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lunes, 2 de septiembre de 2013

Europa y el Islam: una realidad en expansión

Europa y el Islam: una realidad en expansión

Entrevista con AbdelQader Muhammad Ali

15/09/1997 - Autor: CDPI - Fuente: Verde Islam 7
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Verde Islam. Nos encontramos en el Parlamento Europeo de Estrasburgo, en compañía de Abdelqader Muhammad Ali, eurodiputado de Izquierda Unida por la Ciudad Autónoma de Melilla, musulmán, quien ha accedido amablemente a responder a algunas preguntas para nuestra revista. En primer lugar, nos gustaría saber qué función desempeñas aquí en el Parlamento Europeo.
A. Muhammad Ali. Como bien has dicho, estoy aquí como eurodiputado por Melilla, representando a la coalición Izquierda Unida, concretamente por el partido Izquierda Republicana. Aclaro esto por aquello de que, cuando se menciona a Izquierda Unida, normalmente se piensa en el PCE. Es verdad que éste es el partido mayoritario en la coalición, pero no es el único. En Izquierda Republicana tenemos una sensibilidad distinta, aunque convergemos en las ideas básicas de la coalición.
Siempre he tenido una especial sensibilidad hacia los problemas de la comunidad musulmana, sobre todo en Melilla. Y no sólo por el hecho, todo hay que decirlo, de ser musulmán, sino porque desde una óptica de izquierdas ha de lucharse para que desaparezcan las injusticias allí donde se producen. En Melilla, el sector de la población que ha vivido una situación de mayor discriminación, ha sido —a lo largo de las últimas décadas— la comunidad musulmana. En ese sentido me he señalado como uno de los exponentes de esta comunidad a la hora de luchar en pro de sus derechos.
En el año 85 se promulgó en España la Ley de Extranjería. Dicha ley se quiso aplicar a la comunidad musulmana de Melilla. Algo inexplicable y anacrónico si tenemos en cuenta que hablamos de una población autóctona. En aquellas fechas, un grupo de personas, entre las que me encontraba yo, adquirimos cierto protagonismo dentro de la comunidad musulmana, porque encabezamos ciertas reivindicaciones.
Podemos considerar una etapa antes del 85 y otra después de esa fecha. Antes del 85 estábamos organizados en diferentes núcleos reivindicativos. A partir del 85, una serie de organizaciones, como Terra Omnium, de la que era Presidente Omar Muhammad Dudu y de la que yo fui vicepresidente, protagonizaron un cambio de talante en el sentido de que las reivindicaciones no sólo se hicieron más fuertes e incisivas, sino que se originó una sólida reacción frente a la amenaza que suponía tener un estatus de extranjero en tu propia tierra.
Eso fue lo que caracterizó, en sus orígenes, a la organización de los musulmanes en esta ciudad.

V.I. ¿Fue éste un movimiento confesional?
A.M.A. No. Al decir “movimiento musulmán” estoy resaltando el hecho de que mayoritariamente —por no decir el cien por cien— el movimiento social que reivindicaba estos derechos concretos fue protagonizado por miembros de la comunidad musulmana. En cualquier caso es una pregunta interesante porque muchas veces la terminología puede condicionarnos y hacer que no precisemos los hechos con exactitud. Ser musulmán es una condición que no implica sólo la vertiente estrictamente religiosa, sino que conlleva además una dimensión sociológica, una actitud ante la vida..., en definitiva una dimensión cultural en el más amplio sentido de la palabra.
En ese sentido, el movimiento islámico aglutinó a una comunidad que veía —y aún ve— mermados sus derechos y aspiraciones. ¿Cómo podríamos definir ese movimiento? Los cristianos, por ejemplo, dicen que para referirse a ellos, el término cristiano no es el más idóneo, pues entre sus filas hay agnósticos y ateos. Podrían ser denominados como ciudadanos de origen europeo. ¿Cómo definir entonces a los musulmanes?
Últimamente, una de las denominaciones que más se usa en la prensa de Melilla es la de beréberes, término que no tiene una connotación religiosa. En cualquier caso, yo me siento tan identificado con el término beréber como con el de musulmán. Para mí es indistinto.

V.I. ¿Por qué existe en Melilla esa distinción entre musulmanes y cristianos, entre aromis y musulmanes? ¿Por qué esa diferenciación en base a un criterio religioso? Siempre me ha sorprendido eso, puesto que todos sois españoles.
A.M.A. Pienso que no es una denominación peyorativa, sino un mero problema de definición. ¿Cómo definir a una comunidad que es distinta a la mayoritaria? Podemos llamarlos musulmanes, beréberes o de otra forma, pero para establecer la diferencia que está en el origen de la discriminación social, para localizar socialmente a un colectivo, hay que utilizar algún término. No creo que denominar a una persona como musulmán sea usar una terminología peyorativa, al menos para mí no lo es ni nunca lo ha sido. Para mí es un orgullo que me llamen lo que soy. Otra cosa bien distinta es decir moros. Con eso ya no estoy de acuerdo. Que me llamen musulmán en Melilla es lo lógico, pero el término moro sí que tiene una carga peyorativa. Y digo en Melilla..,.o en Ceuta.
Es distinto que te llamen moro en Málaga o en Guadalajara porque allí tiene otras connotaciones. En Melilla, cuando se utiliza, se hace con una carga peyorativa, denigrante, y desde esa perspectiva la rechazo totalmente, aunque si nos ponemos a hablar desde un punto de vista cultural e histórico, puedo también sentirme identificado con la palabra moro. Todo está en función de la carga semántica que quiera darse a las palabras. El término musulmán, por el contrario, no ha tenido nunca en Melilla un sentido peyorativo.

