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viernes, 22 de agosto de 2014

El Maqam de Nuh


Apuntes de un neófito que quiere partir hacia aguas más profundas


17/01/2012 - Autor: Sáleh Abdurrahim ‘Isa



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Arca de Noé

“Y cuando dijimos a los ángeles: “¡Postraos ante Adam!” –se postraron todos, excepto Iblis, que se negó y se mostró arrogante: y así se convirtió en uno de los que niegan la verdad.”

Qur’an 2:34

Nuestro amado hermano Hashim Ibrahim Cabrera, que Al-Lah se sacie en él, nos dice en las Jutbas de Dar As Salam: "Adam, la paz sea con él, es tanto el primer individuo como la humanidad, porque está en el maqam primordial, en la raíz de la génesis humana. Adam es nuestra naturaleza mestiza, compuesta, hecha de materiales y capacidades diversas, y también nuestra condición abarcante y abierta, capaz de conocer los nombres de las cosas, de reflejar el mundo".

Nuestra comunidad humana es una comunidad adámica, llena de individuos aún individualizados y sometidos a esa naturaleza compleja, mestiza, llena de luz pero también de sombras oscuras que produce la visión tenebrista de nosotros mismos. Es una comunidad dividida, contradictoria entre sí, que vaga por una tierra desconocida, la tierra del maqam de Adam, la tierra del destierro y el desarraigo, de la pérdida y la búsqueda de un regreso a aquel Paraíso perdido que no está, y que a veces llegamos a pensar que jamás existió... Dice Hashim un poco después: "El Adam de nuestro ser siempre recuerda a Iblis". Y esto no es sólo por nuestra rebeldía, sino también por nuestra dependencia del propio ser humano que nos rodea y al que, llevados por esa dependencia, intentamos poseer, someter y subyugar, para que sea y haga cuanto creemos conveniente, cuanto deseamos, cuanto pensamos, de acuerdo a nuestra propia voluntad y nuestro egocentrismo.

El hecho de que el siguiente maqam sea el de Nuh, no es en absoluto casual. Nuh, la paz sea con él, implica muchas cosas. Una importantísima es el final de una humanidad concreta, de una forma de ser humanos. El día en que muchas y muchos de nosotros dijimos "la ilaha il-la Al-Lah" no iniciamos la andadura pero sí el proceso adecuado para un día dar el primer paso, el paso al siguiente maqam, el de Nuh... Pero Nuh también implica una respuesta, una salida, una solución a nuestra naturaleza olvidadiza, precaria, compleja, llena de claroscuros, sometida a la vorágine constante del devenir, del miedo, de la angustia, del deseo y la necesidad de posesión...

Avanzar hasta la casilla de Nuh es darnos cuenta que lo que llamamos vivir no es más que un sobrevivir hasta perecer tragado por el oleaje de nuestras constantes inconstancias, de nuestra polaridad, de nuestro dualismo existencial, de nuestro miedo, de nuestro deseo... Pero no sólo darnos cuenta de ello, sino alcanzar un lugar firme que nos permita salvarnos del naufragio continuo de la supervivencia.

Alcanzar el arca de Nuh es alcanzar la confianza en Él, el sometimiento amoroso a Él y sólo a Él... Entender que lo que nos une y nos separa es una y la misma cosa, y no necesita nombres ni forma.

El maqam de Nuh supone un enfrentamiento real y directo al miedo, pero no al miedo del "otro" sino al nuestro propio. El maqam de Nuh es el comienzo de una nueva comprensión del ser humano y el inicio de un nuevo modelo de ser un ser humano... El maqam de Nuh implica descubrirnos a nosotros mismos y descubrir que cuanto vemos en el "otro" lo vemos porque habita en nosotros mismos... Sí, el miedo, la precariedad, el egoísmo, el deseo de subyugarnos y todas aquellas características que nos distinguen como humanos, son tan visibles en el "otro". Pero, si es visible a nuestros ojos con tanta facilidad, ¿por qué es tan visible? Y sobre todo, ¿para qué es tan visible?... ¿Qué podemos aportar nosotros al "otro"?...

Someternos a Al-Lah, es fácil de entender, es alcanzar la libertad, es liberarnos de las normas y las ataduras de nuestro propio miedo y precariedad. El sometimiento no es resignación ni soportar heroicamente los efectos de la Realidad que percibimos a través de nuestros sentidos, el sometimiento es básicamente amor. Amar es someterse de buen grado y gozando de ello, y de las consecuencias que dicho sometimiento conlleve.

El problema es cuando el amor tiene un límite determinado, por ejemplo: “te amo mucho”, implica en sí un límite, “mucho” es una cantidad, una medida en sí determinada, abarcable, limitante. El sometimiento implica amar sin límites… Y aquí vemos más claramente la vinculación entre el maqam de Adam, desde el que partimos, y el recuerdo a Iblis de nuestro ser, del cual nos habla el más noble hermano mayor, Hashim.

Para encontrar el maqam de Nuh, se hace necesario alcanzar el sometimiento más absoluto y sin límites, el sometimiento del amor absoluto, pero sin el límite, tampoco, del amor a Al-Lah. Sino postrándonos también ante el “otro”, y no sólo ante su Rabb, sino ante su Adam. Y ya no hablamos de perdonar las ofensas ni a quienes nos ofenden, ni de poner la otra mejilla, sino de olvidarnos del todo de nosotros alcanzando al “otro”, descubriendo el dolor que le produce su propio mal interior y que se nos hace tan visible a nuestros ojos. Es encontrar en nuestros corazones y saciarnos con la miel que endulzaría al propio océano y que envidian las propias abejas, y contrarrestar con ella la hiel que amarga el corazón doliente del “otro”, a través de nuestras palabras y actos. Dando muerte en nosotros a cuanto no sea el propio amor, la propia miel. No devolviendo bien por mal, sino entendiendo las necesidades del “otro” y atrevernos a intentar mitigarlas para que encuentre la paz y la felicidad, y sentir la paz y la felicidad en su propio encuentro, sin pedir nada más a cambio.



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