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domingo, 1 de julio de 2018

Triunfo del pragmatismo sobre la ideología: saldo del proceso electoral 2018

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No hay que esperar hasta el 1 de julio para saber que uno de los resultados del proceso electoral de 2018 será el triunfo aplastante del pragmatismo sobre la ideología, los principios y la congruencia partidistas.
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Como nunca antes, la búsqueda de conquistas electorales, el instinto de supervivencia —de políticos para “agarrar hueso” y de partidos para mantener el registro— y las ambiciones personales provocaron que las fuerzas políticas se unieran con su contraparte ideológica. También que líderes “charros” defenestrados de un partido encontraran cabida en otro —por su promesa de acarrear votos—, E incluso, que supuestos intelectuales y líderes morales de derecha terminaran apoyando a la izquierda (o viceversa).
Los ejemplos abundan en todas las coaliciones. Las traiciones a los principios y a la palabra fueron la tónica del proceso electoral
El Frente por Anaya y Barrales
El PAN y el PRD —junto con Movimiento Ciudadano— formaron “Por México Frente”. La alianza se presentó como el proyecto del primer “gobierno de coalición” en el país. Supuestamente, permitiría a las fuerzas aliadas impulsar —desde el poder legislativo— reformas con el consenso de la izquierda y la derecha, así como generar contrapesos al poder presidencial.
Ambos partidos ya habían postulado candidatos comunes en elecciones locales, pero no habían presentado un plan de gobierno conjunto. En el papel, se trataba de un proyecto atractivo. Pero en la práctica, el “Frente” no fue “por México”, sino por Ricardo Anaya y Alejandra Barrales, quienes aprovecharon su posición como líderes partidistas para imponer la alianza a sus respectivas militancias y repartir candidaturas.
La ausencia de un programa de gobierno congruente y la incompatibilidad entre las posturas de PAN y PRD quedaron de manifiesto —sólo por citar un ejemplo— cuando Anaya se reunió con el ultraderechista y conservador Frente Nacional por la Familia. El encuentro hirió susceptibilidades en el PRD, al grado que el secretario de operación electoral del Sol Azteca, Vladimir Aguilar, dejó en claro que el Frente por la Familia atenta contra los derechos y la ideología que defiende la izquierda.
¿Todos por Meade?
El PRI formó la coalición “Todos por México” junto con el Partido Verde y lo que quedó de Nueva Alianza después de que los operadores de Elba Esther Gordillo se fueron a Morena.
Además, el apoyo del Verde al tricolor y a su candidato presidencial, José Antonio Meade no resultó tan incondicional.
En Chiapas, bastión del PVEM, los verdes rompieron la coalición local con el PRI y mostraron abiertamente su apoyo a Morena. De modo que en la coalición “Todos por México”, no todos van por Meade.
Promiscuidad política
Andrés Manuel López Obrador calificó como “promiscuidad política” la alianza entre la derecha panista y la izquierda perredista. Pero acto seguido, el tabasqueño —quien se dice de izquierda— pactó con el ultraderechista PES, aliado tradicional del PRI —por sus vínculos con Miguel Ángel Osorio Chong— y del PAN —pues en 2006 su líder, Hugo Eric Flores, apoyó a Felipe Calderón—.
Su búsqueda por la presidencia llevó a AMLO al extremo del pragmatismo y de la promiscuidad política al pactar con Elba Esther Gordillo —otrora integrante de la “mafia del poder”— y Napoleón Gómez Urrutia —líder sindical “charro”, antes al servicio del PRI—. Lo mismo dio cabida a ex salinistas como Alfonso Romo, a ex zedillistas como Esteban Moctezuma; a ex foxistas como Alfonso Durazo; a ex calderonistas como Germán Martínez, y hasta al operador del Fraude del 88, Manuel Bartlett.
Con los mismos protagonistas de los últimos cinco gobiernos priistas y perredistas, AMLO ofrece un “cambio”.
Está claro que la política profesional consiste en la búsqueda del poder, por lo que resultaría en extremo purista reclamar a partidos y candidatos por el establecimiento de las alianzas y pactos necesarios para construir un proyecto político exitoso.
Sin embargo, el mismo pragmatismo que llevó a los partidos a pactar con su contraparte ideológica obliga a preguntar: ¿Qué tanto durarán estas alianzas?
Por ejemplo: después de la elección, ¿Apoyará la ultraderecha del PES las propuestas de Morena con tintes de izquierda en el Congreso y viceversa? ¿O el pragmatismo los hará separarse después de la elección?
Como nunca antes, el acomodo de las fuerzas políticas es incierto de cara al panorama poselectoral.

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