PALERMO, Italia — Los investigadores de la unidad antidrogas de la policía italiana estaban acostumbrados a medir el flujo de hachís desde Marruecos a Europa en lanchas rápidas o motos acuáticas. De una en una.
Cuando llegó el aviso de que un carguero enorme lleno de hachís surcaba aguas internacionales al sur de Sicilia con destino a Libia, a cientos de millas al este de la ruta más normal y corta hasta España, Francesco Amico, uno de los investigadores más experimentados, supo de inmediato que pasaba algo raro.
No solo raro. Sino grande. Cuando dos buques de la armada italiana detuvieron al carguero, el Adam, cerca de la costa libia, el 12 de abril de 2013, los agentes encontraron a la tripulación, siria, en pánico y 15 toneladas de hachís, la mayor cantidad que habían visto nunca.
“Había tanta droga que no sabíamos dónde ponerla”, dijo Amico, que esperaba en el puerto siciliano de Trapani a que el barco llegara junto a la escolta. “Tuvimos que alquilar un almacén”.
Las autoridades italianas se han encontrado con una ruta nueva y lucrativa para el narcotráfico: avanza en dirección este por la costa africana y siempre pasa por Libia, por una zona en la que el Estados Islámico compite con otros grupos armados.
Este fue el primero de 20 barcos interceptados en la misma ruta en poco menos de tres años según las autoridades. La carga total asciende a casi 280 toneladas de hachís, valoradas en 2800 millones de euros, la mitad de todo lo decomisado en Europa el año pasado, según el centro de monitoreo de tráfico de drogas y adicciones de la Unión Europea.
Después dejaron de llegar los chivatazos. La investigación italiana, que ya incluía otros países europeos y a Estados Unidos no ha detectado ningún barco en 2016 pero las autoridades creen que el tráfico continúa.
En su lugar, mientras tratan de entender lo que sucede con cargamentos de ese tamaño, pelean contra un misterio que despierta gran intriga y pocas respuestas.
Algo que saben es que las drogas no tenían a Libia como destino final. Los productores marroquíes firman sus envíos con un dólar o con un escorpión, por ejemplo, y eso ayudó a seguirle la ruta a la carga más allá de Libia. Pasaba por Egipto y llegaba a Europa desde los Balcanes.
Los investigadores no están seguros de qué sucede cuando la droga avanza. Saben que la ruta cruza por territorio que hasta hace poco controlaba el Estado Islámico, que cobra impuestos sobre los envíos de droga y otro material que pasa por Siria e Irak.
Eso, en particular, llevó a los investigadores a comenzar a hacer preguntas que no se esperaban: ¿Podría ser que el Estados Islámico se beneficie del tráfico de drogas cobrando impuestos? ¿El caos de milicias armadas en Libia genera una ventana de oportunidad para que los traficantes usen una ruta no conocida por las autoridades o son los grupos armados quienes lo gestionan? La investigación avanza.
“Una vez que llega a Libia le perdemos la pista”, dijo el coronel Giuseppe Campobasso, quien dirige la unidad antidroga en Sicilia que lucha contra el narcotráfico.
Los envíos anteriores de hachís de Marruecos, de 100 en 100 kilos, llegaban a España en barco a través del estrecho de Gibraltar, que se cruza en 35 minutos. En 2007 España comenzó a blindar su frontera marítima. Con una Europa que ya sabe controlar los barcos que vienen del sur, nadie se dio cuenta de que barcos más grandes navegaban hacia el este.
Esos barcos, inmensos, algunos del tamaño de un campo de fútbol, fueron diseñados para coches y contenedores y ahora solo llevan droga. Pero mucha menos de la que el barco cargaría.
Es como usar un camión de 18 ruedas para llevar un cartón de cigarrillos.
Lo que demuestra el valor de la carga. Un kilo de hachís vale alrededor de 10.000 euros cuando llega a la calle. La carga del Adam estaba valorada en 150 millones de euros. Y los cargamentos decomisados después eran incluso mayores. Un carguero, el Aberdeen, llevaba 420 millones de euros encima cuando fue detenido.
Los tripulantes del Adam insistieron en que no sabían que las 591 bolsas de plástico que llevaban eran de hachís.
El capitán del barco testificó que creía que llevaba ayuda humanitaria que había subido a bordo una lancha rápida frente a la costa de Marruecos e insistieron en que se llevaran las bolsas.
Los investigadores, que tienen décadas de experiencia con la mafia siciliana, decidieron poner micrófonos en las celdas donde los seis miembros de la tripulación fueron encerrados. Después de meses de investigación llegaron a entender rutas y, sobre todo, el misterio del bastión de hombres armados en la costa libia por el que pasaban estos barcos.
Desde el derrocamiento de Gadafi en 2011, la costa libia se ha convertido en una zona en disputa entre grupos armados. En 20014 se sumó el Estado Islámico que una vez controló zonas de Bengasi, Sirte y Derna que ahora están casi en manos de grupos leales al gobierno.
Italia cree que esos lugares eran el destino de estos barcos cargados de droga, aunque algunas bitácoras también señalaban Tobruk, controlado por otro grupo armado que se enfrenta al Estado Islámico.
Los investigadores creen que la organización terrorista ha cobrado impuesto por permitir el paso de la droga. Y eso se corresponde con lo mismo que hacen en el territorio que controlan en Siria e Irak, donde IHS Country Risks ha calculado que el siete por ciento de sus ingresos proviene del tráfico de drogas.
Pero no se sabe, además de eso, qué papel pudo haber jugado el Estado Islámico en los envíos de mercancía.
Masood Karimipour, representante de la Oficina de Naciones Unidas para la droga y el crimen en Oriente Medio y norte de África dijo que “nadie tiene ojos en el terreno para afirmar que lo sabe a ciencia cierta. Lo que podemos deducir es que donde los terroristas controlan, controlan todo lo que pasa, sea armas o drogas”.
Las grabaciones de la celda de la tripulación del Adam sugieren que la droga era parte de algo más grande en lo que se incluirían armas.
El barco zarpó de Chipre con “muebles” para Bengasi. Dejó la carga y se fue a Marruecos, donde recogió el hachís. Los italianos creen que los “muebles” eran armas.
“La gente en Libia no consume hachís”, dijo uno de los fiscales, Maurizio Agnello. “Esa carga de droga es para pagar otra cosa, es una moneda”.
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