Un desertor del ISIS revela como engañan a los que van a ser decapitados
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Una de las imágenes distintivas del Estado Islámico (ISIS por sus siglas en inglés) es la de hombres barbudos o encapuchados, armados con rifles de asalto y ropa de camuflaje, decapitando a sus enemigos en una muestra de exhibicionismo sangriento y bárbaro. ¿Encierra esa práctica un grave problema de frustración sexual de los terroristas? ¿El recurso del Islam para justificar esa barbarie es una estrategia política o una forma de limitar el complejo de culpa de los autores? ¿La generación de jóvenes educada en esa brutalidad será capaz de socializarse? ¿Es algo más que propaganda terrorista?
Estas son algunas de las preguntas que plantea un informe hecho público por el Departamento de Defensa de Estados Unidos en el que se analiza la actuación del ISIS desde la perspectiva de la neurociencia -la disciplina que analiza los comportamientos humanos a partir de las reacciones químicas del cerebro-.
El estudio ha sido elaborado por expertos de la Universidad de Georgetown y cargos del Ejército y está concebido como un 'libro blanco', un manual para los responsables gubernamentales que se encargan de la guerra psicológica -y en especial, la propaganda- contra los yihadistas. Su objetivo es servir como una lista de indicaciones para tratar de frenar el avance de la ideología yihadista. Los profesores que han redactado el escrito se plantean en el mismo si Estados Unidos y sus aliados están siendo capaces de acertar con el mensaje que tienen que dirigir a los miles de simpatizantes de los yihadistas, en especial, al comprobar que la capacidad de reclutamiento de este grupo terrorista no ha descendido. Una de las conclusiones a las que llegan es que quizás no se esté consiguiendo entender las motivaciones reales de los terroristas y, se cuestiona, además, si el nivel de conocimiento que se tiene en Occidente sobre la yihad es suficiente como para tomar decisiones acertadas sobre ellos. Las dudas superan a las certezas.
Terroristas chechenos
En este sentido, uno de los capítulos al que se dedica una atención especial en el informe son las decapitaciones. Esta forma de asesinato medieval -común a muchas culturas- no fue utilizada por los yihadistas modernos hasta 1994, cuando los terroristas chechenos lo emplearon contra un soldado ruso hecho prisionero y que rechazó convertirse al Islam. En 2002, Al Qaida lo retomaría en el caso del periodista norteamericano Daniel Pearl, secuestrado y decapitado en Pakistán en 2002. A partir de esa fecha, esta forma de asesinato se dispararía en los distintas facciones del yihadismo.
Según uno de los expertos que firma el estudio, Jason Spitaletta, un exoficial de los Marines con estudios en bioquímica y psicología experimental, este tipo de agresividad extrema es propia «de ambientes en los que se combina la frustración y la represión sexual con cierta especie de espiritualidad». El experto destaca que este comportamiento ya se ha detectado en «individuos sometidos a traumas de combate que, incapaces de gestionar la ansiedad y la angustia, recurren a causar daño y destrucción como única forma de respuesta». Otro componente de la violencia sería el de actuar como fuerza liberadora ante la represión sexual que practican determinadas religiones. La clave, agrega, se encuentra en el sistema límbico, la parte más interna del cerebro y que es la gestiona las respuestas ante estímulos exteriores. De esta zona dependen, por ejemplo, los instintos sexuales, las emociones, la personalidad y la conducta.
El autor señala entonces que se debe tener en cuenta que toda una generación de jóvenes que residen en las zonas ocupadas por el Estado Islámico -en Siria, Irak y ahora parte de Libia- están siendo educados en este comportamiento violento. No sólo educados. Según Spitaletta, las decapitaciones u otras muestras de brutalidad «están definiendo los desafíos que permiten establecer la masculinidad adulta, es decir, son el rito de paso desde la adolescencia a la madurez». El estudioso afirma que el ISIS explota estos problemas de personalidad -propios de la adolescencia a la hora de definir la masculinidad- y los resuelve con la máxima violencia. «Se desconoce que efectos tendrán en el futuro, puesto que jamás ha existido algo parecido. Habitualmente, la socialización de los más jóvenes tiene en cuenta algún hecho terapéutico pero ahora, por primera vez, la única forma de entrar en el grupo de adultos es el terror», escribe Spitaletta.
Un miembro del ISIS momentos antes de decapitar a un prisionero, en una de las imágenes que difunde el Estado Islámico. / EL CORREO
El experto analiza entonces uno de los aspectos más oscuros de estos comportamientos: la relación entre las decapitaciones y la sexualidad. En este sentido, recuerda que el primero en mostrar este nexo fue el neurólogo austríaco y padre del psicoanálisis, Sigmon Freud, quien ya escribió un ensayo sobre la relación entre la imagen de la Medusa -el monstruo griego a quien Perseo decapita- y las pulsiones más elementales del ser humano. Fue Freud quien vinculó el hecho de cortar la cabeza en la leyenda mitológica con el miedo a la castración. Dentro de las complejas teorías del vienés, muchas de ellas cuestionadas hoy en día, la amputación de los genitales masculinos es también una forma de mostrar el sexo femenino y, al mismo tiempo a la mujer, de una forma repelente, algo que Freud asociaba con la homosexualidad. El autor del informe, reconoce, no obstante, que no hay suficientes datos empíricos para profundizar aún en esta tesis como catalizadora de los crímenes del ISIS.
Versiones adulteradas del Islam
Aparte de estas capas profundas del mensaje yihadistas, el experto analiza la parte más superficial: el mensaje explícito que quieren transmitir con su violencia. Por ello analiza con más extensión la utilización de versiones adulteradas del Islam como forma de justificar las decapitaciones, en una apelación que atribuye a los sentimientos de culpa que pueden tener algunos miembros del Estado Islámico a la hora de hacer frente al grado de violencia con el que tienen que convivir y, en muchos casos protagonizar. Spitaletta recuerda que no esta claro que el Corán o sus comentarios propugnen este tipo de muertes. En su opinión son las 'fatwas' -los edictos dictados por los emires- los que han defendido las decapitaciones. El estudioso insinúa que las referencias a la religión quizás no sean adecuadas a la hora de desalentar a los yihadistas, o por lo menos, no tal y cómo se plantean en la actualidad.
El autor pide, por el contrario, que se tenga en cuenta que el ISIS, en su exposición pública, no tiene ningún problema en «enorgullecerse de su uso del terrorismo» lo que conlleva que la utilice como una forma de legitimidad. «La narrativa del Estados Islámico no es la ultraviolencia de una mente psicópata sino un mensaje de victoria», advierte. Por ello, aconseja que se estudie más a los verdugos que las víctimas con la intención de encontrar claves que se desconocen actualmente a la hora de comprender sus pautas mentales. El ex oficial de Marines acaba con una cita del escritor ruso Dostoyevsky. «Nada es más fácil que denunciar al malhechor. Nada es más difícil que entenderlo».
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