¿Hay todavía
un piloto en Washington?
La crisis siria es un claro ejemplo
de doble juego e hipocresía políticas. Aunque el Consejo de Seguridad
adoptó –por unanimidad– dos resoluciones, una contra el
financiamiento de al-Qaeda y el Emirato Islámico y otra a favor de la
paz en Siria, la guerra sigue su curso… gracias al financiamiento de
varios miembros de ese mismo Consejo de Seguridad. ¿Son los gobernantes
incapaces de lograr que sus administraciones obedezcan? ¿Es una forma
de incompetencia política de gobernantes que ya no saben qué hacer? ¿O
será más bien una voluntad maquiavélica de proseguir la guerra
sin decirlo?

El caballo de Troya del ISIS (el Emirato Islámico, también designado
como Estado Islámico o Daesh, EI, ISIS o ISIL) permite al Tío Sam invadir
Siria.
El secretario de Estado
estadounidense John Kerry viajó recientemente a Moscú para conversar allí
sobre la crisis siria con su homólogo ruso Serguei Lavrov y con el presidente
Vladimir Putin. Los periodistas pudieron observar los estrechones de manos
así como las sonrisas y risas calurosas entre Kerry y su homólogo
ruso. Kerry declaró que el presidente sirio Bachar al-Assad no tendrá que
dimitir de inmediato y que Estados Unidos no está tratando de
aislar a Rusia. ¡Qué buena noticia y qué agradable sorpresa para los
rusos! El show de Moscú dio la impresión de un verdadero éxito. Kerry
paseó por la calle Stariy Arbat, donde se encontró con transeúntes rusos
sonrientes y compró suvenires para su regreso a casa.
En los siguientes días, el Consejo de
Seguridad de la ONU adoptó una resolución que exhorta al alto
al fuego y la negociación. Periodistas rusos y occidentales ahora
dicen igualmente que existe una esperanza para evitar que lo peor llegue a
suceder en Siria. Y es posible que ustedes lo sepan,
si Estados Unidos quiere un alto al fuego es porque
sus aliados «yihadistas moderados» están siendo derrotados por el
ejército sirio, que goza del respaldo de la aviación rusa.
¿Puede ese optimismo garantizar
una paz en Siria? Es difícil imaginar de qué manera.
Kerry dirá
lo que quiera en Moscú, pero en cuanto llega a Washington cambia
de canción, o son sus colegas quienes lo hacen. Su jefe,
el presidente Obama, repitió que «Assad tiene que irse» sólo unos
días después del regreso de Kerry a casa. Y después apareció la extraña
historia publicada por Seymour M. Hersh, el periodista estadounidense
especialista en revelar escándalos, quien afirma que no todos los
miembros del gobierno [estadounidense] se hallan en estado de muerte
cerebral [1], notable
descubrimiento cuando vemos la política exterior de Estados Unidos. Varios
altos oficiales de las fuerzas armadas estadounidenses, entre los que
se hallaba nada más y nada menos que el entonces jefe del Estado
Mayor Conjunto, el general Martin Dempsey, estaban en efecto enviando
–de manera indirecta y muy secreta– información militar al gobierno
sirio para ayudarlo a combatir el Emirato Islámico, al-Qaeda y las fuerzas
yihadistas aliadas que operan en Siria. Simultáneamente, la CIA, con
el respaldo de Obama, enviaba armas por aquí y por allá para ayudar a los
yihadistas a derrocar el gobierno de Assad.
El general Dempsey salió del cargo en
septiembre de 2015 y fue reemplazado por el general Joseph Dunford, un
verdadero rusofobo, que ve a Rusia como una «amenaza existencial»
para Estados Unidos. Este es el tipo de respuesta clásica
de Washington: El agresor acusa a su víctima de agresión premeditada.
El 22 de diciembre, Estados Unidos golpeó a Rusia con la
adopción de nuevas sanciones injustificadas. El pretexto sigue siendo
el mismo: la «agresión» rusa en Ucrania.
Una nueva provocación estadounidense,
estarán pensando ustedes, mientras que Rusia busca una solución pacífica para
la guerra en Siria. El gobierno ruso adopta una posición sensible.
Pero, ¿existe una real posibilidad de paz negociada en las actuales
circunstancias?
Si la guerra en Siria fuese
una simple guerra civil, como dicen frecuentemente los medios de
prensa, sería posible estimular los beligerantes a vestirse de traje y corbata
y sentarse a negociar una solución. Desgraciadamente, la guerra en Siria
no es una guerra civil. Es más bien una guerra de agresión
a través de intermediarios dirigida por Estados Unidos, el Reino
Unido y Francia (hasta el momento de la masacre perpetrada en París en noviembre
de 2015), guerra de agresión que Turquía, Arabia Saudita, Qatar, Jordania y el
Estado de apartheid de Israel se empeñan en proseguir.

El Emirato Islámico, la CIA y el Ejército Sirio Libre se esconden
al paso del oso ruso.