V.I. ¿Cómo se siente un musulmán de Melilla? ¿Se siente español? ¿Marroquí? ¿Cuál es su sentimiento íntimo de pertenencia como ciudadano?
A.M.A. Abordar estos temas desde una estricta objetividad es complicado, difícil, y algunas veces puede generar incomprensión. Aún a riesgo de originar una polémica voy a decirte lo que pienso. El musulmán, en Melilla, no es marroquí, no se siente marroquí porque viva en Melilla, tiene un arraigo —estoy hablando del musulmán melillense— pero cosa distinta es el que viene de fuera y se ha establecido recientemente. La gran mayoría, entre la que me cuento, no se puede sentir marroquí porque no es marroquí, porque tiene un asentamiento claro y definido en la ciudad.
A partir del año 85, la mayoría de los musulmanes adquirimos el estatus de ciudadanos españoles. A través de una dura lucha conseguimos que se nos reconociera la ciudadanía española. Legalmente somos ciudadanos españoles. Ahora bien, los musulmanes de Melilla ¿se sienten españoles culturalmente? Esa es una interrogante que habría que trasladar a los musulmanes o al menos a sus representantes. Cuando a mí me lo preguntan, respondo desde un cierto conocimiento de la historia. Pero, lamentablemente, cuando hablamos de la población musulmana, no todos los que la forman han tenido la posibilidad de acceder al conocimiento de la cultura ni de la historia.
Hemos de tener en cuenta que estamos hablando de un colectivo que ha sufrido marginación y discriminación. Si me lo preguntas a mí te diré que me siento tan español como musulmán, que ser español es una condición que puede muy bien reflejar la realidad islámica, si tenemos en cuenta los ocho siglos de permanencia del Islam en Al Andalus. Pero la pregunta afecta a la realidad sentimental de un colectivo que está mediatizado por una historia, por unas vivencias.
Actualmente existe una indefinición sentimental. Otra cosa es la definición legal. Hay una indefinición sentimental porque, como te decía antes, no se sienten marroquíes ya que Marruecos cuestiona su lealtad; y desde el Estado Español, lamentablemente, también se cuestiona su españolidad. Como anécdota te puedo mencionar que el otro día, cuando me presentaron al embajador marroquí, dijo refiriéndose a mi persona: “éste es muy español”. En definitiva, los musulmanes de Melilla gozamos de la incomprensión de unos y de otros, porque resultamos sospechosos para ambos lados.
Quizás el tema se resuelva en las generaciones que vienen...; nuestros hijos o nuestros nietos probablemente tendrán una percepción distinta de la realidad. Nosotros estamos mediatizados por las vivencias y conflictos que hemos padecido hasta hace muy poco. La gente no termina de identificarse sentimental o intelectualmente más allá de lo legal. Somos unos de los pocos colectivos en España a los que ha costado, literalmente, sangre, sudor y lágrimas ser españoles. En el 85, como te dije luchábamos para conseguir la ciudadanía española. A pesar de ello, siempre planea el espectro de la sospecha, de si son o no son agentes, etc.

V.I. ¿Cómo se explica que una persona que ha nacido en una ciudad que se considera española, tenga que luchar por su ciudadanía? Es como si un malagueño tuviera que luchar para que le reconocieran ser español.
A.M.A. Hay un problema que se refiere al cambio del código de nacionalidad. Fue precisamente García Margallo, que es ahora eurodiputado, quien cambió el “ius soli” por el “ius sanguinis”. Antes se era español por el hecho de nacer en territorio español, mientras que ahora para ser español tienes que serlo de origen, es decir, ser hijo de español. Aparte de la situación legal que se origina, no hemos de olvidar un problema de fondo que es el que mediatiza la situación, y es el hecho de que estamos hablando de una ciudad, o de unas ciudades —Ceuta tiene similares características— que son reivindicadas por un país tercero, Marruecos.
No hemos de olvidar que Marruecos, al menos el norte del país, tiene una afinidad religiosa, cultural, étnica, etc., con los musulmanes de Ceuta y Melilla. España, o al menos la clase política de Melilla, ha vivido tradicionalmente esa realidad como un peligro de involución respecto de la españolidad. Siempre se hablaba, en los medios de los partidos y fuerzas de la ultraderecha en Melilla —que hoy son prácticamente inexistentes— del peligro que supondría la celebración de un referéndum.

