AMLO sufre paranoia, delirio de grandeza y delirio de persecusión
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Previo a las elecciones presidenciales de 2012, en donde Andrés Manuel López Obrador intentara por segunda ocasión disputar el puesto presidencial, salió a la luz pública un texto de Alfonso Diez que retrataba el perfil psicológico del tabasqueño y cuya descripción ha vuelto a resonar a pocos meses de que se lleven a cabo los nuevo comicios en México.
Entre los complejos que se le atribuyen al tabasqueño encontramos a la paranoia, la cual se encuentra constituida por dos ejes principales como el delirio de grandeza y el delirio de persecución, los cuales determinan de manera tajante su idea de que todos están en su contra e intentan hacer un complot a su carrera política involucrando a políticos y televisoras que según sus declaraciones confabularon para que no ganara la presidencia en sus postulaciones anteriores.
Dentro de los constantes nombres que siempre salen a relucir en sus diversos discursos sobre la opresión a su inalcanzable poder, Carlos Salinas de Gortari aparece en incontables ocasiones, pero lo que nunca se ha podido explicar es porqué AMLO no es capaz ni de mencionar el nombre de Salinas de Gortari, a quien solo ha logrado describir como “innombrable”.
Diez compara esta relación con la interpretación de Freud en el caso Schreber, en donde describe el intento por superar el complejo paterno, especialmente en el componente homosexual pasivo, lo que lleva a AMLO a una paranoia como defensa: “me odia”, que luego convierte en autodefensa: “le odio porque me persigue”.
Un caso similar apunta a su relación con Felipe Calderón a quien solo es capaz de referirse como “pelele” y a quien culpa directamente de haberle “quitado” el cargo que le correspondía.
Añadamos a todo esto el delirio de grandeza, ese del que habla explícitamente asegurando que él es “lo que México necesita”, o de lo contrario el país se iría a la ruina; “la única esperanza para que esta nación se salve es Andrés Manuel”, y por lo tanto todos los demás que no estén de acuerdo como Creel, Fox, la DEA, Ahumada e incluso el mismo Azcárraga están en su contra.
Otro de los problemas que AMLO claramente presenta es la epilepsia mental, la cual es descrita por el psicoanalista, Otto Fenichel, “con lo que mejor se puede comparar un ataque epiléptico es con la crisis afectiva”, y cuyo efecto sólo se produce en “personalidades orgánicamente predispuestas”.
Por ejemplo, cuando Andrés Manuel se encontraba a cargo de la jefatura de gobierno, en diversas ocasiones mostró cómo su mente se quedaba en blanco y callaba por unos instantes antes de volver a pronunciar algunas palabras o al menos eso intentaba, y cuya explicación señalaba que tenía que hablar despacio para “poder expresarse mejor y no equivocarse”.
El claro mecanismo de defensa o “negación”, juega un papel importantísimo dentro de los problemas de López Obrador, pues le basta con negar o no reconocer sus errores para que en automático queden eliminados, lo que expone de forma clara su falta de capacidad para reaccionar ante los problemas inesperados que puedan surgir en el camino.
Es claro que el perfil con el que se describe a AMLO aún está vigente, sobre todo ahora que buscará por tercera ocasión la Presidencia de la República, por lo que sólo nos resta preguntarnos, ¿este perfil sigue encajando con la personalidad de López Obrador? ¿Ha cambiado su personalidad en 6 años? ¿ Es verdaderamente el indicado para encarar la presidencia?
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