Una yihad ofensiva, violenta y global
De Líbano a África, con parada en París
26/11/2015 -
Autor: Javier Aisa Gómez de Segura -
Fuente: Web
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violento
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La yihad actual, entendida como la expansión de una fe
interpretada de manera extremista, ultraconservadora, violenta y contraria al
islam tradicional y al reformador, ha adquirido una dimensión que alcanza
a Europa, Asia y también a África desde
hace algo más de 30 años. No responde a un mando unificado sino a diversas
tendencias extremistas que crecen, se reproducen, retroceden y avanzan, según
las relaciones de fuerzas dominantes, a su favor o en contra.
Antes de la masacre de París, se produjeron también ataques
contra chiíes y rusos, además de las bombas en Ankara contra los kurdos y el
terrorismo en Malí. El dibujante Kam ilustraba en Jeune Afrique una página en
la que se preguntaba ¿dónde están nuestras banderas? sobre los recientes
atentados de Boko Haram, una vez más, en Nigeria. Todos han quedado marginados
en los medios por el terrible espectáculo de una acción terrorista, cuyo objetivo
directo era Europa. Sin embargo, las víctimas de allá deberían ser explicadas,
lamentadas y defendidas con igual determinación que las más próximas.
Contra los chiíes
Daesh considera que todas las personas asesinadas eran
infieles: chiíes en Beirut, hostigados desde el 657, veinticinco años después
de la muerte del Profeta Muhammad y, en nuestro tiempo, cuando la revolución
islámica de Irán en 1979 comenzó a competir con el sunismo por el liderazgo
regional en Oriente Medio. Desde luego, Alá es uno, pero la interpretación del
islam es compleja, diversa y disputada. Los yihadíes violentos no lo admiten,
porque su visión es unitarista (lectura wahabí), sin apenas historia ni respeto
a las costumbres locales; terminante; excluyente e implacable. Califican de
innovación y, por tanto, de herejía que los chiíes tengan influencias de otras
culturas religiosas y representaran a una base popular crítica con la
apropiación, en el primer islam, del mensaje religioso por la oligarquía
comercial y terrateniente. Tampoco aceptan que el chiísmo afirme, con sus
libros sagrados propios, además del Corán, que el guía de la comunidad deba ser
heredero directo del Profeta (imamato), como Husayn, también muerto a manos
suníes en Kerbala, el año 680. Ni que, después de la ocultación en el 874 del
duodécimo imam, Muhammad ibn al-Hassan, ante tanta persecución, el mandato para
encabezar y tutelar a la población sea de los ulema más sabios (un chiísmo conservador) o la comunidad por sí misma
(opinión de los reformadores). Estas diferencias se trasladan automáticamente a
la actualidad en la lucha del extremismo suní contra el chiísmo.
Objetivo Francia
Los ataques en París significan un cambio de estrategia del
Daesh. Ha logrado exportar su guerra particular de Oriente Próximo a múltiples
frentes en atentados y con protagonistas diversos, desde lobos solitarios a
acciones de gran envergadura. Del enemigo cercano han pasado al combate contra
el enemigo lejano, haciendo suya la máxima de Al Zawahiri, líder de Al Qaeda.
Tengan más o menos debilidad en Oriente Próximo, han demostrado la capacidad
operativa de sus afiliados en Occidente. El Daesh maneja que un cerco
indiscriminado a las comunidades islámicas europeas incrementará sus
partidarios.
Los yihadíes violentos no representan al islam, palabra
revelada por Alá, cuya existencia solo puede basarse en la paz, la ética y la justicia; no en la
violencia y la exclusión. Por tanto, no se trata de terrorismo islámico.
Con precisión, tampoco son islamistas, movimiento político
en el seno del islam. Hace tiempo que estos aceptaron la política electoral y
rechazaron la violencia para llegar al gobierno, a pesar de ser perseguidos
(dos ejemplos: Hama, Siria, 1982; Egipto, 2012, derrocamiento de Morsi, elegido
democráticamente). Al contrario, los extremistas son sus adversarios por negar
la necesidad de la conversión al islam y su extensión mediante las armas.
De la exclusión al apocalipsis
Pero, el Daesh es en la práctica una de las versiones más
ultrarreaccionarias del islam, que añade a la inflexibilidad doctrinal, la
anatemización (tafkir) de quienes no piensan como ellos. Acusan a los
musulmanes de “infidelidad al islam” y llevan a cabo una aplicación de la
violencia más extrema y ejemplificadora, como imposición y purificación
sangrientas. Su apelación al islam les proporciona cobertura y simpatizantes,
aunque su interpretación sea radical.
Los yihadíes de Daesh y Al Qaeda, con diversos movimientos
armados afines que responden igualmente a problemas locales, utilizan la
presencia de Rusia en Oriente Próximo y de Francia también allí y en África
Occidental para atacar, en lugares distintos, a los nacionales de estos países.
