Artículo completo: "López Obrador, un peligro para México. Un lema de campaña se confirma."
"La complicada situación social de México no debe conducir a una impresión que menosprecie los logros económicos y democráticos de los años recientes."
López Obrador. ¿Mesías tropical?
Andrés Manuel López Obrador se alista, de nuevo, para dañar a la democracia mexicana y a sus instituciones. Luego de su derrota lectoral del 2 de julio frente a Felipe Calderón, su discurso se torna cada día más radical, y es más claro su alejamiento de la realidad.
Acusaciones de fraude
No bastó con que los observadores nacionales e internacionales no pusieran objeciones al proceso electoral ni al trabajo del Instituto Federal Electoral (IFE); ni que cientos de miles de funcionarios electorales –incluso de su partido- no encontraran razón para cuestionar el proceso; ni que finalmente el Tribunal Electoral –tras minuciosa investigación de muchas quejas- decretara que la elección fue correcta y que Calderón era el presidente electo. Para López Obrador y sus seguidores, hubo un fraude electoral orquestado por la “derecha fascista”. “Al diablo con sus instituciones”, arengó él a sus seguidores, y se plegó con manifestaciones masivas y ánimo condenatorio a la “democracia popular” –la cual tiene tanto que ver con la democracia como las camisas de fuerza con las camisas simples.
El punto álgido de la “resistencia del “mesías tropical” –como lo llamó el conocido historiador mexicano Enrique Krauze- se produce el 20 de noviembre. Este día, López Obrador será designado “presidente legítimo” en el Zócalo, la plaza principal de la capital mexicana; incluso ya nombró a un “gabinete sombra” de doce personas para su “gobierno” además de que usurpa los símbolos nacionales.
Una pequeña ciudadana se asoma tras pancartas de Calderón.
El dilema del PRD
Al mismo tiempo, él debería tomar nota de cómo su grupo de seguidores se desbarata: si hoy hubiera elecciones en México, la victoria de Calderón sería más bastante más clara. Incluso figuras históricas del Partido de la Revolución Democrática (PRD) como Cuauhtémoc Cárdenas se han distanciado de López Obrador, y critican sus acciones por considerarlas como un daño para el partido. En las elecciones para gobernador en el estado de Tabasco –la tierra natal de López Obrador, y donde el ex candidato obtuvo una ventaja de 170.000 votos respecto de su más cercano perseguidor- el PRD tuvo una caída y el candidato de ese partido quedó diez por ciento debajo de su competidor del Partido Revolucionario Institucional.
Esto, a pesar de que López Obrador hizo compaña durante 25 días en Tabasco. Intelectuales como la politóloga Denisse Dresser manifestaron haber dado su voto a López Obrador, pero poco después vieron comprobados los cuestionamientos más severos contra el ex alcalde, y se distanciaron de él. El lema de campaña del Partido Acción Nacional -“López Obrador es un peligro para México”- entre tanto se corroboran de muchas más formas.
Los diputados del PRD, que por primera vez constituyen la segunda fuerza en el Congreso y por ello podrían celebrar una gran victoria electoral, se encuentran en una encrucijada: por un lado desean aprovechar las posibilidades parlamentarias para enfocarse a una política más pragmática; por otro, se encuentran en la prisión babilónica que para ellos significa su locomotora electoral, López Obrador.
Quien lo critica, corre el peligro de ser exhibido como traidor, y de verse condenado al ostracismo. Permanece abierta la decisión para el PRD: o funciona como un partido político o como un movimiento; o actúa en la calle, o en el parlamento. No sorprende que un núcleo duro de su partido se aferre a López Obrador y participe en todos sus arranques. Sobre todo en la capital, donde cerca de la mitad de los votantes optó por él en julio, le resulta fácil reunir a multitudes que lo aclaman. Igual el 20 de noviembre. Se entiende, pues, que no será complicado enrarecer masivamente la toma de posesión de Felipe Calderón, el 1 de diciembre, y con ello transmitir una imagen de poca legitimidad.
Repercusiones internacionales
Esto resulta doblemente fatal para la democracia mexicana: las instituciones democráticas y las elecciones libres –con todos sus déficits- fueron suficientemente competidas luego de décadas de hegemonía ejercida por un solo partido: el PRI. Dañarlas ahora con motivaciones demagógicas, aún cuando no se les puede considerar definitivamente consolidadas, resulta irresponsable.
Esto tiene repercusiones en la imagen de México en el extranjero: este miembro de la OCDE, cuya economía nacional es la décima más fuerte del mundo, refleja un panorama marcado por las impresiones del actual estado de excepción en el estado de Oaxaca y los ataques con bombas en la capital, como si el caos, el fraude electoral y las violaciones a los derechos humanos fueran cosa de todos los días.
Mucha tarea para Calderón
El nuevo gobierno de Felipe Calderón se enfretará a la tarea de superar la polarización en México y, sobre todo, de hacer frente a los problemas sociales. La pobreza y el olvido de algunas regiones es terreno propicio para que germine la semilla de alguien como López Obrador. La complicada situación social de México no debe conducir a una impresión que menosprecie los logros económicos y democráticos de los años recientes.
Con una pragmática política de reformas –como la que puede esperarse con Felipe Calderón- y el respeto a las normas del Estado Democrático de Derecho, el país saldrá mejor librado que con las grandes promesas populistas. Terribles ejemplos, tanto del pasado como del presente latinoamericano, dan cuenta suficiente de ello.
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