Morid antes de morir
Si el “yo” no aflora, si el yo no sale al exterior, no conoceremos lo que tenemos en nuestro interior
09/11/2012 - Autor: Jesús Beltrán G. - Fuente: Envio Webislam
Cuando descubrimos al yo en cualquiera de sus manifestaciones, no debemos justificarlo, ni juzgarlo, ni tampoco condenarlo
Con el nombre de Dios, el compasivo, el Misericordioso.
¿Qué significa 'Morid antes de morir'?
Los gnósticos de todas las religiones o escuelas, saben desde siempre, que la verdadera “vida” está en la “muerte”, intentan lograr, antes de su muerte corporal, mediante la ayuda del Amor y la lucha interior, la “muerte” voluntaria de su yo, de su ego. Este es el significado del dicho profético:
“Morid antes de morir”
¿Qué es el ego?
El ego es un conjunto de elementos infrahumanos que personifican nuestros errores, defectos, etc. Reciben el nombre de “ego” o “yoes”, siendo miles y miles los que cargamos. Cabezas de legión de los yoes son: ira, codicia, lujuria, orgullo, envidia, pereza y gula. Cada yo es una persona completa que se manifiesta a través de nuestros pensamientos, emociones y hechos. El ego viene de muchas existencias anteriores. Son el polvo de los siglos en el fondo mismo de nuestra psiquis. Son los velos que nos impiden ver la realidad. Están constituidos por substancia mental condesada.
¿Cómo creamos el yo?
El yo en nosotros lo vamos creando cuando no transformamos las impresiones y nos identificamos con ellas. Una vez creado el yo, cada vez que nos identificamos con ese yo, lo engordamos, lo robustecemos más y más, y cada vez se hace más fuerte en nosotros. Los hemos creado nosotros mismos cuando nos hemos identificado con placeres, deseos, emociones, escenas de la vida etc. Cada yo ha ido atrapando parte de nuestra Conciencia, dejándonos cada vez más dormidos.
El Evangelio dice, que sale al encuentro un endemoniado, y Jesús le pregunta.
“Y le preguntó: ¿Cómo te llamas? Y respondió diciendo: Legión me llamo; porque somos muchos”. (Marcos 5.9)
Desgraciadamente, ha habido y hay muchas personas que se denominan cristianos, y que cuando leen el Evangelio de forma literal, creen que el “endemoniado” fue esa persona, y no saben, que desgraciadamente lo somos todos.
Vamos a ver. Todo lo que llega a la mente a través de los cincos sentidos tiene forma de impresión. Esas impresiones que captamos a través de los cincos sentidos llegan al cerebro y producen un impacto en nuestra mente, y como consecuencia, dan como respuesta una reacción.
Pongamos un ejemplo para verlo mejor. Si arrojamos una piedra a un lago cristalino, el impacto de la piedra con el agua produce una reacción, que da como respuesta y en forma de hondas, las que van desde el centro a la periferia. Lo mismo sucede con nuestra mente: las impresiones llegan a la mente igual que la piedra al agua, y la reacción es la respuesta al impacto. Si se tira una pelota contra un muro, el muro recibe la impresión; luego viene la respuesta, que consiste en el regreso de la pelota a quién la mandó. El rebote de la pelota será la reacción. De la misma forma mecánica actuamos nosotros; nos lanzan un insulto, y al igual que el muro, nuestra mente reacciona, enviando de regreso hacia quién nos lo lanzó, un sinfín de insultos, con juicios, amenazas e incluso maldiciones.
Así actúa nuestra mente ante el recibo de esas impresiones. Ese tipo de impresiones las atrapa el ego en nuestra mente, y el resultado no se deja esperar. La mente reacciona por culpa del ego, que es quién atrapa todo tipo de impresiones, agradables y desagradables. Si una persona no tuviera ego, no reaccionaría de esa manera, transformaría y no habría un derroche de energía, creando un nuevo yo o engordando el que ya existe.
Si no nos identificamos con las palabras de un insultador, no tendríamos la reacción anterior, al no identificarnos con el ego, no resultamos insultando, amenazando o maldiciendo. Al no identificarnos, la Conciencia en este caso, resulta haciendo las veces de órgano de transformación, y entonces transformamos ese insulto, no creando ni engordando el ego. Eso es Transformación de las Impresiones.
