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sábado, 24 de enero de 2015

Otras miradas: Pensar Occidente con el islam

Otras miradas: Pensar Occidente con el islam

Se niega la “otredad” y se colonizan el espacio, el pensamiento y las creencias del otro

23/01/2015 - Autor: Israel Sanmartín - Fuente: blogs.publico.es/otrasmiradas
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Necesitamos “decolonizar” nuestro pensamiento y nuestra escritura de la historia.
En el año 2008, el medievalista Sylvain Gouguenheim publicó un libro que se titulaba Aristote au Mont-Saint-Michel. Les racines grecques de l’Europe chrétienne. El profesor francés ponía en cuestión la influencia del islam en la conformación del pensamiento occidental en relación a la transmisión cultural y a la traducción de los textos clásicos griegos. La tesis no era nueva. Ya Jacques Heers había adelantado el argumento en el primer número de la revista Nouvelle Revue d’Histoire en el año 2002. Pese a la falta de originalidad, el libro propició un amplio y encontrado debate tanto en los medios de comunicación como en los círculos académicos parisinos. El apoyo mostrado desde las páginas de Le Figaro, las respuestas críticas aparecidas en Le Monde o el manifiesto de protesta publicado por casi sesenta intelectuales en Libération, sirvieron para que la obra se convirtiera en perejil de todos los guisos eruditos. Así, Louis Florian calificaba el momento como un“retour sur un emballement historiographico-médiatique” en la revista Acta Fabula.
Pero Aristote au Mont-Saint-Michel no estaba funcionando con un argumentario propio ni en un campo intelectual activado por el propio Gouguenheim. El texto y su discusión tenían especial relevancia insertados en el espacio discursivo creado por la teoría del “Choque de civilizaciones”, elaborada por el politólogo neoconservador Samuel Huntington en un artículo que se tituló “The clash of civilizations?”, y que editó en 1993 la prestigiosa revista Foreign Affairs, cuyos editores anunciaron que nunca un texto insertado en sus páginas había tenido  tanta repercusión, ni siquiera el famoso “The Sources of Soviet Conduct” escrito por Mr. X (George Kennan) en los años cuarenta. “El choque de civilizaciones” fue, por tanto, un ensayo intelectual creado, distribuido y discutido gracias a la influencia neoconservadora en los grandes medios de comunicación estadounidenses y europeos. No era una novedad. Antes había sucedido con Daniel Bell, Francis Fukuyama, Allan Bloom o Dinesh D’Souza,  y, posteriormente con Robert Kagan. El artículo se convirtió en tres años en un libro, donde incidía en la dicotomía y enfrentamiento entre islam y occidente.
Huntington era Director del Instituto John M. Olin de Estudios Estratégicos de la Universidad de Harvard, donde dirigía un programa dedicado al estímulo y estudio de la democracia. Olin Industries era una empresa química y de armas que se dedicó durante años a invertir mucho dinero para propiciar un giro hacia la derecha en el estudio de las Ciencias Sociales y Humanas. La misma empresa había financiado la famosa conferencia sobre el “fin de la Historia” de Francis Fukuyama en la Universidad de Chicago.
El artículo de Huntington dividía el mundo en siete civilizaciones. Y certificaba como tales tanto a lugares geográficos (América Latina), como a religiones (hinduismo o a culturas (occidente). Pero, ¿dónde o desde cuándo las civilizaciones habían sido sujetos históricos? Huntington avistaba, además, un escenario de guerra cultural entre la civilización occidental y la islámica. Por tanto, civilización, bipolaridad y guerra eran los cimientos sobre los que edificaba una nueva forma “controlada” de pensar el mundo.
Esta tesis servía, especialmente desde medios neoconservadores, para explicar la situación geopolítica después del atentado del 11 de septiembre a las Torres Gemelas de New York.
Huntington caía en el “error bipolar” en el que incidieron muchos académicos que intentaban estudiar y analizar el nuevo mundo nacido en 1989 con la caída del Muro de Berlín. Huntington, como Fukuyama y muchos otros,  era un investigador “comprometido” que había desarrollado su carrera dentro de los parámetros epistémicos dicotómicos y duales de la Guerra Fría. Antes participaban de la díada capitalismo/socialismo; ahora de la oposición occidente/islam. Y todo con la intención de demostrar la superioridad del modelo estadounidense de democracia liberal (la verdadera religión neoconservadora) frente a otros modelos.
Volviendo más arriba, el libro de Gouguenheim emergía, por tanto, en un espacio intelectual dominado por “el choque de civilizaciones” y en un marco histórico marcado por los atentados del 11 de septiembre (algunos han considerado que Gouguenheim construyó un “choque de civilizaciones medieval” que le sirviera de genealogía al contemporáneo). Tras el atentado, EE.UU, en nombre de Occidente, desarrolló una guerra contra parte del mundo islámico (Afganistán e Irak). Las intervenciones de los norteamericanos supusieron también la apertura de una fisura en Occidente entre EE.UU y algunos países europeos. Esta situación la conceptualizó otro neoconservador, Robert Kagan, como la “Brecha transatlántica”. Mientras, el teórico del orientalismo, Edward W. Said, rectificaba la tesis del “Choque de Civilizaciones” y la rebautizaba como “Choque de Ignorancias”. Y tenía razón. Primero, no existe nada homogéneo que podamos denominar “civilización” occidental o islámica. Segundo, hablar de “choque” o guerra es cerciorar que hay un conflicto por parte de esas dos “civilizaciones” cuando no hay ningún vestigio de luchas entre esas dos formas de ver la sociedad. Y, tercero, los que están en conflicto son dos polos radicales de ambos bandos, con lo que podríamos hablar de choque de fundamentalismos entre unos radicales islámicos y otros extremistas occidentales. Así lo acotó Tarik Ali en su libro Clash of Fundamentalisms: Crusades, Jihads and Modernity.
