Nina Serguéyevna (vivía en Latakia, ahora vive en Rusia):
Yo era representante del Consejo de coordinación de los ciudadanos rusos y puedo decir que, independientemente de donde vivieran las mujeres rusas casadas con sirios, los acontecimientos de los últimos dos años han sido una dura prueba para ellas. Ha significado la destrucción de su modo de vida, que teman por su vida, por la vida de los suyos y la angustia por el destino del país que se ha convertido para ellas en su segunda patria. 
Las circunstancias concretas de vida de las mujeres y sus relaciones con los sirios dependen enormemente de la ciudad o el barrio en el que vivan, de la posición frente al conflicto que haya adoptado su marido y su círculo, del bando que apoyen sus hijos adultos. Siempre es así, te conviertes, por así decirlo, en responsable de la posición que toma tu país y, Rusia, en este conflicto ha adoptado una posición muy fuerte que no defiende toda la sociedad siria. 
Por supuesto que es peligroso si tus vecinos, con los que has vivido muchos años, comienzan a tratarte como un enemigo, pero eso tiene solución, irse a otro barrio de la ciudad o a otro país. Por supuesto que es humillante cuando los familiares de tu marido dejan de verte como un familiar, uno se puede ir, pero ¿qué haces si tu marido y tu hijo comienzan a considerarte un enemigo político? ¿Acaso puede una mujer irse sola de su propia casa? Conozco historias de familias en las que se ha producido un enfrentamiento no solo dramático sino trágico: el marido mató a su mujer y el hijo renegó de su madre. Y cuando te encuentras con estas cosas comprendes el abismo sin fondo hacia el que se precipita la sociedad. 
Nadezhda (madre de dos niñas, vive en Latakia):
La relación que tienen conmigo los sirios casi no ha cambiado, pero la vida ha cambiado de forma radical. El día empieza y termina con el parte de noticias. Aquí no se trata de vivir, sino de sobrevivir, pero además de eso, si antes quería a este país, ahora estoy enamorada de su gente, que lucha con ese mal que le empuja hacia el precipicio. En caso de caer el gobierno legal, ni yo, ni mi familia, ni el pueblo sirio tendrá futuro a corto plazo. 
Larisa (madre de dos niños, vivía en la costa ahora lleva ya un año en Rusia):
La relación de mis familiares conmigo no ha cambiado en absoluto. Entre nosotros en general siempre hemos tenido unas relaciones muy buenas. Incluso se mostraron comprensivos cuando me fui del país.
La relación con los vecinos tampoco había cambiado, en el club deportivo donde iba el dueño se negó a cobrar a los rusos porque Rusia había puesto un veto a todas las resoluciones antisirias, en el centro cultural donde daba clases de ruso la relación conmigo incluso mejoró y se convirtió casi en respeto, pero bueno...
Sobre lo que está pasando cada uno tiene una opinión diferente, por eso con algunos conocidos no hablo de política. Pero por otro lado dejé de ir sola en coche por la ciudad, por lo menos a los barrios periféricos. Si cae el régimen creo que mi familia tendrá que irse de Siria, aunque sea temporalmente hasta que todo se tranquilice. Ojalá que tengamos la oportunidad de volver porque mi marido y mis dos hijos adultos se han quedado.
Elena (madre de dos hijos, Latakia):
Probablemente yo haya tenido suerte porque con los recientes acontecimientos en Siria mi relación con los sirios que me rodean ha cambiado para bien.
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Me paran para agradecerme la ayuda rusa y en algunas tiendas me piden que no pague porque son un pueblo muy emocional... Una vez en una tienda en un barrio de la periferia, creo que la primera vez que Rusia utilizó el veto, un vendedor joven me preguntó: “¿De dónde eres?” Yo le dije que de Rusia entonces él me miró, sonrió y dijo: “Bueno... tú no tienes la culpa...”
Cada vez que te encuentras con alguien, en cada conversación, aparece el tema de lo que está pasando en el país y a veces incluso se levanta la voz, porque la tensión, el miedo, el dolor o incluso lo estancado de la situación, flota en el aire, pero hemos aprendido a vivir con esto.
No soy política, soy una mujer y ante todo una madre. Y a veces tengo miedo. Mi hijo menor tiene cinco años, si cambia el régimen no tendrá un futuro, porque la guerra se prolongará muchos años.