Turquía desempeña en esa guerra un
papel sucio, diabólico. Suministra, a través de sus fronteras
con Siria, armas y municiones destinadas al Emirato Islámico.
En sentido opuesto a esas armas y municiones viaja el petróleo que el
Emirato Islámico se roba en Siria, que se vende a bajo precio
para generar ganancias que los yihadistas utilizan en su guerra
contra Assad. Se estima que el Emirato Islámico obtiene mensualmente
40 millones de dólares gracias a la exportación de ese petróleo (estimado
anterior a la intervención rusa), pero eso es una bagatela en relación con
el dinero que los yihadistas necesitan para su guerra contra Siria.
En realidad
se necesitan muchos más millones de dólares. Arabia Saudita y Qatar son
importantes proveedores y financistas del movimiento yihadista salafista.
Jordania permite el entrenamiento de yihadistas en su territorio y
autoriza el paso hacia Siria a través de sus fronteras. Israel
también los apoya en el Golán ocupado, prestando incluso atención médica a los
yihadistas heridos [2].
Una coalición de países –cuatro de
ellos son incluso miembros de la OTAN– está librando una guerra de
agresión contra Siria. Frente a este grupo de enemigos, el gobierno y el
Ejército Árabe Sirio, desplegando una notable maestría en materia de guerra,
han logrado resistir durante más de 4 años. El presidente Assad ha
demostrado su coraje y tenacidad, así como sus calidades como líder,
rechazando las presiones para obligarlo a dimitir y manteniéndose presente
en Damasco, compartiendo así el peligro que corren todos
los sirios con el simple hecho de vivir en su país. No hay dudas
de que Obama quisiera deshacerse de Assad antes de hablar de
elecciones en Siria, elecciones que Assad ganaría casi con seguridad.
En Moscú, la agencia Sputnik estimó
que en Siria hay probablemente no menos de 70 000
yihadistas extranjeros. Esos combatientes parecen en su mayoría muy motivados,
ampliamente aprovisionados con armas por Estados Unidos y profundamente
implantados en diferentes lugares de Siria. Desde el inicio de la intervención
rusa del lado del gobierno sirio, se han alcanzado progresos en cuanto a
sacar a los yihadistas de lugares que controlaban. Pero la guerra
no estará cerca de terminarse mientras se mantengan abiertas las vías
de aprovisionamiento a través de Turquía, Irak, Jordania, Israel e incluso
el Líbano.
El papel
de Turquía es particularmente peligroso. Es un país miembro de la OTAN y
está utilizando su posición privilegiada para cometer actos de agresión,
simultáneamente contra Irak y contra Siria. Turquía derribó
un avión ruso en una acción premeditada, seguramente con el consentimiento
tácito de Estados Unidos, y luego corrió a esconderse bajo las faldas
de la OTAN [3]. Todo indica que el
gobierno turco quería sabotear la nueva tendencia a la cooperación de
Europa con Rusia en la lucha contra el Emirato Islámico, o a provocar una
guerra entre la OTAN y Rusia, por muy absurdo que eso pueda parecer.
Los demás miembros de la OTAN (como Estados Unidos, Francia y el
Reino Unido) también han estado profundamente implicados en esta guerra por
intermediarios en contra de Siria. En efecto, después de la
destrucción de Libia, se ha sabido que aviones de la OTAN fueron
utilizados en secreto para transportar yihadistas y armas provenientes de
Libia hacia los frentes del Medio Oriente. Los miembros de la OTAN
son, en efecto, aliados del Emirato Islámico y al-Qaeda en la lucha contra
el gobierno sirio.

La lección del consejero militar estadounidense a los mercenarios
árabes. «Repitan conmigo: “¡Somos rebeldes sirios!”.»
Para estar tranquilos, Estados Unidos
y sus vasallos europeos han tratado de enmascarar sus vínculos con la guerra
yihadista en Siria iniciando falsas incursiones aéreas contra objetivos
del Emirato Islámico, bombardeando a veces unos cuantos buldóceres aquí y
allá y provocando explosiones en la arena para que todos las vean.
La intervención rusa sacó a la luz el doble juego de Estados Unidos e
invirtió la correlación de fuerzas militares en Siria. Pero, en este
momento, la fuerza aérea estadounidense advierte a los conductores de los
camiones-cisterna de los yihadistas antes de bombardearlos, o simplemente
se niega a bombardear esos vehículos –que transportan el petróleo robado
por el Emirato Islámico– alegando que son propiedad privada. ¿Cuándo se ha
visto, desde la Segunda Guerra Mundial, a Estados Unidos vacilar en
bombardear blancos civiles? Podemos imaginar que Obama y la CIA,
al verse atrapados con las manos en la masa en Siria, están furiosos
contra Putin, que los ha desenmascarado ante todos. Pero el gobierno ruso
ha ofrecido a Estados Unidos una «puerta de salida»
al proponer una amplia alianza anti-yihadista y negociaciones de paz para
resolver el conflicto.
La paz es una idea maravillosa y
constituye la puerta de salida ideal para Washington. Es un gesto práctico.
