Religión en el Corán
El Corán, el universo y la humanidad son tres manifestaciones de una verdad
26/06/2011 - Autor: Ali Unal - Fuente: Webislam
El Corán emplea la palabra din, generalmente traducida como «religión», en diferentes contextos con varios significados. Los más importantes y comunes son juzgar, recompensar, castigar (1:4, 51:6, 37:53, 56:86, 82:18-19); camino, ley, constitución (12:76); ley penal (24:2); conjunto de principios morales, espirituales y mundanos, sistema y forma de conducta (33:5, 40:26); servidumbre y obediencia (16:52); y paz y orden (8:39).
Con el Islam, Dios completó la religión que reveló y eligió para la humanidad:
Hoy he perfeccionado para vosotros vuestra
religión (con todas sus reglas, preceptos y universalidad) y os he otorgado la
medida completa de Mis bendiciones, y he dispuesto que el Islam sea vuestra
religión. (Corán 5: 3)
Literalmente, la palabra Islam significa «sumisión, paz y salvación». En su aspecto fundamental, Islam es resumido en la frase más repetida del Corán, la Basmala, «En el Nombre de Dios, el Omni-Misericordioso (ar-Rahman), el Omni-Compasivo (ar-Rahim)». Ambas palabras se relacionan con rahma (la misericordia y la compasión). Dios se manifiesta a través de Su misericordia y compasión absolutas y abarcadoras, y el Islam se sustenta sobre esta afirmación. El Corán califica la misión del profeta Muhammad como una misericordia para todos los mundos (21: 107).
El Islam se distingue de otras religiones por varias características, entre las que señalamos las siguientes:
Monoteísmo
El Islam es inflexiblemente monoteísta, pues su teología comienza y termina con la Unidad de Dios («tawhid»). El Universo es visto como un todo integrado de partes interrelacionadas y cooperativas, en el cual una espléndida coordinación, armonía y orden se manifiestan a través del Universo y en el interior de cada organismo vivo. Esta armonía y orden provienen de la Unidad de Aquel que los creó y es absoluto, sin asociado, sin par ni parecido. Dios creó y administra el Universo y todo lo que contiene. Las leyes naturales que podemos deducir del funcionamiento del Universo son, de hecho, las formas regulares según las cuales Dios crea las cosas y administra el Universo. Pues el Universo, que es gobernado por Dios y lo obedece, es literalmente muslim —está sometido a Dios. Esta es la razón por la cual sus operaciones son estables, ordenadas y armoniosas.
Humanidad
Dios creó el Universo para que pudiera ser conocido y reconocido por todos Sus Nombres y Atributos. Por tanto, Su creación incluye a una criatura con libre albedrío: el ser humano. De todas las criaturas, sólo la humanidad puede manifestar Atributos Divinos como la Potestad (Al-Murid), el Omnisciente (Al-Alim) y el Todo-parlante ( Al-Mutakallim). Dios después nos dotó del conocimiento de las cosas enseñando a Adán “los nombres” de todas las cosas y nos hizo Su vicerregente para gobernar sobre la Tierra según Sus leyes. Como tener libre albedrío significa que debemos escoger, la vida de cada persona consiste en la elección entre lo correcto y lo falso, lo bueno y lo malo.
Dios dotó a la humanidad de tres facultades principales, que son esenciales para nuestra supervivencia y nuestro funcionamiento como Sus vicerregentes: un deseo para cosas como el sexo opuesto, la descendencia, el sustento y los bienes; coraje y fortaleza en la defensa y en la lucha; y la razón o el intelecto. Somos puestos a prueba en esta vida mundana y somos libres de elegir, pues Dios no restringió estas facultades.