V.I. Se me ocurre que todo eso tiene que ver con la pervivencia del estereotipo que lleva a confundir musulmán con árabe. Parece que en la sociedad española no se asimila todavía el hecho de que un español pueda ser musulmán. Cuando se habla de un musulmán, inmediatamente se piensa en un árabe. Son términos que a veces se utilizan indistintamente, como si fueran equivalentes. Tal vez por esa falsa concepción de lo que es el Islam y lo que son los musulmanes, se tiende a considerar que los musulmanes de ciudades como Ceuta y Melilla, no son españoles. Se confunden criterios religiosos con criterios étnicos.
A.M.A. Aunque Ceuta y Melilla se parecen en mucho, podemos establecer diferencias interesantes. La situación en Ceuta es radicalmente distinta... mucho peor. En Melilla, afortunadamente, hemos avanzado. Estamos a años luz con respecto a los musulmanes de Ceuta. Hemos de tener en cuenta todos los elementos que concurren para poder entender una serie de divergencias y desentendimientos que tienen lugar a lo largo de la historia, entre las dos comunidades mayoritarias. Insisto en el hecho de que están condicionadas intensamente por el factor reivindicativo del país vecino. Si a ello añadimos toda la serie de prejuicios históricos, el saldo es evidente. Decía hace poco Juan Goytisolo, en la presentación de su nuevo libro, que España se avergüenza de su pasado. Pienso que no se equivoca. Parece como si España tuviese un complejo de inferioridad.
Después de cuarenta años de dictadura se incorpora a la Unión Europea y quiere ser más papista que el papa. A mí no me parece ni bien ni mal, siempre que uno no se olvide de dónde viene y cuáles son sus orígenes, lo uno no tiene por qué estar reñido con lo otro. Cada país tiene su propia realidad y cada cual ha de asumir la suya.
Parece ser que España no se da cuenta de que tiene una realidad peculiar, distinta de la de otros países europeos. Tiene una historia imbricada con el mundo musulmán que no puede obviarse, por hechos evidentes, por sus seculares relaciones históricas con el Islam. Con ello no estoy expresando una postura pesimista.

V.I. ¿Cuál podría ser el escenario ideal, en quince o veinte años, para Melilla?
A.M.A. Se está manoseando mucho la idea de hacer de Melilla una réplica de la Toledo de la época medieval, como ejemplo de tolerancia, de convivencia entre las tres castas: la judía, la cristiana y la musulmana. Creo que es una visión recurrente que por ahora no responde a la realidad, porque una cosa es la convivencia y otra cosa es la coexistencia. Yo sé que esto es polémico, pero hay que decirlo. Hoy hay coexistencia en Melilla, pero no hay convivencia. La convivencia implica que cada uno de nosotros nos imbriquemos y nos enriquezcamos mutuamente con nuestras distintas culturas y tradiciones. Actualmente no conozco a nadie de confesión diferente a la musulmana, que hable una palabra de beréber o de árabe. Sin embargo, el 99’9 por ciento de los musulmanes hablamos bastante bien el castellano. No podemos entonces hablar de intercambio cultural, sino que la cultura marcha en un solo sentido. Un buen horizonte para Melilla sería alcanzar una convivencia real y efectiva. Ello será posible, inshaAllah, para las nuevas generaciones, que habrán de tener otra mentalidad. Los que hemos vivido una historia marcada por la discriminación, el rechazo y el enfrentamiento, estamos excesivamente mediatizados, unos más que otros. Hay quien olvida con más facilidad. Yo estoy luchando para establecer canales de entendimiento, sinceros, no interesados. Digo sinceros, porque hoy en día, se dan posiciones hipócritas y cínicas ya que comienza a ser interesante el voto musulmán.