La no identificación, en el estado de autoobservación, le dan a la Conciencia un choque (fuerza), y ésta es entonces la que recibe las impresiones y las transforma. Este choque es consciente. Cuando nosotros no nos identificamos con nosotros mismos, con nuestro orgullo herido, con nuestra vanidad, con ¡Hay que ver lo que me han dicho! El mismo hecho de no identificarnos con nosotros mismos, pone activa a nuestra Conciencia (la poca que tenemos libre), ese es el choque consciente, y es entonces, cuando las palabras de un insultador no tienen ningún valor para nosotros.
Si pensamos que en realidad nosotros no somos eso, soberbia, vanidad, u orgullo, “yo no soy eso”, para nosotros no tendrán ningún valor dichos insultos. La no identificación con el yo pluralizado nos evitará mucho dolor. Nos evitará el dolor, la no identificación con cualquier defecto.
En realidad, quien recibe el insulto no es ni más ni menos que un intruso que vive en nuestro interior, que nos causa dolor, sufrimiento, que nos hace cometer errores, etc., al que nosotros tenemos que eliminar de nuestro interior, reducirlo a polvareda cósmica, para que de ésa forma, podamos liberar a la porción de nuestra Conciencia, que se encuentra atrapada en su interior.
La persona ajena, en éste caso el insultador, tan solo con su insulto nos ha dado la oportunidad de podernos conocer, conocer lo que tenemos en nuestro interior. Si el yo no aflora, si el yo no sale al exterior, no conoceremos lo que tenemos en nuestro interior.
Este choque consciente no tiene lugar en el hombre “ordinario”. Un hombre común y corriente, la criatura mecánica no se recuerda a sí mismo, no es exactamente consciente de lo que hace y de lo que dice. En el estado de autoobservación y no identificación, el hombre deja de ser criatura mecánica y tiene percepción de sí mismo, de todo cuanto ve y ocurre a su alrededor, y al mismo tiempo de todo lo que se mueve en su interior, de cualquier pensamiento y sentimiento que se remueva dentro de él.
Este choque consciente, es para el hombre que quiere cambiar su vida, que quiere transformar su vida, que ha visto la necesidad de cambio.
En los Evangelios encontramos muchas sentencias que nos indican el camino a seguir. Jesús decía:
“De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda sólo; pero si muere, lleva mucho fruto”. (Juan 12.24.)
Es preciso que el hombre muera para que dé mucho fruto. Un hombre o mujer debe morir, es decir, es preciso que se libere de mil apegos mezquinos y de la identificación.
El hombre tiene apego a todo en la vida, el apego a las cosas y la identificación con ellas, mantiene vivos a miles de “yoes” inútiles en la persona. Estos yoes deben morir, para que nazca algo nuevo en nosotros.
El “trabajo” enseña, que un hombre o mujer, debe observar todo en él o ella, y siempre como si no fuera él, sino ello. Esto significa que debe decir: “¿Qué está haciendo ello?”, y no decir como siempre decimos: “¿Qué estoy haciendo?”.Entonces ve, ahora los pensamientos que se suceden en él, ahora las emociones, ahora las comedias privadas, y los dramas personales, ahora las elaboradas mentiras, ahora los discursos, excusas e invenciones, y así sucesivamente todo lo que pasa a través de él o ella.
La convivencia es un espejo maravilloso donde el yo se puede contemplar de cuerpo entero, en ese espejo maravilloso de la convivencia nos podemos ver y por tanto conocer. Está claro, que para poder eliminar al yo, hemos de descubrirlo, y para poder descubrirlo, hemos de estar en estado de autoobservación, no identificación y en el recuerdo de nuestro Íntimo o Cristo íntimo. Mediante ese estado descubrimos al yo en acción, y lo separaremos de nosotros mismos, y diremos refiriéndonos al yo, ¡Yo no soy eso!
Hemos dicho que hay que descubrirlo, ¿Dónde? En el gimnasio de la vida. En la autoobservación, nos dividiremos en dos, observador y observado. Quien observa será la Conciencia que nos queda libre y despierta. La Conciencia observará todos esos movimientos del yo, sin identificarse con él. No identificándonos con nosotros mismos. Las 24 horas del día han de ser un vivir para morir.
