¿Es broma o es burla?
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La vida privada debe ser objeto de respeto irrestricto. Los hábitos de gasto y consumo de una familia, deben permanecer en el ámbito privado y la manera de ejercer el presupuesto familiar, así como el modo de proteger, mantener o incrementar el patrimonio, son detalles que únicamente competen a quienes integran el número de miembros de una familia.
Eso, cuando la familia, es solamente una célula más del complejo organismo social y sus integrantes interactúan en lo concerniente al ámbito privado.
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Porque cuando sus integrantes se debaten y actúan en la órbita del sector público, ya es otro cantar y todo cuanto acontezca o suceda, dentro y fuera de ella, se hacen temas de dominio popular y consecuentemente, pueden y hasta deben, ser objeto de escrutinio y transparencia.
Por lo visto, esto último, nadie se lo ha explicado al presidente López Obrador, que de manera absolutamente increíble y hasta ridícula, pretende que los mexicanos nos traguemos la estafa de que en su cartera solo lleva un dólar (de la suerte, dice) y 200 pesos.
Pero él propio presidente aumenta todavía el nivel de la burla, cuando pretende que creamos que un hombre de su edad y circunstancias, no posee más bienes, que su rancho (cuyo valor no revela), propiedad que afirma recibió por concepto de herencia y que es su mujer, quien posee vehículos, propiedades y cuentas de banco.
Al parecer, los asesores de imagen de la presidencia de la república, no le han hecho saber a su titular, las consecuencias mediáticas de esta humorada, que lo presentan ante el lapidario juicio de la opinión pública, como un inepto, como un mediocre, como un mantenido, como un mentiroso, o todo junto.
Si una persona después de los sesenta años y tras múltiples cargos en el servicio público, no ha sabido hacerse de al menos, un modesto peculiar, podemos concluir que es un inútil o posee algún vicio o algún hábito nocivo, que lo han impedido.
Si un individuo, rebasada la sexta década de vida, afirma vivir en casa de su esposa y que es ella quien posee la totalidad de los recursos, se puede conjeturar que se trata de un sinvergüenza, de un cínico o de un vividor, que no tiene empacho en vivir a costillas de quien sí es capaz de producir.
Porque, además, hay incongruencias en las afirmaciones presidenciales. ¿Dónde quedan, cabe preguntar, las regalías y ganancias correspondientes a los más de dieciséis libros, consecuencia de su copiosa y sesuda producción intelectual y editorial, de los que en campaña afirmaba tomar los recursos necesarios para su subsistencia?
¿Porqué no aclara el valor que posee la única propiedad de su peculio particular?, ¿Porqué no menciona si sus hijos mayores o el menor poseen bienes y porque monto?
Aclaremos de una vez por todas, que no existe encono particular, ni falta de respeto a su grey (la familia es sagrada, reiteramos), pero debemos convenir, que sus afirmaciones no coadyuvan a la transparencia y a la necesaria rendición de cuentas, que deben prevalecer en la conducta y acciones de un primer mandatario.
Tras las declaraciones del titular del ejecutivo federal, no podemos evitar suponer, que nos está tratando de ver la cara a los habitantes de este país, que intenta jugarnos una broma (con estos temas no se debe jugar), o que el primer mandatario trata de simular una mansedumbre o una austeridad inexistentes.
Debemos advertir al ejecutivo federal, que incurrir en cualquiera de los supuestos anteriores, podría derivar en consecuencias funestas e incalculables.
Se pueden aceptar los errores, se puede tolerar la ineptitud, pero lo que es inaceptable, es quererle ver la cara de perico al pueblo.
Ojalá ya cesen los ataques, las descalificaciones y los epítetos presidenciales. La caldera social hierve de nuevo y no es cosa de provocar que el exceso de vapor, haga salir disparada la tapa y nos salpique el caldo, porque todos podríamos arrepentirnos. Quede para la reflexión…
Dios, Patria y Libertad
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