V.I. ¿Cuál sería el escenario ideal desde el punto de vista político?
A.M.A. Lo ideal es que haya una interrelación entre las distintas comunidades, basada en una confianza mutua, y que luchemos por el futuro de la ciudad, en convivencia, en tolerancia, para llegar a obtener una prosperidad que alcance a todas las capas sociales. Que no se enriquezcan unos pocos a costa de enormes bolsas de marginación socioeconómica. Ese sería mi ideal. Que cada uno, desde su creencia, fomente su cultura, sus tradiciones e idiosincrasia. Es un ideal lógico y natural, basado en la democracia, pero sobre todo en la multiculturalidad. Esta idea la he repetido incesantemente aquí en el Parlamento Europeo.
¿Qué significa multiculturalidad? Significa el derecho a la propia cultura, a la propia tradición y a la propia religión. Citaría a Javier de Lucas, catedrático de Filosofía del Derecho que ha realizado diversos trabajos para la Unión Europea, quien dice que el mejor exponente histórico de sociedad multicultural lo constituye la sociedad musulmana del Al Andalus medieval. Y es verdad, porque en la mayoría de los casos, las culturas mayoritarias se imponen y acaban ahogando a las minoritarias.
La sociedad melillense del futuro la podremos abordar con una mentalidad renovada. Sinceramente, no tengo excesiva confianza en buena parte de los dirigentes de la comunidad musulmana de Melilla. Yo sé que decir esto es fuerte y a más de uno le puede molestar, pero es así. Como te decía, estamos mediatizados, tenemos muchos prejuicios, de un lado y de otro. Los prejuicios no son exclusivos de la comunidad cristiana. ¡Cuidado! Los prejuicios también existen en la comunidad musulmana.
Tú sabes que el fanatismo es el aliado de la ignorancia y viceversa. Lamentablemente, como en la comunidad musulmana hay un elevado índice de analfabetismo, eso está condicionando mucho a las mentalidades. A la sociedad hay que proporcionarle cultura, preparación, y una base sobre la que después el individuo, libremente, pueda decidir. Me preocupan aquellos dirigentes que mediatizan la opinión pública, y en este caso a la opinión de la comunidad musulmana, por la naturaleza específica de Melilla. Porque cada sociedad ha de obrar en función de sus circunstancias concretas.
Las estrategias que se están llevando a cabo en Melilla no son las más adecuadas para alcanzar la convivencia ni la tolerancia. ¿Por qué? Porque se hace una política de compartimentos estancos y se polariza la política: cristiano contra musulmán y musulmán contra cristiano. Yo no me apunto ni a un lado ni a otro, lo cual es más complicado porque al final te llegan palos de todos sitios, pero lo asumo porque o bien eres coherente y desarrollas un trabajo objetivo o te vas a tu casa. Al menos esa es mi visión.

V.I. ¿Cómo planteas tu trabajo aquí en el Parlamento Europeo? ¿Cuáles son tus objetivos?
A.M.A. Yo he ido en las listas de una formación concreta, Izquierda Unida, y evidentemente, me debo a un programa político. No hay duda de que uno está aquí para defender un programa político. Lo que ocurre es que, en la defensa de ese programa, los diputados nos repartimos las distintas áreas. Teniendo en cuenta que estamos en un Parlamento —dicen que es el mayor parlamento democrático del mundo— que representa a más de cuatrocientos millones de ciudadanos, en el que hay 626 diputados y en el que el único musulmán soy yo, creo que está clara cual es mi obligación moral. Yo creo que está clarísimo. Sin obviar otros temas importantes como la lucha general contra el racismo, la xenofobia, la discriminación social, la marginación, etc., tengo la obligación moral de aportar mi granito de arena para tender puentes entre dos civilizaciones —la islámica y la occidental— que, hoy por hoy, tienen dificultades para entenderse. Digo occidental en el amplio sentido de la palabra, porque evidentemente Europa es representativa de Occidente.
Sé que mi trabajo aquí es complejo y delicado, enorme, sobre todo si tenemos en cuenta los clichés y estereotipos que existen sobre el Islam y el mundo musulmán.
Pero por muy difícil que sea la empresa no renuncio a la empresa de provocar el debate. Y digo provocar porque muchas veces hay que recurrir al discurso fuerte para originar debates y discusiones, que saquen a la luz las realidades. Europa no puede hacer oídos sordos y cerrar los ojos a una parte importante de su sociedad.
Actualmente hay en Europa más de quince millones de musulmanes europeos. Europa no puede seguir ignorando esa realidad. Tiene que haber un reconocimiento de esa realidad, como ya ha ocurrido en España, y operar sobre ella. Yo ponía un ejemplo a los parlamentarios, para ver hasta qué punto se cae en contradicciones cuando se habla de democracia, de libertades o de multiculturalidad, y después, al descender al ámbito de lo práctico, se dificulta su aplicación.
Hace poco tiempo, en Bélgica, dentro de una trama de pedofilia fue asesinada Lubna, una chica de origen marroquí,aunque había nacido aquí. ¿Cómo es posible que una ciudadana europea no pudiera ser enterrada donde había nacido? Tuvieron que trasladar su cuerpo a Marruecos porque en Bélgica no existe ningún cementerio musulmán reconocido que cumpla las condiciones necesarias para llevar a cabo un enterramiento islámico.
Si no somos capaces de dar solución a temas prácticos de estas características, no estaremos en disposición de poder entender un fenómeno como el Islam.
Por otro lado se entiende el Islam como un conjunto de posturas radicales que nos despachan los medios de comunicación: integrismo, fundamentalismo, etc., y que, lamentablemente, provocan en el ciudadano una opinión tan distorsionada como distante.

