilidad antiislámica en todos los niveles del subconsciente europeo, no resulta disparatado afirmar que estamos autoconcienciados en términos de oposición y contraste.
Esta comprobado que la inmigración supone un proceso característico del mundo globalizado. Los inmigrantes llevan camino de convertirse en minorías que crecen en influencia social y política dentro de las sociedades en las que se mueven. Cualquier análisis riguroso debe tener en cuenta las diferencias socioeconómicas que actúan como motor en este proceso, y no verse impregnado por estereotipos. El no hacer esto supone, a nuestro nivel, un defecto criticable y una falta de coherencia sustancial.
Actualmente, encontramos dentro del Islam muchas opiniones sobre cómo entender aspectos como el ejercicio del credo o la organización social. Desde un plano educacional, Mohamed Charfi21 opina que hay que integrar en las sociedades islámicas el reformismo mediante la educación, lo que podría dar como resultado una apertura mediante los conocimientos científicos, tecnológicos y lingüísticos. Ello no debe ser óbice para la formación de la identidad, basada en el apego a los preceptos religiosos y a la lengua, pero con una mentalidad abierta a nuevas interpretaciones sobre los credos y las culturas. Se buscaría así el reforzar la cultura general y el conformar un pensamiento global, teniendo una visión clara de la propia cultura y de la cultura universal.
De esta manera, se intentaría presentar las ventajas de los sistemas democráticos frente a la teocracia de muchos países islámicos, soslayando los tabúes dentro del cientifismo y del evolucionismo. No podemos juzgar al Islam con la mentalidad o la escala evolutiva de un Occidente con bases económicas en la Revolución Industrial y políticas en las Revoluciones Liberales. Pecaríamos de ejercer una visión demasiado etnocéntrica. Hay que observar la génesis de un debate desde sus propias filas, así como la comprensión de que existen muchas maneras de entender el Islam y la sociedad islámica.
Posiblemente el centro de la cuestión quizá este en el condicionamiento del pensamiento, en la conformación de las visiones. Hemos de ser conscientes de que el Islam supone una civilización y una cultura que cuenta en su seno con muchos comportamientos y lecturas, que puede tener un abanico de visiones del mundo diversas, al igual que sucede en Occidente. Sólo mediante la educación y la asimilación cultural, inherente a nuestra naturaleza en tal que seres sociales, podremos enfrentarnos a este problema.
Notas
1 Castro, E.: “Entrevista a Juan Goytisolo”. Revista Mercurio. Panorama de Libros. Nº 105. Noviembre de 2008.pp. 10-12.
2 Del Arco, M.A.: “Entrevista a Najat el Hachmi”. Revista Mercurio. Panorama de Libros. Nº 105. Noviembre de 2008.pp. 22-23.
3 Fontana, J.: Europa ante el espejo. Ed. Crítica. Barcelona, 1994.
4 Manzano Moreno, E. “La construcción histórica del pasado nacional” en Juan S. Pérez Garzón (dir.). La Gestión de la memoria. La Historia de España al servicio del poder. Barcelona: Crítica, 2000.
5 Óp. Cit. Fontana Lázaro, J.
6 Sardar Ziauddin. Extraño Oriente. Historia de un prejuicio. Barcelona: Gedisa, 2004.
7 R. W. Southern. Western views of Islam in the Middle Ages. Cambridge (MASS): Harvard University Press, 1965, p.25. Apud Sardar Ziauddin. Extraño Oriente. Historia de un prejuicio. Barcelona: Gedisa, 2004.
8 Jack Goody. Europa y el Islam. Barcelona: Gedisa, 2005.
9 Huelga decir que el monarca español llevó a cabo una estrategia similar a la expuesta en la expulsión de los judíos en 1492.
10 Américo Castro. España en su Historia. Cristianos, moros y judíos. Barcelona: Crítica, 1984. La obra trata globalmente de las relaciones interétnicas lo largo de la Historia.
11 Gema Martín Muñoz. “¿Supuesta confrontación entre Islam y Occidente o el problema de la supremacía Occidental?” en RIPF, 2001, pp. 101-118.
12 Edward W. Said. Orientalismo. Madrid: Libertarias, 1992.
13 Op. cit. Edward W. Said. Orientalismo...
14 Edward Said. Cubriendo el Islam. De cómo los medios de comunicación y los expertos determinan nuestra visión del resto del Mundo. Madrid: Debate, 2005, p. 53.
15 Op. Cit.,p. 55.
16 Op. cit., p. 103
17 Op. Cit. Gema Martín Muñoz.
18 Juan Vernet. Lo que Europa debe al Islam de España. Barcelona: Círculo de Lectores, 1999.
19 Op. cit., p. 105.
20 Op. cit., Josep Fontana Lázaro.
21 Charfi, M.: Islam y libertad. El malentendido histórico. Ed. Almed. Granada, 2001.
Bibliografía
- Fontana, J.: Europa ante el espejo. Ed. Crítica. Barcelona, 1994.
- Goytisolo, J.: Los Ensayos. Ed. Península. Barcelona, 2005.
- Goytisolo, J.: Pájaro que ensucia su propio nido. Ed. Debolsillo. Barcelona, 2003.
- Djaït, H.: Europa y el Islam. Ed. Libertarias. Madrid, 1990.
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- Said, E.W.: Orientalismo. Ed. Libertarias. Madrid, 1990.
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- Castro, A.: España en su Historia. Cristianos, moros y judíos. Barcelona: Crítica, 1984. La obra trata globalmente de las relaciones interétnicas lo largo de la Historia.
- Martín Muñoz, G.: “¿Supuesta confrontación entre Islam y Occidente o el problema de la supremacía Occidental?” en RIPF, 2001, pp. 101-118.
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