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viernes, 3 de octubre de 2014

El “valor” de lo humano (o cómo “humanizar”, dignificándolo, el mundo de la globalidad).

El “valor” de lo humano (o cómo “humanizar”, dignificándolo, el mundo de la globalidad).


No confiamos en las políticas que se desarrollan en el fragor de la batalla política (o ideológica) que define el juego político de las democracias representativas


03/10/2014 - Autor: Esteban Díaz - Fuente: Cambiar el mundo



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Esteban Díaz.

El “valor” de lo humano (o cómo “humanizar”, dignificándolo, el mundo de la globalidad)

1. No olvidamos que este nuevo “movimiento disidente”, que lo identificábamos como la toma de un “conciencia activa social y política” movilizada en todos los foros en los que ha concurrido desde el 15M hasta el momento en el que decide organizarse políticamente y participar en la “lucha” por el poder , declara que no todos somos invitados al banquete de la mesa de la Abundancia y del Bienestar, reservada a los poderosos que rigen las finanzas y los mercados intermediarios que legitiman su omnímodo poder.

En nuestro país, la política nacional no se esperaba que este movimiento disidente e indignado, activado por grupos ideologizados en diferentes (y no siempre encontrados) posicionamientos de la izquierda marxista, decidiera participar en el juego político de nuestra democracia representativa, asumiendo un discurso de enfrentamiento y de oposición, no distinto en el lenguaje y en los modos utilizados por los grupos políticos con los que pugnarán por lograr el poder que el “sistema” proporciona en las urnas, aun cuando le separa de sus oponentes su interés por activar políticas decididamente sociales, la ética y la moralidad en el ejercicio de la actividad, no sólo política, sino en todos los organismos que representan jurídicamente al Estado español. Y esta intención de regeneración de las instituciones y organismos del Estado, la declaran con decidida firmeza, que abre, de nuevo, la puerta a los programas sociales con los que se recuperen los logros de las “sociedades del bienestar”, malogrados por las políticas de reformas y de ajustes, asumidas por los gobiernos de la UE, cuyos mandos apostaron por el estéril fortalecimiento de la política monetaria, como ha quedado demostrado, a lo largo de un lustro, la aplicación de sus programas de recuperación.

2. Lamentablemente no escuchamos en esta disidencia indignada, ideas y propuestas que generen un nuevo movimiento de conciencia que reclame un mundo nuevo para una humanidad nueva, movilizada por principios filosóficos que activen la emergencia de un modelo de sociedad, cimentado y recorrido en todas sus rutas, por el único “valor” que definiría a una sociedad como “verdaderamente humana”. Nos referimos al “valor de lo humano”.

No confiamos en las políticas que se desarrollan en el fragor de la batalla política (o ideológica) que define el juego político de las democracias representativas. El hora de rescatar al colectivo humano de los valores que el “sistema” le ha superpuesto sobre “su humanidad”, cosificándolo y desnaturalizándolo, y por tanto anulándola. La “humanidad” de cada ser humano reside en el conjunto de aquellas cualidades que, desplegadas en la vida de cada hombre y de cada mujer, lo definen como “verdaderamente humano”.

3. Ni las democracias representativas, cuya estructura social, económica y política, moviliza el “sistema” capitalista, ni el mundo de la globalización son el ágora de la integración, de la concordia y de la cooperación entre los miembros de una comunidad humana, nacional, regional o global. “El valor de lo humano” es el verdadero ágora de convivencia fraterna, armónica y cooperativa, en donde los seres humanos podremos vivir en concordia y respeto, en la dignidad que explicita la convivencia de todos los seres humanos como iguales, en derechos y en deberes, en la gestión de la justicia, de la educación y del empleo universales, al servicio de todos, sin exclusión, destacando por encima de todos los valores sociales el “bien común”, de todos –insistimos- sin exclusión.

Porque “el valor de lo humano” es el único valor que, en sí mismo, no es una mercancía, ni susceptible de mercadear ni de cosificar, por ser consustancial a su “humanidad”, lo “humano” de cada hombre y mujer que los define como dignos e iguales. Y no obstante, el “sistema” capitalista (en sociedad, en educación, en cultura, en política, en economía…) lo ha ninguneado y obviado, hasta tal punto que, sobre este valor único que fija en sí mismo la dignidad de “lo humano”, ha superpuesto aquellos valores que organizan, regulan, difunden el “sistema” deshumanizador, convirtiendo al ser humano en uno de tantos incontables productos del mercado, objetuado y cosificado como una mercancía. Esto ya lo advirtieron los grandes pensadores, hoy olvidados y desplazados por pseudo-intelectuales y pseudo-filósofos, o profesores de filosofía de la modernidad y post-modernidad, en el arco ideológico de la izquierda y de la derecha ideológicas, que nunca fueron tal cosa, esto es: pensadores. Pero no les hicimos caso. Olvidamos a Gilles Deleuze, Michel Foucault, Felix Guattari, Edgar Morin, por traer a la memoria del lector a algunos de ellos.

4. El “valor de lo humano” no sólo define las cualidades que son consustanciales a cada hombre y a cada mujer, en cualquiera de las etapas en que la humanidad se encontrara, aunque tales cualidades no se perciban explicitadas en todos los periodos del proceso evolutivo humano, por razones inherentes a dicho proceso evolutivo, además, es el único valor con el que, explicitado en el tejido social, en todos los colectivos sociales que componen el entramado de una sociedad nacional, regional o global (colectivos de la educación, de la política, del sector económico, productivo, jurídico, sanitario, bancario, financiero…), puede no sólo acabar con todas las crisis, cualesquiera que sean la naturaleza de las mismas, sino erradicarlas para siempre.