V.I. ¿Crees que esos quince millones de musulmanes europeos tienen reconocidos sus derechos como tales? ¿Están en igualdad de condiciones que otros ciudadanos de otras confesiones?
A.M.A. Yo no lo creo. Y precisamente ahí radica la lucha, en tratar de que se les reconozcan unos derechos que hoy no se les reconocen. Como sabes, recién llegado aquí —eso tuvo que ser un designio divino— me encontré con el informe “El Islam y Europa”. Mejor, imposible. Al llegar aquí me encontré precisamente con el tema en el que quería trabajar. La Comisión de Cultura, Educación y Medios de Comunicación afronta el trabajo de desarrollar un trabajo sobre ese tema: “El Islam y Europa”. Luché, en representación de mi grupo, por conseguir ese trabajo, y al final lo conseguimos. Llevo trabajándolo más de un año, y en él estoy reflejando una serie de necesidades que tiene la comunidad musulmana. No lo estoy haciendo de forma unilateral. He tenido entrevistas con diversas comunidades musulmanas de buena parte de Europa, y he recogido sus aspiraciones y necesidades primarias, básicas para el desarrollo espiritual.
En este informe se reflejan necesidades tan elementales como la de tener cementerios, de que las mezquitas tengan los niveles básicos cubiertos, o de que los imames europeos —en casi todos los casos foráneos— no tengan que ser impuestos por las embajadas. Pero ¡cuidado!: con ello no pretendo hacer distinciones entre los musulmanes. Para mí es tan musulmán un individuo de Bangladesh, como de Argelia o de cualquier otro país. El ser humano tiene los mismos derechos sea quien sea y venga de donde venga. Lo que es evidente es que la comunidad musulmana de Europa no goza hoy de una serie de derechos de los que sí gozan otras confesiones. Volvemos al ejemplo de los imames. Los musulmanes necesitamos que aquellos que dirigen la oración en las mezquitas sean musulmanes europeos, por una mera cuestión práctica. En primer lugar para que no nos vinculen a países foráneos.
Eso es lo que hace decir que “el Islam es una religión importada, y la prueba de ello es que los musulmanes están supeditados a Arabia Saudí, a Argelia, a Túnez o al país de turno”. Y no es verdad. Hay un Islam europeo que tiene que ser reconocido. Por eso, incluso con las limitaciones que pueda tener el Acuerdo suscrito entre la Comisión Islámica de España y el Estado Español, hay que congratularse con ello, y con el hecho de ser musulmán español. Al llegar aquí tras cruzar los Pirineos, creí que me iba a encontrar con una mayor sensibilidad hacia los musulmanes y me he dado cuenta de que en España tenemos la cuestión más resuelta que aquí. Es cierto que como musulmanes españoles tenemos todo el derecho a sentirnos insatisfechos, porque hay evidencias históricas que nos legitiman, permitiéndonos situar el listón lo más alto posible. Pero comparativamente, en el resto de Europa, aún teniendo una mayor tradición democrática —la democracia española tiene, como sabemos, apenas veinte años— se discrimina más a los ciudadanos musulmanes.

V.I. ¿Se puede hablar de vulneración de los derechos humanos con relación a los musulmanes en Europa?
A.M.A. En cierta medida sí, teniendo en cuenta que uno de los derechos humanos consiste en tener cubiertas las necesidades espirituales. Creo que hay una tergiversación de lo que significa el laicismo. Aquí en Europa, cuando interesa, se esgrime el argumento laicista, y cuando no, se obvia. Yo tengo una opinión clara al respecto.
No todos los estados europeos interpretan de la misma manera el laicismo. Por ejemplo, en Francia, el laicismo implica una posición antirreligiosa beligerante. Sin embargo, en Holanda el laicismo significa la integración de las diversas creencias en un mismo plano de igualdad. Otra cosa bien distinta es que se produzca esa igualdad. En Gran Bretaña, el Jefe del Estado es a la vez el líder de la Iglesia. La sociedad occidental y la europea en concreto, hace del laicismo su caballo de batalla, pero nos damos cuenta de que la realidad es otra.
Esta mañana te hablé del libro de Olivier Carré que habla del Islam laico, pero también podríamos traer a colación las tesis de Marcel Gauchet quien considera el laicismo como un estadio avanzado del cristianismo, y que cuestiona precisamente los principios del laicismo puesto que, en realidad, no es sino un cristianismo maquillado. Por eso me gusta diferenciar entre laicismo y secularización. Son dos conceptos distintos que, por regla general, suelen mezclarse. El laicismo sano, bien entendido, no es incompatible con el Islam.

V.I. O sea ¿que una sociedad islámica puede ser laica de forma que el estado no sea confesional o que permita e incluso proteja a otras confesiones?
A.M.A. Esa es la tesis de Olivier Carré. Carré sostiene, en su libro “El Islam laico”, que un estado mayoritariamente musulmán puede ser laico y permitir distintas confesiones. Otra cosa es que lo hagan así en los países de mayoría musulmana, lo cual es discutible, aunque existen ejemplos en ese sentido.

V.I. Un hermano nuestro que murió hace poco, Abdennur Coca —que Allah le haya acogido—, gustaba de hablar del Islam como de una “teocracia laica”. Según él no es incompatible que un estado tenga una definición religiosa específica y, al mismo tiempo, proteja el derecho de las demás confesiones.
A.M.A. Las Gentes del Libro —Ahl al Kitab— sobre todo.

