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domingo, 1 de noviembre de 2015

Cómo sería Estados Unidos con Donald Trump de presidente

Cómo sería Estados Unidos con Donald Trump de presidente

Es sábado 21 de enero de 2017. El recién nombrado presidente de EEUU, Donald Trump, que ganó en las elecciones del 8 de noviembre por apenas 10.000 votos al candidato demócrata, el socialista Bernie Sanders, inicia su primer viaje oficial. Su destino es la frontera con México, en Texas, uno de los estados clave en su reelección. El republicano viaja con su vicepresidente, Ted Cruz, pero no se reúne con el gobernador del Estado, Greg Abbott, a quien dedica los que, según una estadística del USA Today, son sus tres insultos favoritos: «imbécil, fracasado y peso ligero». ¿El motivo? Que hizo campaña en las primarias en favor de Jeb Bush.
[Esta es la recreación de cómo sería el primer mes de Donald Trump en el Despacho Oval, a partir de su programa y sus declaraciones de los últimos meses]
Al terminar el día, Trump repite lo que ya dijo en julio de 2015, cuando visitó la frontera: «Me he puesto en un peligro enorme al venir aquí». A continuación, declara que el Departamento de Seguridad Nacional va a abrir un concurso para empresas que quieran construir un muro tan ambicioso como el de Juego de tronos: 3.145 kilómetros a lo largo de valles, montañas y desiertos, que irá desde el Pacífico hasta el Atlántico, y que reemplazará a la actual construcción, de 1.100 kilómetros.
El presupuesto es de 21.000 millones de dólares : 18.720 millones de euros al principio del discurso presidencial y 17.665 al final, porque la moneda estadounidense cae en picado. En su intervención, el nuevo jefe del Estado y del Gobierno declara que «un elemento» que debería tener en cuenta «es la instalación de alambradas con cuchillas, como ha hecho España, con un éxito considerable para frenar la inmigración de África».
Al día siguiente, Trump viaja a Las Vegas, donde se reúne en el Trump Casino International con Vladimir Putin. El mediador es Silvio Berlusconi. El presidente regresa el 25 con tres acuerdos: Rusia se retirará de Siria, los separatistas del Este de Ucrania abrirán negociaciones con el Gobierno de Kiev y el próximo concurso de Miss América se celebrará en la Plaza Roja, con Putin y Berlusconi como miembros del jurado. El 26 de enero la secretaria de Energía de Trump, Sarah Palin, elimina todas las restricciones a la prospección de petróleo. El dólar y Wall Street se estabilizan.
ARRUINADO. Pero la tregua dura poco. El viernes 27, The Wall Street Journalinforma de que ni una sola empresa va a presentar una oferta para edificar el muro de México «debido al potencial riesgo negativo para su imagen». Trump reacciona en el habitual discurso radiofónico del presidente de EEUU del sábado calificando al diario de «basura propagandística dirigida por un inmigrante llamado Rupert Murdoch, que a sus 85 años debería estar en el geriátrico», y se ofrece a ejecutar la obra él mismo. El problema es que está sin blanca: ha gastado su fortuna de 4.000 millones de dólares en la campaña.
El lunes 30, Trump llama a los principales bancos para pedirles un crédito de 21.000 millones de dólares (a estas alturas, 14.777 millones de euros). Presenta como aval su propio nombre. Sin éxito. Un banquero cuyo nombre no se hace público le dice: «Si cuando ganabas dinero valorábamos tu nombre en 100 millones, ¿cómo vas a valer ahora 21.000 con la que estás armando y en quiebra?». A última hora, el presidente tuitea desde la Casa Blanca llamando «imbéciles» y «pesos ligeros» a los banqueros de Wall Street.
Los republicanos, que tienen mayoría en ambas cámaras del Congreso, tampoco están satisfechos con su presidente. El martes 31 de enero, el Senado aprueba por 96 votos a favor y 4 en contra una ley en la que rechaza la concesión de fondos para el muro. El miércoles 1 de febrero, la Cámara de Representantes decide lo mismo, aunque con diferente división del voto: 300 legisladores a favor (los 200 demócratas y 100 republicanos) y 135 en contra, todos del Tea Party, es decir, republicanos de ultraderecha. El plan queda liquidado. El presidente no oculta su malestar. En una entrevista a la agencia de noticias mexicana Notimex repite su afirmación de que los inmigrantes ilegales de ese país «traen droga, traen crimen, son violadores y, algunos, supongo, son buena gente». Cuando el periodista le recuerda que ahora mismo prácticamente no hay inmigración de México a EEUU, Trump repite varias de las frases de su campaña: «¡Eres asqueroso! ¿Quién viola a la gente? ¡Responde! ¡Estás acabado!».
