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domingo, 25 de enero de 2015

El concepto del amor en la ética Cristiana y en el Islam

El concepto del amor en la ética Cristiana y en el Islam (II)

La Ética Religiosa
La comparación del concepto del amor en la ética Cristiana y en el Islam (II)
Mahnaz Heydarpoor

El amor en la Ética Islámica

El amor de Dios como la razón más sublime para la creación
El concepto del amor es uno de los más importantes dentro de la filosofía, teología, misticismo y ética islámica; ciertamente que en algunos aspectos, representa el papel más crucial. Por ejemplo, al definir el punto de vista islámico de la relación entre Dios y todo el Universo en general, y entre Dios y la humanidad en particular, el amor ocupa el lugar más significativo. En este capítulo, mi interés principal es explicar el lugar del amor en la ética islámica, pero antes tengo que hablar sobre el concepto del amor en toda la cosmovisión islámica.
En sus inicios, en el Kalam (Teología Islámica), se dio un debate acalorado sobre el propósito de las creaciones y actos de Dios. Algunos teólogos pensaron que la atribución de la razón o el propósito de Sus acciones llevaban a la presunción de que Dios necesitaba de Sus criaturas y que las creaba para llenar algunas necesidades, tal como un ser humano que, por así decirlo, trabaja para ganar dinero, o que estudia para aprender. Sin embargo, la visión dominante, especialmente entre aquellos que han tenido un alcance más racionalista, siempre ha sido que Dios es el Sabio (Hakim), por lo tanto, todo lo que hace es con algún propósito exacta y cuidadosamente pre-estudiado. Él nunca hace algo arbitrariamente o en vano. Se afirma en el Corán que «¿Pensáis que os hemos creado en vano…?»(23: 115)
Por supuesto, es claro que Dios Mismo no gana nada de Sus criaturas, ni de Sus actos de creación, no solamente porque Él está completamente libre de cualquier clase de necesidad, sino también porque es lógicamente imposible que un efecto dado tenga un tipo de influencia en su causa existencial. Cualquiera que sea el efecto, se recibe de la causa y sería un círculo vicioso pensarlo de otra manera. Dios no ha creado el universo para ganar algún beneficio para Sí mismo, sino para dar beneficios. Un poema persa muy popular dice: “No he creado el mundo para ganar beneficios, he creado el mundo para mostrarle a la gente mi generosidad.”
Existe un dicho divino (hadiz qudsi) famoso el cual puede probablemente encontrarse en todos los libros escritos acerca del objetivo de la creación en el Islam. Según este hadiz, Dios dice: “Yo era un tesoro escondido; quise ser conocido. De aquí que he creado el mundo para que me conozcan”.[1] El término original árabe para “amor” se deriva de la raíz hubb, lo cual significa gustar de algo, o amar. Hubb es un concepto general que puede ser aplicado a cosas sencillas, como la preferencia que se tiene por algún tipo de comida, lo cual en español puede ser traducido como “gusto”. O puede referirse a las cosas más importantes en la vida de uno, tales como el intenso deseo por una persona o un ideal, al punto de que inclusive uno puede estar listo para ser destruido por complacer al ser amado o por asegurar el ideal. Hubb, en tales casos, puede ser traducido como “amor”. Hay otro término en la cultura islámica que algunas veces se usa en árabe y más comúnmente en persa para manifestar el amor intenso, ‘ishq. También está la palabra wudd que significa principalmente amistad y afecto.
Así, surge una pregunta: ¿Por qué a Dios le gusta ser conocido? Realmente Dios no tiene deseo de fama. El propósito de Su gusto por ser conocido es entendible considerando el hecho de que Dios es Sabio, Compasivo y Omnipotente. Él crea el universo, y particularmente a los seres humanos, para darles la gracia y perfección máxima que son capaces de recibir. Por supuesto, la perfección de cualquier clase de ser es determinada por el grado de su afinidad y cercanía con Dios, y los factores más importantes en esto son el amor de Dios, y antes de eso, el conocimiento de Dios, ya que no puede haber amor sin conocerse al sujeto amado.
El amor de Dios por Sí Mismo