V.I. Gentes del Libro, pero no sólo judíos y cristianos, sino todos aquellos que sean creyentes. ¿Estarías de acuerdo con esa definición del Islam como “teocracia laica?”
A.M.A. Yo no sé si tú has profundizado en las obras de Yamal ed-Din- al Afghani y Muhammad Abdu. Hay quienes los consideran reformistas o modernistas. Yo no lo creo así. Me siento identificado con algunas de sus posiciones, en el sentido de que dan al Islam una dimensión, no voy a decir modernizadora, sino más bien renovadora, en el sentido de que, a través del Iytijad y del Qiyás, intentan dar respuesta al reto de los nuevos tiempos.
El tiempo no pasa en balde. Se progresa científica y socialmente, y se producen una serie de avances que transforman las diversas situaciones vitales. Con ello no estoy diciendo, ni mucho menos, que haya que cambiar los fundamentos de la religión. Estamos hablando de dos pensadores que en ningún momento cuestionan los principios esenciales. El Islam no solamente es incuestionable, sino que es original y originario y en ese sentido es inamovible. Pero si vamos a las fuentes de Islam, ellas te dan la posibilidad de articular posiciones en función de los tiempos. Insisto —para que no se produzcan malas interpretaciones— sin mermar en lo más mínimo la esencia del Islam, de la Verdad Revelada.
Los fundamentalismos que existen —fundamentalismos e integrismos entre comillas— no tienen nada que ver con la esencia del Islam. El concepto de integrismo es una creación católica, concretamente acuñó el término un español, Máximo Nocedal, en el siglo pasado, quien creó el partido de los católicos españoles. Sin embargo cuando se habla hoy de integrismo se está aludiendo o señalando a los musulmanes.
Es una palabra que nada tiene que ver con el Islam. Cuando se emplean estos términos se está tergiversando la esencialidad del Islam, cuando lo que se hace es taqlid.
El tiempo no pasa en balde y uno debe aprovecharse de aquellos aspectos positivos de la modernidad, de los avances científicos. El Islam ha sido uno de los máximos abanderados e impulsores históricos del desarrollo científico, artístico y literario. Eso es algo que cualquier manual de historia reconoce de forma más o menos clara y precisa. Por otro lado, algunas actitudes arcaicas rechazan cualquier aspecto que provenga de Occidente. Yo pienso que eso es negativo. El Islam siempre ha sabido integrar los logros de la civilización en todos los territorios donde ha vivido, actuando como una esponja que absorbía la sabiduría, las artes y las ciencias. Es cierto que la mayoría de las veces hay que poner un filtro, no cabe duda, y sobre todo ahora, teniendo en cuenta que en Europa se están viviendo profundas contradicciones.
Hoy comienza a asumirse el hecho de que desarrollo no significa necesariamente progreso. Por ejemplo, desarrollo económico no implica la creación de puestos de trabajo, sino más bien al contrario. El avance de la economía no implica el progreso social. Esas contradicciones se están produciendo en las sociedades capitalistas avanzadas. Cuando hablo de avance científico no me estoy refiriendo a eso. Hay que colocar un filtro, disponer de criterio.

V.I. ¿Has pensado en fórmulas que permitieran articular las necesidades y aspiraciones de esos quince millones de musulmanes europeos?
A.M.A. Nunca estaré los suficientemente agradecido al Altísimo, por haberme dado la posibilidad de asomarme a esta atalaya llamada Parlamento Europeo, y mirar las cosas desde fuera del bosque. Ahora tengo una visión distinta. Si vives en una sociedad cerrada como la de Melilla, resulta dificil entender la complejidad del mundo en el que vivimos, donde las fronteras, en buena medida desaparecen, al menos para la economía.
Un mundo en el que, por ahora, el desarrollo tecnológico —la informática, Internet— facilita la relación entre las personas, la hace más fluida y rápida. Al llegar aquí entro en contacto con esa realidad del Islam europeo, directamente, no a través de los filtros informativos de la prensa o la televisión. Entonces me doy cuenta de que existe una gran descoordinación entre los musulmanes europeos.
En España, los musulmanes no hemos llegado a un Acuerdo con el Estado, hasta que no nos hemos puesto mínimamente de acuerdo. Queda por ver si nos ponemos de acuerdo completamente. El mismo problema de descoordinación se está viviendo en el resto de los países europeos.
Teniendo en cuenta que existen problemáticas que afectan a este colectivo, urge poder contar con un exponente que sirva de referencia y representación para dichas comunidades. He elaborado una relación de temas que deberían tratarse de aquí hasta el año 99.
Uno de los objetivos —no sé si será una utopía— sería lograr que los musulmanes se organizaran en torno a algún exponente que vehiculice sus necesidades a nivel europeo. De la misma manera que existen federaciones de musulmanes en España y en otros estados ¿por qué no podrían existir a nivel comunitario?
Si los musulmanes europeos se organizaran podrían tener representación política, porque son las únicas elecciones que permiten al candidato presentarse desde cualquier punto de la geografía europea. Si el voto musulmán europeo se aglutinara...