Lograr anclar en el tejido social planetario “el valor de lo humano” es el reto que la humanidad ha tenido enfrentar a todo lo largo de su proceso evolutivo. Hasta hoy. Conocer y vivir en lo “verdaderamente humano” significa haber resuelto el enigma, tan remoto como la propia historia de la humanidad, que en la Antigüedad griega dejó expresado por la sentencia “conócete a ti mismo”.

5. El Siglo XXI es tiempo de cambios profundos en la comunidad humana. Y el más importante cambio que la humanidad debe emprender es el de abandonar las políticas y cultura que denigran al ser humano, al tiempo que se desplieguen aquellos programas que desarrollen los cualidades o valores consustanciales a cada hombre y cada mujer, con el fin de lograr la plenitud y la madurez de “su humanidad” inherente.

Tanto la educación como la cultura (absolutamente desconectadas hoy una de la otra) que el viejo paradigma mecanicista (capitalismo) viene promoviendo y desarrollando, no conducen al conocimiento y al cultivo de estas cualidades humanas que, como venimos diciendo en todos nuestros trabajos, son inherentes a la humanidad, a cada hombre y a cada mujer. El verdadero reto que enfrenta la humanidad en el Siglo XXI, no es campear la crisis económica que la desvive, sino lograr desarrollar en la vida de cada miembro del colectivo humano su “humanidad”, para que la incorpore a su vida diaria siendo “un hombre y una mujer verdaderamente humanos”. Una vez conseguido superar este reto, cualquier crisis económica, no importa de qué naturaleza sea, decíamos, nunca se producirá.

Pero para lograr superar este reto, es preciso “pensar” una educación y una cultura que respondan al propósito por el cual fueron instituidas.

6. El mundo de la globalización debe ser ámbito en el que se desarrollen los objetivos que las Naciones Unidas concertaron para el mundo global del Siglo XXI, que nosotros matizamos con los derechos mínimos que no deben olvidarse en un mundo en el que se derrocha la abundancia con la que los países ricos se señorean sobre el mundo pobre: a) un trabajo justamente retribuido para toda la población del planeta, según las necesidades reales que cada ciudadano/a requieren; b) una sanidad universal que no revele el incontable corpus de enfermedades que la insana cultura del trabajo, de la alimentación, del ocio, etc., producen, debido a las políticas que los regidores políticos impulsan, siempre movidos por los intereses y los valores que impone la economía de los mercados/consumo, conducida –insistimos una vez más- por el absoluto poder que moviliza la estructura financiera. Entendemos que la noción de “sanidad” debe responder a la noción de “salud”, por lo que han de ser desarrollados programas que promuevan una vida en “salud” y “bienestar físico, mental y espiritual” de todo el colectivo humano; c) y de manera muy especial, una educación y una cultura que respondan al propósito por el cual fueron instituidas, que más adelante recordaremos.

7. Profundizando en los cuatro objetivos anteriores, que han de ser prioritarios para que la humanidad comience a manifestar la dignidad consustancial a cada ser humano, con la debe vivir, no importa el lugar o la cultura en la que su vida se desenvuelva, hemos de llamar la atención sobre el rigor con el que debemos vigilar el desarrollo y supervivencia de los pueblos y sus culturas que diversifican a la familia humana. El mundo global no puede ser otra cosa que el ágora natural y sostenido para el desarrollo y progreso evolutivo de una humanidad que civilizatoriamente posibilite el desenvolvimiento de una supra-cultura universal basada en las cualidades humanas citadas que permita 1) una política cultural de respeto y de tolerancia de la diversidad que define al colectivo humano; 2) una política que promueva la cooperación para la estabilidad del desarrollo y del progreso de aquellos países con menos recursos y posibilidades de crecimiento material; 3) una política de conservación del medioambiente, entendiendo a la humanidad como parte integrante del tejido de la vida, en cuya red de interconexiones o de conectividad, vive/respira/se desarrolla, indisolublemente unida a la vida del gran ecosistema que es el planeta Tierra, hogar y patria única de la humanidad; 4) y de forma predominante, favorecer la educación que desarrolle en cada hombre y en cada mujer todo el potencial con el que inherentemente nacen y que define “su humanidad”, los valores consustanciales que les permite vivir y expresarse “humanamente” dignos, iguales, libres y fraternos, integradores y cooperativos.

8. El valor que gobierne sobre una Humanidad que camine en la dirección que reseñamos, debe responder al sentido único que define su “humanidad”, que por motivos pedagógicos hemos denominado “el valor de lo humano”. Y la dirección que ha de tomar la Humanidad en una nueva etapa, en la que se contemplen los programas arriba mencionados, debe considerar y promover una educación que contemple la formación y el desarrollo de los educandos mediante estrategias cognitivas que desplieguen programas que revelen, a los futuros ciudadanos del mundo global, cuál es su verdadera naturaleza, pues deben conocer, desde la edad escolar, qué significado conlleva “el valor de lo humano”, es decir, “la humanidad” de cada ser humano. Sin conocer y desarrollar educativa y culturalmente “lo verdaderamente humano” ninguna de las cualidades con las que pueda adornarse la vida individual y social, ahora global, del colectivo humano, se desarrollará íntegramente.

De otro modo la Humanidad carecerá del “sentido de lo humano”, de aquello que la “hace” humana y la dignifica, la une y la vincula, sin fronteras, cooperativa y fraternamente como una sola familia. Es “la cualidad o el valor de lo humano” lo que define a cada hombre y a cada mujer, allí donde se encuentre desenvolviendo sus vidas. Tan sencilla y “natural” cualidad es lo que debemos fijar inequívocamente cada uno de los seres humanos que hemos sido convocados a vivir en el mundo globalizado del Siglo XXI.



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