Pretenden así reafirmar su legitimidad en el seno del islam, al combatir a países
enemigos, que intervienen o poseen bases en tierras islámicas. Es un objetivo
más, encajado en una voluntad más profunda. Su acometida pretende purificar el
Islam de otras influencias; vaciar de contenido a conceptos como yihad, charía,
salaf, chura, entre otros, y darle el suyo, inlexible. Exhiben sin pudor la
sangre de sus víctimas, como ejemplo de fuerza y para provocar el terror y la
conversión, la parálisis y la huida.
Hacen referencia documentada a historias bélicas durante la
propagación del islam. Batallas que sucedieron y otras que vendrán al final de
los tiempos, según preconiza el Daesh en sus tesis apocalípticas. Aluden a que
los nuevos cruzados serán derrotados en Dabiq, precisamente en el norte de la
Siria ocupada por los extremistas y nombre de su revista. Luego, quedarán 5.000
creyentes, tras otra victoria extranjera, el mundo culminará en Jerusalén con
el triunfo musulmán y la verdadera llegada de
un mesías. No es una digresión señalar estas cuestiones, porque forman
parte del universo yihadí; de sus características; de sus propósitos y del
enfoque de sus acciones.
Al Zarqaui creó en 2004 la organización Tawhid al-Jihad
(Monoteísmo y Yihad), toda una declaración de principios, precursora de Al
Qaeda y del Daesh. Para ellos, sólo vale un islam único, jerárquico y
literalista en la interpretación de algunos hadices (hechos y dichos del
Profeta).
Son salafíes yihadíes, no quietistas retirados de la
política. Recogen las tesis del jordano Al Maqdisi, entre otros, y recuperan a
Ibn Taymiyya, en el siglo XIII: los fundamentos del islam tienen “el libro como
guía y el sable como apoyo.”
La proclamación del califato por Al Bagdadi en junio de 2014
consiguió el juramento de lealtad de la mayoría de los grupos yihadíes, lo que
posibilitó su dominio religioso, militar y político entre los radicales.
Aliados con oficiales del ejército y de las fuerzas de seguridad de Sadam
Husein, el caldo de cultivo del ascenso del Daesh, competidor de Al Qaeda desde
febrero de 2014, ha sido el vacío creado por las guerras en Irak y Siria; la
permanencia de dictaduras y la crisis de liderazgo en los suníes.
Los activistas yihadíes violentos surgieron enfrentados a
otros liderazgos musulmanes y a los estados árabes, excomulgados por impíos,
corruptos y por permitir bases de potencias internacionales en el mundo
islámico, incluida la URSS en Afganistán, Chechenia y ahora Siria.
Este califato ha crecido y cuenta con varios pilares: un
territorio de 300.000 kilómetros cuadrados y entre 8 y 10 milllones de
habitantes; una propaganda eficaz; una ley islámica rigurosa y dogmática; la
militarización; la gestión de un auténtico estado con gobierno, administración,
moneda, recursos económicos (petróleo, bancos incautados, contrabando, ingresos
procedentes de su sistema fiscal y de fundaciones extremistas); una red de
jueces religiosos; instituciones consultivas con jefes locales de los clanes y
apoyos regionales.
Intereses coloniales
Francia bombardea ya enclaves de los terroristas en Siria,
pero empezó su guerra en mayo de 2014, en el marco de la operación Inherent
Resolve. Antes, los franceses han actuado constantemente en el mundo árabe.
Primero, fueron los cruzados. Luego, Napoleón intentó promover algunos de los
valores de la Revolución Francesa a cañonazos en Egipto y Palestina. En el
mismo siglo XIX colonizó por la fuerza una parte del Magreb, a la que se
opusieron con las armas, en una yihad defensiva, seijs como el emir
Abdelkhader. Para acabar con el califato otomano en 1916, suscribió el tratado
que lleva el nombre de su ministro Picot junto al del británico Sykes. Este
acuerdo creó un sistema de mandatos para repartirse Oriente Próximo entre Gran
Bretaña y Francia.
El ejército francés expulsaba de Damasco al hachemí Faisal,
al final de la Gran Revuelta Árabe contra los turcos, impulsada por los
británicos, que le habían prometido un reino árabe unido. Esa división
consolidó el debilitamiento del mundo árabe en Oriente Próximo. Una
fragmentación de la que se derivaron, inmediatamente después de las
independencias, las dictaduras regionales que llegan hasta la actualidad. En el
África islámica, la intervención francesa comenzó en 2013 con la operación
Serval y, el año pasado, la operación Barkhane contra los yihadíes, en el sur
del Sahel. Asimismo, los servicios de inteligencia galos señalan blancos a los
drones estadounidenses en Somalia.
Ventajas para el el Daesh
Heredero destacado de múltiples grupos violentos, pasados o
recientes, seguro que el Daesh instrumentaliza estas situaciones. Al mismo
tiempo, da prioridad al desarrollo de su propia agenda bélica. Espera los
ataques en su terreno, que manipularán en su beneficio para ampliar su aureola
de sacrificio y martirio, ganar más adeptos e incendiar más aquella geografía.