El 2 de febrero, las estadísticas del Departamento de Trabajo revelan que el número de estadounidenses que buscan empleo se ha duplicado, de 200.000 a 400.000. Trump dice que es «por todos los vagos que dejó Obama, a los que he quitado las mamandurrias; así tienen que buscar trabajo». Otros hablan del colapso económico por la desconfianza hacia el presidente. Pero una encuesta revela que el respaldo a Trump alcanza el 70% ente los blancos, el 50% entre los asiáticos, el 30% entre los negros, y el 1% entre los hispanos. En total, un 49,7%. Trump ve esas cifras con optimismo y, exultante, repite lo que dijo en 2015: «Tal y como ha sido ampliamente documentado, mis dedos son largos y hermosos, al igual que otras partes de mi cuerpo».
El lunes 6 de febrero, Putin anuncia que ha enviado soldados a Bagdad sin comunicárselo a EEUU, y que «las condiciones para una negociación en Ucrania no son las adecuadas», aunque mantiene el concurso de Miss América en la Plaza Roja. En un gesto de buena voluntad, Trump decide enviar a su hija, Ivanka, a negociar con Putin a Las Vegas, y recuerda al presidente ruso en una carta lo que dijo en 2015: «Si Ivanka no fuera mi hija estaría saliendo con ella». Putin declara su disposición a reunirse con la enviada. Berlusconi vuelve a ofrecerse como mediador, «pero sólo con Ivanka».
CONTRA CHINA. El dólar sube, como cada vez que hay una crisis internacional, pero la tendencia se revierte cuando el secretario del Tesoro, el ex senador demócrata por Nueva York Chuck Schumer, califica el 8 de febrero a China de «manipulador de la moneda», lo que permite a EEUU imponer sanciones comerciales a ese país. La posibilidad de una guerra comercial entre las dos mayores economías del mundo hunde a los mercados, y el Comité del Mercado Abierto de la Reserva Federal de EEUU, que fija los tipos de interés en ese país, dimite en bloque alegando un «deseo unánime de volver a la actividad universitaria». El dólar entra en caída libre. No obstante, los responsables del banco central regresan a las pocas horas a sus puestos en Washington, aunque, afirman, eso no tiene nada que ver con la orden del presidente Trump de arrestarlos.
El presidente tiene más preocupaciones. El viernes 10 de febrero el Senado rechaza la ratificación en el cargo de secretario de Seguridad Interior de David Duke, ex director nacional del Ku Klux Klan, en parte por su insistencia en que «una vez que echemos a los hispanos, vamos a hacer lo mismo con negros y judíos».Trump reacciona nombrando a Duke consejero de Seguridad Nacional, para lo que no necesita recurrir al Senado.
Pero el 13 de febrero, el Senado tumba a la sustituta de Duke propuesta por Trump, la ex congresista Michelle Bachman, cuando ésta declara: «No tengo nada contra los judíos. Es más, quiero ofrecer nacionalidad estadounidense a los 6,3 millones de judíos que viven en el Estado de Israel para reemplazar a los 11 millones de latinos ilegales que vamos a expulsar. A los 2,1 millones de israelíes árabes no, pues todos son terroristas».
El 16 de febrero, el Senado también rechaza como director de la CIA al sheriff de Phoenix, Joe Arpaio, que había afirmado que «EEUU necesita crear campos de prisioneros con tiendas de campaña, como el que yo tengo en Phoenix, pero sólo para mexicanos».
El 20 de febrero se cumple un mes desde que Trump ha jurado el cargo. Ese día, pronuncia el Discurso sobre el Estado de la Unión. En él, Trump expresa su intención de trabajar con el Legislativo con la excepción de aquellos de sus miembros que son unos «imbéciles», «cretinos», y «fracasados». Un día después, los 100 republicanos más conservadores de la Cámara de Representantes crean su propio caucus -un grupo parlamentario informal- que se llamará Partido de la Libertad. Es el primer paso para la escisión del Partido Republicano, aunque eso no se formalizará hasta las legislativas de 2018. Entonces, el 21 de febrero, un mes y un día después de asumir el poder, Trump cesa a Ted Cruz y ofrece la vicepresidencia a su ex rival, Bernie Sanders. Éste acepta. Y, en una rueda de prensa conjunta, ambos anuncian la creación de un sistema de salud universal financiado por el Estado similar a los de Europa.

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