Necesidad de quitar alimento al ego desde los “detalles”
Tenemos necesidad de quitar alimento al ego desde los “detalles”. Los “detalles” son pequeñas cosas que pueden pasar fácilmente desapercibidas por nosotros, pero que sirven de alimento al yo. Igual ocurre con las objeciones, cuanto más protestas hagamos, más difícil se nos hará el “trabajo sobre sí mismo”, pues, dichas protestas sirven para alimentar al ego.
Desde estas pequeñas cosas podemos conocer al yo, y por las objeciones podemos conocer al yo. Tan solo hace falta no identificarnos con ellas. Desde esos pequeños “detalles” y “objeciones”, vamos a ir conociéndonos a nosotros mismos, y desde esas pequeñas cosas vamos a ir “trabajando”. Es pues, importante, prestar atención a esas pequeñas cosas. Cada pensamiento, cada emoción, cada sentimiento, por insignificante que nos parezca, desde ese detalle, desde esa pequeña cosa puede ser un gran motivo de estudio. Debemos observar nuestras reacciones mecánicas ante estos pequeños detalles de alcoba, hogar, comedor, casa, calle, trabajo, etc.; lo que uno dice, piensa y siente, es ciertamente lo más indicado para empezar.
Cuando descubrimos al yo en cualquiera de sus manifestaciones, no debemos justificarlo, ni juzgarlo, ni tampoco condenarlo; están ahí, y tenemos que enjuiciarlos, pero no es condenándolos, ni juzgándolos, como los comprendemos; hay que comprenderlos, estudiarlos, estudiar sus manifestaciones, y después pasarlos a la eliminación, reducirlos a polvareda cósmica. La eliminación es cosa del poder Ígneo de Dios en su aspecto Maternal, manifestándose como nuestra Divina Madre particular.
No podemos justificarlos, porque el mero hecho de hacerlo, nos está indicando que estamos identificados con el defecto en cuestión; es por eso que tratamos de justificarnos. Si no nos identificamos con el yo, no vemos la necesidad de justificarnos. Si lo estamos observando sin identificarnos, veremos que es un intruso que tenemos dentro, que nos está haciendo cometer errores, que es el culpable de nuestro dolor, de nuestro sufrimiento.
Por otro lado, tampoco podemos condenarlo; el mero hecho de condenarlo, nos está indicando que no lo hemos comprendido. Por medio de la comprensión, entendemos que es algo que nosotros mismos hemos creado, y que deseamos su eliminación. Comprensión es lo primero. Eliminación después.
Practica de muerte del yo
1º.- Relajación física y mental: Hemos de relajar el cuerpo físico para que éste no nos moleste, con esto nos vamos “desprendiendo” de la parte más densa de nosotros mismos. Relajaremos también nuestra mente, procurando calmar el ritmo de nuestros pensamientos. Los dejaremos pasar sin identificarnos, como los pájaros que vuelan sin dejar rastro.
2º.- Retrospección: Empleando la concentración e imaginación (imaginación no es fantasía), vamos a hacer una retrospección del día, y nos vamos a detener en esa escena, en la que descubrimos al yo en acción, y está claro, no nos identificamos con él en el momento aquél en que lo descubrimos.
3º.- Visualización de la escena: Vamos a revivir la escena tal y cómo sucedió. Debemos de ver la escena como si estuviéramos viendo cine. Supongamos que fue en el trabajo, nos enfadamos porque nos corrigieron, nos salió la ira, la rabia, nos enfadamos con la persona que nos corrigió. ¡Nos dimos cuenta de que se estaba apoderando de nosotros la ira! Y no llegó a más. “Muerte en marcha” y seguimos con el trabajo.
La Muerte en marcha. La denominamos así, porque la vamos a realizar a cada momento en que se manifieste el yo, estemos donde estemos. En el momento que mediante la autoobservación descubramos al yo en acción, hemos de aplicar esto que denominamos la “muerte en marcha”. No nos identificamos con el yo en cuestión, ni con la escena en cuestión; sin proceso de razonamiento, nos acordaremos del Íntimo, manifestándose como nuestra Divina Madre particular, como Dios Amor, y le pediremos que nos ayude en la eliminación de ése yo que se está manifestando.
