Jutba del maqam de Adam 1
09/05/2002 - Autor: Hashim Cabrera - Fuente: Webislam
Los seres humanos somos unas criaturas extrañas, muy diferentes del resto de los animales, las plantas, y de todas las cosas. Allah nos ha diferenciado y distinguido con una naturaleza verdaderamente compleja, una existencia que se mueve entre el olvido y el recuerdo de la Realidad, atravesando un sin fin de sentimientos y estados.
No nos resulta fácil comprendernos a nosotros mismos, porque nuestra naturaleza, creada en el tawhid de la Presencia Divina, vive escindida en nuestro pensamiento, en nuestra atención, en nuestra conciencia. Allah crea los mundos porque Él es la conciencia que los soporta. Allah es el creador de todo, de todos. Él es el Único Señor, el que conoce nuestra naturaleza, nuestra verdadera condición. En el Qur’an nos dice:
"¿Como podéis rechazar a Allah si estabais muertos y os dio vida, luego os hará morir y de nuevo os volverá a la vida y a Él seréis devueltos?
Es Él quien ha creado para vosotros todo cuanto hay en la tierra, y volviéndose hacia el cielo lo conformó en siete cielos; y sólo Él tiene pleno conocimiento de todo."
Surat Al Baqqara (ayats 28, 29)
No podemos recordar nuestra creación sin recordar a nuestro creador, y por eso Allah nos propone Su Recuerdo. No éramos nada y Allah nos hizo ser, nacer a la existencia en este mundo, y nos hará morir al mundo y resucitar en Su Presencia. Así nos lo asegura. Pero no acabamos de comprender nuestra naturaleza, no acabamos de someternos completamente. Nuestra conciencia se distrae, petrificándose, nuestra vida se nos muere sin que podamos hacer nada para evitar la desaparición. Allah nos da la vida, la muerte y la resurrección para que comprendamos Su creación y seamos conscientes de que Él es Único y Poderoso.
El recuerdo de nuestra creación está en algún remoto lugar de nuestra interioridad. Nos olvidamos de nuestra propia nada y creemos existir por nosotros mismos. Estamos vivos, somos unas criaturas distinguidas y extrañadas, pero nos olvidamos de nuestra condición. Vivimos como si no fuésemos a morir nunca, como si fuésemos inmortales. Y a pesar de lo absurdo de esa creencia, constantemente desmentida por la muerte de todo lo que existe a nuestro alrededor, nos obstinamos en vivir en este mundo con una extraña vocación de inmortalidad, de permanencia, tratando de conquistar identidad, de acumular objetos y poder, cuando en realidad Allah ha creado todo cuanto podemos ver e imaginar sólo para nosotros, para que podamos disfrutar de la existencia conociéndoLe.
"Y he ahí que tu Sustentador dijo a los ángeles: ‘Voy a poner en la tierra a alguien que ha de heredarla.’
Dijeron: ‘¿Vas a poner en ella a alguien que extenderá la corrupción en ella y la corromperá, mientras que nosotros proclamamos Tu gloria infinita, Te alabamos y santificamos Tu nombre?’
Allah respondió: ‘Ciertamente, Yo sé lo que vosotros no sabéis.’."
(Sura 2, aya 30)
Los ángeles fueron creados antes que nosotros. Ellos son los portadores de las órdenes de Allah, los mensajeros de Su creación. Su naturaleza es luminosa y anterior a la separación del cielo y de la tierra, de la tierra y el agua. Y a esas primeras criaturas se dirige Allah para anunciarles la creación de otra criatura cuyo decreto es ser jalifa al ard, jalifa de la tierra, tayali del Creador en Su Creación, espejo distinguido.
Los ángeles no conocen la separación sino el Tawhid, la Presencia de lo Único en lo Único. Por eso mismo, el anuncio de un jalifa hecho de arcilla les hace plantear la comparación. La creación del ser humano conmueve a los ángeles. Allah responde a la cuestión suscitada por los ángeles, confirmándoles la naturaleza absoluta y exclusiva de Su Háqiqa en otro pasaje del Qur’an, donde leemos:
"Y, ciertamente, hemos creado al hombre de arcilla sonora, de cieno oscuro transmutado, mientras que a los seres invisibles los habíamos creado, mucho antes de eso, del fuego de los vientos abrasadores."
(Sura 15. Al Hichr, ayat 26, 27)
La arcilla es un conglomerado de sustancias que existen en la tierra. Nuestros cuerpos están hechos realmente de un cieno oscuro, de la mezcla de esas sustancias orgánicas e inorgánicas en un medio húmedo y acuoso. De esa pasta primigenia y caótica, de ese fango oscuro, Allah sedimenta una arcilla y le va dando forma y la va cociendo hasta que produce una articulación, un chasquido, la vibración o el eco de un nombre.
Nuestro molde es una recopilación de todas las sustancias y elementos que componen los universos. Un ser creado sólo de fuego o sólo de agua no puede contener ni reflejar la diversidad de lo creado. Por eso, el molde del jalifa ha sido hecho de un fango que contiene todos esos elementos constituyentes de los mundos creados por Allah y ha pasado por todos los estados de la materia.