El desastre y caos en Oriente Próximo continuará si no
existe un compromiso regional e internacional de carácter político para impedir
regímenes autoritarios, empezando por Siria e Irak.
Podrá eliminarse militarmente al Daesh y bienvenida sea su
derrota. No obstante, emergerá en otros lugares, con nombres diferentes. Desde
hace cerca de cuarenta años ha sido así. De esta manera, advirtamos que será
mucho más difícil acabar solo mediante las armas con gentes que respaldan sus
actuaciones en el convencimiento de que su versión intransigente de la fe es la
única válida.
Yihad global
Ahora, el terrorismo prosigue en Bamako. Malí. Añadamos las
ciudades de Yola y Kano, en Nigeria. Son una provocación, emulación,
competencia y discordia por la autoridad, en una reislamización violenta, entre
los partidarios de Al Qaeda en el Sahel y los que son leales al Daesh. Cada uno
de estos grupos cuenta con una hoja de ruta en sus escenarios particulares.
Los recientes atentados en África no son respuesta a los
crímenes de la otra organización, sino la extensión de una yihad ofensiva y
múltiple, que les proporciona mayor resonancia, poder, dominio operativo y complementariedad
en sus acciones, a pesar de las diferencias entre sus autores.
Más allá de la
victoria en mayo del musulmán Muhammadu Buhari en las elecciones de Nigeria,
cuyas prioridades son frenar la corrupción y a Boko Haram (autor de más de
6.500 muertes en 2014), las milicias dirigidas por Abubakar Shekau continúan
sus atentados y amplían sus incursiones Chad y Camerún. Atrapado en un cierto
retroceso bélico, la suma de Boko Haram al Daesh le ha dado mayor peso entre su
base social, que subraya la desigualdad en la posesión de las tierras; la
represión militar y la fidelidad a la pureza doctrinal de un islam agresivo,
para mantener su apoyo al mando político y religioso de Boko Haram, en lo que
ellos denominan ya la Provincia del Estado Islámico en África.
En el caso de Malí, la intención estratégica de los yihadíes
es demostrar que no acabó la guerra de 2012 y que es posible acosar a varios
destacamentos militares juntos (franceses, chadianos y de otros países
africanos) además de a las instituciones internacionales, como la misión de
Naciones Unidas. Malí es un estado muy debilitado, con una elite política
dividida y que no asume el desafío de aplicar eficaz y realmente una
administración federal, en la que tuaregs y árabes del norte se sientan representados
suficientemente. Estos denuncian también agravios económicos y sociales entre
las regiones de Kidal, Tessalit y Taoudienne y las que están más abajo del río
Níger. Ni la Coordinadora de Movimientos del Azawad (varios colectivos tuaregs
rebeldes y especialmente sus mandos militares), y mucho menos la alianza de
yihadíes en torno a Ansar Dine, han suscrito la conferencia de reconciliación, una iniciativa de Argelia para pacificar la
región y revalidar su capacidad diplomática de gran potencia africana. La
desconfianza entre la oposición norteña y el gobierno de Bamako y la
resistencia a una paz basada en la justicia es mutua.
Los nombres no son inocentes
Abundemos un poco más
en otros rasgos de los movimientos yihadíes. Primero Al Qaeda y luego el Daesh
han conseguido su poderío en medio de las
disputas en los liderazgos políticos y religiosos y en territorios
fragmentados, con estados frágiles, guerras civiles e intervenciones
extranjeras. La denominación de algunos de estos grupos refleja una opción
doctrinal clara y rotunda: combate e intransigencia. Los asesinatos en la
capital de Malí han mostrado la unidad táctica de Al Qaeda en el Magreb
Islámico y la organización Al Murabitun, alianza del Movimiento por la Unicidad
y la Yihad en África (Mujao) y Al Mua´qi´oon Biddam, “los firmantes con la
sangre”. Con este nombre, todo está dicho. Pero, Al Murabitun nos remite a los
que son “centinelas, dispuestos a la batalla en la fortaleza”. En definitiva,
los yihadíes han aprendido y recuerdan la historia: aquel imperio almorávide
que ocupó Al Andalus y el este del Magreb. Entre otros desastres, derrocaron a
Al Mu´tamid, el último emir de la taifa de Ishbiliya (Sevilla) y le mandaron
encadenado al aduar de Agmat, 40 kilómetros al este de Marrakech. Un humilde
mausoleo acoge los restos del rey poeta, junto a su mujer I´timad. Es qabr
al-garib, la tumba del forastero, apenas conocida y visitada por nuestros
turistas. Al Murabitun y Al Mu´tamid son dos maneras contrapuestas de entender
y aplicar el Islam. En el siglo XI y ahora mismo.
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