Según el Islam, nuestra felicidad individual y colectiva radica en educar estas facultades de manera que podamos producir una armoniosa y pacífica vida individual y social. Si permanecen indisciplinadas, la inmoralidad, la promiscuidad sexual, las ganancias ilícitas, la tiranía, la injusticia, el engaño, la falsedad y otros vicios aparecerán tanto en los individuos como en la sociedad. Para prevenir el caos y el sufrimiento consiguientes, debemos someternos a una autoridad que dirija y regule nuestros asuntos colectivos. Dado que una persona no aceptará la autoridad de otro, y es imposible para el intelecto humano comprender totalmente dónde se halla la verdadera felicidad en ambos mundos, la humanidad necesita de un intelecto universal, una dirección situada más allá de la razón y la experiencia humanas, a cuya autoridad todos puedan asentir libremente. Esta dirección es lo que ofrece la religión revelada y perfeccionada por Dios a través de Sus Profetas: el Islam.
Los Profetas
Todos los Profetas vinieron con las mismas creencias esenciales: creer en la Existencia y la Unidad de Dios, en la destrucción final del mundo, en la Resurrección y en el Juicio Final, en la Misión Profética y en todos los Profetas sin distinción, en todos los Libros Divinos, en los ángeles, y en el Destino y el Decreto Divinos (incluido el libre albedrío). Llamaron a la gente a adorar a un Único Dios, predicaron y promovieron la virtud moral, y condenaron el vicio. Las diferencias en las normas y prescripciones particulares estaban relacionadas con las relaciones económicas y políticas existentes. Los Profetas anteriores al profeta Muhammad fueron enviados sólo a su propia gente y durante su propia época. El profeta Muhammad, sin embargo, fue enviado a toda la humanidad, con independencia del tiempo o el lugar. Así, ser musulmán significa creer en todos los Profetas anteriores y en las Escrituras originales anteriores.
Un profeta, purificado del pecado y el vicio y teniendo una relación profunda con Dios, es capaz de conducir a la gente hacia la verdad y constituye un ejemplo perfecto de conducta. Tal gente tienen las siguientes características esenciales: absoluta y completa veracidad, honradez, transmisión del Mensaje Divino; la máxima capacidad intelectual, sabiduría y perspicacia profunda; estar libre de pecado; y ausencia de deficiencias físicas o mentales (1). Tal y como el Sol atrae a los planetas por la fuerza invisible de la gravitación, los profetas atraen a la gente por la fuerza de su relación profunda con Dios, ciertos milagros y la pura nobleza de su persona, propósito y carácter.
La Creencia
La creencia, la esencia de la religión, es mucho más que una simple afirmación basada en la imitación. Más bien, tiene grados y etapas de expansión o desarrollo, como la semilla de un árbol se transforma de manera gradual en un árbol completamente fétil y maduro. La creencia contiene tantas verdades pertenecientes a los 1,001 Nombres conocidos de Dios y a las realidades contenidas en el Universo, que la más perfecta ciencia humana, el conocimiento y la virtud son la creencia en Dios y el conocimiento de Dios resultante de la creencia basada en el razonamiento y la investigación. Tal creencia tiene tantos grados y niveles de manifestación como Nombres tiene Dios. Aquellos que alcanzan el grado de «certeza de creencia que proviene de la observación directa de las verdades en las que la creencia está basada» pueden estudiar el Universo como un tipo de Escritura Divina.
El Corán, el universo y la humanidad son tres manifestaciones de una verdad. En principio, por tanto, no puede haber ninguna contradicción o incompatibilidad entre las verdades coránicas (a partir del Atributo Divino de Discurso) y las verdades obtenidas del estudio objetivo de su homólogo, el Universo creado (a partir de los Atributos Divinos de Poder y Voluntad). Una civilización islámica fiel a su impulso auténtico y original no contiene ninguna contradicción entre ciencia (el estudio objetivo del mundo natural) y religión (el esfuerzo personal y colectivo para buscar la complacencia de Dios). La verdadera creencia no se funda en la imitación ciega, sino que apela a nuestra razón y corazón, y combina la afirmación de la razón y la experiencia y sometimiento interior del corazón.
