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viernes, 3 de junio de 2016

Odiar a Israel, ¿un sacramento de la “izquierda pura”?

Odiar a Israel, ¿un sacramento de la “izquierda pura”? 

 
Edwin Sánchez (*) - A unos, su credo apócrifo le plantea un mundo que no es redondo. Es cuadrado. Que hay malos y buenos, cada quien en su territorio: la maldad en estado de descomposición y la bondad inmaculada. Por lo general, los malos creen que son los buenos y estos piensan que solo ellos son los intachables, dueños de la razón.
A otros, la venerada cartilla ideológica les simplifica ese mismo mundo, con otras coordenadas. Les proporciona la comodidad de sus “certezas infalibles”. Su industria se rige bajo ideas simplistas y así, también divide a la humanidad: los que están en lo correcto y los equivocados. Por supuesto, el del manual es el que está “clarificado”; los demás, en el mejor de los escenarios, son los confundidos. Hay que reeducarlos.
Desde esas lamentables perspectivas, el hombre sufre las perversidades de la devoción y la ideología que se sirven, en la superficie, de ideas y creencias para construir una inmisericorde narrativa que justificará, en nombre de dudosas quimeras, metas inalcanzables para la colectividad. Es que cuando se reglamenta el amor –o el ideal– lo único que se adelanta es la autopsia, no la utopía.
La historia nos muestra la crueldad de las Cruzadas y la Santa Inquisición; nos muestra la persecución del pueblo judío y los dolores causados a esa nación en la diáspora; nos muestra a un pueblo enfrentando la más terrible acusación que se pueda soportar: ¡Deicida!
“Mataron al Hijo de Dios”, aun repiten en el siglo XXI.
La devoción errada, esa cuyos fanáticos se consideran los impolutos, tiene una larga lista de cementerios en Europa. El propio Miguel de Cervantes Saavedra, documentan investigadores, ocultó su origen sefardita por una de las leyes más repugnantes que en el mundo han sido: la de la limpieza de sangre. Quien tuviera antepasados judíos estaba condenado a la muerte civil.
Fascismo con máscara de progresismo
El pueblo judío es el que ha padecido la devoción despiadada y la ideología atroz, (en singular porque no todo sistema de ideas es condenable porque sí). La anómala obsesión de la limpieza de sangre del pasado, y no tanto, es la misma actitud extremista de los que se sienten “los guardianes de la pureza” del sistema democrático o de lo que sea con tal de imponer su “verdad”.
Si el fundamentalismo religioso no logró acabar con los hijos de Abraham, todavía les esperaba el tramo de la historia más espantoso, excluyendo a las hordas romanas cuando arrasaron Israel en el año 70 d.C.: el fascismo. Ya sabemos lo del Holocausto, a pesar de que algunos, “casualmente” ortodoxos, lo niegan, cegados por el odio. La devoción desatinada y la ideología inhumana se nutren de esta pasión inferior. Porque fueron crímenes de odio los que se cometieron contra los hebreos en nombre de la “superioridad” de la raza aria.
No se debe juzgar a una nación por la conducta de algunos de sus líderes en determinado momento histórico. Decidir, embriagado por la devoción trastornada o la ideología funesta, que los judíos tienen que desaparecer del mapa, es invocar el espíritu
de Tito, Adriano, el papa Inocencio III, los que organizaron las matanzas en la Edad Media española, el infaltable Tomás de Torquemada, Lutero mismo… y Hitler.
Mas no solo procurando un Holocausto II es que se condena al pueblo de Israel. También lo es hablar despectivamente, cuando se le quiere atribuir su prosperidad y contribución extraordinaria al conocimiento universal como el producto refinado de sus relaciones con “el imperialismo”.
La devoción desnaturalizada y la ideología fascista, por desgracia, expande su visión distorsionada de la vida, contaminando incluso a los que se suponen cuentan con una concepción progresista.
Tanto la URSS como Putin tienen su momento pro-Israel
El patriarca del comunismo, Karl Marx era judío; el marxismo, por tanto, no es una declaración de guerra contra Jerusalén. Sin embargo, una presunta izquierda, para “demostrar” que es “revolucionaria”, la primera bandera que se le antoja quemar en las calles es la de Israel, y el monumento a demoler, como el Estado Islámico en Palmira, es la menorá.
La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas durante la Gran Guerra Patria, a Dios gracias, decidió prácticamente la suerte del III Reich. No se registra un “holocausto” versión comunista: el marxismo-leninismo no catalogó a los judíos como enemigos.
En la actualidad, el hombre que los medios “democráticos y occidentales” han tratado de denigrar, Vladimir Putin, articula un acercamiento político diplomático con el Estado de Israel.
Putin, que no es un devoto errado ni esclavo de una ideología detestable, declaró: “El hecho de que Rusia e Israel mantengan unas relaciones estrechas resulta importante debido a la difícil situación que vive Oriente Medio” (El 19 Digital, 21 de abril).
El efusivo encuentro, el apretón de manos, las sonrisas del líder ruso y el primer ministro Benjamín Netanyahu grafican sus palabras.
De acuerdo a RT, “el servicio de prensa del Kremlin ya adelantó que ambos líderes no tratarían sobre Palestina, sino su relación entre sí y la lucha contra el terrorismo”.
Para poner en contexto que estas proximidades no son circunstanciales, RT cita: “Las relaciones diplomáticas entre Jerusalén y Moscú se han ido estrechando con los años desde 1948, cuando aún gobernaba la Unión Soviética. Estas fueron interrumpidas en 1967 para reestablecerse en 1987 en el formato de líneas consulares. No fue hasta 1991, tras la caída de la URSS, cuando las relaciones diplomáticas se restablecieron por completo y se abrió la embajada israelí en Moscú, junto a la rusa en Tel Aviv, explica la agencia Prime”.
El 14 de mayo de 1948 es clave en la historia mundial, y para los cristianos, un día de cumplimiento profético. Hace 68 años se logró el establecimiento de Israel como Estado.
El mismísimo politburó del Comité Central del Partido Comunista de la URSS, el PCUS, reconoció al pueblo y gobierno de Israel. ¿Qué impide a la izquierda aceptarlo? ¿El fanatismo?
Es parte del mito que solo la derecha es “amiga de Israel”. Y superstición completa que para ser “revolucionario” hay que pegarle fuego a la azul y blanca Estrella de David.
Camaradas, no por ser antijudío una izquierda es químicamente pura.
(*) Escritor y periodista. Nicaragua.

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