V.I. ¿Estás pensando en un partido político islámico europeo?
A.M.A. No, no.

V.I. ¿Por qué no?
A.M.A. Porque sería mal interpretado. Pienso que la mentalidad europea no está preparada. Existen partidos demócrata cristianos. Sin embargo, aún no están preparados para entender y asumir que exista un Islam democrático. Hoy por hoy, Islam se entiende automáticamente como fundamentalismo o integrismo.
Creo que existe un Islam democrático. No es que lo crea, es que lo sé. Las personas que sabemos eso debemos trabajar en esta dirección. Es verdad que a veces damos un mal ejemplo. A menudo, desde nuestra posición de musulmanes no sabemos explicar lo que queremos hacer y difundimos una visión distinta de la que pretendemos.
Volviendo a la idea anterior, si quince millones de musulmanes se inclinaran políticamente en una dirección determinada, es evidente que en vez de estar aquí yo sólo, estaría bastante más acompañado.

V.I. Eso sería posible, si los musulmanes apoyaran a un partido determinado o si se creara un partido que asumiera las necesidades e intereses de los musulmanes.
A.M.A. Yo no soy partidario de un partido político confesional, porque en Europa no cabe la posibilidad de un partido confesional. Y aunque fuese posible yo no estaría de acuerdo en esa fórmula, porque pienso que uno ha de usar los instrumentos que existen en la sociedad en la que vive. Los musulmanes tenemos facilidad para ello, porque nuestra creencia nos brinda la posibilidad de adaptarnos a las más variadas situaciones existenciales.
El Islam contiene pautas de ese tipo. Si el musulmán vive en una sociedad concreta, se adapta, desarrollando su condición de musulmán en ese contexto preciso. Si se creara un partido musulmán, inevitablemente se polarizarían las cuestiones, insisto, porque la mentalidad europea no está preparada para asumir un Islam democrático, defensor de los Derechos Humanos, etc.
Los musulmanes debemos trabajar en el sentido de que la naturaleza democrática del Islam se haga cada vez más visible y viable. Hay que trabajar para crear un clima de confianza que hoy por hoy no existe. Para producir ese clima debemos integrarnos en formaciones políticas que no estén polarizadas ni étnica ni religiosamente, donde haya ciudadanos de distintas confesiones.
Yo mismo me he incorporado a Izquierda Unida sin hacer dejación de mis creencias. Y no solamente no he hecho dejación, sino que estoy trabajando para que, en la medida de lo posible, en las propuestas políticas de esta formación aparezcan reflejadas. Hoy por hoy me siento bastante solo porque no hay otros musulmanes. Aunque es cierto que en los órganos de dirección federal de Izquierda Unida hay algunos más, y ahí no soy el único, como exponente político a nivel nacional.
Aquí, en el Parlamento Europeo, estoy en franca minoría. También porque es un fenómeno nuevo. Por ejemplo, los musulmanes que militan en el PSOE de Melilla, al final terminan amoldándose al partido. No llevan su propia propuesta. No estoy diciendo que se trate de cambiar el partido, sino de incorporar a éste otras sensibilidades, otras vertientes de cultura que enriquezcan la formación en la que te integras, de que el partido vaya asumiendo propuestas. Eso se logra teniendo una presencia más activa e imaginativa.

V.I. Pero si los partidos se dieran cuenta de la tremenda fuerza electoral que suponen quince millones de musulmanes, harían algo para captar esa gran bolsa de votos...
A.M.A. Claro. Melilla es un buen ejemplo de ello. ¿Cómo se explica que en el año 85, el día 23 de Noviembre saliésemos quince mil musulmanes a la calle diciendo: “¡No a la Ley de Extranjería. Sí a los Derechos Humanos!”? y el 6 de Diciembre salieran todos los partidos políticos de Melilla, todos sin excepción diciendo: “Por los Derechos Humanos: Sí a la Ley de Extranjería.?” O sea, radicalmente lo contrario de lo que nosotros decíamos. ¿Cómo se explica que, años después, esos mismos partidos políticos digan hoy que “hay que defender los derechos de la comunidad musulmana, hay que darles esto o aquello...”? ¿Por qué se originan esos cambios en los partidos políticos? Pues sencillamente porque, cuando los musulmanes alcanzamos la plena ciudadanía, logramos nuestro derecho —que dicho sea de paso no se lo debemos a nadie más que al propio esfuerzo de la comunidad musulmana— algún partido quiso apuntarse el tanto. Nos costó sangre, sudor y lágrimas. Sangre porque hubo muertos, gentes que estuvimos en la cárcel etc.
Aquello se logró por el exclusivo esfuerzo de los musulmanes. Pues bien, hoy todos los partidos, al unísono, hablan de los derechos de la comunidad musulmana, porque el 40% de la población de Melilla es musulmana, tiene derecho a voto y compone una fuerza electoral muy importante.
Hoy interesa porque hay que conseguir votos. Lo cual viene a demostrar, aritméticamente, que en función de la cantidad se consiguen más o menos cosas. Y eso es lo que habría que hacer, subirse al carro de los partidos y trabajar desde ellos, porque yo creo que se puede trabajar a favor de los musulmanes, indistintamente desde las distintas formaciones políticas.
Yo entiendo que un musulmán que no haga dejación de su creencia puede ayudar a los musulmanes, honestamente, desde la formación política que estime oportuno. Otra cuestión es que en algún sitio los mecanismos para ello sean más fáciles que en otro. Yo tengo claro que, desde un partido progresista y de izquierdas son más fáciles las cosas que desde un partido anacrónico —porque para mí la derecha siempre es anacrónica—. Eso es lógico, sobre todo si consideramos una derecha cavernícola como la española. Yo tengo claro que desde la derecha es difícil, por no decir imposible.