El grado de creencia conocido como «certeza que proviene de la experiencia directa de sus verdades» depende de la adoración sistemática y de la reflexión, y aquellos que lo poseen pueden desafiar al mundo. Por lo tanto, el deber más importante de un musulmán es adquirir este grado de creencia e intentar, con toda sinceridad y sólo por Dios, comunicarlo a los demás. Tal como Bediüzzaman Said Nursi (2) nos recuerda:
La creencia en Dios es el propósito más elevado y
el logro más sublime, y el rango más elevado de la humanidad es el conocimiento
de Él que se encuentra en esta creencia. La felicidad más radiante y el don más
dulce para los genios y los seres humanos es el amor de Dios contenido en el
conocimiento de Dios. La alegría más pura del espíritu humano y la delicia más
auténtica del corazón humano es el éxtasis espiritual contenido dentro del amor
de Dios. (3)
La práctica de adoración
La creencia engendra diferentes formas de adoración. Un nivel sería el responder a las prescripciones explícitas (por ejemplo, los oraciones prescritas, el ayuno, dar el azaque y la peregrinación) y obedecer las prohibiciones (por ejemplo, evitar el consumo de embriagadores, los juegos de azar, la usura, el asesinato, la opresión, la usurpación y el engaño). Aquellos que buscan reforzar su creencia y lograr los rangos más elevados de la perfección deben cuidar los actos de su corazón y su intelecto (por ejemplo, la contemplación, la reflexión, la invocación, la recitación de los Nombres de Dios, la autocrítica, la perseverancia, la paciencia, la gratitud, la autodisciplina y la confianza perfecta en Dios). Las virtudes morales son los frutos de la vida religiosa. Como dijo el profeta Muhammad: «He sido enviado para perfeccionar los caracteres».
La vida colectiva
Mediante la creencia y la práctica de adoración, así como sus principios intelectuales, morales y espirituales, el Islam nos educa de la mejor manera posible. Además, aplica sus principios socioeconómicos para establecer una sociedad ideal sin disensión, corrupción, engaño, opresión, anarquía y terror, de modo que todos puedan conseguir la felicidad tanto en este mundo como en el siguiente.
Muchos intelectuales occidentales y sus colegas musulmanes afirman que servir a Dios o vivir una vida religiosa es un mecanismo compensatorio, inventado para consolar a la gente por sus debilidades y defectos. Pero tales personas, a pesar de estar armadas con la ciencia, la tecnología; a pesar de las ilusiones de estar liberados de la creencia y servidumbre a un Ser Supremo; a pesar de creer en si mismos cómo seres poderosos, se humillan ante cualquier persona o cosa, sin tener en cuenta cuán bajo es, si pueden sacar algún provecho de ello.
La gente hoy es testaruda e inflexible, se degrada por un breve placer; es inflexible, pero besa los pies de gente diabólica para obtener un beneficio; es engreída y arrogante, pero, no pudiendo encontrar ningún punto de apoyo en sus corazones, se comportan como impotentes tiranos arrogantes. Y también están los egocéntricos, quienes se esfuerzan por satisfacer sus deseos materiales y carnales, y defienden sólo aquellos intereses personales o nacionales que coinciden con los suyos.
Los creyentes sinceros no se degradan. Estos dignos sirvientes de Dios rechazan adorar nada excepto a Dios, incluso si es algo que les ofrece los mayores beneficios, como el Paraíso. Aunque son modestos y apacibles en su naturaleza y comportamiento, se rebajan voluntariamente ante otros sólo hasta el grado que su Creador se lo permite. Aunque son conscientes de su debilidad y dependencia de Dios, se confían a la Riqueza y el Poder de su Único Señor, haciéndose independientes de los otros.
La civilización moderna, especialmente en sus aspectos materialista y colonial, considera la vida colectiva como la competición entre intereses egoístas, en un estado de conflicto permanente, regido por la fuerza o el poder. Para unificar sus diversas comunidades, promueve un nacionalismo agresivo y negativo, que a menudo degenera en un racismo brutal. Como consecuencia, la mayoría de la gente del mundo ha vivido o todavía permanece dominada por esta civilización, y sigue sufriendo la aguda miseria y la humillación resultante. Mientras tanto, la minoría que se beneficia de un determinado statu quo satisface sus deseos mundanos, continuamente favorecidos y aumentados, y así aumentan la competitividad y laansiedad.