Pero, ¿cómo hará el ministro ruso de Exteriores Serguei Lavrov para que Arabia
Saudita, Turquía, Qatar, Jordania e Israel –sin entrar a mencionar a los
propios Estados Unidos y el Reino Unido– cesen su apoyo al movimiento
yihadista en Irak y en Siria? Hablar de una alianza imposible es como
meter un pie en un nido de serpientes con la esperanza de que no muerdan.
¿Son realistas tales esperanzas? «Quizás, pero eso no es diplomacia.»
Lavrov podrá decir: «Al menos, nosotros hicimos el esfuerzo.» Para
ser diplomático ruso en este momento se necesitan infinita paciencia y
talentos de actor.
Rusia está tratando con gran
delicadeza de llevar a Estados Unidos a poner fin a su apoyo a
los «yihadistas moderados». La realidad es que no existen
tales moderados. Como tampoco existe el llamado Ejército Libre Sirio
(ELS). En cuanto los yihadistas decapitan a unos cuantos
desgraciados, los voluntarios del ESL salen corriendo horrorizados y dejando
su armamento en manos del Emirato Islámico, o se mofan de la
estupidez de los infieles y se pasan con sus armas al bando de los
yihadistas.
Incluso si Rusia obtuviera
compromisos verdaderos de parte de Estados Unidos, lo que hasta ahora
no parece nada seguro, ¿qué hacer con Turquía, Arabia
Saudita y los países del Golfo? ¿Y qué hacer con los yihadistas
extranjeros en Siria? ¿Se estimulará a los terroristas y
criminales de guerra a regresar a los 40 países de donde provienen para
acrecentar allí la violencia? ¿Y qué hacer con los yihadistas sirios,
aunque no dispongamos de ninguna fuente de información sobre
su número? ¿Serán autorizados a quedar en libertad, o peor aún,
serán reconocidos como «oposición siria legítima»?
Una coalición anti-yihadista de
voluntarios tendría que trabajar muy duro para acabar con el Emirato Islámico y
sus aliados. Pero la coalición de serpientes que Rusia está tratando de
hacer evolucionar se compone de padrinos del Emirato Islámico. ¿Cómo puede
funcionar eso? Algunos temen que la Coalición de Voluntarios, con la posible
excepción de Francia, no haya renunciado en realidad a respaldar
el Emirato Islámico, a pesar de que digan lo contrario.
Estados Unidos sigue siendo el culpable en jefe que sigue aplicando
sus peligrosas políticas de doble juego: «Los 4 punto
fundamentales de la política de Obama en Siria se mantienen intactos
hasta el día de hoy», escribe Seymour Hersh. Y cita:
la insistencia en cuanto
a la partida de Assad;
la afirmación
de que una amplia coalición contra el EI (Estado Islámico)
es imposible;
el mito de que Turquía
es un aliado firme en la guerra contra el terrorismo y
el mito de que realmente
existe una oposición moderada que Estados Unidos tendría que apoyar. »

Sólo los yihadistas que obedecen a Washington son considerados
«moderados».
Una política basada en falsas
promesas conduce inevitablemente a un fracaso. La política de Obama
no es la excepción. Assad es un valiente líder de la resistencia siria
contra la invasión yihadista. La única coalición posible contra el Emirato
Islámico, al-Qaeda y sus satélites es con Assad y Rusia. Turquía es un
peligroso provocador que está jugando con fósforos rodeada de barriles de pólvora,
tratando de arrastrar la OTAN hacia una alianza más profunda con el
Emirato Islámico, o incluso a una guerra contra Rusia. Y
para terminar, en Siria no hay fuerzas yihadistas «moderadas».
El Ejército Libre Sirio (ELS) no existe en lo absoluto y los
supuestos «moderados» no son menos asesinos que sus aliados del
Emirato Islámico.
No podemos reprochar a los rusos que
traten de organizar una alianza anti-yihadista en Siria. Pero
sus potenciales aliados, quizás con excepción de una Francia
supuestamente arrepentida, son todos un nido de serpientes en la arena. Y
Obama, el premio Nobel de la Paz, es la serpiente principal. «¿Se dan
cuenta ustedes de lo que han hecho?», preguntaba Putin
en septiembre desde la tribuna de la ONU. Parece que no, todavía
no se dan cuenta, aunque digan lo contrario. Pero, como ya
sabemos, no hay peores ciegos que los que no quieren ver.
[1] «De militaire à militaire», por Seymour M. Hersh, London Review of Books (Reino Unido), Réseau Voltaire, 18 de enero de 2016. (Este artículo
de Seymour Hersh está en proceso de traducción al español. Nota de laRed Voltaire.
[2] «Más de 500 yihadistas reciben atención médica en el
Ziv Medical Centre de Israel », Red Voltaire, 23 de noviembre de 2015.
[3] «Los registros de los radares sobre el ataque turco contra
el avión ruso», por Valentin Vasilescu; «¿Por qué derribó Turquía el Sukhoi-24 ruso?»,
por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 29 y 30 de noviembre de 2015.
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