El choque de civilizaciones ha sido el “wishfuthinking” más recurrente en los últimos años, especialmente con el adobo de los diferentes atentados perpetrados por células terroristas islámicas vinculadas a Al Qaeda en España, Reino Unido o Australia. Islam y occidente son dos modelos políticos diferentes pero hay que tener en cuenta que occidente ha ido modelando un sistema en el que la separación de las esferas privadas y públicas, y los ámbitos religiosos y laicos han ido delimitándose cada vez más. Por el contrario, el caso islámico es un sistema en el que se mezclan creencias, ideología, política, economía y religión.
Teniendo en cuenta estas consideraciones, el reciente atentado contra la publicación francesa Charlie Hebdo no puede llevarnos a pensar el mundo en esos parámetros neoconservadores, de los que no se han librado ni las alternativas más progresistas y “decolonizadoras” como la de Mignolo. Es más lo que nos une con el Islam que lo que nos separa de él. Históricamente, el islam era una de las tres culturas del occidente medieval. Es imposible concebir la medicina, las matemáticas o el pensamiento medievales sin el islam, que es clave en la cristalización de la ciencia moderna occidental durante la época del llamado Renacimiento. En ese siglo XVI la modernidad occidental se vinculó con el capitalismo y con el colonialismo profundizando un nuevo modelo que alcanzaría su gloria con la Ilustración. Modernidad, colonialismo y capitalismo configuraron un relato occidental excluyente en el que fueron apartando otros desarrollos sistémicos, tales como el islam, que fue catalogado como “no moderno”. La estrategia del pensamiento occidental es identificar y pensar el “otro” como una proyección exacta de lo “uno”. En tal sentido, sólo se entiende la “otredad” como lo de “uno” en  lo“otro” y no como algo diferente. Es decir, se niega la “otredad” y se colonizan el espacio, el pensamiento y las creencias de “el otro”. Así, en nuestro país podemos leer cómo todavía se entiende la expansión territorial de los Reinos del Norte en la Edad Media como una suerte de “reconquista” cristiana sobre lo islámico.
Estas lecturas fueron propiciadas tanto por el nacionalismo español como por la historiografía anglosajona, quienes construyeron un estereotipo de lo español para cebar su relato de la llamada“whig history”. La falta de integración de lo islámico en las grandes historiografías occidentales anglosajonas engruesadas con los preceptos de la ilustración angloescocesa ha acrecentado todavía más la distancia con lo no Occidental.
De tal forma, sería un error considerar que la situación actual es de choque de civilizaciones, de guerra de culturas, de enfrentamiento sistémico o de odio generalizado entre dos sociedades. Estrictamente, estamos ante un grupo de radicales y terroristas que no pueden ser tomados como el “todo” musulmán. El islamismo es más poliédrico y más diverso que los reduccionismos que tratan de ofrecernos ciertos pensamientos neoconservadores y fundamentalistas. En la tarea de escribir y pensar el momento debiéramos de recurrir a lo que nos une, especialmente a todos los recorridos históricos, ideológicos y religiosos que hemos compartido. Para realizar esa tarea es necesario que tengamos en cuenta la necesidad de “decolonizar” (Mignolo) nuestro pensamiento y nuestra escritura de la historia. Tenemos que ser conscientes de lo que ha supuesto Occidente históricamente en su maridaje con el colonialismo y con el capitalismo. Y debemos de percibir con claridad cómo se genera el conocimiento histórico e historiográfico y desde donde. Las regiones periféricas hemos sido colonizadas intelectualmente por los grandes centros occidentales (EE.UU Francia o Inglaterra). Estamos, por tanto, situados en un proceso de colonización historiográfica que nos impide pensarnos a nosotros mismos y desde ahí abordar el estudiar a los demás. Por tanto, es preciso ser conscientes de la idea de uniformidad, de comparación o de sentimiento de superioridad que ha impuesto Occidente mediante un proceso de colonización teórica. Teniendo en cuenta esto, podremos pensar Occidente no como un simple mapa cartográfico sino como un proyecto incluyente. “Desoccidentalizar” occidente, “decolonizar” su propio relato, construir una historia “pluriversal” y crear un “espacio de pensamiento” híbrido son tareas que se pueden realizar sólo siendo conscientes que nada de lo que ha sucedido se puede cambiar. Asumir la herencia de la dominación occidental y Europea y la occidentalización y colonización es un paso para empezar de nuevo. Representa una oportunidad para crear un nuevo contexto de producción que tenga en cuenta la localización del pensamiento, su perspectiva visual, sus imaginarios y su vertiente epistémica (como ha señalado Claudio Canaparo). Y es una ocasión para reclutar nuevos autores, nuevas ideas y nuevos relatos explicativos. Comencemos la tarea.
Israel Sanmartín es Investigador y profesor “Parga Pondal” en la Universidad de Santiago de Compostela

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