Aprendamos y enseñemos a los niños cómo ser felices
Tenemos que mostrarles la felicidad que produce hacer el bien, ayudar a otros desinteresadamente, un abrazo, una caricia o cualquier acto de amor
31/12/2012 - Autor: Ricardo Natalichio - Fuente: Ecoportal
Es hora de educar a los niños para encontrar la felicidad en las cosas intangibles, en la solidaridad, en la cooperación, en dar amor, en su propio ser. Pero para eso, paralelamente debemos también reeducarnos nosotros en ese sentido, ya que de otra forma no podremos transmitir correctamente ese conocimiento.
Nuestro propósito, el de cada persona en la vida, es lograr ser felices. Pero equivocadamente solemos buscar esa felicidad en el exterior. Depositamos en cosas o en otros seres la responsabilidad de hacernos felices y eso sólo puede a la larga causarnos frustración y sufrimiento. Porque de nada ni de nadie depende nuestra felicidad, más que de nosotros mismos.
Es así que, cuando deseamos tener algo que no podemos, sufrimos. Pero también sufrimos cuando lo conseguimos tener, porque se nos genera automáticamente un gran miedo a que se rompa, se estropee, nos lo roben, pase de moda o simplemente miedo a perderlo, y como todo es impermanente, cuando llega el día en que lo perdemos, sufrimos más aun.
Esa búsqueda de la felicidad en lo externo, está relacionada con el ego y no con nuestro verdadero Ser. Genera apego a cosas que tarde o temprano perderemos y es por eso que no podremos hallar en ellas la felicidad verdadera.
No se trata de no desear nada, sino de que nuestros deseos no estén regidos por el ego. Que el fin no sea Tener algo o a alguien, sino disfrutarlo mientras podamos, comprendiendo que nada es eterno.
Miremos a los niños, tenemos mucho que aprender de ellos, tenemos que volver en realidad a aprender mucho de lo que desaprendimos.
Un grupo de niños puede ser extremadamente feliz jugando con piedras, ramas, trepando árboles, fabricando herramientas o inventando juegos compartidos. Subiendo a montañas o nadando en ríos, sin que nada de eso sea suyo.
Pero el sistema educativo formal y muchas veces nosotros mismos, comenzamos a preparar a esos niños para triunfar en la sociedad, para que tengan éxito. Y ese éxito está implícitamente ligado a lo económico, a la competencia, a lograr adaptarse bien a una sociedad que está mal.
Y es así como les vamos quitando poco a poco la posibilidad de ser verdaderamente felices. Les vamos generando deseos, necesidades materiales. Decimos que les estamos enseñando a compartir, sólo porque los obligamos a prestar un ratito "sus juguetes", pero les aclaramos que son suyos y que se los van a devolver.
Les enseñamos a competir con otros y a ganarles porque de esa forma, siendo mejores que otros, es como van a conseguir triunfar en la vida. Pero no les sabemos mostrar la felicidad que produce hacer el bien, ayudar a otros desinteresadamente. La felicidad que produce un abrazo, una caricia o cualquier acto de amor.
Las escuelas no enseñan a los niños a ser felices, no les explican como conocerse y conquistarse a si mismos. No les explican, ni tampoco nosotros lo hacemos, que nunca van a alcanzar la felicidad, si sólo se dedican a perseguirla.
Y eso es porque nosotros mismos sabemos mucho más de economía, de política, de matemáticas o de geografía que de lo que hay adentro nuestro, que de lo que verdaderamente deseamos y sentimos. Dedicamos mucho mas tiempo a conocer el exterior, que el interior. Y es así como luego tampoco tenemos las herramientas ni los conocimientos para transmitirlos a nuestros niños.
Creemos que la educación de los niños, tanto la escolar como la del hogar, debe asumir un cambio profundo. Desde hace muchos años ha estado orientada a enseñar que la felicidad se encuentra en el éxito económico, en la copetencia y está claro que la gran mayoría sólo recibimos de eso frustraciones y sufrimiento.
Es entonces hora de educar a los niños para encontrar la felicidad en las cosas intangibles, en la solidaridad, en la cooperación, en dar amor, en su propio Ser. Pero para eso, paralelamente debemos también reeducarnos nosotros en ese sentido, ya que de otra forma no podremos transmitir correctamente ese conocimiento.
El camino es largo y requiere realizar un importante esfuerzo. Pero al contrario del que venimos recorriendo, que parece más cómodo pero está plagado de sufrimiento, éste es un sendero puede ofrecernos muchas cosas buenas, por lo que creemos que vale la pena intentarlo.
Nuestro deseo para este año que está por iniciar, es que cada uno de ustedes avance en el camino de la felicidad y la paz en su interior, porque de esa forma no habrá ya lugar para otra cosa en este mundo.
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