En la creación del jalifa al ard, está implícita la capacidad de reconocer la diversidad y la vastedad de la creación:
"Y enseñó a Adam los nombres de todas las cosas; luego se las mostró a los ángeles y les dijo: ‘Decidme los nombres de estas cosas, si es verdad lo que decís.’ Dijeron: ‘¡Gloria a Ti! No tenemos más conocimiento que el que Tu nos has impartido. Ciertamente, sólo Tú eres omnisciente, sabio.’
Dijo: ‘¡Oh Adám: Infórmales de los nombres de estas cosas.’
Y cuando Adam les hubo informado de sus nombres, Allah dijo: ‘¿No os dije: ‘Ciertamente, sólo Yo conozco la realidad oculta de los cielos y de la tierra, y conozco todo lo que ponéis de manifiesto y todo lo que ocultáis?’
Y cuando dijimos a los ángeles: ‘¡Postraos ante Adam!" --se postraron todos, excepto Iblis, que se negó y se mostró arrogante: y así se convirtió en uno de los que niegan la verdad."
(Qur’an. Surat al Baqqara, ayat 31-34)
Allah nos revela el nombre de nuestro primer maqam, de la primera estación del ser humano, el molde del jalifa al ard. Adam, la paz sea con él, es tanto el primer individuo como toda la humanidad, porque está en el principio, en la raíz de la génesis humana.
Adam es nuestra naturaleza mestiza, compuesta, hecha de materiales y capacidades diversas, y también nuestra naturaleza abarcante y abierta, capaz de conocer los nombres de las cosas, de reflejar el mundo.
Somos las únicas criaturas capaces de reflejar y comprender la división, la diferenciación, el movimiento de la creación, que va de la nada al ser y del ser a la nada incesantemente, sin pausa. Durante el día podemos recordar la oscuridad, y en la noche recordamos la luz del día. Somos depositarios del recuerdo. Allah sabe por qué nos crea de esta manera.
Los ángeles no pueden comprenderlo. No tienen memoria ni recuerdo porque viven en la Presencia. Sólo conocen lo que Allah les muestra, y como ellos existen antes que el ser humano, Allah les muestra la creación de Su jalifa, de Su Adam, a través de lo que le constituye esencialmente: su naturaleza compuesta y el conocimiento de los nombres de las cosas, la capacidad de reflexionar el mundo y de razonar. Esa capacidad le sitúa más cerca aún de Allah, tan cerca como su vena yugular, formando parte de su naturaleza libre, creadora y palpitante.
La creación es una articulación, una inflexión de la luz que forma la imagen de los mundos. La capacidad de articular la luz, de discriminar su itinerario, es la más alta expresión de la creación, su tayali.
La creación de Adam es la piedra filosofal de toda la creación de Allah, porque es la creación de la criatura transformante, capaz de contener todos los estados posibles, todas las realidades a través de sus nombres. Por ello, Allah ordena a los ángeles que se prosternen ante Adam, que reconozcan su superioridad sobre ellos, una vez que Adam les ha mostrado su naturaleza reflexiva esencial. Escuchando la recitación de Adam, los malaika asisten a la verdadera creación del mundo, y como no ven más que a Allah, se postran ante aquello de Su creación que Le manifiesta de la mejor manera posible.
Los malaika se postran ante Allah, no ante Adam, una criatura hecha de barro y agua, porque los ángeles se prosternan ante el tayali. De la misma manera que los jalifas distinguidos, los profetas y enviados, la paz sea con ellos, reconocen a Allah en Sus malaika. Todos los ángeles se postran excepto Iblis, que será, en adelante, de los que niegan la verdad.
Iblis está negando la verdad porque no puede ver ningún reflejo, sólo ve la arcilla sonora. Iblis no puede ver la creación porque sólo ve a Allah. Es el único ángel que no puede someterse a la creación, porque Allah quiere que incluso los ángeles tengan su Adam, su molde.
Iblis es el Adam angélico, arrogante y caído, de la misma manera que Adam es el ser humano que perderá su condición original. Iblis y Adam son expresiones aparentemente distintas de un mismo modo de proceder de Allah. Él crea a sus criaturas y las hace vivir en una tensión, en un pálpito. Para ello crea la luz y la sombra y lo que hay entre ambas para que se constituyan las formas, para que vivan las visiones del mundo. Es necesario un exilio de la luz para que la criatura reclame la conciencia, reclame lo que es suyo.
Iblis será, en adelante, el mensajero del olvido y de la arrogancia. Porque en la creación de todo Adam está inscrita la posibilidad de separar, de discriminar y elegir. Adam, la paz sea con él, conoce el nombre de la oscuridad y el nombre de la luz. Puede pensar en ellos como cosas separadas y dirigir su visión hacia un lado u otro. Cosa que no pueden hacer los ángeles.