La vida religiosa y el servir a Dios reconocen la justicia, y no la fuerza, como el punto de apoyo de la vida social. Proclama que el objetivo de la vida individual y colectiva es lograr la virtud y la complacencia de Dios en vez de la consecución de los intereses egoístas, y la ayuda mutua en vez del enfrentamiento. Busca la unidad interna y externa de las comunidades a través de los lazos religiosos, profesionales o nativos, y no mediante el racismo y el nacionalismo negativo. Trabaja para levantar una barrera contra los deseos mundanos y nos anima a esforzarnos en el camino de la perfección, apremiando al alma a luchar por objetivos sublimes. La justicia requiere la unidad, la virtud trae la solidaridad y la ayuda mutua significa ayudarse los unos a los otros. La religión asegura la hermandad, la solidaridad y la atracción. La autodisciplina y el apremiar al alma a la virtud traen felicidad en ambos mundos (4).
Teniendo en cuenta todo esto, ¿cómo explicar que la civilización no creyente moderna derrotase a los musulmanes creyentes? Según Said Nursi, a los musulmanes se les exige que sean musulmanes (sometidos a Dios) en todas sus acciones, pero no siempre pueden serlo en la vida práctica. Pasa lo mismo con los no musulmanes, pues no todas sus acciones tienen por qué originarse en la incredulidad o en la trasgresión. Así que, los no musulmanes que adquieren atributos musulmanes y cumplen con los principios islámicos pueden derrotar a los musulmanes negligentes en su práctica del Islam.
Dios ha establecido dos clases de leyes: la Sharia (que surge de Su Atributo de Discurso y del gobierno de nuestra vida religiosa) y las denominadas leyes de la naturaleza (que surgen de Su Atributo de Voluntad y del gobierno de la creación y de la vida). La recompensa o el castigo por acatarlas o ignorarlas se producen en varios tiempos. La recompensa y el castigo por obedecer o desobedecer las primeras suelen tener lugar en el Más Allá; en relación a las últimas, se dan en esta vida.
El Corán constantemente llama nuestra atención hacia los fenómenos naturales, la materia de la ciencia, y nos conmina a estudiarlos. En los primeros cinco siglos del Islam, los musulmanes unieron la ciencia y la religión, el intelecto y el corazón, lo material y lo espiritual. Más tarde, sin embargo, Europa tomó la delantera en la ciencia gracias a su obediencia inconsciente a las leyes Divinas de la naturaleza, y de este modo fue capaz de dominar el mundo musulmán, el cual abandonó los aspectos religiosos y científicos del Islam.
El poder y la fuerza juegan un papel en la vida, y fueron creados con algún sabio propósito. Armada con el poder mediante la ciencia y la tecnología, Europa derrotó al mundo islámico. Como un gorrión desarrolla sus fuerzas defensivas y sus habilidades defendiéndose contra los ataques de un halcón, Dios permite que los no musulmanes ataquen al Islam, para que los musulmanes adquieran las habilidades necesarias para restituir el Islam a su pureza original y restaurar en sus vidas su mandato.
Notas
(1) Para un análisis detallado de estas características en
relación al profeta Muhammad, véase Muhammad: El Mensajero de Dios, M.F ethullah
Gülen, Editorial La Fuente, 2008, capítulos III-IV.
(2) Bediüzzaman Said Nursi (1876-1960): Uno de los mayores
eruditos musulmanes contemporáneos; se le atribuye la conservación del Islam en
Turquía durante un tiempo de forzada secularización y hostilidad oficial hacia
cualquier demostración personal o social de Islam.
(3) Said Nursi, The Letters («Las Cartas»), págs. 239-240, The
Light Inc., 2007.
(4) Said Nursi, The Letters («Las Cartas»), The Light Inc.,
2007.
No hay comentarios:
Publicar un comentario