Sólo una mente perversa, como la de López Obrador, puede festejar la pandemia del Covid-19 y el terror de la crisis económica, para justificar su retorcido proyecto fascista de gobierno, llamado Cuarta Transformación.
Sólo una mente criminal, como la de López Obrador, puede decir que “le vino como anillo al dedo” la pandemia del Covid-19 –que ha matado a cientos de miles de personas en el mundo y que matará a miles en México–, porque esa mortandad fortalecerá su fascista proyecto de gobierno; remedo de dictadura bananera.
Sólo un enfermo mental, como López Obrador, puede festejar la muerte de empresas y la cancelación de millones de puestos de trabajo –a causa de la crisis económica–, para justificar un régimen fallido, que destruyó el futuro de 130 millones de mexicanos.
Y sólo un demente, como Obrador, puede estar feliz de la tragedia económica que abate a todo México –enfermedad, inseguridad, hambre, desempleo y muerte–, porque según su cálculo electorero y clientelar, fortalecerá su fallido gobierno.
Habrán entendido, todos aquellos que votaron por López Obrador, el tamaño del monstruo al que llevaron al poder.
Y es que al paso de los días –conforme avanzan las pandemias sanitaria y económica–, el presidente mexicano parece más afectado de sus emociones.
Y no sólo se muestra irritado y desesperado sino fuera de sí, al grado de que López Obrador imagina beneficios político con la muerte, el desempleo y la miseria; y hasta pelea con imaginarios enemigos que lo quieren fuera del poder y a los que reta socarrón: “¡no me van a quitar de aquí!”.
Lo cierto es que el escandaloso fracaso de su gestión –en sólo 16 meses–, y las críticas por su desatinado ejercicio del poder, desataron en López una peligrosa patología que lo lleva a imaginar que la tragedia, el desempleo y la muerte de millones, son un premio para su gobierno.
Delirio que día con día lo acercan más al “mesías prometido” o al dictador bananero, al tiempo que se aleja de la realidad y de las tareas del jefe de gobierno y de Estado que reclaman con urgencia México y los mexicanos.
Por eso, todos los días amenaza –a diestra y siniestra-, a inexistentes “molinos de viento” a los que llama “la derecha”, “mis adversarios”, “los conservadores” y “la prensa rapaz” y “carroñera”.
También por eso –causa del mal humor y la desesperación sin freno–, el presidente ya no sólo engaña y miente, sino que inventa espejismos en los que se burla de sus críticos y adversarios, como cuando tomaron su temperatura en una aeropuerto y luego de conocer el reporte —35.6 grados–, masculló retador: “¡tengan… tómala!”, en medio de una risa socarrón.
El mensaje, claro, era para aquellos que, por la salud de todos, han pedido que se someta a la prueba del Covid-19
Horas antes –ese mismo martes 31 de marzo–, López Obrador había llamado a una tregua a sus adversarios. Lo interesante, dijo, “es que busquemos la unidad, en estos momentos; una tregua de un mes”.
Sin embargo, al día siguiente olvidó la tregua ya que, dijo, su proyecto “lo obstaculiza una élite del poder que se queja porque ya no hay privilegios”.
Pero el problema es mayor cuando queda claro que López Obrador aún imagina que hay quienes le hace caso; quienes cree sus mentiras, alucines y que confía en sus palabras.
Parece que nadie le ha dicho a López que luego de los malos resultados de su gobierno, del fracaso de su proyecto y de la escandalosa montaña de mentiras que coronan su gestión, lo han abandonado incluso muchos de los más fieles aplaudidores y seguidores.
Todas las encuestan muestran que ha perdido por lo menos el 50 por ciento de las preferencias.
Pero hay más. Resulta que el pasado miércoles, López Obrador acudió a Oaxaca, para inaugurar un hospital.
A sabiendas de que por la emergencia sanitaria no puede convocar a mítines ni concentraciones populares, ordenó instalar un templete y dijo un discurso ante un público inexistente, como se puede apreciar en la imagen.
Sí, vemos es a un presidente hambriento de reflectores, quebrado por la caída de su popularidad y aferrado a la inexistente rentabilidad de su imagen.
No entiende que su gobierno está muerto, lo mismo que su partido, su proyecto y su inexistente transformación.
Por eso las preguntas.
¿Quién será el valiente que le hará ver al presidente Obrador que, todas las mañana, aparece desnudo a la Cadena Nacional llamada “mañanera”?
¿Quién, en los Poderes Legislativo y Judicial, le pondrá fin a los delirios criminales de López Obrador.
Se los dije.
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