Estado Islámico divulga un vídeo con los terroristas de Rouen jurando lealtad al ‘califa’ Abu Bakr el Bagdadi
- La juez y el fiscal discreparon sobre la oportunidad de poner en libertad a Adel Kermiche, uno de los asesinos
Ayer, mientras Gobierno y oposición coincidían en Notre Dame de París, donde se celebró una misa solemne por el padre Jacques Hamel, circulaban los primeros datos sobre el segundo terrorista, cuya identificación fue complicada porque las balas le destrozaron la cabeza. Según France 3 y Le Point, se trataría de Abdelkrime Petitjean, de 19 años, originario de Saboya. El otro es Adel Kermiche, de 19 años, vecino de Saint-Étienne-du-Rouvray. En el domicilio familiar de la calle Nikola Tesla, cerca de la iglesia, vivía con su madre, maestra. Había crecido junto a un hermano ingeniero y una hermana que dejó la casa para completar estudios de medicina. Ambos terroristas dejaron grabado un juramento de lealtad al califa Abu Bakr el Bagdadi, líder del Estado Islámico, en un vídeo difundido ayer por la agencia del EI, Al Amaq. En la grabación es Adel quien habla, usa un nombre de guerra y muestra cierta dificultad al leer –discretamente– el juramento en árabe.
Aparentemente, Adel, “un joven alegre y simpático”, cambió tras el atentado a Charlie Hebdo. “De pronto –denunciaba su madre,en mayo del 2015 en La Tribune de Genève– comenzó a hablar con palabras que no eran suyas, se quejaba de que en Francia no se podía practicar su religión”. Fue ella quien, tras descubrir en las redes sociales los mensajes de su hijo y regañarle, advirtió a la policía de su desaparición. Al día siguiente Adel fue detenido en Alemania y devuelto a Francia. Volvió a partir y llegó a Turquía. Deportado, en mayo ingreso en la cárcel. En octubre, la juez ordena un estudio de personalidad, cuyos datos recibe en febrero del 2016: un pasado caótico, con trastornos psicológicos que desde los seis años le llevaron varias veces al hospital.
Pero Adel explica que quiere ser enfermero de psiquiatría, que no es un extremista sino un musulmán piadoso. Se arrepiente de sus fugas: “Quiero rehacer mi vida, volver a frecuentar a mis amigos, casarme”. La juez fundamenta su libertad condicional: “Adel reconoce sus errores”, “tuvo ideas de suicidio en prisión”, “quiere reinsertarse” y “su familia está dispuesta a controlarlo y ayudarlo”. El fiscal disiente: “Vemos un alto riesgo de reincidencia”. Y califica las conclusiones de la juez de “nada convincentes”. En su requisitoria, divulgada por Le Monde, el fiscal cree que las cortapisas previstas por el control judicial “son perfectamente ilusorias, a la vista del contexto del dossier”. Y que “en tales condiciones, y si bien el imputado reconoce un error y pide una segunda oportunidad, el riesgo de reincidencia, en caso de liberación, parece demasiado importante”.
Adel Kermiche, en arresto domiciliario en la casa familiar, que sólo puede dejar en las horas autorizadas, debe seguir un control psicológico y no puede abandonar la provincia. Garantía, una pulsera electrónica que sólo le permite moverse libremente tres horas cada mañana. Precisamente las que aprovecharía para cometer el atentado. El hecho de que estuviera fichado acrecentará las exigencias de más firmeza judicial, pero nadie sabe cómo impedir la radicalización por internet ni la que se produce en las cárceles.
Simbólico: a sólo un kilómetro de Saint-Étienne-du-Rouvray vive Latifa Ibn Ziaten, la madre de uno de los dos militares asesinados por Mohamed Merah en el 2012. Esta mujer milita desde entonces “para que no haya más Mohamed Merah”. Visitadora voluntaria de prisiones, habrá sufrido como un fracaso personal el asesinato del padre Hamel, su amigo, un convencido del acuerdo entre religiones.
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