V.I. Pero tú has hablado antes de crear un exponente. ¿Cómo se concretaría ese exponente que representara al colectivo musulmán en Europa, que defendiera los derechos de los musulmanes?
A.M.A. Al mundo musulmán, en Europa, hay que defenderlo desde todas las instancias de la sociedad, porque el desconocimiento está tan generalizado, que cualquier trabajo que se haga en pro de la causa de los musulmanes, en cualquier ámbito, es positivo. Se desconoce absolutamente todo.
Muchas veces es preferible el trabajo que se hace en las asociaciones, en los pequeños grupos, que en las estructuras piramidales. Muchas veces haces mejor el trabajo desde estructuras ciudadanas y civiles descentralizadas que desde otras de más cobertura. Hay que trabajar en el ámbito político, en el educacional, en las diferentes vertientes de la Administración, principalmente para que se conozca el rostro objetivo del Islam. Hacer entender a las gentes que el Islam es convivencia, tolerancia, entendimiento y no lo que se ha estado vendiendo hasta ahora como Islam, donde éste aparece como fanatismo, radicalismo, etc.
Ninguno de esos “ismos” pueden identificarse con el Islam con un poco de conocimiento que se tenga del tema.
A propósito de la naturaleza sagrada de la tolerancia que tenemos los musulmanes, hay un hadiz en el que alguien va a ver a Rasul, la Paz y las Bendiciones sean con él, y le dice: “Me casé con una cristiana. He intentado por todos los medios convertirla al Islam y he fracasado. Vengo a pedirte consejo. ¿Qué hago? ¿Me divorcio?” Y Rasullullah, la Paz y las Bendiciones sean con él le dio la siguiente respuesta: “No sólo esa mujer tiene derecho a ser cristiana, sino que tú has de procurar que en ningún momento se vean mermados sus derechos religiosos. Ayúdale a seguir siendo cristiana, ya que esa es su voluntad. Acompáñale si es necesario hasta la iglesia para que pueda cumplir con sus obligaciones espirituales” Esto es un hadiz. ¡Si eso no es un ejemplo de tolerancia...!
Los musulmanes tenemos una realidad que muestra cuál es nuestra esencia, que estamos capacitados para vivir en tolerancia, en justicia, en paz, etc. Todo eso es algo desconocido. Ese es el gran problema. Vivimos en una sociedad de consumo en la que prima el beneficio. Aquí no interesan ni el debate ideológico ni el teológico sino el crematístico o el económico. Yo no me siento identificado con esos valores y estoy luchando contra una sociedad estrictamente interesada.
Si las relaciones humanas se reducen a la ley del máximo beneficio, como diría un cristiano “¡que Dios nos coja confesados!”.
Los valores espirituales deberían regir las relaciones humanas, y eso lo hace posible el Islam. Todo esto, dicho por alguien de izquierdas, incluso puede ser revolucionario. Es cierto que comporta riesgos porque da a lugar a incomprensiones en diversos escenarios. Pero, en el Islam, como musulmanes, si no arriesgamos nada, sería cuestionable incluso la condición de musulmanes, pues Islam significa también compromiso. Y en el compromiso está el riesgo. ¡Si supieras las barbaridades que he tenido que soportar aquí! Algunos me empiezan a encasillar como integrista. En Melilla me acusan de todo lo contrario.
Ahí está el compromiso, en la decisión de asumir las responsabilidades. Llegas aquí y te dicen “¿Quieres triunfar?. Pues éste es el guión que has de seguir” Si eso es lo que se quiere, pues nada, se sigue el guión y a medrar, a subir. Hay dos formas de hacer política, una la de medrar y subir y otra la de asumir una posición de responsabilidad —y sobre todo desde la posición de musulmanes— expresando claramente lo que se va a defender. Yo procuro situarme en esta última, inshaAllah.

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