Nos separaremos del yo, “yo no soy eso”. Y actuaremos de esta manera: ¡Madre mía elimínalo de mi psiquis! Ella, en esos instantes, actuará reduciéndole el alimento, para que ese yo no se alimente de nuestras energías. Se produce inmediatamente una “transformación de impresiones”, y como consecuencia de esa transformación el “ego” no recibe más alimento. “yo” que no se alimenta, será más fácil su eliminación, su desintegración. La muerte en marcha es cosa instantánea, en fracciones de segundo la realizamos; después hemos de continuar con nuestra tarea del día.
¿Qué hemos descubierto? Un yo de ira, de rabia y peleón (porque ganas de pelearnos, y enfadarnos nos han quedado). Está claro que si entonces, cuando sucedió, no nos identificamos, no debemos hacerlo ahora cuando estemos nuevamente reviviendo la escena.
4º.- Auto- juicio: Sentamos al yo-ira en el banquillo de los acusados. Observando serenamente, se procederá al enjuiciamiento.
5º.- Historial en el tiempo: Mirar hacia atrás, cuántas veces se nos ha manifestado, con que frecuencia, en qué circunstancias…
6º.- Hacerle los cargos: Qué nos ha pasado por identificarnos con él, qué daño nos ha ocasionado, qué daño hemos ocasionado nosotros a los demás por nuestra identificación con él. Traer a juicio los daños que ocasionamos, y los beneficios que traería a nuestra vida, la aniquilación del defecto que se está juzgando.
7º.- Autocrítica: Por identificarnos con él rompimos con un ser querido, reñimos, no nos hablamos durante un tiempo, tal vez aún no nos hablamos con él o ella.
8º.- Comprensión: Ir poco a poco comprendiendo todo el daño que nos hace, que nos ha ocasionado, que hacemos a los demás por esa identificación, que tiene a nuestra conciencia atrapada, que por ello estamos dormidos, que alejados de nuestro Íntimo… Meditaremos en él. En todo lo que estamos comprendiendo… los demás no son los causantes de nuestras desdichas, sino nosotros mismos, nuestro ego…El yo en nosotros mismos nos causa sufrimiento, dolor, desánimo.
9º.- Visualizar: Cómo se libera la conciencia de entre ese yo, ya debilitado y empequeñecido.
10º.- Eliminación: Petición al Íntimo, manifestándose como nuestra Divina Madre interior e individual; se le pedirá con mucho fervor. Hemos de suplicarle, de rogarle que reduzca a polvareda cómica al yo que ya hemos comprendido.
Ella es la única capaz de desintegrar los yoes, los puede desintegrar hasta su misma raíz. Su poder máximo lo alcanza con la energía creadora en la Transmutación sexual. Es ahí, en la cópula metafísica donde tiene el poder de desintegrar hasta la raíz.
11º.- Imaginación: Imaginaremos a nuestra Divina Madre particular, lanzando fuego sobre el yo, y como lo destruye, lo desintegra, lo reduce polvareda cósmica.
Mantram. Al tiempo que imaginamos cómo nuestra Divina Madre lanza fuego sobre el yo, mantralizaremos el fuego. El sonido del Fohat es la “S”, que se vocaliza así:SSSSSS…… Como un silbido dulce y apacible, como el sonido (silbar) que emiten las serpiente. El mantram hace que se cristalice el fuego y sea este fohat destructor el que desintegre al yo comprendido.
Mantrams. La combinación fonética hecha con sabiduría de varias letras produce los mantrams, cuyos sonidos determinan efectos espirituales, anímicos y también físicos.
Si una vez realizado el juicio a un yo, tuviéramos más yoes que trabajar, volveríamos a empezar, y realizaríamos a ese otro yo, todo el mismo proceso. En una misma escena podemos descubrir varios yoes.
12º.- Dar gracias: Una vez concluida la practica de muerte, de cada uno de esos distintos yoes, debemos terminar con una acción de gracias a nuestra Divina Madre particular.
Recordemos siempre que el Salvador es el Cristo íntimo, el Íntimo, que cuando se manifiesta como Padre, es Pura Sabiduría, es nuestro Verdadero Maestro, y cuando se manifiesta como Madre, es Puro Amor, es nuestra Divina Madre particular.
El que conoce a su Cristo íntimo, conoce a Dios. Nadie llega directamente al Seno del Eterno Padre Cósmico Común (al Absoluto), si no es a través de su Íntimo o Cristo íntimo.
La Paz sea con todos.
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