Puesto que la razón de amar algo no es otra cosa que la ansiedad del amante por la belleza y perfección o, en forma más general, lo agradable del amado, el mayor amor posible realmente es el amor de Dios por Sí Mismo. Dios es el ser más hermoso y más perfecto y Su percepción de Sí Mismo es también la mayor percepción, así, Su amor por Sí mismo y Su gozo son los más intensos. Avicena escribió lo siguiente:
“La Existencia Necesaria (Wayib-ul wuyud) que posee la perfección, la belleza y el brillo más elevado y se percibe a Sí mismo también con una percepción completa... es en Sí mismo el amante más grande y el amado más grande y tiene el gozo más grande...”[2]
En otra parte dice:
“El Ser que posee el mayor gozo con respecto a algo es el Primero (al-Awwal) con respecto a Sí Mismo, ya que posee la mayor comprensión y la mayor perfección.”[3]
Sadr-ud Din al-Shirazi, conocido como Mulla Sadra y el fundador de la escuela de al-hikmah al-muta´aliiah, hace la misma apreciación:
“El amor es causado por lo que es recibido o será recibido de parte del amado. Cuanto más sea la bondad y más intensa la existencia, tanto más será digno de ser amado y mayor el amor por la bondad. Ahora el ser, que está libre de la potencialidad y contingencia, debido a su bondad máxima, tiene el máximo nivel de ser amado y el máximo nivel de amar. Por lo tanto, Su amor por Sí Mismo es el amor más perfecto y el más leal.”[4]
Añade también que, puesto que Dios es simple (no-compuesto) y los Atributos Divinos no son adicionales (o accidentales) a Su esencia en la existencia (idea que es muy aceptada por los filósofos musulmanes y la mayoría de los teólogos y conocida como la unidad de Su Esencia y Sus Atributos), Su amor es idéntico a Su Esencia. De esta forma, uno puede justificadamente decir que Él es amor así como Él es conocimiento y vida.
El amor de Dios por las criaturas
El amor de Dios por el mundo en general, y por los seres humanos en particular son aceptados unánimemente por todos los musulmanes. Efectivamente, uno de los nombres de Dios es al-Wadud, “Aquel que ama”. Esto como añadidura a aquellos nombres que implican Su amor por las criaturas, tales como al-Rahman al-Rahim, lo que significa “el Compasivo”, “el Misericordiosísimo”. Todos los capítulos del Corán, excepto el capitulo 9 (el cual comienza con los versículos que amonestan a los paganos), comienzan con la frase: “En el Nombre de Dios, el Compasivo, el Misericordiosísimo”. Sin embargo, el número de repeticiones de esta frase en el Sagrado Corán es igual al número de capítulos, es decir, 114 veces, ya que en el capítulo 27 se menciona esta frase dos veces. Es de hacer de notar que aunque una de las cosas atribuidas a Dios en el Islam es la ira (ghadab), su aplicación es mucho más limitada comparada con Su misericordia y amor por Sus criaturas. Realmente, Su ira es solamente para aquellos que deliberadamente no creyeron o cometieron malas acciones. Ésta es una idea con la que están de acuerdo todos los musulmanes, y se expresa claramente en muchas fuentes. Me gustaría mencionar aquí solo una frase muy profunda. En una súplica muy famosa, Yaushan al-Kabir, se hace referencia a Dios como aquel “cuya misericordia ha precedido a Su ira.”
Como veremos más adelante, esta ira o cólera es también producto de Su amor y misericordia. Si Su amor o misericordia no existieran Él no se interesaría en lo absoluto. Es como un padre que se enoja con su hijo cuando hace algo malo. Esto es porque él se preocupa y cuida de su hijo y de toda su familia, porque quiere que su hijo corrija su comportamiento y da una lección para que otros niños no imiten ese mal acto.
Dios tiene diferentes niveles o grados de amor por Sus criaturas. Uno es Su amor general y abarcador que incluye a todos los seres. Si no existiera tal amor nada hubiese sido creado. Este amor incluye incluso a los que obran mal, ya que también manifiestan o representan algunos niveles de bondad en su esencia y éste es ese aspecto de su ser que es amado por Dios, aunque podría ser dominado por el aspecto malévolo de su personalidad y por lo tanto finalmente pueden ser odiados.
Un nivel más elevado del amor Divino es Su amor por los verdaderos creyentes, aquellos que creen en Él y realizan buenas acciones. Esas son las personas «a quienes (Dios) ama y Le aman». (5: 54) En el Corán, encontramos que Dios ama a “los justos” (5: 42, 8: 60, 9: 49), a “aquellos que ansían purificarse” (9: 108), a “los piadosos” (3: 76, 9: 4 y 7), a “los benefactores” (5: 13 y 93; 3: 134 y 148; 2: 195), a “aquellos que confían en Él” (4: 35), a “los pacientes” (3:146) y “a aquellos que se arrepienten y se purifican”. (2: 222)