El Adam de nuestro ser siempre recuerda a Iblis, al ángel que se negó a postrarse ante él, como una forma de recordar las consecuencias de nuestra primera expresión en el mundo. En el corazón de Adam permanece el recuerdo de que la adoración le pertenece sólo a Allah. La existencia de Iblis implica que nuestra arrogancia y nuestra rebeldía están decretadas por Allah y que la capacidad de reflexión no nos pertenece, sino que es una creación de Allah en nosotros, una ámana. Por esa razón es tan importante la humildad para el ser humano, porque ella nos protege del extravío y nos ayuda a mantenernos en el sometimiento a Allah.
Iluminar al Adam de nuestro ser es volvernos a nuestro principio, recordar el origen oscuro e insignificante de nuestra creación. Si conseguimos ser conscientes de nuestra naturaleza original, de la materia prima de nuestro ser, nos volvemos humildes, porque en eso nos reconocemos iguales.
Adam, la paz sea con él, es un profeta sin revelación porque él mismo es revelación, es tayali de toda humanidad.
Oh Allah: Ayúdanos a recordar nuestra naturaleza de barro y haznos humildes.
Despierta a nuestro Adam luminoso para que de él descienda tu Revelación, de profeta en profeta, de enviado en enviado.
Amin.
2.
"Y dijimos: ‘¡Oh Adam! Habita con tu esposa en este jardín, y comed con libertad de lo que en él hay; pero no os acerquéis a este árbol, porque seriáis transgresores.’
Pero Shaytán les hizo caer en eso, y precipitó con ello la pérdida de su estado anterior. Y dijimos: ‘¡Descended, y sed en adelante enemigos unos de otros; y en la tierra tendréis vuestra morada y bienes de que disfrutar por un tiempo!’
Luego Adam recibió palabras de guía de su Sustentador, que aceptó su arrepentimiento: pues, en verdad, sólo Él es el Aceptador de Arrepentimiento, el Dispensador de Gracia. Pues, si bien dijimos: ‘Descended todos de este estado,’ ciertamente, os llegará de Mí una guía, y los que sigan Mi guía nada tienen que temer y no se lamentarán; pero los que se obstinen en negar la verdad y desmientan Nuestros mensajes, esos están destinados al fuego y en él permanecerán."
(Qur’an Surat al Baqqara, ayats 35-39)
Allah crea a Adam y lo sitúa en el jardín de Su creación para que disfrute de todas las criaturas, de todas las formas y frutos posibles. Pero ese jardín tiene un límite, una sola sharía, que consiste en no acercarse a un árbol que implica la dualidad, la escisión, la moral.
Ese árbol produce como fruto el shirk fundamental, la ruptura fundamental, que es la creencia en el dualismo, opuesta al tawhid que disfruta Adam en el jardín de Allah, en la Presencia. El peligro de ese árbol está en que comer de sus frutos hace que el ser humano necesite de una moral, de una ley, porque comer de ese árbol tiene como consecuencia el olvido de la condición original, y unitaria, el extrañamiento, la separación y el sufrimiento.
Por esa razón los ángeles sabían que el ser humano, el jalifa al ard, corrompería la tierra, porque su creación estaba implicando una ruptura, una herida que sólo Allah podrá restañar con Su poder.
Adam vive ya con su esposa. Ya conoce a otro ser. Juntos y extrañados descienden como una revelación sobre la tierra. Así nos hace Allah descender a la tierra, recobrar nuestro estado de fango, de cieno oscuro que sólo se libera en la transmutación, que sólo alcanza forma en el sometimiento. En adelante seremos enemigos unos de otros porque esa polaridad lleva en sí misma el extrañamiento, la oposición, la conciencia de otro que nos sume en el más denso olvido.
Adam, la paz sea con él, inaugura la peregrinación del ser humano sobre la tierra, una peregrinación hacia nuestro origen, hacia ese Jardín que Adam había perdido en su especulación pero que ya siempre vivirá en su memoria.
La memoria de Adam, recobrar al Adam de nuestro ser, es recordar nuestro estado unitario original y comprender que nuestro destino y nuestro origen son una sola realidad. La illaha illa Allah.
Nada más producirse la reflexión, la herida, Adam se da cuenta y retorna. La primera acción de Adam como jalifa al ard es hacer Tawba, volverse a Allah arrepentido. Y la primera cosa que dice Adam al descender de su estado original es ‘Astagfirullah’. Allah acepta nuestro arrepentimiento porque sabe más de nosotros que nosotros mismos y conoce la forma de nuestra creación. Allah crea al ser humano en el olvido para que Le recuerde. Y así Allah le promete a Adam, a la humanidad que inaugura Su primer profeta, una Guía, una revelación que le permitirá el regreso. A Allah Le gusta especialmente que sus criaturas conscientes nos volvamos a Él haciendo Tawba.
Oh Allah. Danos paciencia y comprensión de nosotros mismos.
Ayúdanos a comprender y a reconocer nuestra forma de barro.
Ayúdanos a aceptar Tu decreto con buen carácter.
Procúranos la Tawba.
Amin.
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