Vale la pena mencionar que en muchos casos en el Corán se describe el desagrado de Dios, no por medio de enfocarse en Su odio, sino más bien indirectamente por frases tales como «Dios no ama a ningún desagradecido (o incrédulo) pecador» (2: 276), «Dios no ama a los injustos» (3: 57 y 140), «ciertamente que Dios no ama a los presuntuosos, soberbios» (4: 36) y «ciertamente que Dios no ama al pérfido, pecador». (4: 107)
El amor de Dios por los seres humanos perfectos
Según el Islam, el nivel más elevado del amor Divino por cualquier criatura es Su amor por los seres humanos perfectos tales como los profetas. El Profeta Muhammad ocupa un lugar muy especial al respecto. Uno de sus mejores apelativos es Habib-ullah, lo cual significa “el amado de Dios”. En un dicho Divino muy famoso Dios se dirige al Profeta diciendo: “Si no hubiese sido por ti, Yo no habría creado los cielos”.
 Como S. H. Nasr y muchos otros han indicado, “las personas santas de entre los musulmanes por siglos han visto en el amor de Dios por el Profeta, y en su amor por Dios, el prototipo de todo el amor entre el hombre y su Creador”.[5]
El amor humano
Similar a lo que vimos anteriormente en el caso del amor Divino, el amor humano por Dios, por Su creación, por las buenas acciones, y por cada ser humano representa un papel crucial en la cosmovisión islámica, especialmente en la teología, el misticismo y la ética. En efecto, el amor por las verdades materializadas en la religión conforma la fe. Aunque para los teólogos musulmanes, la fe está basada en el conocimiento de los hechos religiosos, no se reduce a ese conocimiento. Hay gente que tiene conocimiento de los hechos religiosos pero que aún así no se compromete con ninguna fe. La fe y la creencia solamente llegan cuando una persona voluntariamente se compromete a aceptar los artículos de fe y no se rehúsa a seguirlos. En otras palabras, la fe está allí solamente cuando uno ama las creencias religiosas y no solamente cuando uno llega a conocerlas. Dice el Corán:
«Y los negaron (a los signos o milagros divinos), por iniquidad y arrogancia, aunque estaban persuadidos de ellos.»(27: 14)
El prototipo de aquellos que conocen muy bien pero se rehúsan a practicar lo que conocen es igual al caso de Iblis, el gran Satán. Según las fuentes islámicas, Iblis hace todo lo que hace por arrogancia y egoísmo, no por ignorancia.
De esta forma, una persona se convierte en un creyente solo cuando tiene respeto y amor por ciertas realidades, por ejemplo, los artículos de fe. Leemos en una famoso hadiz que el Profeta Muhammad le preguntó a sus compañeros acerca de “el asidero más firme de la fe”. Sugirieron cosas diferentes, como la oración y el Hayy. Cuando no pudieron dar la respuesta apropiada, el Profeta les dijo:
“El asidero más firme de la fe es amar por (la causa de) Dios y odiar por (la causa de) Dios, ser amigo de los amigos de Dios y renunciar a sus enemigos”.[6]
La misma idea es enfatizada por los Imames de la Casa del Profeta. Por ejemplo, Fudail ibn Iasar, un discípulo, le preguntó al Imam Sadiq si el amor y el odio se derivaban de la fe. El Imam contestó: “¿Es la fe algo más que el odio y el amor?”.[7] El mismo hadiz se narra del Imam Baqir. También se narra que el Imam Baqir dijo: “La fe es el amor y el amor es la fe”.[8]
Un estudio completo del Corán y las narraciones (hadices) muestra que en la visión islámica el amor, ya sea en su forma Divina o en la forma humana, pertenece a las cosas más valiosas solo en la medida que sean preciosas y valiosas. Primeramente el resultado es que los grados de amor que merecen o reciben las cosas difieren según sus méritos, y en segundo lugar, que todo lo que está en conflicto con aquellas cosas preciosas y valiosas o previenen su realización deben ser odiadas. Por ejemplo, si la justicia debe ser amada, la injusticia debe ser odiada; o si una persona que dice la verdad debe ser amada, una persona que miente debería ser odiada. Por supuesto, con respecto a los otros aspectos de su carácter y sus acciones la situación puede ser diferente. Una misma persona puede ser amada o alabada por algo y al mismo tiempo puede ser odiada y culpada por otra cosa.
(Ver la continuación en archivo pdf)

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